Los amantes de mi esposa: El hombre delgado
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Te acuestas a mi lado y siento que has llorado. Te pregunto. Me dices suavemente que el hombre delgado está sufriendo. Siempre me hablas de él, y me he acostumbrado a la rutina de tu quehacer el amor con él.
Siempre me cuentas como besa tu sexo, me cuentas del placer que te da cuando el hombre delgado te hace feliz besándote tu sexo, a veces me cuentas como él te penetra, pero tu prefieres que bese tu sexo, pocas veces te dejas penetrar, solo quieres que él bese tu sexo. Y me lo cuentas rutinariamente. A veces, solo cuando yo te lo he pedido, te dejas hacer el amor, y lo masturbas y le besas a él su sexo delgado como su cuerpo y firme como la pasión que él siente por ti.
Esta vez has llorado. Te pregunto. Y me cuentas…. me cuentas.. y al final, al final de lo que me cuentas estoy extasiado, mojado mis muslos, mi sexo ahora te busca, y busca el sitio donde el hombre delgado te fornicó, el sitio donde te penetró… y recuedo lo que me has contado… lo recuerdo…
Cansado el hombre delgado de ser el esclavo de la succión de tu sexo, cansado de verte extasiada gimiendo morbosamente cuando besaba tus sexo, cansado el hombre delgado quiere ser un líbero… y te pide que cumplas sus fantasias, que él también las tienes… En tu dominante placer egoista le dices que no. El hombre delgado solloza, te implora, te ruega… Tú le dices que no, que siga besando tu sexo… Él reacciona, te besa tus pies, sigue sollozando, a ti te gusta que bese tus pies… Él sufre… te coge tus hombros, te da vuelta… tú reaccionas y tratas que el esclavo vuelva a su sitio, al sitio del sexo que lo acostumbraste…
Él te pega, sollozando te pega en la cara, tú le miras con placer.. y le dices algo, a él ya no le importa… nuevamente te coge de tus hombros.. te da vueltas, tú gritas una orden, él te dice palabras de amor, y empieza a sodomizarte… tú le dices que no lo hagas… él te penetra, tú empiezas a gritar, le dices que le odiarás, él te penetra completamente, se mueve, tu gimes en el dolor que te hace el hombre delgado.. le dices que no siga… empiezas a gemir, le pides que pare… el hombre delgado se mueve, se mueve en su vaivén de amor, tú, misteriosamente, empiezas a moverte con él… ya no le gritas… solo lo insultas en el amor… le dices que le dejaras, él en su miedo de perderte se detiene… y, asombrosamente, le gritas que no se detenga, que ya eres solamente de él, que te siga sodomizando… el hombre delgado se mueve de alegría, finalmente te arroja su semen de amor con violencia de hombre libre y gozoso… y tú sigues jadeando y le dices que es un infeliz, que no se detenga, que te mate de dolor ahora, el se sigue moviendo a tu orden con la alegría del hombre libre… te corres, te corres, le dices que le amas… y amas su amorosa violación… Ambos lloran, él vuelve a besar tus pies, te pide perdón, que nunca lo volverá a hacer, que jamás volvera a pegarte, que nunca más te hará el amor…
Tu le acaricias con dulzura su cabeza… y le dices que no sea tonto.. que siempre serás de él… que ya nunca lo trataras como esclavo… empiezas a amarlo lentamente. Te das cuenta que ya ambos son esclavos del amor que se fue formando mientras él era esclavo tuyo… Eso me cuentas, y lloras antes de llegar a mi cama. Lloras porque te ha embargado la ternura de saber que en el placer asoma violentamente el amor… Yo también lloro
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