La resaca
Lo que pasó después de que mi amiga y yo nos tiramos a nuestros maridos muy borrachos..
Ya les platiqué en mi relato anterior, “La borrachera”, Una vez que, en la cocina, Dalita y yo confesamos la gran calentura que nos pusieron los machos al bailar, acordamos rematar el bacanal con una orgía, regresamos a la sala y encontramos a nuestros maridos perdidos de borrachos; el mío, Rubén, ya estaba dormido con la botella de cerveza entre las piernas, y el otro, Pedro, le pedía a Rubén que le prestara un rato a la mujer para cogérsela.
Nos decepcionamos, pero ya estaba decidido, nos tiraríamos a esos putos, aunque estuvieran así, y… ¡nos los tiramos…! En el relato mencionado cuento cómo usamos una al marido de la otra para cabalgar en él, mientras que la esposa le besaba la boca con sus cuatro labios muy babosos por lo caliente y con la leche del otro.
Al despedirme de Dalita, que seguía surtiéndole a su esposo, en la boca, la leche de mi marido, le di una mamada en las chiches y un pico en la boca con un “buenas noches”, dejándolos en la recámara de los invitados.
Durante la noche, mi marido seguía con su costumbre de borracho cogelón: despertaba, me montaba o me enculaba y se volvía a dormir. Lo más rico fue cuando inició su rutina y me puso su verga en la boca. Sabía a semen de él y a flujo de Dalita, por lo que la mamé con furor imaginando que le chupaba la panocha a mi amiga. En la habitación contigua se escuchaban, también a espacios intermitentes, el rechinido de la cama y gemidos de amor…
Ambas, Dalita y yo, nos levantamos muy tarde, dejando a los maridos durmiendo “la mona”. Ella traía sólo la pantaleta puesta y el resto de su ropa en la mano. Me quedé embelesada mirando sus grandes tetas, sólo caídas un poco por la gravedad, pero me calentó más ver, a través de la transparencia de la tela, la panocha depilada marcándose más la línea del clítoris y los labios sumamente hinchados por las mamadas que recibió. Seguramente mi bata transparentaba lo mismo, a pesar de mis pelos.
–Buenos días, Dalita –la saludé besándola en los labios y dándole una caricia en el monte de venus.
–¡Buenos días, Mar! ¿Dónde puedo darme un regaderazo para terminar de despertar? –me preguntó.
–Ven, acá está el baño de las visitas –le dije tomándola de la mano.
Al entrar con ella, cerré la puerta, me quité la bata y le bajé los calzones. Chupé con gran excitación la raja que sabía deliciosa: semen y flujo fermentados… Ella dejó su ropa sobre la taza del baño y me acaricio el cabello, movió su cadera y presionó mi cara contra su cuerpo, sus orgasmos iniciaron y recibí pequeñas rías (literal: Ensenada amplia en la que vierten al mar aguas profundas) de su miel.
Cuando acabó, me puse de pie y enredamos nuestras lenguas en un rico beso donde ella saboreó su almíbar y nuestras manos acariciaron la espalda y las nalgas de la otra. Abrí la llave de la regadera para que cayera en la tina, cerrando la tubería de desagüe. Mientras veíamos cómo caía el agua, nos acariciamos y lamimos las tetas; poco antes de que el agua estuviera templada, ella bajó a darme lengua. “Con razón le gusta a los putos chupar la panocha, sabe muy rica, más con leche…”, me dijo al enderezarse. Ya adentro de la regadera, nos volvimos a besar y acariciar por todas partes.
–Yo no sabía que también me gustaban las mujeres –confesé antes de volver a besarla.
–Yo tampoco, pero es una calentura diferente a la que siento con los machos… –contestó y me volvió a besar, metiendo os dedos en mi raja.
Nos acostamos en la tina para hacer unas tijeritas. No me satisficieron tanto como lo contó mi amiga Gloria en su relato “Somos Bi”, ¿será porque no es tan cómodo en la tina como en la cama? Abrí el desagüe y nos pusimos de pie para enjabonarnos la una a la otra. Ambas nos extasiamos limpiándonos las nalgas y el culo, las tetas y la panocha. Cerramos la llave. Nos secamos y yo la vestí. Me puse mi bata y le di una nalgada diciéndole “Vamos a hacer el desayuno”.
–¿Y si vamos a comprar un menudo? A ver si alcanzamos algo todavía… –me dijo y me fui a vestir para salir al mercado.
Me puse la misma ropa que la noche anterior para no hacer sentir mal a Dalita. Me hubiera gustado que saliéramos tomadas de la mano, como dos enamorados que estrenan relación, pero no, la gente es canija… En el trayecto, tanto de ida como de regreso, nos piropearon de muchas maneras, seguramente nos confundían con putas pues la ropa era provocativa. “Qué lindas flores, lástima que no me alcanza para comprar un florero”, dijo uno y sólo le sonreímos.
–¡Viene usted echando tiros! Y su amiga también… –dijo el dueño del puesto, resbalando los ojos sobre nuestro pecho. A Dalita por lo exuberante y a mí por marcarse claramente los duros pezones.
–Gracias –le contesté–. Deme cuatro órdenes de menudo –pedí, dándole la olla que llevaba.
–¡Ay marchantita! No creo que me alcance, ya se acabó, llegó tarde –dijo al tomar la olla y comenzó a vaciar–. Salieron casi tres, pero sólo le cobraré dos, pero le agradezco infinitamente su visita a mi vista… –Concluyó volviendo a admirar nuestro tetumen.
Divertidas regresamos a casa y les pedimos a nuestros amadísimos cogelones que se vistieran para desayunar. Pusimos las viandas y los aditamentos culinarios sobre la mesa, repartiendo equitativamente la pancita que alcanzamos a comprar. Calentamos unas tortillas de harina, abrimos unas cervezas y brindamos por la amistad y el voto de mañana domingo. Durante la plática no mencionaron nada de la cogida que les dimos conjuntamente, parece que sólo recordaban algunos momentos posteriores: los coitos acostumbrados cuando llegan borrachos. Al terminar de desayunar, lavamos los trastos.
–¿Te dijo algo de la cogida que le di? –le pregunté a Dalita mientras lavábamos.
–Nada, ¿y a ti? –me preguntó ella.
–No, al mío se le olvida lo que hace cuando está muy borracho –contesté.
–Lo mismo le pasa a Pedro –pero debemos preparar una reunión donde sólo tomen lo suficiente para ponerse arrechos, sí, que se emborrachen, pero que nos cojan con plena conciencia, para que todos disfrutemos –sugirió y yo asentí.
Antes de despedirnos, y sin que nos escucharan, le dije a Dalita “Quisiera ver cómo se le para a Pedro al verme sin ropa”. “¡No te la vas a acabar, es muy puto!”, contestó.
Mi marido, cuando se despidió de mi amiga, se le quedó viendo al canalito de las tetas y suspiró. “¿Te gustan?” le preguntó en voz baja, pero la oí, y a Ramón se le puso la cara roja de vergüenza porque lo cacharon de mirón y sólo pudo asentir con un ligero movimiento de cabeza. “Ya tendremos oportunidad” le contestó ella dándole un beso en la mejilla y sobándose la teta con la mano que él la saludaba. ¡Se le paró a mi marido la verga al máximo! Por mi parte, hice una maniobra similar al despedirme, frotando mi pezón en el anverso de la mano de Pedro. ¡A éste también le creció una montañota en el pantalón! “Hablan cuando lleguen a su casa”, les dije cuando echaron a andar el auto. Hasta casi dos horas después sonó el timbre del teléfono.
–Ya llegamos desde hace rato. ¡Ja, ja, ja! Aún me estoy riendo de lo que pasó en el automóvil: mi marido aún traía la verga bien parada y se la saqué, con trabajo, sí. “¿Por qué estás tan empalmado?”, le pregunté, y sólo dijo “Porque me la estás agarrando”. “¿No será porque le tallaste las chiches a Mar? ¡Aquí tienes unas más ricas!”, le corregí y se la comencé a mamar. ¡Ja, ja, ja!, no sabía el pobre qué contestar –me platicó Dalita.
–¡Qué abusiva! –le contesté–. Acá pasó algo similar: Ramón también la tenía parada y se la saqué para mamarla, ¡cómo iba a desperdiciar esa turgencia! Después de unas mamadas le dije “¡Qué rica te la dejó Dalita cuando te puso tus manos en sus chichotas! ¿Por qué no se las sobaste, si era lo que deseabas? ¿Ya se las has mamado?”. Puso su cara de tonto, recordando tu pecho y contestó “No, pero sí me gustaría, sería delicioso hacerlo mientras me la cojo”. “¿Tampoco te la has cogido?”, pregunté sondeándolo. “No, pero ha de ser muy rico, se mira muy puta”, dijo jalándose la verga. “¿Te consta que es puta?”, pregunté. “No sé, pero Pedro presume su felicidad”. Por tanto, concluí que los muchachos a los que te tiraste, no abrieron la boca, son muy caballerosos –dije en referencia a lo que ella me contó.
–Ojalá que sea por eso y no porque teman perder su empleo, mana… –explicó–. Al llegara casa, nos desnudamos para coger y le dije “Cógeme como si estuvieras con Mar” y me tumbó para darme una culeada. “¡Así me la cogería si la puta me lo pidiera!”, exclamo cuando se vino. “¿Sólo por el culo?”, le pregunté y contestó “¡Por la vagina y por la boca!”, gritó y la verga se volvió a reponer, seguro imaginándote encuerada, y me la metió por la panocha exclamando “¡Que buena estás, Mar!”, ¡Imagínate amiga, cómo me lo dejaste! –dijo antes de soltar unas carcajadas– Aún me escurre la segunda venida. Por eso no te hablé antes.
–También acá estamos en la cama, Ramón está descansando todo deslechado –confirmé.
–¡Oye, qué fabuloso es tu marido! Tiene unas bolitas pequeñas, muy mamables para jugar billar dentro de la boca, pero ¡cuánta leche sacan! – comentó emocionada. Me quedé pensando que ella es más bocona, por eso pudo movérselas bien cuando se las metió en la boca.
–Sí, lo ordeño dos o tres veces al día, pero sábado y domingo, más porque… –¡ya me iba a ir de la lengua!, pero callé la razón principal de las ordeñas el fin de semana–, porque me gusta saborear el semen. ¿Y a ti?
–¡Claro que sí!, pero sólo he saboreado el de Pedro. Con lo del desmayo ya no pude lamerle el pito a Ramón –dijo con tristeza.
–¿Tampoco se las succionaste a los muchachos cuando te los tiraste? –pregunté.
–No pude, con los dos me pasó lo mismo que anoche, me dejaron como hilacho mojado de tanto que me fornicaron, veinte años menos sí cuentan para la enjundia –dijo con tono alegre–. ¿Tú cuántos sabores has tomado? –preguntó.
–De tu esposo sólo el presemen que soltó cuando lo preparé para coger, después, ya servida en la panocha lo que me llamó más fueron tus tetas y me fui sobre ellas. ¡Eres una mujer muy apetecible también para mí!, no sólo para los machos–. Y, decidí contarle mis aventuras, pues era claro que entre mis amantes la incluiría y debía saber lo mío–. Sí, hay más sabores en mi experiencia. ¿Puedes venir el miércoles en la mañana para que te los cuente?
–Mmmhhh, va a ser muy caliente… ¡Claro que voy para que me lo cuentes con detalles y los saboreemos! –dijo dejando ver que ella quería mamar y ser mamada…
El domingo nos levantamos y nos bañamos para ir primero a misa, donde el sacerdote insistió en que votáramos por quien sí respetaba nuestros valores y no los de los comunistas. “Óilo”, me dijo Ramón sonriendo. Salimos y fuimos directo a la casilla que nos tocaba, ¡era un gentío!, tal parece que todos quisieron cumplir con el deber de manifestar su preferencia. Más de dos horas después de haber salido, regresamos a casa. Me puse a hacer la comida a toda prisa porque mis hijos, aunque ya son independientes, irían a votar al mismo lugar que nosotros porque no han querido cambiar su dirección para votar.
Una vez que los hijos votaron y comieron, se retiraron. Como yo no acostumbro bañarme el sábado ni el domingo para que me limpie, a pura lengua, mi amante Bernabé pues le gusta mucho el atole que hago con mi marido, y este domingo sí me bañé, entonces tendré que hacer ordeñas a marchas forzadas, y ya sé cómo calentarlo. “¡A la cama…!”, le dije tomándolo de la mano.
Ya se podrán imaginar lo que añadí en los comentarios de calentamiento y de orgasmia. Dalita y Pedro salían a cada momento. Ramón quedó convencido que habría que sondear a esa pareja para encamárnosla. “¿Te imaginas que Pedro te estuviera cogiendo así, mientras yo tuviera a Dalita sentada de frente en mi verga mientras yo le mamo las chiches?”, decía mientras me cogía de perrito. “Al parecer por lo que vi, me dolería si me cogiera así pues está muy grande; ¿Y tú crees que le llenarás el gusto a Dalita al comerse esa vergota todos los días?”, le contesté. “No me importa si le lleno el agujerote que le ha hecho Pedro, se trata de hacerla feliz”, retobó dándole más velocidad a la cogida que me daba, pero él también añadió “Pero tú no sólo se la viste, más de una vez me pareció que se la mediste a mano por encima del pantalón, putita”, reclamó Ramón al soltarme un chorro de semen. Como a mí ya me llegaba el orgasmo y no quería que disminuyera su furor, le respondí a su acusación “Sí, pero fue para separarlo de mí mientras bailábamos, a cada rato me la quería embarrar en las nalgas y en las piernas, aunque sí me daban ganas de apretársela para que se le saliera la lefa, ya estaba muy húmedo el pantalón por el presemen. ¡Qué rico se antojaba!” y recibí una ración más de leche acompañada de la expresión “¡Putaaa…!”.
Bueno, vino el descanso y platicamos más en serio
–¿Sí quieres que los invitemos a coger a la casa? ¿Qué tal si se enojan? –pregunté.
–No creo que se enojen, Dalita me enseña un poco de chiche para que se me antoje, yo creo que sí quiere –contestó
–Pero si Pedro no quiere porque su mujer está más buena, ¿qué pasará? –insistí.
–Pedro sí quiere contigo, me dijo que contara con él si algún día yo necesitaba ayuda para hacerte feliz, “¡Mar está muy b…onita! y se agarró la verga. “Pero tu mujer está mejor dotada”, le contesté y ¿sabes qué dijo? Sí, está muy buena y exprime rico, pero si las cambiamos por un rato no creo que notes la diferencia.
–No se diga más, cuándo los invitamos, de viernes a domingo… –le dije.
–Puta, ya se te antojó… No vayamos tan pronto, platica con Dalita sugiriéndoselo y yo lo hago con Ramón.
Después de cenar algo, me puse a seguir escribiendo y mandé esto a mis amados para pedirles que, “a calzón quitado”, me platicaran su opinión. Al enviar el correo, continué con mi labor de ordeña, para la cual ya me había dicho mi marido que me estaba esperando con una verga paradísima, tanto que me acordé de la de Pedro.
El lunes tomé mi biberón de leche; enseguida fui a hacer el desayuno de mi marido mientras él se bañaba. Cuando llegaron por mi cornudo, me vestí para salir al departamento de Bernabé a recibir mi limpieza.
–Pasa, puta hermosa, estoy calentísimo con lo que leí –dijo al abrir la puerta, pero oculto tras ella porque estaba desnudo. ¡Qué vergota traía!
Me cargó y en la recámara me encueró rapidísimo, casi arrancándome la ropa. Me besó al tiempo que me incrustaba su taladro. ¡Bernabé besa divino y se mueve mejor! ¡Me vine desde el primer ciclo de entrada salida y continuó! Mis gritos causados por los orgasmos se han de haber escuchado en todo el edificio. Pero él se aguantó sin venirse. Cambió a 69 para chupar todo el atole que le había fabricado con mi marido, más el chorreadero de mi flujo. Ahí sí se vino sin miramientos, ¡casi me ahogo de tanta leche que le salió! Quedó yerto, respirando agitadamente. Yo, saboreando el producto de su eyaculación, esperé que se repusiera. Aún tuve tiempo de limpiarme las mejillas y el cuello con la leche que no había podido contener y metérmela a la boca.
–Un día me vas a matar con tus puteces, mi amor… –dijo, comenzando a lamer mi pucha.
–¿Por qué lo dices? –pregunté extrañada.
–Por lo puta que eres y el detalle con que lo cuentas. ¡Tienes que escribirme lo que pase el miércoles! –pidió, refiriéndose al encuentro que tendríamos Dalita y yo– Ahora ya entenderás que, como dice Ber, “caliente es caliente”. Me alegro de ser uno de quienes te da felicidad.
Entre beso y beso, estuvimos platicando de nosotros y mimándonos con cariños suaves y lamidas. Nos metimos a bañar, me enculó, como casi siempre lo hace en la ducha. Al salir, se detuvo en “Carnes San Juan” y dándome mil pesos, me dijo que, mientras él colaboraba para la comida del cornudo, yo pasara a comprar un juguete para “uso doble” en la sex-shop de junto. “Quizá le guste a Dalita”.
Llegué a la casa con cuatro ricos cortes de carne congelada, los cuales decidí guardar para la reunión de intercambio y, además, un consolador enorme como el que recordé que compró la esposa del amante de Gloria para usarlo junto con ella, y entendí mejor el amor entre mujeres…
El martes recibí un trato semejante. Al meterme al carro de Amador, él se quitó un paño que llevaba en el regazo y dijo “Mira cómo te deseo, putita”. Se había sacado el pene y éste se miraba descomunal. Me pasó lo mismo, apenas entramos a su casa, el con la verga de fuera, me cargó hasta la recámara y me encueró en un santiamén. Apenas me acosté, tuve que abrir las piernas. “¡Cuánta delicia! ¡Soy feliz, feliz!” grité al sentir las estocadas con una frecuencia inusitada. El sudor le escurría al puto por todo el cuerpo y no dejaba de mover el pubis con inusitada rapidez. Amador se vino a chorros gritando “¡Puta!” en cada eyaculación. De pronto se quedó quieto sobre mí, sentí su esternón expandiéndose y contrayéndose. Aunque me oprimían sus 70 kilos, no quise quitármelo de encima. No duró mucho para cuando se dejó caer al colchón y se puso a mamarme con mucha calma, musitando “Puta, te amo puta”.
–Mira quién es el puto… –le dije y me puse de pie para que viera cómo me escurría todo el esperma que vació.
–Te amo, puta, cásate conmigo –dijo y se puso a lamer el semen para dármelo en besos.
–Me gustas mucho y fui feliz cuando compartimos más de 24 horas juntos. Te amo, pero estoy casada y no quiero perder a mi marido
–¿Sabes qué me dijo el doctor ayer en mi última revisión médica?: Después de los muchos análisis de rigor que leyó, dijo que había superado la depresión y “en pocos meses se ha puesto tan saludable como un joven de 30 años” y preguntó “¿Qué ha hecho en este tiempo, además de ser disciplinado en la alimentación y el ejercicio?” y le conté de ti… –me dijo exultante. Como yo me quedé callada, por el asombro y su alegría, Amador continuó –. Al terminar me dijo “Pues yo le recomendaría que se casara, lo que le hacía falta era una relación de pareja. Sin embargo, si ella no se quiere divorciar, intente conocer a otra persona con características similares para que así tenga una vida completa todos los días, no sólo una o dos veces por semana” –concluyó.
–Quizá tenga razón el médico y, así como me encontraste a mí, puedes encontrar otra persona –dije con un poco de tristeza, pero sincera en mis palabras.
–Si no te quieres casar conmigo, déjame hablar con tu marido, déjame convencerlo de que tú necesitas más de uno, incluso, ¡vivamos juntos los tres! –expresó y me dio la impresión que había perdido un tornillo.
Continuamos platicando alrededor del tema, dijo que aceptaría que yo tuviese aventuras con otros hombres o mujeres, pero que quería vivir a mi lado; que nunca había cogido tan rico y que le encendía mi putez.
–Mira, sí, reconozco que de un par de años para acá me he vuelto muy puta, pero así soy feliz. Si alguna vez mi marido no me aguanta, te prometo que tú serás considerado en un diferente futuro, aunque mi marido me siguiera cogiendo… – le expliqué y parece que se apaciguó.
Me puse a chuparle el camaroncito al tiempo que le metía un dedo en el ano (dicen que a veces reaccionan así), pero ya no se le pudo parar. Tuvo que regresarme a mi barrio porque ya era tarde. “Leer tu relato me puso muy caliente y te vacié toda mi calentura junta, perdóname por no haberme contenido”, me dijo antes de bajarme de su carro. Me quedé pensando si se habrá masturbado al leerme, pero no lo creo porque me echó como 15 mililitros de esperma…
¡Con razón está largo, tantas cccogidas que te dieron, tortillera!
Pues este fin de semana usé cuatro vergas, ¡excelente!
Qué resaca, buena cura el baño y la pancita.
Pues sí, así amanece mi marido, bien «crudo» y la receta es un plato de menudo que pique bien mucho.
¿Será que si emborracho a mi marido me chupe la panocha? Me lo imagino lamiéndome gistoso la pepa con leche de José, Diego o Eugenio. ¡Puras ilusiones!
Lo que me gustó fue que ya supiste que a tu marido sí le encanta la leche de otro macho. Ya habrá ocasión para que él lo sepa, porque sí habrá otra reunión, ¿verdad?
¡Claro que la habrá! Ya les contaré cuando se dé.
Me sorprende, como midió tan preciso, esos «15 mililitros de semen»… Jajaja absurdo totalmente.
Mi marido, en circunstancias normales, suelta un promedio de 5 mililitros. Esas mediciones sí las he hecho. tomas un condón ya usado por él, y con una jeringa de plástico la cargas y en la graduación lees lo que eyaculó. A veces se la he medido a mis dos machos y la descarga es similar.
Cuando no uso condón y me levanto, veo cuanto me escurre y, salvo mis flujos, que no son pocos, siento hasta dónde me chorrea en la entrepierna. Por eso, en esta ocasión, al tanteo vi que era como el triple..
Así me pasó a mí, se me antojó la esposa de mi amante. Ahora siento más cariño (¿amor?) por ella que por mi amante. Pero no puedo vivir sin verga de carne y aroma de macho.
Pues descubro que yo también siento algo diferente por mi amiga, pero no pienso dejar de usar vergas para saltar en ellas y recibir cremita por todos lados.
Cuando necesiten tu amiga y tú un macho para jugar con ustedes, no dudes en llamarme, mi amor. A ver cómo le hago y voy a verlas. Besos en esa panocha tan usada, ¡ya llevas cinco!, te falta uno para.empatar a «La Vaquita».
Ya hemos fantaseado con cogernos a uno más. Tendría que ser entre semana, uno de los días en que nuestros maridos salen a trabajar. Yo te avisaría a más tardar un viernes, y tú vendrías un miércoles o un jueves. ¿Nos darás batería? Más vale que desde que te avise te pongas en modo célibe, porque nos gusta la leche.