• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Publicar Relato
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (Ninguna valoración todavía)
Cargando...
Infidelidad

La Sumisión de Laura (2)

Continúa el relato de la infidelidad de Laura….
La Sumisión de Laura (2)

Capítulo 5: Las Repeticiones del Fuego

Regresó cojeando, ano sensible, coño hinchado. Miguel: «¿Todo bien?». «Sí, amor». Pero ya planeaba el próximo. Virtuales intensos: «Recuerda mi polla en tu culo, sumisa. Mastúrbate ahora». Ella lo hacía en el auto, fingiendo ir al mercado.

Febrero: segunda visita. Raúl la esperó con juguetes —vibrador enorme, pinzas en pezones—. «Hoy te rompo más». La ató en cruz, pinzas mordiendo: «¡Dolor, amo! Hazme sufrir por placer». Follada en todos agujeros, squirt en chorros, semen en cara: «Eres mi puta marcada».

Marzo: tercera. En la ladera del Popo, tienda armada. Desnuda bajo ceniza, él la poseyó contra la tierra temblorosa: «Siente el volcán en tu coño». Azotes con rama, sodomía al aire libre: «¡Grita para él, esclava!». Eyaculaciones múltiples, cuerpos cubiertos de polvo y leche.

Abril: cuarta. Incorporó roleplay: ella «ofrenda azteca», atada en altar improvisado. «Sacrificio carnal». Lengua en ano, polla en coño, fisting ligero: «¡Me estiras, amo! Posee mi alma». Orgasmos que la dejaban muda.

La adicción creció. Miguel sospechó: sexo torpe, pero ella fingía. Hijas: Sofía encontró un moretón: «¿Novio secreto, mamá?». «No, mija». Ana: «Te veo radiante, como en mis libros». Laura ardía, sumisa eterna.

Capítulo 6: El Clímax Eterno

El mayo de 2026 se presentó como un mes de lluvias torrenciales que empapaban las laderas del Popocatépetl, convirtiendo el suelo en un lodazal resbaladizo que parecía reflejar el caos interno de Laura. Su quinto encuentro con Raúl no fue un simple interludio carnal; fue una maratón de dos días que la dejó marcada en cuerpo y alma, un ritual de sumisión que la hundió más profundo en el abismo de su doble vida. Llegó a la cabaña de Amecameca un viernes al atardecer, mintiendo a Miguel con una excusa endeble sobre un retiro de maestras en Tlaxcala. «Serán solo dos noches, amor. Las chicas estarán contigo», le dijo, besándolo en la mejilla mientras su coño ya palpitaba de anticipación, lubricado por el mero pensamiento de las órdenes de su amo.

Raúl la recibió en la puerta con una correa de cuero en la mano, su polla ya medio erecta asomando bajo la bata abierta, como un cetro de dominio. «Desnúdate aquí mismo, esclava. Gatea hasta el interior como la perra que eres». Laura obedeció al instante, el aire fresco de la montaña erizándole la piel mientras se quitaba la blusa, el sostén, la falda y las bragas empapadas. Sus tetas pesadas cayeron libres, pezones oscuros endureciéndose al roce del viento; su vientre con estrías se contrajo de nervios, y su coño, depilado esa mañana con una cuchilla temblorosa, brillaba con jugos traicioneros. Arrodillándose en el umbral de grava, gateó adentro, nalgas al aire, sintiendo los ojos de Raúl devorándola como lava.

«Buena puta. Has engordado un poco en las caderas desde la última vez. Me gusta; significa que tu cuerpo se prepara para mis embestidas». La llevó a rastras por la correa atada a su collar improvisado —un cinturón viejo—, hasta el sótano de la cabaña, un antro de sombras equipado como un calabozo rústico: cadenas colgando de vigas de madera, un potro de madera tallada por sus propias manos, estantes con fustas, plugs de tamaños obscenos y frascos de lubricante casero hecho con aceites volcánicos que olían a tierra y azufre. «Átate tú misma al potro, sumisa. Brazos y piernas abiertas. Quiero verte expuesta como una ofrenda al Popo».

Laura tembló al posicionarse, el cuero frío mordiendo sus muñecas y tobillos mientras se inmovilizaba, su coño y ano al aire, vulnerables. El volcán rugía lejano, un trueno subterráneo que vibraba en su clítoris hinchado. Raúl se acercó despacio, su aliento caliente en su nuca. «Hoy no habrá piedad. Dos días para romperte, para recordarte que tu matrimonio es una farsa y yo, tu verdadero dueño». Empezó con los azotes: una fusta de crines de caballo que silbaba antes de morder su piel. El primer golpe en las nalgas: un chasquido que dejó una línea roja ardiente. «¡Uno, gracias amo! ¡Castígame por ser una esposa infiel!». Diez, veinte, hasta que su culo era un mapa de verdugones, el dolor convirtiéndose en un calor líquido que chorreaba de su raja.

«Ahora el dolor dulce, zorra». Sacó las pinzas para pezones, metálicas y dentadas, y las aplicó con crueldad calculada. Laura gritó, el pinchazo irradiando a su coño como electricidad. «¡Joder, amo! Me duele… pero quiero más. Hazme sufrir por tu placer». Él rio, ronco, y bajó una mano a su entrepierna, metiendo tres dedos gruesos en su coño empapado. «Mira cómo mojas, puta. Tu cuerpo suplica lo que tu boca dice». Los embistió con furia, el pulgar frotando su clítoris mientras las pinzas tiraban de sus tetas. Ella se arqueó contra las ataduras, jadeando: «¡Fóllame con los dedos, amo! Estírame como al Popo estira la tierra».

El primer orgasmo la golpeó como una erupción menor: chorros de squirt salpicando el suelo de piedra, su voz quebrándose en sollozos de éxtasis. Pero Raúl no paró. «No has ganado el derecho a parar». La desató solo para voltearla boca abajo, exponiendo su ano virgen de sesiones pasadas pero aún apretado. Lubricó su polla con su propio jugo —esa verga monstruosa de venas protuberantes, curvada como un gancho para atrapar almas—, y presionó contra su entrada trasera. «Relájate, esclava. Tu culo es mi propiedad exclusiva. Miguel ni sueña con sodomizarte así». Entró lento al principio, el glande rompiendo el anillo muscular con un pop obsceno, luego embestidas profundas que la llenaban hasta el estómago.

«¡Ah, mierda, amo! Me partes el culo… ¡pero no pares! Úsame como tu agujero favorito». Él azotó sus nalgas mientras follaba, el ritmo brutal sincronizado con los temblores distantes del volcán. Sus bolas peludas golpeaban su coño, y una mano bajaba a masturbarla, dedos curvados en su G-spot. Laura gritaba, lágrimas de placer rodando: «¡Sodomízame más fuerte, cabrón viejo! Lléname de tu leche sucia hasta que gotee por mis muslos». Raúl gruñó, acelerando, su polla hinchándose antes de explotar: chorros calientes y espesos inundando su recto, semen rebosando al retirar, chorreando blanco sobre su piel roja.

No descansaron. Esa noche, la subió a la cama principal, atándola en posición misionera con cuerdas de escalada que olían a pino y aventura. «Ahora tu coño, puta. Quiero verte los ojos mientras te poseo». La penetró de un solo empujón, su verga aún dura a pesar de la edad, rozando su cervix con cada embestida. «Mírame, sumisa. Di que soy mejor que tu cornudo». «¡Sí, amo! Tu polla me destroza como Miguel nunca podría. ¡Fóllame el útero, hazme preñada de tus deseos!». Mordió sus pezones pinzados, lamió el sudor de su cuello, mientras sus caderas chocaban con un slap slap húmedo. Orgasmos en cadena: ella squirteando sobre su pubis velludo, él eyaculando profundo, leche mezclándose con sus jugos en un charco pegajoso.

El sábado amaneció con lluvia golpeando el techo de lámina. Raúl la despertó con la polla en su boca: «Chúpala, esclava. Desayuna mi precum». Laura, ronca de la noche, lamió ávida, garganta profunda hasta las arcadas, saliva goteando por su barbilla. «Buena puta. Trágatela entera». Eyaculó en su garganta, semen amargo que ella sorbió como néctar divino. Luego, desayuno improvisado: él comiéndola a ella en la cocina, lengua en coño mientras ella gateaba sobre la mesa, azotada con una espátula de madera. «Sabe a puta usada. Tu clítoris es mío para morder». Otro orgasmo, squirt en su barba cana.

El día transcurrió en un ciclo de dominación: fisting en el coño con guante lubricado, «¡Me estiras como una puta barata, amo! ¡Rompe mi raja!»; plugs crecientes en el ano mientras lo follaba con la mano; roleplay de «esposa traidora», donde fingía confesar a Miguel mientras Raúl la sodomizaba: «¡Dile que tu culo es mío, zorra!». Al atardecer, exhaustos pero insaciables, se tumbaron en la alfombra frente a la ventana, el Popo envuelto en nubes. Él la penetró lento por detrás, mano en garganta: «Eres mi posesión eterna, Laura. Tu familia es un disfraz; yo, tu verdad». Ella gimió, corréndose suave: «Sí, amo. Domíname siempre».

Regresó a Puebla el domingo al mediodía, cojeando visiblemente, moretones ocultos bajo ropa holgada, el ano y coño sensibles como cráteres frescos. Miguel la abrazó en la puerta: «¿Todo bien, Lau? Te extrañé». Sofía, desde el sofá, alzó una ceja: «Pareces salida de una película de terror, mamá. ¿El retiro fue intenso?». Ana corrió a abrazarla: «¡Cuéntanos todo! ¿Hiciste amigas nuevas?». Laura sonrió, besando frentes, pero su mente aún gateaba por el sótano de Raúl. Esa noche, mientras Miguel dormía, se masturbó en el baño, dedos en ambos agujeros: «Amo… otra vez pronto».

Capítulo 7: Las Sombras Familiares

Junio trajo el calor sofocante del Valle de Puebla, un bochorno que hacía sudar las paredes de la casa Mendoza y avivaba los temblores internos de Laura. Su adicción a Raúl se había convertido en un pulso constante, como las fumarolas del Popo: sutil pero inminente. Los virtuales diarios eran su oxígeno —chats a medianoche donde él ordenaba: «Envíame un video masturbándote en la cama de tu cornudo, sumisa. Susúrrale mi nombre al correrte»—. Ella obedecía, cámara oculta bajo las sábanas, dedos chapoteando en su coño mientras Miguel roncaba a su lado. «¡Raúl, amo! Tu puta casada se corre para ti», gemía bajito, squirt empapando las sábanas que lavaría al amanecer.

Pero la familia empezaba a notar grietas. Sofía, siempre la más aguda, había roto con su novio punk después de una pelea sobre «falta de pasión». «Me trataba como a una muñeca, mamá. No me dominaba, solo… existía. ¿Tú cómo aguantas con papá?». Sentadas en la cocina una tarde, con Ana practicando piano en la sala, Sofía clavó la mirada: «No sé, mija. El amor es complicado». Pero Laura sintió el peso de su hipocresía; su coño se contrajo al recordar las ataduras de Raúl. «Busca alguien que te haga sentir viva, que te posea el alma», aconsejó, palabras que eran un espejo de su propio anhelo.

Ana, por su parte, entraba en la pubertad con torpeza encantadora. Una noche, Laura la encontró llorando en su cuarto, un libro erótico de la biblioteca escolar escondido bajo la almohada. «¿Mamá, es normal soñar con… ser atada? Como en las historias». Laura se sonrojó, abrazándola: «Sí, mija. Los deseos son fuego. Solo cuida que no te quemen». Pero esa conversación la dejó temblando; se escabulló al sótano y llamó a Raúl por video. «Mi hija pregunta por sumisión, amo. Enséñame a guiarla sin confesar». Él rio, polla ya dura en pantalla: «Primero guíate tú, puta. Arrodíllate y chúpame la cámara. Imagina mi semen en tu garganta mientras hablas de pureza».

Miguel, el pilar ciego, intentó reconectar. Una cena romántica en casa —tacos al pastor de la taquería, velas derretidas por el calor—. «Hablemos, Lau. Siento que te alejas». La besó con ternura en el sofá, mano subiendo por su muslo. Laura se dejó, por culpa, guiando su mano a su coño. «Fóllame, amor. Hazme tuya». Él la penetró en la sala, polla floja entrando con esfuerzo, embestidas suaves que no rozaban su hambre. «Te amo», murmuró al correrse prematuro. Ella fingió, gimiendo, pero el vacío la devoró. Después, en la ducha, se insertó el plug que Raúl le había enviado por correo —un cono negro de silicona con base joya—, caminando por la casa con el ano lleno, texto a su amo: «Lleno para ti, amo. Ordena mi próximo castigo».

El encuentro de junio fue planeado para el fin de semana del Día del Padre, ironía cruel. Miguel celebraría con sus cuates en un asado; Sofía salía con amigas; Ana a un campamento de verano. «Voy a un taller de historia en Cholula», mintió Laura. Llegó a la cabaña sudando, el sol del mediodía quemando su piel morena. Raúl la esperaba con un nuevo juguete: un arnés de cuero con dildo doble, uno para su polla y otro para su ano. «Hoy te monto como a una yegua, esclava. Prepárate para galopar».

La desnudó en el porche, expuesta al risco del volcán, y la azotó con una pala de mano: diez golpes en cada nalga, piel hinchada y morada. «¡Cuenta, puta! Y suplica por mi verga». «¡Diez, amo! ¡Por favor, sodomízame como a una bestia!». La ató al arnés, su polla en su coño, el dildo en su culo, y la hizo cabalgar en el potro, caderas chocando con furia. «¡Siente cómo te lleno en ambos agujeros, zorra! Tu útero y recto son míos». Ella gritó, orgasmos dobles estallando, squirt lubricando el cuero. Él eyaculó sincronizado, semen en coño mientras el dildo simulaba en ano.

Pasaron la tarde en el bosque cercano, lluvia fina cayendo. Raúl la ató a un árbol, piernas abiertas con ramas, y la folló oral primero: lengua en clítoris, dientes mordiendo labios hasta sangre ligera. «Sabes a puta salvaje, mezclada con lluvia». Luego, penetración anal contra la corteza rugosa, su espalda arañada. «¡Me rasgas la piel, amo! Marca tu territorio». Eyaculó en su recto, semen goteando por muslos mientras la lluvia lo diluía.

La noche fue de edging: atada a la cama, vibrador en coño a baja intensidad, negado el orgasmo diez veces. «Suplica, sumisa. Di que renunciarías a tu familia por mi polla». «¡Sí, amo! Dejaría todo por ser tu esclava eterna». Finalmente, la dejó correrse, un clímax que la dejó convulsionando, chorros interminables. «Buena chica. Duerme llena de mí». La penetró dormida, semen tibio como un sueño.

Capítulo 8: La Grieta en el Hogar

Julio exacerbó las tensiones. El Popo entró en fase activa, temblores diarios que sacudían los platos en Puebla. Laura los sentía en su clítoris, recordatorios de Raúl. Los virtuales se volvieron riesgosos: una noche, masturbándose en el sótano con un dildo enorme que él controlaba vía app, Sofía bajó por un vaso de agua. «Mamá, ¿qué es ese zumbido? ¿Estás bien?». Laura pausó, jadeante, coño contrayéndose alrededor del juguete: «Sí, mija. Solo… el ventilador». Sofía frunció el ceño, pero se fue. Raúl, en pantalla, rio: «Buen salvamento, puta. Ahora métetelo más profundo. Imagina mi puño en tu raja».

Miguel confrontó la distancia. «Lau, has cambiado. Sales mucho, estás… distraída en la cama». Intentó dominarla por primera vez: la azotó suave en las nalgas durante sexo, «Como te gusta, ¿no?». Pero fue patético, un golpecito de niño. Laura fingió placer, pero lloró después en el baño, insertando dedos con furia: «Raúl, sálvame de esta farsa».

Sofía descubrió el plug en la lavadora —caído de su bolso—. «Mamá, ¿esto es… un juguete? ¿Estás viendo a alguien?». Laura palideció: «Es… para masajes. No preguntes». Sofía, herida, se encerró: «No quiero una mamá mentirosa». Ana, ajena, ganó un premio en piano, abrazándola: «¡Eres mi heroína, mamá!». La culpa la devoró, pero avivó el deseo. Texto a Raúl: «Castígame por mentir, amo. Ven a romperme».

El encuentro de julio fue en su casa —audaz, prohibido—. Raúl llegó disfrazado de «tío lejano» para una «visita sorpresa», mientras Miguel estaba en un viaje de trabajo y las chicas en un cine. Se coló al sótano, la ató al colchón viejo. «Follarte en tu nido familiar, puta. Huele a cornudo». La sodomizó primero, polla en ano mientras tapaba su boca: «Silencio, o tu hija oirá». Luego, coño en misionero, mordiendo tetas: «Imagina a Miguel bajando y viéndote así, empalada en mi verga». Orgasmos ahogados, semen en su útero. «Llévatelo dentro a la cena familiar», ordenó. Ella lo hizo, sintiendo goteo durante la sopa con las chicas.

Continuará…

Si te gusta el relato o tienes alguna sugerencia puedes escribirme a [email protected]

8 Lecturas/7 diciembre, 2025/0 Comentarios/por VICYLILI
Etiquetas: anal, hija, infidelidad, infiel, montaña, padre, sexo, viaje
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
MI VIDA CON SILVIA (EL INICIO)
De la lavandería a la cama
Su cumpleaños 18 – Parte 2
Policía abusador
Vecino de 10 pagando apuesta
Objetivo Alcanzado
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.306)
  • Dominación Hombres (3.942)
  • Dominación Mujeres (2.925)
  • Fantasías / Parodias (3.158)
  • Fetichismo (2.620)
  • Gays (21.783)
  • Heterosexual (8.034)
  • Incestos en Familia (17.836)
  • Infidelidad (4.432)
  • Intercambios / Trios (3.072)
  • Lesbiana (1.138)
  • Masturbacion Femenina (931)
  • Masturbacion Masculina (1.823)
  • Orgias (1.998)
  • Sado Bondage Hombre (444)
  • Sado Bondage Mujer (175)
  • Sexo con Madur@s (4.159)
  • Sexo Virtual (253)
  • Travestis / Transexuales (2.377)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.434)
  • Zoofilia Hombre (2.188)
  • Zoofilia Mujer (1.657)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba