Infiel a mi esposo con un policía
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En el hospital que trabajo, hace muchos años atrás había un policía permanentemente por si ocurría algún inconveniente con los pacientes o familiares. Claro está que no siempre estaba el mismo, sino que tenían turnos que rotaban. Había uno que particularmente me llamaba la atención, por un lado por su amabilidad, su respeto y también por curiosidad. El tipo por entonces estaba en los 35 años, no muy alto, pero con buen físico y con buena presencia, y tal como siempre comentábamos con las enfermeras y mucamas, por la forma que se le hacía en la entrepierna de su pantalón azul, parecía que venía con sorpresa.
Por esas cosas que una no siempre puede explicar, comenzamos a tener un trato casi continuo, pues nuestros turnos coincidían muy seguido. En el ambiente hospitalario nada pasa desapercibido y la enfermera que me secundaba rápidamente se percató del “acercamiento” que había con el “poli”. De mi parte minimicé la cuestión, pues estando yo en pareja y teniendo una hija pequeña, no era mi intención tener una aventura. Pero mi compañera insistía en que debía tener un buen pedazo de verga. Y en nuestras charlas con ella ya comenzamos a fantasear lo lindo que sería cogerlo en el hospital.
Esas fantasías trajeron aparejado que yo empezara a mirar más su entrepierna y aceptara que sí, ahí había algo más que interesante. Un domingo que hacía mucho calor y el aire acondicionado del office se había roto, tuve que dejarme la parte de arriba del ambo y sacarme hasta el corpiño. Como los fines de semana en el sector que yo estaba no había movimiento de pacientes y familiares, invité al policía a tomar algo. Rápidamente pude notar su mirada hacia mis tetas, que no son muy grandes, pero que sí se notaban y más por lo fino de la tela blanca que marcaba el contraste de mis pezones. Aclaro que no tenía ni tengo un cuerpazo de modelo de Hollywood, mido 1,65, peso 53 kg y sí tengo una cola y piernas llamativas, pues usando tacos altos, eso resalta más mis virtudes.
En un momento observé que su pantalón estaba más abultado y eso comenzó a quemarme la cabeza. Como él estaba sentado, hice como que tenía que sacar algo de un mueble, así que dado el reducido espacio, debía levantarse. No tuvo opción y cuando se paró, quedó en descubierto, se notaba que tenía un hermoso pedazo. Se sintió avergonzado, pero no le dí tiempo, me acerqué y por encima del uniforme se lo acaricié. Se quedó petrificado por un instante, pero reaccionó rápidamente y comenzó a abrir mi ambo, mientras comenzamos a besarnos alocadamente. Se quitó la pistola, cargadores y demás cosas que ellos llevan y yo pude abrir su pantalón, bajar su bóxer y liberar un hermoso pedazo de miembro venoso con una cabezota morada que llenaba mis dos manos.
Con sus manos subió mi pollera y bajó mi tanga. Jugó con mi clítoris y yo ya me había mojado totalmente. Fuera de todo lo racional, con la cabeza descontrolada, me agache y metí parte de esa hermosa verga en mi boca. Qué placer!!! Lo que tanto habían imaginado muchas de mi trabajo, ahora lo cumplía yo. Se la mamé, le chupé los huevos y volví a llevármela a la boca. Ahora entiendo la sensación que se tiene ante una verga de ese tipo. Antes pensaba que era mentira que las mujeres intentan metérsela hasta ahogarse. No. No es mentira, es una realidad. Yo misma hacía fuerza para llegar hasta la base de su tronco, pero me ahogaba y me daba la sensación que iba a vomitar, pero aún así y con los ojos llorosos, la embestía para comérmela toda.
En un momento puso su mano en mi cabeza y presentí por sus gemidos que vendría su acabada. Lejos de retirarme seguí mamándosela y cuando comencé a sentir que esa cabezota expulsaba una espesa leche en mi boca, dejé de moverme, palpando esos latidos que producía mientras largaba todo su semen. Me lo tragué todo, como si quisiera eliminar toda evidencia. Así, yo desnuda y el a medio vestir, seguimos besándonos apasionadamente hasta que en unos minutos comencé a sentir que su verga estaba nuevamente como una piedra, quiso recostarme sobre el escritorio, pero dado el poco espacio que había tuve que apoyar mi torso sobre el escritorio y ofrecer mi parte trasera para que él me penetrara. Tal lo imaginé, hizo jugar la cabeza en mi vagina, la lubricó y sin miramientos me la puso hasta la mitad. Dios!!! Puedo asegurar que me levantó con ese pedazo de obelisco, pero así como me dolió, otra vez mi lado de perra salió de mí. La quiero toda le dije.
El comenzó a decirme muchas cosas sucias y eso me hizo descontrolar más, también él había perdido toda esa amabilidad que lo caracterizaba, lo sentía salvaje, totalmente sacado. Me terminó de enterrar la verga hasta las pelotas y tras un par de golpes fuertes no pude controlar un hermoso espasmo que traía un orgasmo infernal. Si bien con mi pareja teníamos buen sexo, hacía un tiempo que por razones de trabajo estaba fuera de la ciudad, así que este polvazo me liberaba todas esas tensiones acumuladas. Él siguió en su estado de descontrol, casi primitivo. Me la metía bien fuerte y a fondo, cuando comenzó nuevamente a gemir y aceleró su movimiento pélvico, pude saber que venía su leche, lo que me llevó a tener un orgasmo simultáneo con su acabada.
A partir de ese día, yo me ofrecía voluntaria para estar sábado y principalmente los días domingos, él por su parte hacía lo mismo con sus compañeros. Pero ya no nos quedábamos en el office, sino que íbamos a un dormis que nos habían construido para los médicos de guardia y que guardaba nuestra privacidad, ahí pasábamos las tardes enteras sino nos llamaban por altoparlantes por alguna urgencia. Esta relación se prolongó por más de un año. Obvio que ya había tomado estado público, pero a ninguno de los dos nos interesaba y solamente se interrumpió cuando por razones de trabajo lo trasladaron a Mar del Plata.
Tengo los mejores recuerdos de este bonaerense, que, a pesar que ahora tiene familia, algún día espero que me dé un recreo de esos que jamás olvidaré. Quizás ha sido la mejor experiencia que me ha tocado vivir, pues nunca antes había sido infiel y tampoco nunca después volví a hacerlo.
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