Las delicias de Cornelio al ser voyerista de su esposa (2)
Mi amigo, después de saber que su mujer tenía más de dos amantes, me cuenta sobre lo que ella le confesó..
Fue una magnifica escena que recordó Cornelio y yo imaginé, recordando el sabor de la pepa de Stella llena de nuestra lefa cuando hice el trío con ellos y culminamos así la chaqueta que cada quien nos hicimos.
Aún con las manos olorosas al semen que, según nosotros habíamos limpiado de nuestras manos lamiendo la zona, tomamos las botanas y luego brindamos por su exesposa.
–¡Salud por Stella!, que tanta felicidad nos ha dado, incluso al jalarnos la verga evocando sus recuerdos –exclamó Cornelio chocando su vaso con el mío.
–Salud por la mujer hermosa, generosa y sicalíptica que es Stella –brindé recordando las veces que me dio su amor y tomé el trago–. Cuéntame lo que te dijo ella, ¿cuántos más se la habían cogido?
–Fue hasta después de la cena, mientras lavábamos los trastos, en que volví al tema, pues la estuve mimando mucho tiempo y alabándole cada una de las partes que le besaba, desde los pies hasta los cabellos, mientras imaginaba a quienes se cogía, incluso sospeché de ti –confesó.
–¿Sospechaste de mí? –pregunté sorprendido–. Yo me la cogí hasta después que tú me recomendaste que lo hiciera, y ya estaban divorciados –aclaré.
–Sí, pero en esa época me parecía ver que ella te trataba amablemente y, de vez en cuando te dejaba ver algo de ella: abría las piernas un poco más cuando conversábamos sentados en la sala, o se agachaba más cuando te servía el café, dejándote a la vista buena parte de las tetas –precisó Cornelio.
–Sí, no niego que así ocurría, incluso yo no sabía cómo ocultar mi erección, pero suponía que de esa manera se comportaba con todos, era muy coqueta y yo pensaba que sólo quería jugar conmigo calentándome cuando alguna vez me repegó su culo cuando se agachó a recoger algo y dio medio paso para atrás –dije como excusa.
–Así era con muchos que le gustaban, y supongo que varios cayeron por sus encantos y su conducta. Al menos me contó de dos más, un exnovio y un comerciante muy joven, de apenas 18 años. Al primero lo vi alguna vez antes y otras veces después, una de ellas tomados de la mano cuando la fue a dejar a su casa y yo visitaba a los niños. Del otro no supimos más, no la satisfizo. Su exnovio sí, y lo mantiene en la lista hasta la fecha.
–¿El exnovio fue invitado a la reunión tumultuosa? –pregunté recordando lo que me contó Cornelio y relaté en “Tumulto”.
–Tal vez sí, pero no estuvo allí, pero sí probé su leche con los jugos de Stella ese día que la llevó a su casa – me precisó.
–No creo que lo hayas hecho frente a los niños, ¿o sí…? –inquirí, apremiándole a que me lo contara.
–¡Claro que no! Los niños estaban con la mucama cuando llegué y ella, intuyendo que le quería preguntar a Stella sobre el tipo que la llevó, y previendo que quizá habría bronca, se los llevó al cuarto de la televisión para que la vieran. “Permíteme un momento, voy al baño” me dijo Stella.
–Seguramente quería asearse un poco para no oler a sexo –afirmé.
–Sí seguramente, porque ella no esperaba mi visita esa tarde. Pero yo la seguí a la recámara y, antes de que se metiera al baño, la jalé hacia la cama donde quedó con medio cuerpo en ella, le levanté la falda y me di cuenta que traía la pantaleta mojadísima y las piernas aún chorreando. “Fuiste a coger”, le dije al bajarle los calzones. “No, fuimos a tomar un café, pero cuando ya íbamos a salir del estacionamiento, como estaba vacío y nos habíamos besado… pasó eso”, me explicó-
–Sonaba muy creíble… –asentí.
–Sí, más que todavía se le veían los pelos de la vagina muy húmedos y, como el olor de su sexo recién usado me puso calentísimo, me puse a chuparle la panocha mientras le amasaba las chichotas –me explicó entornando los ojos y se sacó la verga nuevamente.
–Pongámonos cómodos –dije, y me bajé los pantalones para comenzar a acariciarme mientras me preparaba a escuchar lo que seguía…
–Ella me tomó de la cabeza pegando mi rostro más a su pelambre húmedo y se vino a chorros, como si no se la hubieran cogido minutos antes. Nos desnudamos y nos pusimos a coger como desaforados. “¡Puta!”, le gritaba yo. “Te amo mucho, mi cornudo”, replicaba ella. “¿Con cuántos coges ahora?”, le preguntaba mientras nuestros pubis seguían golpeándose. “Son pocos, pero luego te los daré aprobar”, me contestaba arañándome la espalda mientras disfrutaba los orgasmos.
–¡Qué prometedora…! –dije jalándome la vega con más rapidez, y sentí un orgasmo, pero no salió leche, ¡claro, hacía menos de cinco minutos der mi eyaculación anterior…!
–¡Esa ha sido una de las veces que más he gozado cogiéndome a Stella! –exclamó Cornelio y escurrieron unas gotas de semen de su glande–. Para resumir, acepté su invitación para quedarme a dormir esa noche con ella, pero me pidió que ya no le preguntara más sobre sus parejas –dijo dando resoplidos.
Cornelio tomó una servilleta para limpiarse los dedos y se guardó el pene, yo también quise limpiarme la mano, pero ni presemen tenía, así que sólo me volví a subir el pantalón. Descansamos y volvimos a brindar.
–¿Cómo fue la vez del “rapidito” en la cochera con Guillermo? –le pregunté a mi amigo, ya entrados en ese tipo de plática.
–Esa vez no tuvo mayor chiste, fue para despedirse. Aún no nos separábamos, pero ella insistía en salir con sus amates a la luz del día, a pesar de que yo le pedía que fuera discreta y tuviera un poco de pudor. Esa noche la llevó Guillermo a la casa, yo estaba arriba y vi la camioneta de Guillermo cuando se aparcó en la acera de enfrente. Bajé al medio baño de la planta baja que da a la cochera y, sin prender la luz, me subí en un banco para mirar por la ventila. Ya estando los dos en la cochera, Stella se despidió de él diciendo “Hasta aquí, gracias por el ‘paseo en tu camioneta, estuvieron riquísimos los besos que me diste”. Guillermo la besó en los labios y, sacándose el pene, le dijo “Déjame darte un beso más”. Ella abrió las piernas recargándose en la pared, tomo el falo de Guillermo con una mano y con la otra hizo a un lado la parte baja de la tanga. Al ponerlo entre los labios él la cargo tomándola de las nalgas y le enterró el miembro. Guillermo la movió varias veces de arriba abajo, cerró los ojos y lanzó un suspiro y se vino por última vez en esa tarde, “¿Te gustó este beso…?”, preguntó Stella. “Sí, tan rico como los otros…”, contestó él volviéndola a depositar en el piso, le besó los labios y se despidió.
–¡Anda! ¿Cuántos de esos ‘besos’ le hará dado a Stella esa tarde? –pregunté dándome un apretón de verga.
–Al parecer, muchos, Guillermo es un semental, según lo constaté cuando ella entró a la casa. Se sorprendió al verme, pues de inmediato prendí la luz de la sala y me hinqué para bajarle la tanga: vi que estaba con muchos escurrimientos secos en las piernas; la tanga olía a semen y estaba tiesa en muchas partes dando la impresión que la usó para limpiarse más de una vez; los vellos de las verijas estaban todos pegados por los varios escurrimientos. En ese momento, saliendo un hilillo brillante de sus labios morenos y algo escocidos, comenzó a escurrirle lo que le dejaron en la despedida.
–¡Qué bella estampa! –dije sacándome la verga.
–Me puse a chuparla toda, desde las ingles hasta los vellos. Ella me acariciaba la cabeza, y si en la despedida no se vino por la prontitud con la que se la cogió su macho, esta vez comenzó a gemir y destilar jugo, revuelto con lefa, porque estaba en el éxtasis de sus orgasmos. Yo bebía casi a tragos, como un sediento y le decía “¡Me gusta chuparte muy cogida, Nena!”. Ella comenzó a dar aullidos de felicidad y se acercó a la pared para no caerse pues le temblaban las piernas. Yo seguí dándole lengua hasta que se calmaron sus caricias en mi pelo.
–¡Ya imagino lo que pasó después! – grité, jalándomela con gran rapidez e imaginándome la panocha de Stella en mi boca.
–Sí, la cargué y la subí a la recámara, ella parecía desmallada, ve tú a saber cuántos orgasmos le había sacado ya el garañón. La desnudé yo pues ella aún seguía en estado cataléptico por tanto placer recibido., me encueré yo también y me puse a besarla por todo el cuerpo cuando ella abrió los ojos. “¿Te gustó chuparme?, preguntó, y añadió “A Guillermo también le gusta hacerlo después de que hago el amor con otro” volviendo a cerrar los ojos.
–¿Ya no te la cogiste? –pregunté tomando el aire a bocanadas porque ahora sí me salió bastante semen dejándome la mano escurrida.
–¡Sí, me la cogí en ese momento varias veces más en la noche! ¡Para eso son las putas! –gritó lanzando un chorro que cayó en la mesa de centro–
Otra vez tuvimos que limpiar las muestras de gusto que nos daba recordar a Stella. Mientras Cornelio se limpiaba la mano, yo me limpiaba la mía. Me subí los pantalones y con la misma servilleta limpié la mesa de centro y el poso donde aterrizo algo que no la alcanzó.
–Al día siguiente, al despertar –continuó Cornelio–, me abrazó y me dijo que no nos divorciáramos como se la había pedido un par de meses atrás. “Es bonito disfrutar tu amor”, insistió.
–Bueno, ella tenía razón, tú lo gozabas… –dije convincentemente.
–Sí, me encantaba tener una puta en la casa, pero ella no quería comportarse ante la familia como una esposa tradicional, quería presumir a sus amantes haciendo ostentación de mi cornamenta. ¡Eso es lo que yo no quería, y se lo dije! Me prometió cambiar de actitud, pero no lo hozo, por eso me divorcié.
–Lo bueno es que, en su putez, te siguió dando un lugar preferente… –dije y suspiré porque a mí también me considera en un lugar cercano.
¡Uy, esas masturbadas estuvieron buenas! Debieron grabarlas para que las viéramos.
No se quejen, Cornelio y tú, se la pueden tirar juntos otra vez cuando quieran.
Yo sería el actor y podrías grabar tú (desnuda, claro), estoy seguro que será rápido…
Insisto, aunque esté divorciada, Stella es Tita. Tiene el mismo mal y lo sabe administrar, seguramente también les extrae cosas materiales, influencias, o dinero
Yo nunca les he pedido nada, ni amor. Es claro que sí quiero su amor, en besos y en «besos», ¡mucho! y varias veces en cada sesión. Tampoco les digo no a sus obsequios, pero sólo los de Joel eran de alto valor económico. Tampoco debes expresarte así de Stella, a ti no te consta que lo haga. Estoy segura que ella solamente quiere amor y se lo dan.
¡Que ni qué!, es ella hace 40 o más años. Ya lo aceptó que se parecen mucho (mira su comentario).
¡Qué envidia poder seducir a cualquiera que te guste! ¡Bien por Stella! Mi marido se ha masturbado con las fotos que le envío cuando cojo con mi amante; y cuando regreso a casa, previo a la soberana cogida que me pone, me chupa la pepa con fervor, gritando que soy muy puta. ¡Ah!, los cornudos consentidores, como Cornelio y mi esposo, cogen mejor que los amantes, pero sin éstos no lo harían tan bien.
Vaquita, se me hace que ya te destapaste… Aún sigo esperando mi turno, si quieres invitamos a tu marido.
Sí, debo confesar que tuve un «Déjà vu», cuando leí estos dos relatos. Stella se parece tanto a mí…
Aunque yo no era exactamente así cuando tenía esa edad, pues Stella tiene la virtud de haber nacido varias décadas después, pues sí resonó en mí el deseo de hacer un trío, o más (pero con ellos para mí solita) cuando leí lo del «Tumulto» y me atreví a proponerlo a mis machos, pero lamentablemente me había reprimido antes, eran otros tiempos y mis complejos no lo permitían..
Al parecer, Chicles le atinó al comportamiento común de Stella y mío, aunque ya dejé claras nuestras diferencias. y me quedé dando vueltas a lo que él dijo: «seguramente también les extrae cosas materiales, influencias, o dinero». Yo no lo hago, pero si me hubiera divorciado… ¡No sé qué haría! Claro que la pensión que le había pedido a Saúl y éste aceptó darla, sería muy útil (con independencia de que él pagaría lo de los hijos), pero sólo la tendría para mí durante un tiempo equivalente al que habíamos vivido juntos, ¿y después…? ¿Eso hará Stella?
Mira a Vaquita, ella es feliz con su cornudo consentidor, tú también. Saúl te da todo lo que necesitas; y él goza viendo los videos o recibiéndote cogida y chorreando el amor por todo el cuerpo, ¡claro que puede pagar tu manutención y la de los hijos!, sean o no de él, vale la pena.
¡Zaz! En tres días me había perdido de estas magníficas calenturas de los dos relatos. Avísame por correo o WhatsApp, mi amor.
Me hubiera gustado mucho ver la función de las chaquetas, me fascina ver cómo sale la leche. Los videos de algunos de mis lectores me han puesto a mill. A mis tres burros ya los he puesto a trabajar frente de mí, particularmente a mi cornudo le mostré uno de esos videos (le dije que lo bajé de internet, lo cual es cierto, lo bajé de mi correo) y le pedí que me hiciera el numerito. Me calenté pensando en que se trataba del dueño del video y tragué muy rico…
Bueno, yo tenía razón: Tita ya confesó que es como Stella.
Mi amor, me hubieras pedido un video así. Voy a practicar frente a la cámara para hacer uno donde mis huevos estén zangoloteándose mientras me la jalo, luego que de vea el chorro para ti y que el resto me escurra por delante del tronco hasta los ovoides; ahí l voy a desparramar hasta que se cubran todos de blanco. ¿Te gustaría?