LA GOZOSA TARDE DE MI PUTA CON NUESTRAS POLLAS.
La majestuosa tarde de la puta y zorra de mi mujer gozando como una perra con mi polla y la de nuestro amigo José Luis..
José Luis es un íntimo amigo mío, de mi pueblo, desde tiempos inmemoriales, de toda la vida como se suele decir, con el que mantengo una muy estrecha relación y fluida comunicación a pesar de no vivir en el mismo lugar y al que mi mujer, que ya conocía de su «existencia» por mí habiendo conversado con él varias veces vía telefónica, conoció personalmente en una de sus primeras visitas a mi pueblo, afianzándose también entre ambos a partir de entonces una muy buena relación de amistad, hasta el punto de que fue ella antes que yo quien, tomándonos unas copas, le invitó a que nos visitase en nuestra casa para pasar junto a nosotros un fin de semana, algo que él no dudó emplazándonos para quedar a una conversación posterior durante la semana siguiente.
José Luis, que cuenta con algo más de 40 años, es bajo de estatura pero posee una polla descomunal, de 25 centímetros de medida real y bastante gruesa, que yo le había visto en numerosas ocasiones cuando viajábamos juntos y nos bañábamos en distintos lugares o cuando nos duchábamos en algún hotel en las muchas ocasiones en las que compartimos habitación, lo que yo comenté con mi mujer tras marcharnos a casa la noche que estuvimos con él en mi pueblo, asombrándose por ello y comenzando a despertarle curiosidad y un morbo desmedido a partir de ese momento. A ella le cayó muy bien y, con toda la confianza del mundo, como si se conociesen de toda la vida, le puso como apodo «Pitingo», algo que surgió así y sin saber porqué aunque me dijo que se le vino a la cabeza de repente ese sobrenombre y así lo llamamos desde entonces.
Durante los días previos hablamos varias veces con José Luis conviniendo que ese próximo fin de semana nos visitase, lo que hizo desde el mediodía del Viernes hasta el Lunes por la mañana. También durante esos mismos días mi mujer me iba «dejando caer» que quería probar y gozar con la polla de José Luis durante su visita lo que en mí provocaba una calentura desmedida. El dia de su llegada, Nuria y yo fuimos a esperarlo a la estación de autobuses y, para la ocasión y con toda la intención del mundo para provocarlo y excitarlo, se puso una blusa de seda negra muy fina sin sujetador debajo por lo que sus maravillosas tetas botaban bajo ella y se apreciaban sus pezones y aureolas en todo su esplendor, minifalda esplendorosa también de color negro y unas botas altas de tacón fino que le llegaban casi a medio muslo, interiormente, -¡cómo no-, llevaba un precioso conjunto de lencería sexy con tanga, liguero y medias negras, sabiendo positivamente que le llamaría mucho la atención desde el primer momento.
Con puntualidad meridiana el autobús hizo acto de presencia en su andén correspondiente y segundos después mi amigo José Luis descendió de él procediendo a recoger su maleta y dirigiéndose a nosotros. Conforme venía a nuestro encuentro era más que palpable su cara de alucinado mirando a mi mujer de arriba a abajo, llegó a nuestra altura y nos saludó con efusividad aunque al abrazar y dar dos besos a Nuria escuché perfectamente cómo le dijo «¡Jodeeerrr, cómo estás de buena, cariño mío!», arrancando una muy pícara sonrisa por parte de mi mujer y en mí una calentura desmedida por la incertidumbre de lo que se podía avecinar.
Acto seguido nos dirigimos a casa para que José Luis dejase su maleta y tomase posesión de su habitación y mientras lo hacía mi mujer me susurró al oido que la situación y las múltiples miradas de mi amigo la estaban poniendo muy cachonda al imaginar la polla de José Luis totalmente dura y tiesa gracias a ella, confesándome abiertamente que deseaba vérsela y gozar con él ese fin de semana, lo que produjo en mí un morbazo increíble.
Con todo ya en orden nos marchamos de nuevo a la calle, en esta ocasión para ir a tomar unas cañas primero y a comer a un restaurante después. Metidos ya «en faena» y con unas cervezas en la mano, Nuria y José Luis comenzaron a intimar de una manera muy especial poniéndose de manifiesto que ambos querían marcha y rollo sin barreras para sus cuerpos. En un momento de la animada conversación, que subía más de tono a cada instante, José Luis le espetó a mi mujer «¡Hay que joderse, Nuria, lo buena que estás. Vaya par de tetas y el culazo que tienes, el coño no me lo quiero ni imaginar porque me pongo malo si lo pienso!», a lo que ella sonrió abiertamente y le dijo «¡Qué cabronazo estás hecho, ‘Pitingo’!», cogiéndole la mano y llevándola a su culo para que se lo sobase bien a fondo, exclamando él «¡Jodeeerrr, madre mía, chica. Ufffff… Quién lo cogiese!». En ese ambiente calenturiento continuó desarrollándose el asunto hasta que marchamos a comer al restaurante en el que habíamos reservado mesa. Una vez acomodados en el mismo el tono no varió. José Luis, al que mi mujer había sentado junto a ella con toda la intención mientras que yo me encontraba frente a ellos, comenzó a acariciar el brazo de Nuria por encima de su camisa de seda con la excusa de comprobar el tacto que tenía mientras que ella lo observaba con lascivia y hacía lo propio bajo el mantel de la mesa, acariciándole su pierna y entrepierna, por lo que pudo notar cómo nuestro amigo «Pitingo» tenía su polla bastante dura, exclamando con asombro «¡Jodeeerrr, tío, cómo estás. Qué pedazo de polla tienes. Jodeeerrr!, desplegando él una amplia y viciosa sonrisa y adoptando la misma actitud que mi mujer, acariciar sus deliciosas piernazas por encima de sus preciosas medias sexys y metiendo su mano entre las tirantas de su liguero, invitándolo ella a que la desplazase a su entrepierna para tocar su peludo coño, ya muy mojado por la calentura interna que poseía; mientras tanto, yo por mi parte me tocaba la polla, ya muy dura también merced a la situación, aprovechando mi mujer para acariciármela con su pie por debajo de la mesa. Acto seguido, mi mujer me pidió que me esperase sentado en la mesa mientras que ambos se levantaron y se dirigieron de la mano a los servicios del restaurante, yo esperé algo más de un minuto, me levanté y les seguí, dirigiéndome primero al de caballeros, donde no encontré a nadie, y posteriormente al de señoras, abriendo la puerta y escuchando los suspiros entrecortados de José Luis, que en ese momento y con la puerta entreabierta estaba gozando como un auténtico cabrón con una majestuosa mamada de Nuria. Allí estaba mi mujer, de rodillas, chupando como una puta zorra el inmenso pollón de nuestro amigo y gozando inmensamente con él en su boca mientras que José Luis, con la cabeza erguida hacia arriba y los ojos entrecortados gemía y le decía «¡Sigue, zorra, sigue chupándomela. Jodeeerrr, qué buena eres, cómo la mamas. Eres una auténtica puta, estás buenísima y te tengo que follar antes de irme al pueblo, te lo aseguro. Me he hecho muchísimas pajas y me he corrido innumerables veces pensando en ti desde que te conocí!». Por su parte, mi mujer continuaba deleitándose con la mamada y el placer que proporcionaba a José Luis en su polla y se tocaba su mojadísimo coño sin parar. Transcurridos varios minutos, nuestro amigo «Pitingo» avisó a Nuria de que se iba a correr en breve por lo que ella aceleró la chupada y los lametones a su hinchado capullo provocando que de su polla emanase una gran cantidad de leche que bañó a mi mujer toda la cara y que tragó en su boca con enorme satisfacción mientras él gemía de inmenso placer al tiempo que gritaba «¡Me corrooooo… Me corrooooo, zorraaaaa… Ahhhhh… Ahhhhh… Ohhhhh… Qué bueno, qué bueno… Sííííí…! Tras una majestuosa limpieza de polla por su corrida, mi puta zorra se puso en pie y José Luis se arrodilló, bajó su tanga, se lo bajó y comenzó a comerle su grandioso coño de una forma desmedida, sujetándole ella su cabeza para que no parase y con inmensos deseos de correrse y dejar en su boca el sabor de su maravilloso néctar femenino al tiempo que le decía «¡Sigue, cabronazo, sigueeeee… Qué gustazo tan grande en todo mi coño. Ahhhhh… Ahhhhh… Es tuyo, cómetelo, cabrón, cómetelo!». Él pasaba la lengua por su clítoris y tan solo sabía decirle «¡Qué coño tienes, jodeeeeerrrrr, qué coño tan maravilloso, gran puta!», ella se estremecía de vicio y placer y comenzó a correrse brutalmente mientras José Luis recibía en su boca la corrida de mi zorra cachonda y caliente. Yo, con la polla totalmente dura, no pude aguantarme más y me acerqué hasta ellos, José Luis se apartó un poco para que yo pudiese entrar y comencé a besar y a morrear a mi mujer mientras que con mi mano acariciaba su mojadísimo coño tras la corrida, me bajé el pantalón y el bóxer y le pedí a Nuria que me la mamase para correrme, lo que hizo con inmensa maestría; cuando mi polla bien tiesa y dura estaba a punto de soltar una gran cantidad de leche le pedí a mi mujer que se sentase sobre la tapa del WC y se abriese de piernas echándole toda mi corrida en la grandiosa pelambrera de su magnífica raja, dejó reluciente mi rabo con una buenísima chupada y, sin limpiarse, se puso el tanga dejando impregnado su coño debajo con mi leche.
Tras bajar nuestra calentura por las corridas de los tres pero subir la excitación por la situación vivida volvimos a nuestra mesa, los camareros del restaurante nos miraron imaginando lo que había ocurrido en el servicio -a mi mujer llevaban mirándola sin cesar durante toda la comida con ojos deseosos de comérsela- y volvimos a tomar asiento continuando con nuestra comida. Tras concluirla decidimos marchar a otro lugar para tomar un café y unas copas, recorriendo varios enclaves de la zona. Conforme iba subiendo nuestra temperatura corporal por el alcohol también lo hacía la libidinosa por lo que fueron varias las veces en que nos morreamos apasionadamente mi mujer y yo así como ella y José Luis, que no perdía la oportunidad que se le presentaba para meterle mano a Nuria en la entrepierna para calentarla un poco más a cada instante.
Tras tomarnos varias copas decidimos marchar a casa para descansar hasta la noche, acomodándose José Luis en su habitación y Nuria y yo en la nuestra, dejando ella la puerta un poco entreabierta por lo que me supuse que algo quería. Mi mujer se quitó sus maravillosas botas y su bonita camisa de seda quedando sus preciosas y excitantes tetas al aire, desprendiéndose también del tanga por mi corrida en su pelambrera por lo que al aire también quedó su espléndido coño y su inmenso culazo, portando tan solo el liguero y las geniales medias sexys; yo, por mi parte tan solo llevaba puesto el bóxer. Ella se acostó dándome la espalda y me pidió que la abrazara, lo que hice mientras que con mi mano acariciaba sus tetas y sus pezones, comenzando a comentar lo sucedido en el restaurante y diciéndome: «La verdad es que ha estado genial, me ha gustado mucho», y añadiendo «¡Vaya pedazo de polla que tiene ‘Pitingo’. No te imaginas, cari, cómo he gozado chupándosela. Y qué lechada me ha dado. Tiene que follarme porque deseo muchísimo sentirla dentro de mi coño!». Sus palabras me estaban poniendo muy caliente y experimenté una nueva erección que Nuria notó a la perfección en su culo puesto que yo estaba pegado a ella por detrás. Al notarla me dijo «¡Joder, cari, cómo te has puesto otra vez. Cómo tienes la polla!, respondiéndole yo «Me estás poniendo muy cachondo con tus palabras, zorrita mía». Ella se dio la vuelta y comenzó a morrearme mientras me acariciaba la polla por encima del bóxer para notar en su mano cómo crecía, metiendo su mano dentro para tocarla de arriba a abajo. Yo no pude contenerme más y me lo quité dejándola al aire totalmente dura y tiesa, al verme mi mujer me dijo «¡Así me gusta, cabronazo mío, mi cornudo. Me encanta que tengas la polla siempre así para que goce con ella la puta zorra de tu mujer. Soy muy puta y muy zorra y me encanta, tú lo sabes», comenzando seguidamente a realizarme otra descomunal mamada mientras yo, por la posición que ella había adoptado, de rodillas en la cama, tenía frente a mis ojos y mi cara su inmenso coño y su genial culazo, la hice que se pusiera en posición del 69 y encajó en mi boca su espléndida raja peluda, que comencé a comerle sin descanso mientras ella se estremecía de gusto y me mamaba la polla como poseída obteniendo yo un placer indescriptible por lo que aceleré mis lenguetazos en su riquísima almeja haciendo que se corriera en mi boca de infinito placer entre grandes gemidos y jadeos, prolongándolos durante más tiempo para conseguir en ella una segunda inmensa corrida tras varios minutos mientras chillaba de puro gustazo.
Tras su corrida le pedí a mi mujer que se pusiera a cuatro patas porque deseaba follarla con locura, adoptó esa postura y sujetándola por las caderas le metí mi polla hasta lo más profundo de su mojado coño mientras ella me decía «¡Fóllame fuerte, cabrón. Méteme toda esa polla que tanto me gusta hasta dentro de mi raja! ¡Sigueeeee… Sigueeeee… Asííííí… Asííííí, cornudo mío… Quiero correrme de gusto otra vez con tu rica polla, hijo de puta!», añadiendo «¿Te gusta mi coño, cornudo…? ¿Te gusta la raja peluda de tu hembra puta y zorra…? ¿Has visto cómo me ponen el coño las pollas de todos los tíos…? ¡Me encanta cómo me miran los tíos y se fijan en mi lencería en la calle y me imagino cómo babean leche y más leche pajeándose gracias a la puta de tu mujer! ¡Ahhhhh… Ahhhhh… Ahhhhh…!», estallando en una nueva y maravillosa corrida con mi polla dentro mientras yo continuaba ensartándola con fuerza y ella seguía diciéndome «¡Sigue montándome, cabrón. Sigue follándote a tu zorra deseosa de pollas y leche! ¡Soy muy puta, cari. Soy muy puta, muy zorra, muy golfa y muy guarra! ¡Me encanta que seas mi cornudo y te corras viendo cómo otros tíos y otras pollas se follan a tu mujer! ¿Te gusta ver cómo me follan y cómo me llenan de rica leche los pollones de otros tíos…? ¿Te gusta ver cómo goza tu mujer como una verdadera puta guarra con otros tíos cuando se la follan…?». Sus palabras me ponían cada vez más cachondo y le sobaba con fuerza las perfectas y maravillosas nalgas de su culazo atizándole fuertes embestidas que la volvían loca. En un momento de nuestra follada miramos hacia la puerta entreabierta y allí estaba José Luis pajeando suavemente el pollón duro y tieso que tanto le había gustado a mi mujer, invitándole ella a que se uniese a nosotros. Entró en nuestra habitación y nos dijo «¡Es impresionante lo puta que eres, Nuria. Cómo me han puesto tus gemidos y jadeos. Cómo me gusta que goces y también hacerte gozar como una perra con mi polla!», obteniendo una cariñosa sonrisa de mi mujer, que me pidió parase de follarla invitándonos a ambos a tendernos en la cama. Lo hicimos y ella se puso de rodillas entre los dos cogiendo una polla con cada mano diciéndonos mientras nos las masajeaba de arriba a abajo «¡Qué maravilla, hijos de puta. Cómo me gustan vuestras pollas. Qué gozada tener en las manos dos pollones duros y tiesos como los vuestros solo para mí!», comenzando a realizarnos a los dos una grandiosa mamada que iba alternando de rabo en rabo y diciéndonos «¡Os voy a sacar de vuestros huevos hasta la última gota de leche. La quiero solo para mí y en mi boca, cabrones!». Yo miraba a José Luis, que con los ojos entornados por el gustazo que recibía solo sabía decir «¡Qué buena estás, zorra! ¡Qué bien lo haces y cómo me pones, gran puta!», dirigiéndose a mí para decirme «¡Es espléndida, tío. Qué ganas tengo de follármela. Qué suerte tienes!», preguntándole a mi mujer «¿No vas a dejarme que te folle, Nuria…?, a lo que ella respondió «Todo a su debido tiempo, queridísimo ‘Pitingo’. No te preocupes». Mi mujer prosiguíó chupándonos la polla magistralmente a los dos hasta que José Luis le avisó de su inminente corrida, sin sacársela de la boca le soltó una muy buena cantidad de leche que ella tragó encantada. Momentos después fui yo quien le pidió que parase de mamármela, me puse en pie encima de la cama mientras que ella, de rodillas, abrió la boca y comecé a echarle mi espléndida corrida, que también degustó con deleite. ¡Qué maravilla y excitante situación ver a mi mujer, tan puta y zorra, con dos pollas para ella sola en las manos, mamándolas y tragándose toda nuestra lefa! Indescriptible.
Tras nuestra gozosa tarde, los tres salimos al salón y nos preparamos un café que nos daría fuerzas para el siguiente y placentero asalto, que no tardaría en llegar.
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