Insatisfecha…
Ya que aparte de que lo único que hace Mauricio es apenas me lo mete, se viene casi de inmediato, y no es que no pueda o no tenga el aguante para por lo menos estar unos cuantos minutos, es que el muy desgraciado simple y llanamente no quiere..
Mi nombre es Virgen, y aunque es motivo de gracia para algunas personas, que me conocen íntimamente, para mí no lo es.
La verdad es que nunca pensé en llegar a escribir sobre lo que me ha sucedido, y sigue sucediendo entre mi marido y yo. A pesar de lo avergonzada que me siento, creo que mayor aun es mi insatisfacción, por su mala costumbre de los mañaneros.
Hace pocos años atrás, ya recién casados, Mauricio agarró la costumbre de comenzar a despertarme, besándome por la nuca. Ya que él se dio cuenta de que mi cuello, es una las zonas más erógenas de mi cuerpo.
Comenzaba besándome suavemente, haciendo que me despertase, con toda la piel erizada, y continuaba besándome por todas partes, hasta que finalmente colocaba su rostro entre mis piernas, y sin mucho esfuerzo de su parte, separaba mis piernas, para luego continuar besándome entre mis muslos, cosa que ya de por sí me volvía loca.
Hasta que finalmente su lengua comenzaba a lamer y sus labios a chupar los labios superiores de mi coño. Ya en esos instantes, Mauricio sabía que podía hacer conmigo, lo que se le antojase, pero no se detenía ahí, sino que su boca y dedos, continuaban profundizando dentro de mi cuerpo, hasta que sentía como de manera tan especial, me comenzaba a chupar todo mi clítoris, arrancándome profundos suspiros de placer, aparte de uno que otro grito de alegría.
Así Mauricio continuaba, y no se detenía hasta que, a fuerza de su lengua, labios y dientes, me producía un fenomenal clímax. Dejándome momentáneamente completamente espatarrada sobre la cama, él se incorporaba lentamente, observando el resultado de su labor.
Mientras que yo, recuperaba mis fuerzas. Luego de eso, mientras me decía un sinfín de tiernas palabras, sobre mi cuerpo. Dirigía su erecto y caliente miembro, directamente a mi coño.
Que, por estar tan sensible en esos instantes, apenas comenzaba a sentir que me comenzaba a penetrar, hacía que yo en un abrir y cerrar de ojos, alcanzara otro sin fin de orgasmos. Pero eso fue como ya les dije hace tiempo. Ahora los malditos mañaneros, son un tormento para mí.
Ya que aparte de que lo único que hace Mauricio es apenas me lo mete, se viene casi de inmediato, y no es que no pueda o no tenga el aguante para por lo menos estar unos cuantos minutos, es que el muy desgraciado simple y llanamente no quiere, porque cuando realmente quiere hacerme gozar lo hace, pero en las mañanas, es un suplicio para mí, ya que me quedo viendo el techo de nuestra habitación maldiciendo los mañaneros.
Al principio no me molestaba tanto, pero después de unos meses, eso de entrar al baño, y calmarme lavándome todo mi coño, con el agua fría del bidet, o dándome una buena ducha fría.
Me tenía cansada, cuando no era que yo misma como si fuera una quinceañera, me comenzaba a dar dedo, hasta que finalmente sobre la cama y en ocasiones hasta frente al mismo Mauricio, lograba alcanzar un mezquino clímax, yo sola.
Cosa que al muy desgraciado le producía mucha gracia. Claro que todo eso me dejaba sumamente molesta, insatisfecha, y diciéndome a mí misma, que el día menos pensado le iba a montar un buen par de cuernos, con el primero que se me atravesara.
Por lo general ese día en la oficina, pasaba un infierno, todo salía mal, y para colmo, como soy la única mujer en la empresa, se imaginarán todo lo que en ocasiones dicen, y lo peor de todo es que, aunque lo dicen por joder, nada más, la mayoría de las veces tienen razón.
Un día en que yo me encontraba como agua para chocolate, en todos los sentidos. Ya que como de costumbre, Mauricio me despertó con otro desgraciado mañanero. Después de pasar el mal rato, y apenas con tiempo para vestirme y llevar a nuestro hijo al cuido.
De la prisa que tenía ni cuenta me di de la ropa que me había puesto, no fue hasta que dejé a nuestro hijo en el cuido, que al pasar frente a un gran espejo que tiene en su salón, que me fijé en cómo estaba vestida.
Debido a lo tarde que era no regresé a casa a cambiarme, y me armé de valor para escuchar todo tipo de insinuaciones, que de seguro escucharía en la oficina. No es que me hubiera puesto un pijama, ni mucho menos.
Es que me puse un vestido rosado hecho en lycra, que además de quedarme sumamente ajustado, la falda es tipo mini, que hasta yo misma reconozco, que me queda sumamente corta. Pero por falta de tiempo, me armé de valor y me fui a trabajar. Desde luego que apenas llegué, llamé la atención de todo el personal.
Aunque en gran parte, sus piropos y picaros comentarios me hicieron sentir bien, no faltó quien desde luego se pasara de la raya. Yo entiendo que manejé las diferentes situaciones que se me fueron presentando de lo mejor, hasta que llegó un nuevo cliente.
No es que yo sea de las mujeres que nada más se fijan en el físico de un hombre, pero Renato para serles franca me impresionó y no saben cómo. Aunque por costumbre tengo apenas se me presenta la ocasión, decirles a mis clientes que estoy felizmente casada, en ese momento se me olvidó.
Además, por lo general o hasta ese momento nunca había aceptado una invitación para almorzar. Pero cuando Renato me invitó, no supe o mejor dicho no quise decir que no.
Así que cuando ya en camino al restaurante, Renato colocó su mano derecha sobre mi rodilla, aunque me sorprendió ligeramente, no me incomodó en lo más mínimo, pero para evitar que se fuera a seguir deslizando hasta quien sabe dónde, yo puse mi mano izquierda sobre la mano de él, y así seguimos charlando hasta llegar a ese apartado restaurante.
La comida fue fabulosa, pero la sobremesa lo fue más. Hablamos desde luego de los servicios que había adquirido, cerramos el trato, y a modo de celebración, le di un beso.
De regresó a la oficina, cuando se detuvo frente a un motel, no me molesté para nada. Apenas atravesamos la puerta de la habitación, nos pusimos a besarnos como desesperados. En mi vida le había llegado a ser infiel a mi marido, y mucho menos con un cliente.
Pero entre como yo me encontraba y la manera tan particular en que me atendió Renato, me olvidé por completo de Mauricio. La ventaja del vestidito rosa se hizo presente, cuando de un solo jalón me lo he quitado por completo ante los ojos de Renato.
Al quedar nada más en pantis y sostén frente a él, me di cuenta que no sentía nada de pudor, y mientras Renato se comenzó a quitar su ropa, yo bastante desinhibida terminé por quitarme lo que aún me quedaba puesto.
Me sentía extremadamente diferente, en ocasiones hasta con el mismo Mauricio me siento algo cohibida, pero frente Renato, como que nada me importaba. Así que apenas quedé completamente desnuda, me paré frente a él, cuando me volvió a tomar entre sus brazos, y sentí contra mi vientre su instrumento, sin que me lo dijera o tan siquiera me lo insinuase, me agaché hasta que mi boca estuvo a la altura de su verga.
Era como si yo fuera otra mujer y no Virgen. Por un rato se lo lamí, mamé y hasta chupé sus testículos, disfrutando cada segundo de lo que yo estaba haciendo. Renato me tomó por el brazo y me ayudó a levantarme, y sin más ni más me acosté en la cama, con mis piernas bien abiertas y de inmediato, él se acotó sobre mí.
Sentí como su miembro fue penetrando todo mi coño, hasta que nuestros cuerpos quedaron completamente unidos. Lentamente comencé a mover mis caderas, al tiempo que Renato me besaba intensamente y me penetraba una y otra vez.
Todo era tan diferente a los malditos mañaneros de Mauricio, que me decía a mí misma mentalmente. No te sientas mal Virgen, que el muy cabrón de Mauricio se lo buscó el solo. Renato me apretaba divinamente contra su cuerpo, mientras que yo entre gemidos y profundos suspiros de placer, me deleitaba completamente de su caliente verga, entrando y saliendo de mi coño una y otra vez.
Así estuvimos follando hasta que después de un largo rato, ambos disfrutamos de un estruendoso clímax. Nuevamente me llamó la atención mi manera de actuar, que era bien diferente a cuando me acostaba con mi propio marido.
Al finalizar mientras nos vestíamos, hablamos poco, pero no hacía falta hablar mucho más. Tanto él como yo sabíamos que no era amor precisamente lo que sentíamos, el uno por el otro. Se trataba única y sencillamente de una poderosa atracción física, así que cuando Renato me propuso que nos volviéramos a ver, más rápido que inmediatamente le respondí que sí.
Cuando regresé a la oficina, todos se me quedaron viendo, no hubo más comentarios desagradables, solo un silencio tremendo. Era como si todos y cada uno de ellos estaba al tanto que me había acostado con mi cliente, pero sin comentarios infantiles.
Mi intención era recoger mis cosas y marcharme a casa, pero el calentón que comencé a sentir nuevamente entre mis piernas me hizo cambiar de idea. Ya la empresa había cerrado y tan solo quedábamos el personal de venta, o sea tres de mis compañeros y yo, fue cuando les comenté que había cerrado el trato del año, por más de un millón.
Al escucharme los tres se alegraron, me felicitaron y entre abrazos y besos en la mejilla. De momento sentí que uno de ellos me agarró sabrosamente las nalgas, pero de inmediato retiró la mano. Aunque no lo crean mi mal estar contra Mauricio, era tal, que a pesar del tremendo buen rato que pasé con Renato, no se me había pasado.
Así que, de momento, sabiendo a lo que me estaba exponiendo, les dije. “Bueno chicos quiero que me feliciten íntimamente, los tres.” Ellos algo desconcertados, se vieron las caras, al tiempo que yo me deshice de mi vestidito rosa en un santiamén.
En un abrir y cerrar de ojos ya los tenía sobre mi cuerpo, acariciándome toda. Por un buen rato, no hubo rincón de todo mi desnudo cuerpo que ellos no explorasen ya con sus dedos o con sus propias bocas.
Al igual que me sentí estando con Renato, me sentí estando con mis compañeros de trabajo, no sentía vergüenza alguna de lo que me estaba dejando hacer. Lo más importante para mí en esos instantes, era el placer que ellos tres me proporcionaban y el que yo les daba a ellos.
Estaba ya por dejar que Julián me enterrase su verga dentro de mi coño, cuando me di cuenta de que Alfredo y Enrique se distanciaron ligeramente de nosotros dos. Fue cuando les pregunté, sin vergüenza alguna. “¿Quién quiere que se lo mame y quien quiere darme por el culo?”
No había terminado de preguntar cuando Alfredo dirigió su verga a mi boca y Enrique la suya a mi culo. En mi vida me había atrevido a tanto, es más jamás hasta ese día no le había sido infiel a mi marido, pero como que me cansé de los mañaneros y a mi manera me vengaba.
Poco me importó lo que los tres fueran a pensar de mí, lo que yo deseaba en esos momentos era disfrutar de un mayor placer, y así lo hice intensamente. A medida que Julián me penetraba una y otra vez, yo movía con mayor fuerza mis caderas, al tiempo que Enrique no dejaba de meter y sacar su verga de mi culo.
A los tres los escuchaba decirme una y otra vez, lo buena que estaba, lo bien que me movía, que sabrosa mamada me estás dando, decía Alfredo.
Sus palabras me excitaban y calentaban más aun, y con mayor fuerza me movía. No sé el sin número de orgasmos que disfruté en esos momentos, lo que, si se es que quedé por completo agotada, toda sudada, hedionda a sexo, llena de su semen por todos lados.
Apenas quedé sola en la oficina, debido al estado en que quedé, llamé a Mauricio, y le dije, sin darle mucha explicación. Que me iría al spa, por lo que le tocaría a él pasar por nuestro hijo.
Mi esposo no se opuso, así que apenas colgó, entré al baño de empleadas, y comencé a lavarme. Cuando salí completamente desnuda, me topé con los dos empleados de mantenimiento, que se encargan de realizar la limpieza de la oficina, cosa que a mí se me había olvidado por completo.
Al verlos en lugar de avergonzarme y ocultar mí desnudes e inventar alguna escusa creíble. Me les quedé viendo, y acordándome de los malos ratos que me ha hecho pasar Mauricio, dándome cuenta de la sorpresa en sus rostros. Les dije. “Es que nunca han visto una mujer caliente, desnuda, y deseosa de que se lo metan”.
Solo bastó eso para que los dos chicos se me fueran encima. Nuevamente mi culo y mi coño recibieron una buena ración doble de vergas. Era como si me hubiera vuelto por completo loca, sin que me importase lo que fueran a decir o pensar de mí.
Yo deseaba en ese momento satisfacerme, sentir lo que un sinfín de ocasiones no he podido sentir, por la manera en que Mauricio se comporta. Ya serían como las seis de la tarde, cuando después de darles finalmente una buena mamada a los dos, que me volví a asear y comencé a vestirme.
Ya en el spa, me decía a mí misma como era posible que yo en un solo día hubiera hecho todo eso. Y la única respuesta razonable que pude encontrar, fue insatisfacción.
Por pura insatisfacción le puse los cuernos a mi marido. No una, ni dos, ni tres, sino un sin número de veces, en el corto espacio de unas cuantas horas. Ahora en mi oficina tengo fama de puta, bien ganada y mantenida, por cierto.
Mi relación con Renato es algo de película. En cuanto a Mauricio, no sé, pero aun cuando me desnudo ante él, me da una vergüenza tremenda. En cuanto a los mañaneros sigue con su mala costumbre, pensé en hablarle sobre el tema, pero mejor lo dejo por incorregible, además desde que descubrí lo que soy capaz de hacer, me puedo dar el lujo de seguir sintiéndome insatisfecha.
Así que tomen nota los que gustan de los mañaneros, sin tomar en cuenta las necesidades de su mujer, de momento al igual que mi Mauricio, tienen unos cuernos del tamaño de las extintas torres gemelas de New York.
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