Las mujeres Monroy VIII
Un encuentro furtivo matutino, una confesión y un voto de confianza..
Con los pies sobre una toalla, abierta de piernas, nalgas paradas, inclinada en la barra de la cocina, sosteniendo su cuerpo con sus brazos, Samantha recibe y aguanta los embates de su amante que entra y sale a gran velocidad y fuerza de su ano.
Dan sujeta a la hembra por los hombros usando los como punto de apoyo, su pelvis impacta con fuerza en las duras nalgas de su amante. La pareja escurre sudor por el esfuerzo, pero ninguno de los dos piensa bajar la intensidad.
El recto, ano y esfínter asaltados se contraen con fuerza incrementando la presión interna en el cilindro de carne que siente su prepucio recorrerse con el movimiento.
Samantha sonríe, está sufriendo, le duele, pero sabe por experiencia con otros amantes lo mucho que disfruta Dan, aguanta heroicamente manteniendo su posición, sus piernas tiemblan, la fuerza la abandona por momentos, no obstante, la valiente hembra soporta a su macho y lo soportará el tiempo que haga falta.
Dan disfruta por segunda vez del sexo anal en toda su vida, no lo sabe, pero está con una maestra de los placeres prohibidos, su amante controla su canal trasero para incrementar el placer que él recibe.
El esposo de Samantha fue quién la desvirgó por todos lados, primer beso y todos los tipos de sexo, sin ser un amante a la altura de la mujer, el tipo le puso empeño. El segundo amante fue el que le enseñó todo lo relacionado al sexo anal a base de práctica, se dió gusto con el ano de ella hasta que le dolía el pene y testículos de tanto follarla, de esta relación ella aprendió a disfrutar del sexo anal.
Pero con Dan las cosas son diferentes, ella disfruta del salvajismo con que su macho la posee, saber que es la primera y única mujer que le ha dado este placer tiene un efecto placebo sobre ella, su vagina gotea pequeñas esferas perladas. Esas gotas son su lubricación natural que sigue su camino cuesta abajo saliendo expulsado por los violentos movimientos al impacto de los amantes.
- Esto es delicioso ¡Amo el sexo anal!
- ¿Te gusta mi amor?
- ¡Lo amo, maldita sea, lo amo!
Complacido por la entrega, Dan la toma con fuerza por el cuello forzándole a girar el rostro para besarla. Esto desarmó totalmente a Samantha acostumbrada a ser ella quien domina la penetración. Aún con su amante bisexual, ella siempre ha tenido la batuta.
La violencia, fuerza y gritos de placer de su amante la dejaron vulnerable, dispuesta a seguir las órdenes del hombre que la posee y aguantar todo lo que sea necesario, así quedé tan agotada que le sea imposible seguir su día.
Acostada sobre la mesa, sometida con una llave en su brazo derecho, con su mano izquierda sujeta el brazo de Dan que la presiona contra la mesa con fuerza por el hombro, su abierto y cansado ano ya no opone resistencia al invasor y le deja hacer lo suyo gimiendo, derrotada por la energía de su amante de 40 años.
- Tu culo es delicioso amor, lo voy a llenar de leche, si pudiera te lo haría diario, ¡Hasta que ya no cierre nunca!
- Lo que quieras, todo es tuyo ¡Todo!
La última reserva de leche del día fue inyectada en lo más profundo del ano de Manta que gime satisfecha de saber que ha complacido a este hombre.
En cuclillas, detrás de ella, Dan explorara el dilatado y enrojecido ano que escurre semen. Dejándose llevar por su pasión aspira los aromas de la caverna, un suave aroma a heces, casi imperceptible, pero le gusta.
- Pero qué culito tan limpio tienes, apenas y huele.
- Me hice una ducha vaginal antes de venir, debe ser muy del fondo.
El color blanco de si esperma lo confirma motivando al hombre de 40 años a absorber el semen que emana del ducto anal y los residuos de la vagina, mezcla de semen y jugo vaginal.
Samantha está sorprendida «¿Se va a tener su esperma?», deja hacer al hombre que mezcla todo en la vagina como si fuese un caldero y lo vuelve a absorber con su boca.
Sin mediar palabra levanta a su amante sujetándola con fuerza por el brazo, la sumisa mujer colabora dejándose hacer y guiar.
De pie frente a frente, Dan sujeta por el rostro a su amante buscando sus labios para besarla.
- ¿Un beso salado mi amor? Ja ja ja ja, me encantan, solo ha habido un hombre que me los daba, no vayas a pensar que soy una puta.
Dan se ríe por el comentario picante de su amante derramando algo de la mezcla por sus labios, líquido que es recogido ávidamente por Samantha, dispuesta a besar a su nuevo amor y compartir el sabor que ambos son capaces de producir.
«Salado más bien poco, es en realidad dulce» pensaban ambos degustando el sabor producto de su encuentro.
5 minutos de beso, tiempo suficiente para tocar todo lo que está al alcance y hacer un mapa cerebral de su cuerpo.
- Dan amor mío, eres el mejor, por favor, nunca dejes de desearme.
- De eso nada mujer, quiero hacer de todo contigo, deseo que me enseñes, fundirnos cómo uno, pero antes de seguir, debo confesarte algo.
Samantha con cara de shock observa el encuentro de su amante con su hija de 8 años, no puede creer que la pequeña los haya descubierto en su primer encuentro y que haya buscado a Dan, quien ya le contó toda la historia, dejando claro que sí lo denuncia, se entregará sin problemas a la ley.
- ¿Me estás diciendo que este es el segundo encuentro que tienen?
El semblante de Samantha es serio, un poco triste, pero sereno.
- Si, ayer, el vídeo que te envié es después de esto.
- ¿Eres un pervertidor de menores?
- No, es tu hija la única que ha despertado este tipo de deseo en mí.
- ¿Por qué no me lo dijiste antes?
- Pensé que si te lo decía, lo nuestro no seguiría y necesitaba volver a tenerte.
- Debo pensar esto ¿Puedes por favor borrar el vídeo?
- Sí.
Con un beso corto en los labios Samantha se despide de su amante, te veo después, cuando haya tomado una decisión.
Sentado frente al televisor apagado Dan piensa en sus acciones, se cuestiona si fue prudente decirle a Manta su relación con su hija, pero no sé arrepiente.
4 de la tarde, Dan se quedó dormido agotado frente al televisor apagado, el sonido de la puerta lo despierta, adormilado y con paso torpe camina a la puerta anunciando que va en camino.
Frente a él está la pequeña Camila con una sonrisa enorme, en sus brazos lleva unas bolsas de supermercado.
- Te lo manda mi mamá – dijo la pequeña con un tono de voz nuevo, uno feliz.
- Gracias, si me hubiese llamado habría ido yo por él. –
Dan tomó la bolsa, se despidió de la pequeña, pero Camila no se movió, sonreía con su chimuela dentadura, balanceando su cuerpo atrás y adelante.
- Mi mami dice que podemos hacer ejercicio, ven ven, – dijo la chiquilla llamando a Dan- pero debe ser un secreto. – susurra en el oído del hombre – ¿Y por qué estás en pelotas?
Rápidamente ingresó a su domicilio con miedo que algún vecino lo viera e invitó a la nena a pasar, a puerta cerrada, de rodillas a la altura de la nena, la sujeta tiernamente de su hombro, mira a sus ojos y antes de decir palabra suena el teléfono de Dan.
Del otro lado Samantha, sentada en el sanitario evacuando conversa con su amante que a dos casas, desnudo, a solas, con puerta cerrada, intenta hablar con su hija a quién ya ha tocado.
- Escucha bien, hablé con mi hija, después de que uno de mis amantes la tocara, supuse que sería inevitable que volviera a pasar.
- Samantha, no quiero…
- Espera, escucha, ya una vez deje que un hombre la tocara, mi deseo pudo más, está vez es diferente, lo nuestro pinta para algo bonito, por eso, confío en tí, te confío a mi hija, pero, si le haces daño, te vas a arrepentir.
- Jamás haría nada que la lastimara.
- Eso espero, considera esto como una oportunidad de disfrutar los años que te perdiste conmigo y que yo use para andar de puta, estoy depositando toda mi confianza y esperanza en tí, por favor, Dan, cariño, amor, no me vayas a defraudar.
Dan sentía el corazón en la mano y los huevos en la garganta, tenía permiso de la madre para disfrutar de la pequeña Camila.
- Cariño, casi no tengo leche para ti, se la di a tu mamá, pero ¿Quieres volver a sentir cosquillas con mi boca?
- Siiiiiiiiii.
Acostada en la cama con las piernas abiertas, el vestido enredado en la cintura, las panties infantiles en las rodillas, Camila de 8 años de edad disfruta de la maestría con que Dan de 40 años, amante de su madre, degusta su tierna e inmadura vulvita que se expande, diminuta en comparación con la enorme lengua de Dan, que recorre desde el anito color canela hasta el clítoris roza de la nena.
Samantha escucha al teléfono como si hija gime de placer, dan le marcó a su amante y puso el altavoz para que ella escuchara lo bien que se la pasa su hija, reforzando la idea de «está en buenas manos», cómplice, una vez más, de uno de sus amantes que disfruta de su pequeña, curiosa, terca, obstinada y testaruda, justo como madre a esa edad, pero con un destino diferente
Continuará.
Muy excitante con morbo y la dulzura de la inocencia.
Qué rico relato, fascinante!