Intercambio de esposas, bisexualidad y cuernos.
Dos amigos pervertidos se conocen y empiezan a morbosear con intercambiar a sus mujeres. Antes de lograrlo comienzan sus devaneos bisexuales. .
Conocí a mi amigo Javier en una página de relatos eróticos. Los dos comentábamos las historias que más nos gustaban y coincidimos varias veces valorando relatos de la misma temática, con lo cual, viendo el parecido de intereses que teníamos, tardamos muy poco tiempo en contactar y en hacernos amigos.
Por aquella época yo tenía 48 años y estaba casado con Isabel que tenía 12 años menos que yo, es decir, mi mujercita contaba con 36 años de vida. A su vez, Javier estaba casado con Irene y los dos rondaban los 55 años. Eran, al igual que nosotros, un matrimonio feliz, y ambos teníamos solamente una hija cada uno, la mía con 12 años y la de Javier, que tenía ya sus 13 preciosas primaveras.
Tanto a él como a mí nos apasionaban los relatos de intercambios de parejas y también, los que narraban episodios de maridos, que presenciaban escenas de sexo muy subido de tono de su propia esposa con otro varón, es decir, nos gustaban los relatos de cornudos mirones. A su vez, los dos coincidíamos en tener dos esposas muy abiertas de mente, que no dudaban en fantasear, cada una con su marido, con temas muy morbosos momentos durante nuestras noches de sexo en privado, cada pareja en el calor de su dormitorio.
No tardamos en quedar a conocernos en persona ya que vivíamos relativamente cerca. Los dos buscamos la excusa de ir a ver un partido de fútbol con los amigos del trabajo y quedamos en un punto intermedio para vernos. Desde el principio nos caímos muy bien y nuestra confianza mutua fue en aumento de forma rápida. Ni vimos el partido si quiera, sólo estuvimos charlando de las cosas que nos gustaban y de los morbos que compartíamos. Rápidamente nos hicimos buenos amigos en esa primera cita en persona.
Desde ese primer encuentro Javier y yo intercambiábamos fotos de nuestras esposas, y morboseábamos el uno con el otro opinando y aportando confidencias íntimas de ellas. Estábamos fotografiándolas a menudo, cada uno a la suya, y en cuanto podíamos nos enviábamos esas fotos el uno al otro. El deseo de cada uno por la esposa del otro fue en aumento a pasos agigantados. Aún recuerdo el día en el que quedamos a tomar una cerveza y cada uno vino con unas bragas usadas de su respectiva esposa, estuvimos tomando y en un momento dado cuando estábamos los dos muy empalmados y excitados, nos metimos en su coche y nos intercambiamos las prendas. No tardamos ni un segundo en llevarnos las bragas a la nariz y a la boca, disfrutando del olor íntimos de nuestras mujeres. El bulto en nuestro pantalón era obvio y como por telepatía desabrochamos nuestros cinturones, abrimos los botones de los pantalones y nuestras braguetas. Al unísono aparecieron nuestras duras pollas y comenzamos a masturbarnos, rodeándolas con las braguitas de nuestras respectivas. No tardamos en corrernos sobre las prendas íntimas de ellas y en confesarnos el uno al otro el morbo que nos estaba dando dicha situación.
Los dos teníamos ya fotos de la mujer del otro desnuda, cada cual se las había apañado a su manera para hacerlas y fueron compartidas de inmediato. A su vez, en nuestras noches de sexo en pareja fuimos morboseando poco a poco con nuestras respectivas con la idea de fantasear con temas de intercambio y de temas de esa índole y, la verdad, las dos fueron muy receptivas a la idea, aunque aún no sospechaban nada de nada.
Seguíamos quedando durante la semana a tomar una cerveza y a contarnos lo que cada uno haría con la esposa del otro. Llegábamos a tal grado de calentura que terminábamos en el coche de alguno de los dos haciéndonos una paja mientras mirábamos las fotos de ellas cada uno en su móvil. Así hasta que nos corríamos, tras haber hecho un montón de comentarios obscenos, cada uno sobre la mujer del otro. Hasta el punto en el que cada uno cogía la polla del otro y le hacíamos una paja a su dura polla mientras decíamos cosas subidas de tono de nuestras respectivas esposas.
Ideamos un plan que consistía en ir a tomar el aperitivo al mismo bar durante varios fines de semana seguidos, con lo que conseguimos que nuestras caras nos sonaran familiares. A su vez, también coincidimos adrede en una sala de fiestas nocturna durante varias semanas. Al poco tiempo, ellas nos confesaron a cada uno de nosotros que era una casualidad vernos tanto y que podía estar bien conocernos y hacernos amigos. Así lo hicimos poco a poco y fuimos tomando algo juntos a veces y compartiendo momentos de ocio los cuatro. Nuestro plan estaba saliendo a la perfección. De vuelta a casa cada cual en su nido de amor, empezó a introducir el tema del intercambio en nuestros juegos íntimos y ellas fueron receptivas a la idea desde muy pronto.
Isabel y yo follábamos mientras hablábamos de Javier e Irene y ellos hacían lo mismo hablando de Isabel y de mí. Los cuatro nos excitábamos mucho con los morbos que se nos ocurrían y Javier y yo luego nos los contábamos en nuestras citas entre semana y terminábamos en el coche empalmados y haciéndonos una estupenda paja a la salud de cada una de nuestras esposas.
Poco a poco en nuestras citas en la sala de fiestas fuimos avanzando en nuestros planes. Javier sacaba a bailar a Isabel y yo me quedaba en la mesa con Irene. Ahora el juego era entre los cuatro, por un lado, nuestras ideas y por otro las que compartíamos con ellas a solas con lo cual, la situación se desarrolló de forma rápida. Ellos Javier e Isabel se abrazaban y se tocaban bailando y nosotros yo e Irene nos acercábamos mucho y nos divertíamos en la mesa y luego cambiábamos los lugares, sentándose mi mujer y Javier y bailando Irene y yo. Y al llegar a casa más de lo mismo confesándonos ya abiertamente los cuatro el deseo irrefrenable que sentíamos por intercambiarnos como pareja.
Ese momento llegó, cuando decidimos alquilar una casa de campo durante un fin de semana, para irnos los cuatro. El plan era quedar a cenar y luego irnos a tomar una copa a la sala de fiestas, y desde allí desplazarnos a esa casa de campo y empezar el fin de semana el mismo viernes por la noche. Ya durante la cena se notó lo que iba a pasar después por que, tanto Javier como yo, prestábamos más atención a la mujer del otro que a la nuestra y ellas tan tranquilas ante ese hecho, con lo cual los cuatro teníamos camino libre para disfrutar de nuestros morbos. Terminamos la cena y cada matrimonio fue a la sala de fiestas en su coche comentando lo divertida que estaba siendo la situación y lo dispuestos a seguir lo que estábamos haciendo todos.
En la sala de fiestas la cosa se desató, Javier e Isabel mi mujer se fueron a la barra juntos e Irene yo tras pedirnos una copa nos fuimos a bailar. Durante el baile Irene se giró dándome la espalda y yo la rodeé con mi brazo atrayéndola hacia mi cuerpo. No tardé en colocar mi miembro en el culo de ella y los dos comenzamos a contonearnos al unísono. Irene a sus 55 años estaba espléndida, estaba un poco rellenita pero con formas muy compensadas. Era muy guapa y tenía una boca preciosa. Era una mujer de mucho pecho y esa noche vestía un vestido negro ajustado de generoso escote, que le quedaba por encima de las rodillas. Tiene unas piernas preciosas, que enfundadas en esas medias negras de rejilla que llevaba me estaban poniendo a mil.
Irene, la mujer de mi amigo Javier, seguía contoneándose de forma muy sensual y apretaba su culo contra mi cuerpo, a su vez apoyaba su cabeza en mi hombro dejándome su cuello libre para besarlo, mi estado de erección era ya total y sólo me contenía que estábamos en la pista de baile y había que guardar ciertas formas. Tras unos bailes de espaldas apretando su culo contra mi polla se giró hacia mi rodeándome los brazos en mi cuello y comenzamos a besarnos, nos cruzamos las miradas y dos palabras al unísono: “te deseo”, nos dijimos los dos a la vez.
Llegado a ese momento lo mejor era buscar a nuestras parejas e irnos a la casa alquilada que quedaba a escasa media hora de allí, la cosa estaba tan subida de tono que era una lástima seguir perdiendo el tiempo.
Buscamos a Javier (mi amigo) y a Isabel (mi mujer) y al acercarnos a la barra los dos vimos a su esposo sentado en un taburete con las piernas separadas y a Isabel entre ellas comiéndole la boca con ardor. Isabel llevaba una minifalda de vuelo roja y Javier la tenía bien sujeta del culo a mi esposa y ella lo rodeaba con sus brazos por el cuello apretando su pelvis contra el paquete de mi amigo. Decidimos quedarnos un rato mirando la escena y confesándonos cosas ardientes mutuamente. Los dos coincidimos en que nos excitaba ver a nuestros cónyuges así, aunque ella me dijo, “lo que realmente me gusta es lo que mi marido va a presenciar en esa casa cuando vea como me follas delante de su cara”. Eso me puso a cien y le añadí, “y yo también voy a disfrutar mucho contigo Irene, viendo como tu esposo se folla bien follada a mi mujer, pero te aseguro que lo que realmente deseo es volverte loca y follarte como nunca te ha follado tu marido, hace mucho que te deseo, pero eso te lo iré contado poco a poco amor”. Nos dimos un enorme beso entrelazando nuestras lenguas y decidimos interrumpir a los tortolitos para irnos ya para la casa.
Llegamos a donde estaban ellos cogidos por la cintura y al vernos separaron sus bocas, pero Javier seguía teniendo a mi esposa sujeta por el culo y ella seguía apretando su coño contra la polla de Javier, que en ese momento debería estar durísima. Los dos hombres cruzamos las miradas con nuestras mujeres y nos hablamos con los ojos, no hizo falta decirnos nada más.
Me adelanté a los demás y sugerí que nos fuésemos ya de allí, a lo cual nadie puesto objeción. Pedimos la cuenta y recogimos los abrigos del guardarropa. Los dos matrimonios habíamos traído nuestro respectivo coche, y nos pareció buena idea, ir cada uno en el suyo para comentar la situación y dejar las cosas claras entre nosotros, de lo que iba a ocurrir en muy poco tiempo. Y así fue, yo me monté en el coche con mi esposa y Javier hizo lo mismo con Irene y salimos a la vez para la casa de campo.
El trayecto era corto por lo que había poco tiempo para compartir sensaciones, Isabel aprovechó un semáforo en rojo para cogerme la mano y llevarla entre sus piernas. La metió dentro de su bragas y me dijo, “Mira cómo me pone tu amigo Javier cielo, mira como pone a tu mujercita ese señor de 55 años, no te puedes imaginar cuanto lo deseo”, me dijo mi esposa en mi misma cara. Me acerqué a ella y la di un beso diciéndole: “Vamos a disfrutar los dos amor, vamos a realizar uno de nuestros morbos y seguramente de ellos también, así que a relajarnos y a pasarlo bien”, le dije mientras la besaba y el semáforo se ponía verde de nuevo.
Enseguida estábamos aparcando en la puerta de la casa de campo y los cuatro nos reunimos en la puerta de entrada. No nos costó acceder a ella y encender las luces. La casa era espléndida, amplio salón, amplia terraza y bonita cocina. Por lo que vimos tenía dos dormitorios y enseguida ellas eligieron el que más le gustaba a cada una, cosas de mujeres.
Esa noche no había tiempo que perder, cada nueva pareja se metió enseguida en una habitación y las puertas se cerraron, había mucho fin de semana por delante y la noche del viernes era para disfrutarla en privado. Irene al verse a solas conmigo se me puso de rodillas y me sacó la polla del pantalón. No tardó ni un minuto en estar dándome una mamada de campeonato de rodillas. A mí tener a la mujer de mi amigo Javier mamándome la polla de rodillas me puso de nuevo a cien. Desde la otra habitación se oían gemidos masculinos, lo cual evidenciaba que mi esposa estaba haciendo lo mismo con mi amigo.
Esa noche terminé follándome a la esposa de Javier por todos sus agujeros, la di por la boca, por el coño y por el culo. A su vez, la estuve masturbando y lamiendo sus partes íntimas consiguiendo que se corriera varias veces, lo mismo que me ocurrió a mí, que tuve varios orgasmos que dejaron su cuerpo lleno de semen.
Desde la otra habitación, los gemidos y jadeos que llegaban dejaban ver que los dos mi esposa y mi amigo, estaban disfrutando al máximo. Se oía a Isabel jadeando como un perra y a mi amigo Javier disfrutando con el cuerpo de mi esposa de forma intensa. Los dos al día siguiente nos confesamos que, aparte de estar disfrutando a la esposa del otro, lo que nos estaba excitando de veras es oír a nuestra verdadera esposa disfrutar con la verga de cada uno de nosotros. Así terminó la primera ocasión que tuvimos Javier y yo para intercambiar nuestras esposas, pero el fin de semana estaba casi entero y al día siguiente sábado la cosa iba a ser más visible para los cuatro. Eso lo dejo para la segunda parte del relato.
Espero que os guste y especialmente que le guste a él……….este es un relato para personas hombres o mujeres que les gusta compartir a su mujer o a su hombre y que tanto los cuernos como los temas de mirar le excitan y le gustan………
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!