Infidelidad no planificada…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Soy una mujer normal, blanca de mediana estatura y a mis 36 años todavía despierto interesantes y salvajes sensaciones en el sexo opuesto, sobre todo en los más jóvenes que frente a mi carácter seco y dominante, fantasean con someterme en la cama.
Esto lo sé porque tengo conocidas que me cuentan las fantasías de sus amigos conmigo. Tengo 10 años de casada y durante mi matrimonio he tenido varias aventuras con hombres conocidos y hasta con un desconocido, considero que he disfrutado el sexo a plenitud, pero a pesar de ello, no deja de sorprenderme lo que me sucedió hace unas semanas cuando compartía un fin de semana de playa con una pareja de amigos.
Sandra es una compañera de trabajo, ella tiene características similares a las mías tanto física como intelectualmente, ambas somos profesionales y aunque ella es un poquito mayor que yo se conserva bastante bien, su esposo Alberto es un joven impetuoso, bromista y de buen físico, práctica artes marciales y es entrenador de gimnasio, desde hace varios años hemos compartido en varias oportunidades, cumpleaños y una que otra celebración. He imaginado varias veces que cumple sus promesas y me hace suya salvajemente, y alcanzo orgasmos mientras mi esposo me hace el amor. He escuchado que es saludable imaginarse a tus amigos haciéndote el amor mientras te acuestas con tu esposo, dicen que así le das picardía a cada encuentro. Alberto siempre se juega conmigo acerca de su deseo sexual hacia mí, yo le ignoro porque siempre lo hace frente a Sandra y me parece inofensivo.
A veces hemos estado reunidos los cuatro y aprovecha de toquetearme incluso delante de mi marido, a quien de todas, todas no le importa en lo más mínimo. El es de los que piensan que ese cuerpo es mío y yo soy la única responsable de lo que con él se haga (yo he sabido sacar bastante provecho de ello, tengo 5 testigos). Bueno, volviendo al cuento, después de varios embarques planificando un fin de semana con los niños en la playa, finalmente lo logramos y concretamos el viaje.
Llegamos temprano el sábado directamente al hotel, desempacamos e inmediatamente salimos a la playita, tomamos un bote que nos llevó a un islote paradisiaco, de los más hermosos de la zona. Mi esposo siempre lleva whisky y cervezas a la playa, además de la sobrecarga de comida para los niños y nosotros era toda una mudanza para la playa. Compartimos de lo lindo y entre juegos, tragos y comida la pasamos de lo mejor, yo además de disfrutar de la belleza de la playa y de uno que otro asistente, reí de lo lindo frente a las bromas e insinuaciones de Alberto, acerca de lo pequeño de mi bikini o si mis senos se veían mas grandes que de costumbre, al final del día recogimos y nos regresamos al hotel.
Las habitaciones son como apartamentos sumamente grandes y tienen capacidad hasta para 10 personas, estábamos holgados, habitaciones separadas para los niños quienes con sus video juegos después de una excelente cena se confinaron a sus cuartos. Yo estaba vestida con un vestido playero ancho sin nada abajo, el sol y la goma del traje de baño hacen daño y luego de una ducha y bastante crema hidratante no es bueno colocarse ropa interior, a parte que la ropa era bastante discreta y no dejaba nada a la vista. Después de la cena, seguimos compartiendo unos tragos y tanto el ritmo como el tono de la conversación se fue elevando hasta empezar a comentar de experiencias y posiciones sexuales, el licor me desinhibió por completo y llegue a comentarle a Alberto que mi fantasía más frecuente era hacer el amor con tres hombres al mismo tiempo uno en cada orificio, pero que me daba mucho miedo, aparte de nunca haber sido fan de las penetraciones anales.
Estábamos completamente conectados, en un momento comenté sobre el sol y mi bronceado y sin pudor alguno deslicé la tirita de mi vestido para mostrarle a Alberto la marca del broceado sobre mis senos, excusa perfecta para decirle que me encontraba completamente desnuda debajo de ese vestido, pasaron los minutos y yo me adentraba en lo más profundo de mis confesiones sexuales con Alberto y mi esposo conversando de trabajo y familia con Sandra, le conté que en una oportunidad no aguanté las ganas y había terminado haciéndolo con un taxista en pleno día a pocos metros de mi casa, y lo mucho que me costó deshacerme de él. Alberto mencionó que mis relatos le excitaban mucho y que le ratificaban que era la hembra perfecta para llevarse a la cama. Era casi la media noche y me dispuse a servir una nueva ronda de tragos, me levanté de mi silla y recogí los vasos vacios, fui a la cocina y empecé a servir el hielo y lo que correspondía a cada quien.
Estaba totalmente concentrada en lo que hacía cuando sentí la mano de Alberto deslizarse por mi espalda en camino hacia mis nalgas, un corrientazo sacudió mi cuerpo, no me lo esperaba, pero aún así no opuse ninguna resistencia, se acercó a mí y comenzó a besar mi cuello, me recosté a él al tiempo que mi brazo alcanzo su cabello que acaricié como confirmando mi aceptación, subió su mano hasta acariciar mis senos que ya mostraban un pezón inusualmente puntiagudo, que mostraba lo mucho que disfrutaba el momento, subió lentamente mi vestido para seguir acariciando muy suavemente mis nalgas y detenerse en mi cosita que ya estaba bastante húmeda desde las conversaciones de unos segundos atrás, abrí un poco mis piernas para facilitarle sentir el calor que emanaba de mi vagina, el gustoso introdujo sus dedos a placer, luego de un mar de caricias por todo mi cuerpo me tomó del brazo y con una habilidad asombrosa me despojó completamente del vestido, para colocarme encima de la mesa y comenzar a comerse mi vagina como si fuese el plato especial de la noche, su lengua se movía en círculos y se detenía por segundos a juguetear con mi clítoris al tiempo que sus dedos no dejaban de turnarse mi vagina y culo una y otra vez.
Tuve que colocar parte de mi vestido en la boca para ahogar mis gritos de placer cuando alcancé mi primer orgasmo, el mundo me dio vueltas, y apreté mis piernas con el aún adentro para tratar de prolongar esa sensación tan fuerte que provocó mi venida, al retirar su cara de mi vagina pude ver como la tenia completamente empapada de mis fluidos y en un tono jocoso me comentó, que no se notaba en nada mi excitación.
Era mi turno, baje mi cuerpo de la mesa y esta vez fui yo quien le subió a él, baje su pantalón de playa, el ya estaba sin camisa, tome su miembro erecto y me lo casque profundamente en la boca, quería tragármelo completo, deseaba que acabara tan rico como lo había hecho yo segundos atrás, bese y chupé sus bolas, succioné completamente su liquido seminal que salía constantemente de su pene, el cual recorrí con mi lengua completamente de arriba abajo, una y otra vez, deteniéndome unos segundos a saborear su enrojecido glande, para luego darle entrada hasta mi garganta, el gemía entrecortadamente, mientras alargaba sus brazos para acariciar mis senos, a los pocos minutos sujetó mi cabeza con ambas manos, me dije.. llegó el momento sentí como su miembro se engrandecía dentro de mi boca… no se lo iba a permitir, lo saque y me incorporé, sujetándolo fuertemente con mi mano, diciéndole ¡no! Todavía no…falta lo mejor.
Lo senté en la silla, y poco a poco me lo fui acomodando dentro de mí, era un pene regular un poco grande, pero no tanto como para hacerme gritar, sentí como fue recuperando su fuerza y dureza cuando comenzó a bombear dentro de mí, se sujetaba de mis nalgas abriendo mi culo al ritmo de cada embestida, se sentía rico. Tal cual como lo había imaginado, tosco y un poco torpe pero muy preciso y concreto en su ritmo y embestidas. Era muy buen amante, mordía con pasión mis senos, desesperado por tocar cada milímetro de mi cuerpo, sin dejar de repetirme lo mucho que me había deseado todo este tiempo, yo acepté todo lo que quiso hacerme, incluso hasta meterme completamente su dedo índice en mi culo mientras empalmaba completamente su pene en mi vagina. Habíamos cabalgado suficiente y decidí darle variedad, me desincorporé de su pala y procedí a ofrecérmele de espaldas sobre la mesa, tan solo terminar de colocarme en posición sentí como ya me la enfilaba por el culo, me incorpore en un segundo y le dije que no estaba preparada, que las películas eran una cosa y que en la vida real las penetraciones anales se hacen con lubricantes especiales, de otra manera ocasionan daños indeseables en la mujer, el con una sonrisa de inocente, dijo que era jugando y que nada perdía con intentarlo.
Mantuve mi negativa argumentando que no tenía ningún problema en entregarle mi culito en otra oportunidad solo si se lo ganaba. Cortó la charla, me sujetó las caderas y encascó su verga en mi vagina, comenzando un bombeo casi salvaje, instantáneamente, Encorvó su cuerpo sobre el mío, para acariciar mis tetas con una mano y mi clítoris con la otra, sin perder el ritmo de las penetraciones, estaba a estallar, quise esperarle para acabar juntos pero la sensación de sus manos al ritmo de las fuertes embestidas enervó mis sentidos de una manera totalmente desconocida, desencadenando un orgasmo de proporciones sobrenaturales, contorneando mi cuerpo sensualmente, al tiempo que gemidos entrecortados de placer salían de mi ahogada garganta.
Comenzó a acelerar sus embestidas y decidí darle un premio a su destacada faena, así que cuando estuvo a punto de estallar le saque de mi vagina y enfilé su pene hacia mi boca, la que llenó fácilmente con su semen, al sacarlo llenó mi cara, senos y una buena parte de mis piernas y del piso, trague la de mi boca y parte de la que pude recoger de mis senos saboreando mis dedos, el sonreía poniendo una cara de satisfacción total viéndome juguetear con mis dedos en la boca saboreando su semen, bastante rico por cierto. Tomé una toallita y limpié sus muslos salpicados de semen, lavé mi cara y senos y cuando me disponía a colocarme el vestido vi como por la ventana de la cocina se asomaban las caras sonrientes de mi esposo y de Sandra, no se veían nada sorprendidos por lo que acababan de presenciar. Les preguntamos desde hacía cuanto tiempo estaban allí, a lo que contestaron que a los pocos segundos que nos retiramos del salón nos siguieron hasta la cocina y que no se habían perdido ni un segundo de lo que había sucedido.
Me sentí avergonzada, Alberto estaba sorprendido y visiblemente apenado, esquivaba las miradas de Sandra y de mi esposo quienes no dejaron de bromear por largo rato. Volvimos al salón y nos reincorporamos a las conversaciones y al trago, no podía creer la naturalidad con que mi esposo se desenvolvía en aquel momento, acababa de presenciar cómo se cojen salvajemente a su mujer y ni siquiera se ha inmutado, parecía entender y comprender perfectamente mi psicología de mujer, siempre pensé que si se enteraba de alguna de mis aventuras me patearía fuera de la casa …. Pasaron las horas y llegó el momento de ir a la cama.
Justo cuando me dirigía con mi esposo a mi habitación Sandra llegó y le retiró de mi lado, me dijo que ya yo había tenido lo mío y que ahora le tocaba el turno a ella. Se llevo a mi marido a su habitación no sin antes decirme que podía pasar la noche con Alberto y que si la curiosidad nos lo permitía podíamos repetir el encuentro de la cocina. Pero eso es parte de otra historia….
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