LA DELICIA DE SER INFIEL
En parte, esta nueva situación se la debo a mi marido, él me enseñó cómo disfrutar del sexo, pero necesitaba un aliciente nuevo y se lo di, aunque he sido un poco traviesa, y sin él saberlo, he continuado por mi cuenta haciendo algo que prometimos hacer una sola vez..
Por primera vez, me atrevo a contar una situación que me está pasando desde hace poco tiempo y que ha cambiado mi vida, haciéndola menos monótona, dándole más gusto a la misma, en el aspecto sexual y por qué no decirlo, en todo sentido, porque ahora me he vuelto más alegre y extrovertida que antes.
En parte, esta nueva situación se la debo a mi marido, él me enseñó cómo disfrutar del sexo, pero necesitaba un aliciente nuevo y se lo di, aunque he sido un poco traviesa, y sin él saberlo, he continuado por mi cuenta haciendo algo que prometimos hacer una sola vez.
Me llamo Isabela, soy una mujer de 38 años, blanca, más alta de la media, y me conservo bastante bien. Tengo un pecho normal, de caderas lo justo, glúteos firmes y mis piernas son uno de mis atractivos que se aprovechar muy bien. Reconozco que los hombres me miran bastante, más si uso minifaldas, cuando quiero ser deseada.
Durante veinte años casada con mi marido Rodrigo, que es un año mayor que yo, nunca le fui infiel, salvo algunas veces en la imaginación y cuando algún hombre guapo me piropeaba, a pesar que él sí me engañó varias veces, yo nunca intenté vengarme. Solamente una vez cuando un ex, sabiendo que mi marido y yo nos habíamos distanciado una semana por alguna discusión, me invitó a cenar, fuimos en su coche y en la mesa dejo ver sus deseos por mí.
Quizás por el enfado que sentía estuve a punto de aceptar su insinuación de irnos a un motel, pero a última hora pensé en las consecuencias y lo dejé con las ganas.
Desde inicios de este año, mi marido empezó a entrar a internet y encontró una página de relatos y una noche llegó muy ardiente y me pidió que tomáramos unas copas en el balcón. Sugirió que me pusiera sexy como a él le gusta (le fascina verme con minifaldas y tangas de hilo dental). Le di gusto como siempre para que sintiera atracción por mí.
Ya en el balcón, me senté frente a él y empezamos a hablar de diversos temas. Al calor de la bebida (yo casi nunca bebía más de una copa), me contó que había leído en internet casos de intercambios de parejas.
La verdad es que me interesó y le puse atención a que me contara sobre los relatos, inexplicablemente sentí que me mojaba. Mi sorpresa fue enorme al sentir que cuando hablaba de mujeres que tenían experiencias fuera del matrimonio con otros hombres, me producía tal excitación que aún es difícil explicar, incluso me imaginaba en el lugar de ellas y sentí que tuve una sensación de excitación previa al orgasmo que parece que él lo noto. Después de varios días comentando sobre este tipo de relatos, empecé a interesarme más e imaginarlos como una posible real.
Una noche, mi marido llegó a casa y me pidió lo mismo, acepté encantada. Esperamos que los chicos se durmieran, me puse una faldita blanca muy sugestiva, tanga también blanca pero diminuta, blusa negra sin sujetador y tacones altos (esta ropa a él le encanta). Nos fuimos al balcón y volvimos a tomar licor y a conversar. Al rato toco el tema que ahora era su preferido, los intercambios de parejas.
En ese momento me di cuenta que le gustaba oír de mí algo parecido porque me preguntaba si yo lo podría llegar a hacer. Me propuse seguirle el juego y calentarlo, aunque a mí también me estaba gustando mucho sentir esa sensación de imaginarme cogiendo con otro hombre.
Precisamente frente a nuestra casa había un edificio de cinco apartamentos y estaba asomado en el balcón un hombre que era miembro de la Infantería de Marina, bastante guapo y atlético, de unos 30 años y moreno. Nunca le había contado a mi marido que ese hombre cada vez que se asomaba me saludaba coquetamente y no me quitaba el ojo de encima.
Esa noche me dispuse a ver su reacción ya que siempre había pensado que era muy celoso. Cuando le dije que le quería contar algo pero que no se enfadara, me dejó con la boca abierta al decirme que no me preocupara y que le interesaba saber si deseaba estar con otro hombre… al decir esto él se puso nervioso. Me lancé al ataque y le dije que nunca lo había engañado, pero con lo que él me contaba de los relatos si tenía ganas de estar con otro hombre para saber qué se sentía. Le gustó mi confesión, trajo más licor, se acomodó y empezó a beber más seguido. Me dijo, quiero que me cuentes todo, quien te atrae y que has pensado hacer y no te preocupes que no voy a enfadarme, al contrario, me gustaría escucharlo con detalles.
Le dije… el militar de enfrente siempre me mira insistentemente cuando tú no estás y me saluda muy coqueto y la verdad es que nunca me disgustó que lo hiciera, es guapo y moreno. Y él me pregunto… ¿pero nunca habéis salido juntos?, le dije… no pero antes cuando peleábamos me daban ganas de ligármelo.
Su respuesta fue asombrosa: Veamos si un día de estos al verte sola, te intenta ligar o si te propone algo y hablamos.
Unos días después, el militar se asomó, me saludó y le respondí con una sonrisa coqueta, me di cuenta que le gustó mi cambio de actitud y como la calle que nos separa es estrecha me comenzó a hablar y yo le fui dando conversación.
A la semana siguiente, al salir del trabajo, encontré a la entrada a mi marido y al militar conversando amigablemente, mi marido me llamó y me presentó. El militar era muy sensual para hablar y dar la mano, demostraba seguridad en sí mismo.
El sábado en la noche, cuando los chicos se fueron a pasar la noche donde unos amigos, salimos al balcón al igual que otras veces. Esa noche queríamos hacer algo fuera de lo común. Mi marido me pidió que me vistiera muy sensual como a él le gusta
Me puse sexy a más no poder, me rasuré dejando un triángulo pequeño en la parte superior de mi sexo. Así, salí al balcón: como a las diez y media de la noche, llegó el militar, subió a su apartamento y salió como de costumbre. Nos saludó y se sentó a tomar una cerveza mirando de reojo a cada momento.
Mi marido se dio cuenta de esto y me dijo, me parece que le tienes ganas, yo me reí y él hizo la propuesta que cambió la rutina sexual de mi vida. Mira Isabela, quiero ver como se pone ese tipo cuando te vea en mini, paséate por el balcón y coquetéale mientras yo me entro por unos minutos.
Me quedé mirándole dudosa y me dijo que me tranquilizara que solamente quería poner en práctica algo que leyó en un relato. Entonces, con un poco de vergüenza, me lancé a complacerlo, aunque en el fondo yo era la más deseosa, desde hace algún tiempo quise coquetear y mucho mejor con su aprobación, pero me repitió que lo hiciera cuando él se marchase para hacer creer al militar que coqueteaba a espaldas de mi marido. Me pare de espaldas al balcón y de vez en cuando miraba hacia donde estaba él.
Este hombre se dio cuenta de mis insinuaciones y me hacía gestos hasta que se atrevió a lanzarme un beso volado. Cuando mi marido se levantó por hielo, quedé frente al amigo y me tiró otro beso, le sonreí con coquetería y le hice señas que ya volvía mi marido, le conté lo sucedido y se rió. Pasó el tiempo y mi marido ya no aguantaba más, estaba con una erección monumental. Me hizo sentar y me dijo: mira, tú nunca has tenido nada con otros hombres y yo quisiera que algún día me compararas para saber si lo estoy haciendo bien o no.
Me quedé mirándolo y le dije que cuando querría ver eso. Me respondió que yo decidía. En actitud de broma le dije: Que tal ahora, en este momento, ¿aceptas? Poniendo cara de excitación me dijo que por mi felicidad iba a aceptar, pero que lo hiciera ahí en la casa, no en otro lado. Me entró una alegría inmensa y me preparé a hacer lo que siempre soñé: ser acariciada, poseída y penetrada por otro hombre. Aunque debo confesar que con mi marido siempre he quedado satisfecha, solo quería sentir la sensación de ser infiel por una vez y gozar con algo nuevo.
Me quedé muda cuando se dirigió al militar y le dijo que por qué no pasaba a la casa a tomar una copa. El tipo aceptó, ni corto ni perezoso. Le fui a abrir la puerta, mandada por mi marido, él entró y me saludó con un beso en la mejilla. Fuimos al balcón y empezó algo tan rico que siempre lo recordaré. Con la bebida me convertí en una mujer desenvuelta y coqueta. Mi marido me miraba y no podía creerlo, pero sonreía discretamente. Yo lo miraba a él y no creía que aceptara que su mujer coqueteara abiertamente en sus narices. Los dos disfrutábamos de nuestra nueva situación y ahora se lo agradezco profundamente.
Ya entrada la madrugada, nos dio frío y bajamos a la primera planta de la casa, mi marido primero, yo le seguí y luego el hombre que me hacía disfrutar como una zorrita. En la escalera me alcanzó Toño (el militar) y me quiso ayudar a bajar, le respondí que no estaba mareada y se lo agradecí coquetamente, me miró a los ojos y sólo dijo «nunca imaginé que fueras tan alegre además de sexy», otra vez respondí con más coquetería «gracias» y reí discretamente.
En la sala, pusimos música y mi marido me sacó a bailar, pero al tomarme por las caderas, sentí que se subió un poco la mini. Para disimular me hice la mareada y dando vueltas logré estar frente a Toño.
El espejo de la sala lo reflejó mirándome el culo. Nos sentamos a seguir bebiendo cuando le pidió a mi marido si podía bailar conmigo, él aceptó enseguida y lo hicimos. Mi marido fue a la cocina a no sé qué y él me apretó de la cintura, le puse discretamente mis senos en su pecho y él entrelazó sus manos en mis caderas. Ahí sentí todo su potencial de hombre. Me encantó sentirme abrazada por otro macho y empecé a cantar en voz baja siguiendo la canción. En el oído me susurró «gracias por permitirme bailar contigo» y me besó en la oreja, me estremecí involuntariamente y le pedí ir a sentarnos. Volvió mi marido y Toño se fue al baño.
Al regresar ya estaba Rodrigo a mi lado y Toño se sentó frente a mí. Poco a poco, me dediqué a la difícil pero exquisita tarea de abrir las piernas para que viera con más tranquilidad mi tanga mientras yo disimulaba mirando a otro lado. Me percaté que el bulto de su pantalón se hacía más y más grande y Rodrigo me preguntó al oído si había pasado algo cuando bailamos y le dije que no, pero me gustaría estar a solas con ese hombre en esa noche. Oh, nueva sorpresa. Me dijo que esa noche era para mí enterita pero que le dijera a Toño a la final, que yo no podía saber del engaño, y que nunca más lo iba a hacer. Quedó prometido. Rodrigo le dijo a Toño que estaba mareado y se iba a acostar, le agradeció por haber venido y subió a la habitación.
Nos sentamos en la sala a media luz y me rogó que le diera una copa. Al ir a servirle al bar, sentí que me taladraba el culo con la mirada. Al volver, me clavó los ojos en mi parte íntima, me estremecí de gusto, le di la copa y me pidió que me sentara a su lado, lo hice y al instante comenzó a decirme que era bella, sexy, sensual y tantas cosas más que dicen los hombres cuando tienen a una mujer ajena con lencería, mostrando todo y sin poder acariciarla, le respondí que estaba muy mareada y me tomó de la mano y la besó. Me dio un trago y ahora si me hice la mareada. Me levanté «haciendo que casi me caigo y él me tomo en sus brazos», me acostó en el sofá y yo a propósito me puse boca abajo diciendo, que mal me sentía. Él decía tranquila princesa, descansa un poco, mientras tanto te voy a dar un masaje para que te pase la bebida. Empezó a sobarme el cuello e iba bajando por la espalda y volvía a subir.
Entonces ideé algo para que al día siguiente él creyera que era porque estaba borracha. «Ya medio dormida y mareada» le empecé a decir, tengo sueño (le iba a hacer creer que quien me masajeaba era mi marido» y no sé si cayó en la trampa porque me respondía despacito «si mi amor, descansa tranquila que yo te cuido». Como a los diez minutos sus masajes fueron bajando de mi cuello a mi espalda hasta que llegaron como era lo esperado a mi culo y ahí se quedaron.
Dije en voz baja, que gustito siento, la bebida me mareó, pero no quiero dormirme sin que me hagas el amor. El hombre no esperó más. Yo seguía simulando con los «ojos cerrados totalmente borracha». Solamente sentí unos brazos que me giraron boca arriba y unos dedos que me separaban el tanga que cubría mi coño, luego una lengua que devoraba mi interior, esa lengua mordía mi clítoris y me sumía en total felicidad, yo me estremecía de placer, sabiendo que no era mi marido y que estaba siendo infiel con su consentimiento, pero sabía que él estaría arriba en la oscuridad mirando todo como era su fantasía y más me excitaba saber eso.
Cuando me di cuenta, Toño estaba semidesnudo y yo lista para ser penetrada, «quise abrir los ojos» porque sentí que mi vida iba a cambiar de ahora en adelante, pero al sentir un pene enorme, por el grosor de su cabeza, mandé todo mi pudor hacia otro lado y me preparé a sentir dentro de mí lo que ahora pienso iba a ser una gran aventura sexual.
Al penetrarme lentamente, Toño lo hizo tan potente que involuntariamente gemía con fuerza, pero es que era tan delicioso sentir ese miembro enorme dentro de mí que gemía de pasión y deseos. Toño una vez que nos acoplamos, comenzó a meter y sacar su enorme verga, que lograba sentirla donde nunca llego mi esposo, además en cada entrada separaba las paredes de mi coño haciéndome disfrutar vibraciones enormes de placer, nos cambiábamos y en varias posiciones me hizo disfrutar del placer casi una hora, me cogió en todas las formas imaginables e inimaginables, se inventó posiciones y eso me gustó tanto, que tuve dos excelentes orgasmos, al punto que al terminar el último, le dije al oído, para que no me escuchara mi esposo, gracias Toño, me has regalado la mejor noche de mi vida. Cuando estuve a horcadas sobre él, me esmeré por dejar caer el peso de mi cuerpo sobre esa deliciosa verga, para sentirla increíblemente dentro.
Después de mi último orgasmo me quedé dormida abrazada a él, y cuando sentí que Rodrigo me despertó, Toño ya se había ido.
Vamos arriba, báñate y te espero en la cama, me dijo mi esposo. Cuando me levante percibí como fluían de mi coño enormes cantidades de semen que Toño había dejado en mi interior, esto no lo noto mi esposo, pero yo sí, y sentí un enorme placer al saber que otro hombre había estado en mi interior y había marcado territorio, y a pesar de mi promesa hecha a mi esposo que solo seria una vez, a escondidas de él, Toño a entrado en mi cuerpo ya varias veces para darme placer.
Esa noche dormí plácidamente, y afortunadamente mi marido no me hizo el amor, porque yo ya estaba satisfecha.
Desde esta experiencia, mi marido me da unas sesiones de sexo que me sorprenden por su forma de hacerlo, parece que vio todo lo que me hizo Toño y la verdad es que ahora él es más impetuoso que antes, aunque su miembro no es tan grande, lo hace bien y lo sabe utilizar, no me hace falta buscar a Toño. Pero como dije al comienzo, Toño se las ingenia para buscarme a veces y me coge a escondidas de mi esposo.
Reconozco que los dos son buenos amantes, pero si tengo que escoger les diré que nunca cambiaré a mi marido por Toño. Mi marido tiene todo, me satisface, me llena totalmente, me hizo probar otro hombre y lo comparé. El otro es mejor dotado, come rico, hace el sexo maravillosamente, pero es la novedad y el gusto de sentirse infiel como toda mujer alguna vez imagina, pero mi marido es tan bueno que le permito cualquier aventura. Mi vida tiene otro sentido. Hice lo que siempre quise hacer, tener otro hombre con la venia de mi marido y los comparé. Ahora lo hago cuando me place y lo disfruto.
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