La andaluza embarazada
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Después de haber pasado tantas horas calentándonos a través del teléfono móvil, un día decidí viajar hasta su pueblo, o lo más cerca posible de su pueblo.
Siempre he sido un viajero, así que mi mujer no se extrañó que me cogiera un par de días para salir con mi mochila de viaje.
La decisión me costó, pero no todos los días uno puede follarse a la mujer y madre de alguien.
Además ella, la chica del juego, llevaba tiempo pidiéndomelo.
Cogí el avión y me fui al sur.
Quedamos en un pueblo aledaño al suyo, para no levantar sospechas, en un hotelillo sencillo y andaluz.
Yo llegué primero.
Estaba nervioso, solo nos habíamos visto y oído por fotos y vídeos en el móvil.
Abrí mi mochila y saqué mis pocas cosas, mis útiles de aseo, la ropa y la caja de condones que había comprado en una farmacia antes de llegar al hotel.
Cuando picaron a la puerta el corazón me dio un salto, ella ya estaba aquí.
Abrí y la vi por primera vez en persona.
Llevaba un vestido primaveral y el pelo suelto.
–¿Raquel?– pregunté, por decir algo.
–Sí, ¿esperabas a alguien más acaso?– me contestó la andaluza con todo su acento.
La invité a pasar.
Ella entró y me besó apasionadamente sin rodeos.
Se me puso dura enseguida.
–Tengo que decirte algo que no te había dicho antes, por miedo– me dijo ella.
–Soy todo oídos Raquel– le dije con cierto nerviosismo.
–Estoy embarazada de casi tres meses– confesó.
La verdad es que no me esperaba esa noticia, y tuve que pararme un par de minutos y tomar el aire para asimilarlo.
Porque ya no solo iba a follarme a la mujer y madre de alguien, sino que también me iba a follar a alguien que llevaba a otro alguien dentro.
Muy fuerte, pero muy morboso.
–Aún así quiero que me folles– me dijo ella.
Yo estaba alucinando con la pedazo de zorra que había encontrado gracias a un simple juego del móvil.
Increíble.
–No hay problema nena, voy a follarte como nadie lo ha hecho, y además ni siquiera voy a ponerme condón– afirmé.
Y así empezamos.
La andaluza embarazada y yo.
Llevaba tiempo queriendo tirarme a esa mujer, y por fin iba a suceder.
La tumbé en la cama, me abalancé sobre ella y empecé a besarla, nuestras lenguas se entrelazaban lujuriosamente, sexualmente.
Metí mi mano por debajo de su vestidito para tantear el terreno.
Estaba totalmente depilada y muy muy mojada.
Las embarazadas suelen mojarse mucho más, y era cierto.
Después de esa comprobación no pude reprimir mis deseos y bajé por sus piernas, me puse de rodillas a los pies de la cama, con mis dos manos la despojé de sus braguitas húmedas.
Qué espectáculo de coño estaba viendo desde esa posición.
Ya sin bragas, hundí mi cabeza en su concha y comencé a comérsela toda, mi boca se impregnó de todo su caliente jugo.
Mi lengua recorría sus labios vaginales y de vez en cuando se hundía por su agujerito.
Su clitoria estaba en extasis, y gemía cada vez que pasaba mi lengua sobre él, de abajo hacia arriba.
Joder, no hay cosa que me guste más que comerle el coño a una mujer, y el coño de esa mujer me volvía loco.
Le comí sus partes bajas hasta que se corrió.
Sus jugos viscosos y salados me llenaron la boca.
Mi polla estaba mojada y dura.
Lista para entrar.
Pero estaba tan caliente que una mamada me haría correrme enseguida.
Así que me dispuse a hacer polvo a esa mujer, a reventarla por zorra.
Ella, aun extasiada, se quitó el vestido y no pudo hacer otra cosa que seguir tendida sobre la cama.
Yo me despeloté,me quité todo, dejé me polla dura al descubierto.
Me puse de pie y cogí sus piernas y la eché hacia mi.
Con sus tobillos en mis manos, la abrí un poco más y le metí todo mi pene, hasta el fondo, sin darle oportunidad de reponerse del anterior orgasmo.
Estaba tan mojada que entró fácil y rápidamente.
Su coño estaba caliente y prieto.
Había que aprovechar ese momento, ya que dentro de medio ya no estaría tan prieto ni caliente.
Me la estaba follando, con un mete y saca suave y hasta el fondo.
Haciéndola gritar del placer.
Suavemente, pero cada vez más fuerte, así me lo pedía ella.
Y así lo hice, arremetiendo poco a poco, suave al principio pero salvajemente después, penetrando con fuerza, chocando mis huevos contra su coñito.
Yo estaba en las nubes, muy caliente y con ganas de correrme, pero un era muy pronto para eso.
Cada vez que pensaba en la situación, me ponía aun más caliente.
Me estaba follando a una embarazada infiel y eso me tenía totalmente encendido.
Por el móvil ella me había enseñado su culo infinidad de veces, y ahora lo tenía ahí, para mi.
Y no lo desaproveché.
La di vuelta y la puse como a una perrita, como a una perra caliente, y nuevamente se la enfundé toda, pero ahora con la panorámica de su culo y esa cinturita que pronto desaparecería.
La penetré casi con rabia, muy fuerte, tan fuerte que soltó el mayor de sus gemidos.
Con el vaivén de mi cintura me la estuve tirando así por lo menos unos veinte minutos.
Su espalda sudada, su pelo humedeciéndose, atiborrada de placer, así estaba ella.
Yo, ni que decir.
En eso que me la estaba follando, suena mi móvil, eché un vistazo rápido y vi que era mi mujer, que se interesaba por mi y por cómo había ido el viaje.
Cogí el móvil mientras mi polla seguía dentro de Raquel y envié un whatsapp con un escueto: "cariño, estoy bien, haciendo el check-in, luego te llamo".
Mi conciencia me dio un aviso, pero en ese momento me dio igual.
Lo que yo quería era darle a mi zorrita todo lo que había acumulado durante tantos meses de calentón cibernético.
Ella no paraba de gemir, cada vez más fuerte, se intuía una nueva corrida.
Comencé a hablarle, mientras miraba ese culazo delicioso que gastaba.
–¿Te está gustando, eh zorrita?–
–Te gusta sentir mi polla sin condón dentro de ti?– Le pregunté sin esperar ninguna respuesta.
–Ahora que estás preñada, ya no puedes volver a estarlo, así que voy a llenarte de leche por dentro– soltó un gemido increíble nada más escucharme decir eso.
Mi cuerpo extasiado y sudado solo pedía una cosa, correrse.
Seguí empujando un par de veces más, luego saqué mi verga para comerle un poco más el coño y el culo, era mi vicio, y quería saborearlo otra vez antes de empaparlo de mi leche caliente.
Le di un buen lengüetazo de abajo hacia arriba y le limpié sus secreciones.
Acto seguido volví a metérsela, ya listo para eyacular.
La embestí, avisando que ya me corría, ella agitó sus gemidos avisando que también estaba a punto.
Mi polla se hinchó al máximo cuando mi corrida empezó a dispararse.
Su coñito se apretó un poco más hasta que dio el grito final, ella se había vuelto a correr al sentir esa ráfaga caliente recorrerla por dentro.
Yo estaba muerto, no lo podía creer.
Estaba seco, detrás de ella, después de corrernos juntos.
Las gotas de leche emanaban por su coño, dejándose caer por sus piernas.
Un deleite.
No nos vestimos.
Ella se levantó y se fue a la ducha con la respiración aun agitada.
Yo cogí el móvil y llamé a mi mujer.
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