Intercambio de esposas, cuernos y bisexualidad. IV parte.
Nuestras esposas se desatan y nos hacen ser muy maricones..
La casa de campo que los dos matrimonios habíamos alquilado se encontraba a escasos 20 minutos de la ciudad. Era un chalet individual moderno y muy bien decorado. Contaba con un buen patio vallado, tenía piscina, zona de recreo y descanso. En dicha zona fue donde, por primera vez, Javier y yo fuimos obligados por nuestras esposas a traspasar esa línea que divide la hombría de la bisexualidad.
Tras terminar esa escena tan morbosa que habíamos disfrutado los cuatro, en la que Javier y yo nos habíamos masturbado mutuamente delante de nuestras esposas, nos dispusimos a descansar un poco y a comer algo ligero allí en la piscina. Tanto Isabel, mi esposa, como Irene, la esposa de Javier nos pidieron que siguiéramos desnudos completamente.
Terminamos de comer y nos servimos unos gintonics. Irene cogió su teléfono y estuvo entretenida un rato con algo que le tenía secuestrada su atención. Fue como cosa de media hora y volvió a dejarlo sobre la mesa y a integrarse en la charla que teníamos entre los demás.
Al transcurso de una hora aproximadamente sonó el timbre de la puerta de entrada y nos miramos con cara de sorprendidos, todos no, Irene sabía perfectamente que es lo que ocurría. Fue ella la que se levantó y diciéndonos a los demás que estuviéramos tranquilos se dirigió a abrir la puerta. Los demás nos quedamos dubitativos y no entendíamos nada de nada.
Irene no tardó en volver al patio de la casa y traía en la mano una caja de cartón de mediano tamaño. Al llegar puso la caja en la mesa y cogió a Isabel de la mano pidiéndole que la acompañase al baño. Cosas de mujeres. Javier y yo nos quedamos allí con la curiosidad lógica de saber lo que estaba pasando y lo que tendría esa caja en su interior.
Nuestras mujeres regresaron riéndose al patio y se sentaron a nuestro lado. Fue Isabel la que de nuevo rompió el hielo. Me cogió de la mano y me dijo: “ amor, préstame atención cariño y contéstame a lo que te voy a preguntar. ¿Quieres ver cómo se la pongo dura a tu amigo Javier?”, me espetó mi esposa de sopetón. Yo no sabía que se traía entre manos, pero no dudé en contestarle diciéndole: “Si mi amor, nada me haría más feliz que verte hacer eso delante mía”. Isabel sin decir ni una palabra más se levantó y se puse de pie frente a Javier. Le miró a la cara y le dijo: “Javier, mi marido me ha pedido que te haga esto”, se arrodilló, le abrió las piernas y metió su cabeza entre ellas, comenzando a besarle la polla y a lamerle lo huevos a mi sorprendido amigo.
Irene, la esposa de Javier, observaba la escena fijamente. Javier no tardó en sentir como su polla se comenzaba a poner dura. Isabel era muy buena con la boca y subía y bajaba su cabeza de forma muy sumisa y complaciente. De repente Irene le pregunto a su esposo: “¿Te gusta cómo te la chupa cariño?”. Javier comenzaba a jadear de gusto y mirando a su mujer y a mí contestó tímidamente: “Si, me gusta mucho como me la chupa Isabel”. Yo comenzaba a empalmarme presenciando esa escena y esos comentarios que la mujer de Javier estaba haciendo, totalmente pensados y premeditados.
Irene sabía donde quería llegar e Isabel la estaba ayudando, porque seguía subiendo y bajando su cabeza de forma sumisa y le estaba proporcionando a Javier una mamada antológica. Irene me miró a los ojos y dirigió su mano a mi polla, la cual estaba ya dura y palpitante. Sin pensarlo me pregunto: “¿Tu mujer es una puta?”. Sus palabras me excitaron muchísimo y su mano no dejaba de masturbar mi verga. Yo preso de una excitación brutal contesté a Irene humillado por lo que estaba viendo. “Sí Irene, mi mujer es una puta”.
En ese contexto tan morboso Irene comenzó a abrir la caja que había traído el Uber. La desembaló y sacó, para mi asombro, dos arneses de los que se ponen las mujeres y dos consoladores con forma de pene más un bote de lubricante. Irene me obligó a sacar los consoladores de la caja de plástico que los envolvía. A su vez, quitó las etiquetas a los arneses y me pidió que la ayudase a ponerse uno. Me levanté y cogí uno de ellos. Lo metí por sus pies y lo subí hasta colocarlo en su cintura. Al llegar a esa zona vi como la braga del bikini de Irene estaba mojada de flujo. A continuación, lo abroché a sus piernas y a sus caderas apretando las correas y ajustándolo a su cuerpo.
Miré a Javier y este le tenía sujeta la cabeza a mi esposa apretándola contra su verga, y empujaba su polla dentro de la boca de Isabel como si se la estuviera follando. Se notaba que el haberme oído llamar puta a mi esposa le había desinhibido. Irene me cogió de la mano y me llevó con ella junto a mi esposa y mi amigo. Me miró a la cara y me dijo. “Ahora sí que vas a ver lo puta que es tu mujer”. Se arrodilló tras ella, la cogió la braga del bikini, de un tirón se la bajó y la cogió de las caderas. Acercó el miembro que tenía dicho arnés al coño de Isabel y empezó a refregarlo por sus labios vaginales y por su clítoris. Javier al ver la escena se envalentonó y sujetó aún con más fuerza la cabeza de Isabel contra su dura polla.
En ese momento Irene apretó su pelvis contra mi esposa y la penetró duramente con el arnés. Isabel clavó sus uñas en los muslos de Javier al sentir ese miembro duro y enorme entrar en su cuerpo. Javier seguía sujetándola. La esposa de mi amigo apretaba su pelvis contra el culo de mi esposa enterrando en su vagina ese enorme juguete de silicona. A mí, ver a mi esposa así, sujeta y aprisionada entre ellos dos, me provocó enormemente y empecé a cogerme la polla y a masturbarme. Loco de excitación por lo que estaba presenciado y excitado por la dura paja con la que me estaba castigando miré a Javier y le dije: “Dime que mi mujer es una puta Javier, dímelo, dime que es tu puta.”
Isabel al oír esas palabras sintió un corrientazo de placer por su columna vertebral, a su vez, Irene se había echado sobre ella y seguía follándola hasta el fondo. Con una de sus manos accedió al coño de Isabel y la estaba castigando el clítoris. Isabel no podía gritar con la polla de Javier en su boca. Irene le proporcionaba penetraciones muy violentas y le gritaba. “toma puta, así hasta los ovarios, te estoy follando como a una perra, quiero que tu esposo vea lo puta que eres”.
Javier en ese momento tuvo que sacar la polla de la boca de mi esposa, no quería correrse aún y la situación le estaba desbordando. Quitó la cabeza de mi esposa de entre sus piernas y se levantó como pudo. En ese momento Irene empezó a darle fuerte y se oyeron los jadeos de Isabel que tenía la boca libre. “Dime lo que sientes puta, dime donde te estoy golpeando zorra”, le decía Irene a mi esposa. Isabel jadeando como una perra gritaba: “en los ovarios amor, la siento golpeándome los ovarios, me estás matando de gusto, sigue, sigue jodiéndome como a una puta”.
Javier y yo nos quedamos mudos de ver la dureza que Irene infringía a mi esposa. Comenzó a sacar casi entero el arnés y a meterlo duramente hasta el fondo, empotrando a Isabel contra el sofá. Nunca había visto a mi mujer así. Yo no la había follado tan duramente nunca y eso me estaba humillando muchísimo. Irene la mantenía en el límite de gusto para sentir el orgasmo, pero reteniéndoselo, lo que ponía a mi mujer aún más deseosa y pervertida. Si la tremenda follada que le estaba dando a mi esposa fue un castigo, más aun lo fue cuando le sacó el falo de su coño y la dejó cachonda perdida, deseosa de seguir disfrutando, pero Irene tenía la idea de retrasar cualquier orgasmo de los cuatro lo máximo posible.
A Isabel le costó levantarse, las piernas le temblaban y tuvo que sentarse de prisa en el sofá. Estaba muy excitada. Su entrepierna brillaba de la cantidad de flujos que le había provocado Irene con esa follada tan salvaje. A su vez, Irene que se había quitado el arnés tenía la braga del bikini empapada de flujo. El roce de ese miembro contra su entrepierna la habían hecho lubricar abundantemente. Nosotros dos seguíamos con las pollas empalmadas y expectantes a lo que podría pasar de un momento a otro. Y así fue, no tardaron en llegar nuevas indicaciones.
Irene nos pidió a los dos que nos pusiéramos de pie delante de ellas y así lo hicimos. Reconozco que mostrarme así de empalmado frente a nuestras mujeres me humillaba bastante, pero a la vez me resultaba excitante. Una vez de pie vino lo peor. Irene nos sugirió que le gustaría vernos darnos un abrazo así desnudos. Mi esposa apoyó la idea enseguida, así que estando de pie nos giramos los dos y nos pusimos de frente uno y otro. Recuerdo como Irene, sentada en el sofá junto a mi esposa dijo: “Javier cariño, abraza a tu amigo, queremos verlo”. De repente mi amigo se acercó a mi y me puso los brazos por los hombros y me rodeó con ellos. A su vez, yo lo cogí por la cintura y pegué mi cuerpo desnudo contra el de mi amigo Javier. Los dos medíamos más o menos lo mismo. Yo puse mi cara en el cuello de él y la suya la sentía en el mío. Teníamos los pechos juntos, pero manteníamos cierta separación en nuestras pelvis, lo cual no pasó desapercibido para Irene.
Irene, dirigiéndose a mí me dijo: “Jose, tú que eres el que lo está abrazando por la cadera apriétate a mi esposo contra ti.” De repente sentí el cuerpo caliente de Javier pegado al mío por completo y nuestras pollas se apretaban la una con la otra. Estando tan empalmados como estábamos ellas mismas se ubicaron de forma que las dos cupiesen entre los dos cuerpos. Sentía como los huevos de Javier se rozaban con los míos.
Nuestras mujeres se levantaron e Isabel se puso tras Javier e Irene justo detrás de mí, por lo que perfectamente podía mirar a la cara a mi esposa. La situación era humillante. Irene empezó a tocarme el culo y las nalgas. Metía su mano hasta mis huevos y subía por entre mis glúteos. Noté una sensación aceitosa y deduje que tenía la mano llena de lubricante. De repente Javier soltó un suspiro por lo que deduje que mi esposa le estaba haciendo lo mismo. Sentía su respiración en mi oído y su aliento en mi cuello.
Irene se detuvo con su dedo en mi esfínter y comenzó a lubricarlo por fuera. Instintivamente apreté mis huevos aún más contra los de Javier, me estaba gustando mucho sentir el calor de su cuerpo velludo contra el mío. Tenía los ojos cerrados para no mirar a la cara a mi esposa. De repente sentí la voz de Irene detrás de mí que le decía a su esposo:” Javier cariño, demuéstrale a tu amigo el afecto que le tienes, se buen amigo y bésale el cuello, verás cómo le gusta que se lo hagas.” Las palabras de Irene me dejaron estupefacto, pero eso no fue nada comparado con que empecé a sentir el dedo de la esposa de mi amigo entrando en mi culo.
Javier empezó a besarme el cuello y más que besarlo lo que estaba haciendo era comérmelo. Abrí los ojos y vi a Isabel mirándome con cara de placer y por el movimiento de su cuerpo supuse que también estaba penetrando a Javier con su dedo. Por mi parte sentía como Irene penetraba ya mi culo metiendo su dedo corazón hasta el fondo y girándolo para ir dilatando mi recto poco a poco. Cada vez sentía más excitado a Javier, literalmente me estaba chupando el cuello con su lengua y ya sentía que me estaba ensalivando. No pude resistirlo y comencé a besarlo yo también. Besaba su cuello abriendo mi boca para abarcar lo máximo con mis labios y para pasar mi lengua por él. Nuestros miembros se habían ubicado hacia arriba y los estábamos rozando el uno con el otro. El líquido preseminal apareció en nuestros cuerpos.
Javier me pinchaba con su barba de dos días en el cuello y había conseguido pasar su boca por debajo de mi mentón pasándose a besar ahora mi cuello por el otro lado. De repente sentí como Irene ya metía dos dedos en mi culo. Reconozco que eso me estaba matado de gusto.
Abrí los ojos para mirar a mi esposa sin dejar de besar a Javier y ella, con cara de excitada me susurró: “hazle un chupetón”. Obedecí de inmediato a mi esposa y le di un chupetón a Javier que no tardó en tener esa parte de su cuello enrojecida y al poco tiempo la tendría amoratada. Él jadeó de placer el sentirme y comenzó a hacerme otro. Me abrumaba sentir a un hombre chuparme el cuello así, os aseguro que no es lo mismo que te coma así un hombre a que lo haga una mujer. La virilidad de un varón impresiona y Javier estaba empezando a estar desatado. Luego supe el porqué.
De repente, mientras me estaban devorando el cuello sentí que Irene sacaba los dedos de mi culo y que ahora acercaba otra cosa a mi esfínter. No tardé en saber que uno de los consoladores que me hizo sacar de su embalaje estaba en la entrada de mi culo. Irene no tuvo compasión de mí y empezó a empujar el consolador introduciéndolo sin cesar en mi culo. Fue algo que recordaré toda mi vida por la impresión que me causó. Me sentí muy frágil penetrado de esa forma y siendo literalmente comido por un macho que no dejaba de darme verdaderos mordiscos en el cuello.
Abrí los ojos y vi los enérgicos movimientos del brazo de Isabel por lo que, comprendí que ella también estaba penetrando duramente a Javier, y eso a mi amigo le estaba produciendo tal placer, que me lo estaba demostrando a mí con su virilidad. Irene empezó a meter y a sacar ese dildo de mi culo y empezó a darme una verdadera follada con él. Comencé a jadear de forma ostensible y Javier dejó de comerme por que sus jadeos también se lo impedían. Nos quedamos mirándonos los dos de frente y nuestras caras denotaban el enorme placer y martirio que estábamos disfrutando. De repente instintivamente los dos nos acercamos y comenzamos a besarnos en nuestros labios. Javier me abrió su boca y yo metí mi lengua en ella. Lo estaba deseando. Necesitaba comerle la boca y la lengua a mi querido amigo.
Ahora era yo el que quería devorarlo. Saqué mi lengua y comencé a ensalivarle los labios y la cara. Me estaba volviendo loco sentir su aliento en mi boca. Irene seguía follándome el culo con ese consolador y yo comencé a moverme en círculos para disfrutar aun más de esa follada.
Javier al sentir mis movimientos quitó sus manos de mi cuello y las bajó por mi espalda hasta que me tuvo agarrado por los glúteos. Me sujetó muy fuerte y me levantó del suelo. Irene, su esposa, sacó el consolador de mi culo y fui yo el que se abrazó ahora al cuello de Javier, subiendo mis piernas hacia arriba y enganchándome a su cuerpo con ellas. Mi esposa seguía penetrándolo y eso le estaba volviendo loco. Javier me sujetaba y me subía y me bajaba sujetado por mi culo. De repente me vi con las piernas abiertas enganchado a la cintura de mi amigo, me sujeté de su cuello echando mi torso hacia atrás y acercándole mi culo. Mi esposa que seguía penetrándolo con el consolador se dio cuenta de lo que iba a pasar y no se cortó en pedírselo: “Javier, fóllatelo”.
Así enganchado con mis piernas a su cintura y levantado por Javier, sentí como mi amigo empezó a intentar meter su polla en mi culo. No tardó en acertar con la entrada y en sentarme sobre ella, ensartándomela dentro de mi estrecho, pero dilatado trasero. En ese momento mi esposa sacó el consolador del culo de Javier y prefirió dejarnos solos. Javier comenzó a levantarme y a dejarme caer sobre su verga y a follarme intensamente. Era increíble el gusto que me producía sentir su gordo capullo abrirse camino en el interior de mi cuerpo.
Recuerdo que empecé a gritar de placer y a decir entre jadeos: “Javier, Javier, ¿qué me estás haciendo?, Javier, por dios, que gusto Javier, sigueee, dameeee, dameeee, Javier dameeeee.”
No tuvo compasión de mí, me estuvo follando duramente dándome profundos empujones con su polla. Me estaba abriendo el culo de forma tremenda y lo peor es que yo lo estaba disfrutando, y no sólo disfrutándolo sino pidiéndoselo. Javier estaba muy excitado también, me llevó hacia el sofá en el que estaban nuestras esposas, y me echó sobre él con mis piernas abiertas. Él se echó sobre mí, me sujetó de las piernas abriéndomelas de par en par y me las levantó para tener mi culito para él. Sentir 90 kilos de hombre sobre mí, mordiéndome el cuello y pegándome empujones con su polla dentro estaba rompiendo y derribando mi resistencia. De repente sentí a Javier mordiéndome el cuello y haciéndome mucho daño. Yo comencé a gritar de dolor y entendí que él estaba a punto de correrse, de ahí ese punto violento masculino. El cuerpo sudoroso de Javier comenzó a temblar espasmódicamente. Él comenzó a bramar como un animal. De repente me empezó a penetrar muy duro y volvió a morderme el cuello. Javier comenzó a llenarme el culo de semen. Sentía los chispazos llegarme muy adentro. Javier jadeaba y temblaba encima de mi cuerpo. Estaba sudando como un animal y no dejaba de eyacular semen dentro de mí. Su cuerpo temblaba y se tensaba sobre el mío y sus empujones me estaban aplastando contra el sofá. Yo en ese momento no aguanté más y comencé a correrme. Mi esposa e Irene me cogieron una mano cada una y me decían cosas como: “ mmmm amor, siiiiii, disfruta,,,,, córrete de gusto con tu macho,,,,,,,, siiiiiiiii,,,,,,,,disfrutaaaa,,,,,,”
Javier se quedó quieto sobre mí mientras yo seguía corriéndome sobre su vientre. No había sentido tanto placer en mi vida. Cuando se quitó de encima me sentí liberado y muy feliz. Los dos nos incorporamos recobrando el aliento y el pulso. Nuestras mujeres sonreían. El fin de semana estaba dando muchas sorpresas y esta fue una de ellas. Acababa de ser follado por primera vez por un hombre y mi mujer había sido testigo de ello. No sé por qué intuía que el fin de semana no había terminado aún. Lo que si sé es que estaba desarrollándose de forma diferente a lo que Javier y yo habíamos planeado.
Me quedé en la piscina sentado con mi esposa, sólo vi a Javier y a Irene marcharse de la mano. Ella llevaba el arnés en la otra. Se metieron en la casa. Nosotros nos quedamos allí.
Espero que os haya gustado el devenir de esta historia……………..dedicada a todas las personas que la lean y les sirva para excitarse con ella.
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