Historias sin contar II.*
La historia de una chica calienta pollas y su amigo. .
Un relato mas que me llego a la pagina que solía tener; en el cual, su protagonista pidió corregir y aumentar su texto.
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Mi nombre es Mariana. Actualmente tengo 25 años. No es por presumir, pero poseo un cuerpo que es capaz de infartar a cualquier hombre que me mire.
Desde siempre me ha gustado vestir sexy, tanto que llegue a provocar a mas de uno; objeto de miradas, piropos de todo tipo. Así era yo y la verdad no lo hacia por tratar de ser el centro de atención; sino, mas bien me agrada lucir mi bien cuidado cuerpo.
Todo empezó cuando viajaba en el metro de la ciudad, como era costumbre no alcance asiento.
Dos hombres que iban atrás de mi, no dejaban de mirarme. Y eso los vi gracias al reflejo del cristal. Pues bien.
Al llenarse mas el vagón donde viajaba, pude sentir unos tímidos toqueteos en mi redondo trasero, no le daba tanta importancia, ya que era casi imposible (según yo) que no me rozaran.
Como no decía, ni hacia nada, esos toqueteos subían de tono, al grado de sentir mas confiados esos roces en mis nalgas.
No podía ver quien de los dos tipos era el que me andaba pasando mano, pero si reconocí un calor que pronto comenzaba a recorrer mi vientre, a causa de sentirme deseada.
Ese día iba con un vestido negro, que no llegaba a mis rodillas, entallado, con escote en la espalda, no usaba medias, y tenia unas botas negras y un saco verde.
Al bajar de aquel vagón y lista para subir las escaleras eléctricas. Note como un chico trataba con disimulo en grabar con su celular debajo de mi vestido.
Por lo que había sentido momentos antes en el vagón, solo me dedique a hacerme la desentendida y así disfrutar de como este joven se esforzaba por tener una buena toma de mi.
Estando en mi trabajo, no podía concentrarme, aquel calor y el recuerdo de esos hombres deseando poseerme, me exitaba por mucho.
Hasta que mi novio llegó a mi rescate.
Le insisti que en vez de ir a comer, fueramos a un hotel que esta cerca de donde trabajamos.
Gustosamente aceptando la propuesta fuimos.
Al entrar a la habitación, me desnudo como loco, chupaba mis pezones rosados con hambre, sus manos recorrían cada parte de mi blanco cuerpo, mi boca se aferro a su verga para lubricar la bien y así tenderme en la cama, con las piernas abiertas, deseando que me apagara esa excitación que llevaba encima.
Al momento de cambiar a la posición de perrito, el muy idiota termino sin que al menos yo haya gozado un poco.
Frustrada y enojada deje de hablarle ese día.
Pero. Ahí no termina la historia.
Eduardo. Un chico menor por 4 años, hacia lo posible por apreciar cada movimiento de caderas cuando pasaba junto a él.
Una idea macabra me vino a la mente.
Coqueteandole un poco y enseñándole mas las piernas, veía como a aquel compañero de trabajo se le formaba su bulto debajo de su pantalón.
No me costo casi nada en llevarmelo al almacén de archivo muerto y como nadie iba para allá, comencé mi faena.
A Eduardo casi le da un paro cardíaco cuando nos comenzamos a besar y mas cuando puse sus manos, tanto en mi pecho, como en mi trasero.
Pronto subió mi vestido a la cintura, masajeando mi vulva por encima de mis pantis. Luego se inclino, bajo mi ropa interior, puso mi pie en su rodilla, pasando su lengua a lo largo de mi pierna, llegando a mi bien rasurada vagina.
Debo de confesar que el muchacho en cuestión se veía muy pasguato, pero como sabía dar placer a una mujer con su boca.
Jalaba mi clitoris con sus labios, cosa que me hacia casi gemir como la puta en la que me estaba convirtiendo, su lengua penetraba mi vagina y besaba mis labios íntimos como si se tratase de mi boca.
Termine de desnudarme y Eduardo escalaba con su boca hasta llegar a mis senos.
Me sentó en unas cajas, abriendo me las piernas y penetrando con suma fuerza, como si quisiera atravesar me.
Luego me empotró en esas mismas cajas donde estaba sentada, con el culo al aire, arremetiendo con el mismo ritmo, una y otra vez me decía lo feliz que estaba al cojerme por fin.
Cambiamos de posición para que ahora yo lo cabalgara. Sus manos apretaban con fuerza mis pechos, luego las bajaba a mis nalgas y con su boca atendía mis chichis, dibujando con su lengua el eje de las mismas.
No se cuantas veces me vine, pero Eduardo daba para mas.
Le pedí que se viniera dentro de mi; pues, me gusta sentir la leche de los hombres llenando mi vagina.
Le agradecí a Eduardo dándole una rica mamada en su erecto armaño, el cual no había perdido nada de fuerza.
Lleno mi boca con sus jugos; los cuales, gustosa tome. Mi boca termino de limpiarle el glande, nos besamos igual de rico como al principio y sin mas regresamos a la rutina.
Desde ese día voy calentando hombres y Eduardo me hace el favor cuando mi novio no puede apagar el fuego que llevo dentro.
Vladimir escritor.
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