La Comezón de los 40. C-2
Para que se entienda mi posición, soy un hombre felizmente casado. .
Conocí a mi esposa en el colegio, me enamoré de ella en cuanto la vi, era como una estrella, tenía luz propia.
Ella tenía 14 y yo 18, era difícil, en ése tiempo que una niña le diera una oportunidad a un hombre adulto, mayor de edad. Poco a poco me fui acercando, entrando en su órbita para que me viera, finalmente logré que se fijara en mí.
– Hola – dije un día que me armé de valor. Me miró, se sonrió y siguió de largo. No me respondió el saludo pero la sonrisa me dió esperanzas.
Otro día volví a saludarla, y después otro día hasta que escuché su suave voz al decirme: Hola.
Ese años fuimos amigos, pero al año siguiente nos hicimos novios. Ella seguía en el colegio y yo había entrado a la universidad. Debido a sus 15 años nuestro amor tenía que ser un secreto. A los 16 ella le dijo a sus padres que un hermano de una compañera, que estaba en la universidad y le iba a ayudar en matemáticas. Así comencé a llegar a su casa un o dos veces por ssemana.nuestra confianza era cada vez mayor en que los juegos sexuales iban en aumento.
Cuando egresé de la universidad comencé a trabajar bien, ya hacía un par de años que ya era el novio oficial.
A los 25 nació mi hija, mi esposa ahora, quería seguir estudiando en la universidad, por lo que vivíamos en su casa y su madre cuidaba la niña.
Compré un departamento y nos fuimos los 3. Ahora a mis 40 ella tiene 16, es tan hermosa como lo era su madre a esa edad.
Volviendo a la historia, al día siguiente, sábado por la mañana, desperté con un dolorcillo y un cosquilleo en mi ano. Pensé en ella, la Jenny, de 18 años, casi una niña, tan hermosa como mi hija. He visto a mi hija desnuda de pequeña, pero a pesar de éso y en cariño que nos tenemos, nunca he tenido pensamientos sexuales con ella.
Cuando me duché sentí que me ardía mi ano con el jabón, me toqué suavemente y lo sentía adolorido, recordé el miembro de la Jenny y me dio vergüenza de sólo pensar lo que había pasado la noche anterior. Nunca más hago ésas cosas nuevamente.
A mitad de semana en mi oficina y buscando el número de teléfono de un cliente, encontré el número de Jenny. Dejé el teléfono encima y me puse a pensar en ella, sentí algo raro en el estomago y un cosquilleo en el ano que ya estaba recuperado. Pensé borrar el número y olvidarme de ella, pero simplemente apagué el teléfono.
A la otra semana me acordé de ella, busqué su número y pensé en llamarla, pero me arrepentí. Al final de la tarde y antes de salir de mi oficina la llamé.
– Pensé que te habías olvidado de mí – me dijo con su voz suave algo raposa que le da un tono especial e inconfundible.
– Debo confesarte que he tratado, pero no he podido – me senté en un sillón que hay en mi oficina para hablar tranquilamente.
– Cuándo nos vamos a ver de nuevo? Te he echado de menos – con un tono que sonó a queja.
– No sé, talvez el viernes – estábamos a miércoles.
– Ok, te espero, llámame antes de venir –
– Si, te llamo –
– Un beso – dijo hacía el ruido de un beso.
– Un beso – le respondí y terminé la llamada.
Para qué la llamé si quería terminar con éso, me recriminé mentalmente. Al día siguiente pensé todo el día en ella, quería cancelar la cita, que voy a decirle a mi esposa, me preguntaba. El viernes estuve muy nervioso, en la tarde llamé a mi mujer a si trabajo y le dije que tenia una reunión y que iba a llegar un poco más tarde. Luego llamé a Jenny y le dije que iba a verla, le dije iban a ser las 19 cuando preguntó la hora.
– Ok, dame media hora y espérame en la plaza –
Media hora después estaba en la misma plaza y en el mismo lugar. La vi salir de su casa, hermosa y con un caminar sensual que parecía deslizarse.
– Hola? Me dijo cuando subió dándome un beso en los labios – mi corazón saltaba y estaba teniendo una erección.
– Dónde vamos? A donde mismo?
– No, vamos a ir a un motel – le respondí.
– Que rico, vamos a estar más cómodos y más tranquilos – poniendo su cabeza en mi hombro y acariciando mi bulto.
En el motel lo primero fue desnudarnos rápidamente, yo temblaba de emoción. Lo primero que hizo fue sentarse y meter toda mi erección en su boca, qué delicia.
– Ven acuéstate – dijo tomando posición en la cama –
– Al otro lado, quiero un 69 – me acosté a revés vuelto hacía ella, apoyé mi mejilla sobre la cara interna de su muslo y metí su miembro en mi boca, ella hizo lo mismo. Me gustaba se miembro, ahora me gustaba su sabor por lo que se lo chupé lentamente, saboreando cada centímetro, introduciéndolo hasta mi garganta, sólo lo sacaba para respirar. Ella hacía lo mismo, sólo que había metido su dedo en mi ano y me penetraba con él. Me gustaba éso, mi esposa me hacía lo mismo.
– Espera, quiero que me cabalgues – dijo al sacarse mi miembro de la boca.
– Cómo que te cabalgue? – le pregunté.
– Quiero que se subas y te sientas en mi pn – me pareció buena idea. Tenía mi ano mojado con su salida mientras me penetraba con sus dedos. Me subí, tomé su miembro, lo levanté, lo puse contra mi ano y me senté suavemente. Sentía como iba entrando me quejé un- poco.
– Te duele? –
– No, está delicioso – ella me había lobricado y dilatado mi ano por lo que no sentí ningún dolor. Nuevamente sentí que su miembro empujaba mis intestinos y mi estómago hacia arriba. Lentamente comencé a subir y bajar, su miembro entraba y salía, luego comencé a moverme de atrás hacia adelante y al revés, con una mano acariciaba uno de sus hermosos pechos, iguales a los de mi hija, con la otra la masturbaba. Cada vez fui más rápido y el orgasmo con la eyaculacio llegaron a chorros mojando su pecho y su estomago. Nunca me había sentido mejor que en ése momento. Me quedé quieto un rato descansando.
– Acabaste? – le pregunté.
– No – dijo.
– Ok, yo te voy a hacer acabar dentro de mí – y comencé a moverme, como una locomotora, lentamente al principio y después cada vez más rápido, no sé cuánto tiempo nos tomamos en eso, el caso es que cuando sentí que me llenaba, comencé a eyacular de nuevo.
– Después de la ducha hicimos muchas cosas más, me cojió tres o 4 veces más, parábamos sólo para la ducha y después seguíamos. En un momento sentí mi teléfono, lo miré pero era un número desconocido, no contesté, pero el reloj marcaba más de las 9 pm.
– Tengo que irme – dije levantándome de un salto.
– Tan temprano? –
– Dije que tenia una reunión de no más de dos horas – le dije.
– Pero yo pensé íbamos a estar toda la noche – dijo.
– Otro día, ahora vístete para que no vamos –
La dejé en la plaza y me fui raudo a casa.
– Todo bien? – preguntó mi esposa del dormitorio cuando me sintió entrar.
– Si amor, todo bien – dije mientras me tomaba un whisky doble para tener olor a trago. Ella estaba viendo las noticias mientras me desnudaba, le di un beso en la boca con sabor a whisky.
– Anda a lavarte la boca estás hediondo a trago – me puse una polera y me fui al baño.
– Papi! – escuché a mi hija desde el dormitorio.
– Hola hija, qué pasa? – estaba semi sentada en la cama con una polera de tirantes que le quedaba muy suelta.
– Es que tengo un problema, mira métete aquí – dijo corriendo la ropa de cama, tenía abajo una diminuta tanga que apenas se le veía, no puede evitar la comparación con Jenny. En realidad mi hija era más rica, al meterme en la cama se me subió la polera dejando al descubierto mi miembro.
– Oye, como vienes – dijo mi hija tomando mi miembro .
– Si, es que me estaba acostando, pero me voy a poner algo – le dije haciendo ademán de levantarme.
– No, me gusta así – dijo sujetándome de mi miembro. En ése ademán la tira de la blusa cayó por su brazo dejando al descubierto su blanco pecho, su areola rosada y su pronunciado pezón.
– Que lindos tus pechos –
– Te gustan? No son muy chicos? –
– No,son de tamaño ideal, para mi por lo menos – le dije.
– Lo que pasa es que a ti todo lo mío te gusta –
– Será porque te amo –
– Papi, yo también te amo – dijo dándome un beso en los labios. Ya tenía una erección y la mano de mi hija seguía jugando.
– Ya, díme cuál es el problema, porque tengo que ir al baño – dije para arrancar de ahí.
– Pero quédate un ratito más –
– No puedo y lo sabes – le dije sacando su mano de mi miembro y levantándome. Tomé la ropa de cama y la tapé. Mi erección sobresalia por debajo de la camiseta.
– Malo – me dijo haciendo una mueca de disgusto.
– Otro día, cuando no esté la mamá me acuesto un rato contigo – le dije sentándome a su lado abrazándola.
– Lo prometes ? – su mano había vuelto a mi miembro.
– Lo prometo – le dije, ella me soltó con esa condición.
Fui al baño, me cepillé los dientes, lavé mi miembro con agua helada para que perdiera la erección y me fui a acostar. De mi ano lo único que sentía era su palpitar y un cosquilleo. Cuantas veces me lo hizo ella 5? 6? Perdí la cuenta, todo estuvo muy rico.
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