La mujer de mi hijastro
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Gastón, tengo 49 años, taxista, vivo en Buenos Aires, Argentina.
Cuando conocí a Adriana, ella tenía un hijo pequeño.
Al tiempo de salir, Adriana y yo nos fuimos a vivir juntos.
Crié a Rodrigo desde que tenía menos de un año.
Con Adriana no tuvimos hijos, ya que al poco de vivir juntos, le descubrieron que tenía cáncer de útero.
Bueno, eso fue toda una historia.
Padeció lo que nadie imagina, hasta que murió.
Yo a Rodrigo lo crié como mi hijo, hasta que conoció una chica peruana, evangelista, lo metió en su religión y ya no era el mismo Rodrigo que yo había criado.
Mireya, que asi se llama la chica esta, tiene todas las características de india.
Piel cobriza, pelos lasios negros, ojos color café, no mas de metro sesenta.
Pero cuando me la presentó hubo algo en ella que no me gustó, no por sus rasgos físicos, fue como me miró.
Rodrigo y yo, no nos parecemos en nada, él es castaño, metro setenta, ojos marrones, yo soy rubio, metro ochenta y cinco, ojos azules.
Vi un brillo extraño en sus ojos, pero también se mantenía distante.
El noviazgo siguió, hasta que un día me dice que se van a casar.
Se casaron, pero a último momento sus suegros les dijeron que no podían vivir en su casa por falta de espacio, asi que se vinieron a casa, no iba a dejar tirado a mi hijo.
Mireya era la clásica mujer que no rompe un plato, nos atendía a mi hijo y a mí, pero siempre me llamaba la atención como me miraba a hurtadillas.
Poco a poco fuimos teniendo confianza.
Mi hijo empezó a trabajar de noche, dormía todo el día y yo en el taxi trabajaba todo el día.
Una noche cenando con Mireya le pregunté por que me miraba así?.
«Hay señor, no quiero que se moleste conmigo», me dijo, «no Mireya, no me molesto, solo quería saber por que me miras así?, nada más», le dije y seguimos comiendo.
«Es que usted es muy atractivo y me gustaría tener un hijo así de su color y con esos ojos», me dijo, «vos sabes que Rodrigo no es hijo mío, así que salvo que yo te haga el hijo, no creo que salga como yo», dije sonriendo.
Mireya agachó la cabeza riendo.
«Usted debe de tener mujeres mucho mas hermosas que yo», me dijo sin levantar la cabeza.
«Y a vos quien te dijo que sos fea?, lástima esas ropas que llevas», dije y me prendí un cigarrillo.
«Que tienen mis ropas, son ropas comunes», me dijo, «no, porque seguro que haz de tener un lindo cuerpo, y esas ropas te tapan toda, la falda te va mas abajo de las rodillas, no dejan ver tus lindas piernas, esa camisa que llevas, tan olgada, no dejan que se te noten tus pechos, menos mal que vas de ojotas en casa, por lo menos te veo los pies»,.
le dije fumando y tomando un trago de vino, «hay las cosas que me dice», dijo riendo, «no, te digo la verdad, vos desnuda tenes que estar divina».
Mireya no me dijo nada y retiró los platos de la mesa.
Estaba como nerviosa.
Nos despedimos y me fui a dormir.
Al otro día cuando vengo de trabajar, mi hijo se había ido a su trabajo, saludo a Mireya y me fui a duchar.
Cuando salgo Mireya estaba en su dormitorio, yo fui a la cocina y me estaba haciendo el mate, cuando me doy cuenta que Mireya estaba parada en la puerta, la quedé mirando sorprendido, estaba con el pantalón corto de un pijama y una camiseta, descalza, su pelo suelto.
«Madre mía Mireya, que linda que sos», le dije mirándola de pies a cabeza.
«Así le gusto más», me dijo ahora sin bajar la mirada, «estás divina», le dije apartando el pelo de su cara, le miré los ojos, y sin poder contenerme, le besé los labios.
Mireya me quedó mirando sin decir nada, le agarré la cara entre mis manos y la volví a besar, sintiendo como ella respondía a mi beso, «soy una pecadora», me dijo, «todavía no hemos pecado», le dije volviendo a besar la boca de mi nuera, abrazandola, pegando su cuerpo al mío, sintiendo como sus tetas se pegaban a mi pecho, ella me abrazó también, metimos nuestras lenguas en nuestras bocas, yo metí mis manos dentro del pantalón de su pijama, agarrando sus nalgas, duras, redondas.
La levanté a upa y ella enrosco sus piernas en mi cintura, y así nos fuimos a mi dormitorio sin dejar de besarnos.
Nos acostamos y la seguía besando, su cara, su cuello, ella movía su cabeza gimiendo, le empecé a sacar la camiseta, el sujetador.
Le chupaba sus tetas cobrizas, con una aureola y un pezón marrón oscuro.
Ella me acariciaba la cabeza mientras yo bajaba besando todo su cuerpo, bajando el pantalón y la bombacha que llevaba puesto, ella levantaba su cola para que la desnude.
Le abrí sus piernas, vi su concha con apenas bellos, y metiendo mi cabeza, le empecé a chupar la concha.
Mireya retorcia el cuerpo dando fuertes gemidos.
Yo lambia y chupaba esa concha mojada mientras ella pasaba sus pies por mis brazos, y gemia, gritaba de placer.
La hice dar vuelta, mirando esas nalgas cobrizas, redondas, bien duras.
Se las empecé a besar, a morder, le abrí las nalgas, viendo ese ojete oscuro, apretado, se notaba que era virgen del ano.
Metí mi cara entre sus nalgas y empecé a chuparle el ojete.
El grito de placer que dio cuando sintió mi lengua lamer su ano fue tremendo.
Me desnude enseguida, la seguí lamiendo, la puse boca arriba, levantando sus piernas con mis manos, acomodo mi pija contra su concha y se la empecé a meter, escuchando los ayes de placer que daba Mireya.
Nos miramos, nos besamos sin decirnos nada, solo nos moviamos.
«Por que tú hijo no me cacha asi?», me decía Mireya moviendo sus caderas, «porque es pelotudo», le dije chupando sus tetas y metiendo y sacando mi pija de la concha de Mireya, que estaba con sus piernas bien levantadas y abiertas.
«Quiero hacerte la colita Mireya, dame esa colita hermosa que tenes», le decía lamiendo sus pezones.
«Por el chiquito, nunca lo hice por ahí», me dijo con miedo en la voz.
«Confía en mi, voy a ser bien delicado», le dije sacando mi pija de su concha, viendo lo abierta que estaba, ese rojo carmesí.
Me volví a meter entre sus piernas y le seguí chupando la concha.
Estaba tan mojada, se notaba que estaba tan caliente que no le iba a doler mucho cuando le rompa el ojete.
Saqué vaselina de mi mesita de luz, la hice poner en el borde de la cama sacando su colita para afuera y le empecé a lubricar el ano.
Así como estaba se la volví a meter en la concha, escuchando el gemido de placer cuando le entró.
Así la estuve cogiendo un rato hasta que estaba bien relajada, se la saque y la acomodo contra su ano, haciendo fuerza, sintiendo los gritos de Mireya cuando mi pija empezó a romper su ojete y se metía en su culo.
Yo iba despacio, sentia como entraba, Mireya daba fuertes ayes, entre dolor y placer.
«Me duele», me decía, pero no me decía que pare ni que la saque.
Seguí metiendo muy despacio mi pija en su colita oscura, hasta que por fin aplaste sus nalgas contra mi pelvis.
«Haaaaaa, haaaaaaaaaa», decía Mireya sin dejar de abrir sus nalgas, con toda mi pija adentro.
«Me gusta, me gusta que me caches el chiquito, la siento bien rica adentro», decia pegando su cara a la cama.
Yo le agarre fuerte de las caderas y empecé despacito a meterla y sacarla de su ojete, viendo como estaba dilatado.
Se la saque, vi sangre en su ojete, en mi pija, la hice poner boca arriba, le levanté las piernas y se la volví a meter en la cola,.
escuchando ahora como gemia de placer y como me animaba a que le siga cogiendo el culo, que le gustaba, «así, así, cacha mi chiquito así que me gusta mucho», me decía acariciando mis brazos, «rompe bien mi cola, abre bien mi chiquito, que placer que siento, no pares, sigueme cachando así», me decía con la voz rota de la calentura que tenía.
Yo la agarré de la planta de sus pies y empecé a sacar y meter mi pija de su ojete.
«Sí, si, así, cachame así», me gritaba moviendo su cabeza y temblando de placer.
Hasta que dio un fuerte grito, tenso su cuerpo, abrió su boca y parecía que convulsionaba moviendo su cuerpo en un tremendo orgasmo.
Yo la empecé a coger mas fuerte, mas rápido, le mordia los talones cuando me empecé a acabar dentro del culo de Mireya, sentía mi leche salír a chorros dentro de la cola de mi nuera.
Los dos gemiamos como locos, no podíamos dejar de movernos.
Nos acostamos abrazados los dos, «disfrutaste Mireya?», le dije besando sus labios, «ojalá tú hijo me cachara así, con él no llego nunca, siempre quedo con ganas, tú me haz echo llegar tres veces, me dejaste muerta», me dijo.
«Me voy a duchar pero antes al baño, me removiste todo por dentro», me dijo riendo y se fue corriendo al baño.
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