Lo prohibido gusta más
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por JetSky.
Esta es una historia real, sucedio hace poco…
Ella era alguien especial en mi vida, la primera mujer a la que ame. La relación se termino por razones q prefiero no revelar.
Habían pasado meses desde la última vez que supe de ella, pero me toco viajar a su ciudad natal por motivos de trabajo.
Intente contactarla antes para poder planear un encuentro pero sin éxito, su actitud indiferente llego a molestar demasiado.
Una vez en la ciudad me atreví a mandar un mensaje de texto que decía: “estoy aquí, y quiero darte un último adiós frente a frente”, 1 hora después ella respondía con una llamada… no podía creerlo, no creía q yo estuviese ahí, aún así quedamos en vernos el último día en que yo estaría en la ciudad.
Sabía perfectamente que ella tenía una nueva relación, que otro ocupaba mi lugar, pero no fue impedimento, al contrario me gustaba saber q podía entrar a un terreno prohibido, a volver a sentir placer con un cuerpo que ya conocía, pero esta vez sería mas excitante y lujurioso porque era prohibido; y lo prohibido gusta más.
Nos encontramos a las 7:30am en la plaza central, lo primero fue un abrazo, un abrazo largo y fuerte como la 1ra vez…
Caminamos 5 pasos y me decidí arriesgar, me detuve la mire a los ojos y nos besamos, fue un beso normal sin mucha pasión; pero aún así correspondido.
Me invito a tomar desayuno y para mi fortuna ella pago; conversamos cosas comunes, cosas sin importancia. Luego nos dirigimos a mi hotel.
“Habitación 104, por favor”, se sentó en la cama entretenida con mi cámara viendo todos los lugares que visite, pero la batería se agoto al instante.
Me senté a su lado, la tome de las manos y la besé, esta vez me correspondió con más pasión, aún con ropa me tiró a la cama y se echo encima de mí, siguió besándome, me quito el cinturón y desabrocho el pantalón mientras yo me quitaba el polo; empezó a tocarme por sobre la ropa interior, pasaba sus manos y su lengua por mi pene y mis testículos, luego me dejo desnudo por completo y metió mis testículos en su boca, mientras masturbaba mi erecto pene con su mano, se detuvo y paso su lengua por la cabeza de mi pene para empezar a chupármelo por completo una y otra vez.
Empezó a quitarse los pantalones, me levante para hacer lo mío, pero me empujo de vuelta a la cama, ella dominaba el momento y quería seguir con eso; no tuve ningún problema.
Se sentó sobre mí haciendo que sintiera su vagina acariciando mi vientre, se movía lentamente para que lo sintiera todo.
“¿Te gusta?” – pregunto.
“Si y mucho” – respondí.
Empezó a besarme el cuello para pasar a quitarse el brasier, y sentarse en mi pene… comenzó despacio para acelerar de a pocos, moviéndose en círculos me veía a los ojos y sonreía lujuriosamente. Se movía en círculos y rápido, gimiendo de placer a tal punto que llego a apretar mi pecho con fuerza, apretándome también las manos, saltando y saltando en mí, montándome como una ninfómana que no follaba desde hace mucho.
Aún con ella encima, tome su brasier que yacía a un costado de la cama y se lo di.
“Véndame los ojos, siempre quisiste hacerlo” – le dije.
Con el brasier en la mano y sin dejar de moverse me tapo los ojos como pudo, luego me mordió los labios y el cuello.
“Abofetéame” – le pedí. Lo hizo de forma ligera, le pedí que lo haga más fuerte.
“No, no, no, no” – me respondió en un tono cómico.
Me senté en la cama para besarle los senos, pasando con mi lengua sus pezones rosados y tiernos, eran tan exquisitos. “Muérdeme, muérdeme los senos” – me dijo, y eso empecé a hacer, ella gemía de placer, volvió a tumbarme a la cama y siguió moviéndose.
Pero esta vez era mi turno… la cogí de la cintura y la eche; besándole la boca, el cuello, apretando y besando sus 2 senos, el vientre, me decidí a provocarla… acaricie con mi mano su vagina, estaba completamente mojada, metí mis dedos índice y medio; empecé a masturbarla… estaba completamente empapada, sus gemidos aumentaron y fueron más fuertes, seguía metiendo mis dedos con más rapidez.
– “¿Te gusta mi amor?” – pregunte.
– “Si me encanta hacerlo contigo, me moría por volver a hacerlo” – me respondió.
Me puse sobre ella en la pose del misionero, penetrándola lentamente en el inicio, nos mirábamos a los ojos, pero no era amor… solo lujuria.
“Muérdeme, para recordar este momento” – le dije, y me mordió en el pecho cerca de mi tatuaje, la volví a besar y empecé a metérsela más rápido, sus gemidos aumentaron, me arañaba la espalda con fuerza y con pasión. Mi pene entraba y salía constantemente de su deliciosa vagina, con más rapidez que al principio. Me detuve para penetrarla fuertemente, pausadamente pero con fuerza, la penetración se hizo más profunda.
“Ahora ponte en 4” – le susurre al oído. Una y otra vez continuamos fornicando en esa pose ella gemía y yo decidido a complacerla continuaba metiéndosela tan rápido como podía; tocándole la vagina, los senos, la espalda y dándole constantes nalgadas las cuales disfrutaba mucho.
Se echo boca abajo sobre la cama y metí mis dedos en su boca, empezó a chuparlos con tanto placer y a morderme… lo prohibido gusta más.
Me miro con sus ojos llenos de lujuria, parecía una súcubo. Me hubiese gustado que me lleve al infierno.
La puse de costado y continué penetrándola y acariciándole el clítoris con mis dedos, frotándola cada vez más rápido y jadeaba como nunca, yo también.
“Esto es prohibido” – dije… error mío.
“No me importa, me gusta” – respondió
Sí, lo prohibido gusta más, continuábamos de costado entre besos, caricias y gemidos.
“Quizás esta sea la última vez que nos veamos” – me dijo
“Si, quizás…” – respondí
Las penetraciones se hacían más rápidas y a la vez fuertes, todo mi pene entraba en su vagina empapada, luego soltó un gemido fuerte, había llegado al orgasmo, me detuve y me puse sobre ella masturbándome para terminar… finalmente me vine directo en sus senos tal como me lo pidió, un poco cayó cerca de su boca, movimiento no tan involuntario.
Echados en la cama y completamente desnudos nos abrazamos y acariciábamos todo el cuerpo como las veces anteriores en las que hacíamos el amor, pero al mirar el reloj dije:
“Vístete rápido, debo llegar al aeropuerto y voy retrasado”
Cuando estuve a punto de entrar en la sala de embarque, la abrace, la bese en los labios y solo atine a decirle “Chau”. Unos pasos después, volteando a verla se despedía de mi con una sonrisa.
Desde ese día no he vuelto a saber de ella… aún.
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