Me costó, pero lo hice mío
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
No lo pensé más y me decidí en engañar a mi esposo.
El es un hombre maravilloso, lindo, esbelto, un pene de esos que tienen los actores porno, grande, circuncidado, duro, la verdad es que con los años que llevamos aún me estremece sentir que entra en mi cuerpo.
Llegó al edificio un chico nuevo a vivir.
Tiene diez años menos que yo (yo tengo 39 y mi esposo 42).
Cuando era chica, mi sueño era ser poseída por un hombre mayor y ahora, que soy mayor, quise estar con un menor.
Mi vida iba bien, jamás creí que el deseo iba a concretarse en verdad, creí que eso iba a quedar en fantasía porque mi matrimonio va de viento en popa.
Desconozco si mi marido ha tenido algún affaire.
No digo eso porque pienso sacar las culpas (que no las tengo), sino porque si realmente lo ha hecho, no lo podría encarar en nada.
Este chico llegó a Santiago de Chile por temas de estudio.
Un día me lo topé en el ascensor y lo saludé, cómo normalmente se hace cuando se comparte ese espacio.
Me di cuenta que era del mismo piso porque era el número que estaba marcado.
"Mira", dije yo.
"No sabía que teníamos vecinos nuevos"
– bueno, soy solo y llevo casi un mes viviendo acá.
– en serio! Ni idea que llevabas un buen tiempo viviendo acá.
– jaja, bueno, ya sabe ya.
Me llamo Camilo.
– yo soy Catalina.
– un gusto.
Bueno, me tengo que entrar.
– si, si, no te interrumpo más.
– cuídese.
– tu también.
Me gustó de inmediato, pero no pasó más allá que un pensamiento.
Pasaron los días, me lo topaba en el supermercado, en el ascensor, y de a poco nos fuimos conociendo más.
Un día, en verano, bajé a la piscina.
Cómo estaba sin trabajo, buscaba algo en las mañanas y en las tardes me iba a broncear.
Fue ahí cuando lo vi.
Traje de baño rojos, cuerpo desarrollado, semi tostado, Dios mío.
Realmente lo deseaba.
Se me acercó y como pocas veces, me puse nerviosa.
Yo soy una mujer de carácter fuerte y los hombres se alejan de mi por mi carácter, pero esta vez estaba como una adolescente.
Yo creo que Camilo notó mi nerviosismo.
Y al estar de esa forma, el tomó la iniciativa de la conversa y esa actitud tan decidida, tan rebelde me hizo estar más nerviosa aún y a veces me tomaba el pelo, se me secaba la boca, tartamudeaba.
Que me pasó! No entiendo.
Conversamos mucho esa tarde y cuando ya le dije que iba a subir, el me acompañó.
– estás bien? Me dijo él.
– vaya, ahora me tuteas.
– bueno, siempre me incomodó el trato tan de usted.
Además, ya nos conocemos de hace rato,no crees?
– jaja, la chiva mala para tutearme.
– jaja, sirvió igual.
Cuando nos metimos al ascensor, el se acercó para ver mi reacción.
Mi corazón se me iba a salir.
Le hubiese sacado la ropa ahí mismo, pero debía controlarme.
Quería llegar luego al piso 23, pero a la vez no quería llegar, era una locura.
Me despedí y esta vez me dio un beso en la mejilla.
Me invitó a pasar pero le dije que no, que sabía que no era lo indicado porque estaba casada.
Me entré rápido a la casa y me bañé.
Me entró el diablo y las ganas de hacerlo mío ya estaba rondando en mi cabeza.
Bajaba a la piscina y no lo veía, lo mismo en el el super o en cualquier lado.
Me dormía pensando en el y despertaba en lo mismo.
Las veces que hacía el amor con mi esposo, me imaginaba a Camilo penetrándome.
Mi esposo me notaba excitada y me daba duro.
"Hay papi, sigue.
Sigue.
Me vuelves loca.
Quiero sentirte.
Me voy.
Me voy.
Aaaaaaaah.
Me sacaste squirt amor.
Mi esposo no terminaba aún y mi actitud lo volvía loco.
Sigue amor.
Sigue, sigue, soy tuya.
Me hizo la rusa, su pico en mi boca me ahogaba y me sacaba lágrimas y hacía arcadas.
La verdad es que no sabía si era porque pensaba en Camilo o que.
Soy desinhibida, así que eso hizo que mi marido no se diera cuenta que me estaba pasando.
Después de una hora y algo, acabó en mi boca y me lo tragué.
Camilo seguía en mi mente, así que decidí ir a golpear su puerta al día siguiente.
Pensé y pensé si era lo correcto, pero a cada rato me ponia más excitada y la calentura me hizo llegar a su puerta.
Toqué el timbre y algo así como casi un minuto, abrió la puerta.
– hola! Que sorpresa.
Me dijo él.
– hola.
Es que no sabía si estabas o no porque no te vi más.
– no coincidíamos solamente, pero todo bien.
– ah.
Bueno, me alegro que estés bien.
– gracias.
Su actitud me sorprendió, creí que me tiraría para adentro y me haría suya.
Me alejé y me iba al departamento.
– Cata.
Ven, ayúdame con algo, por favor.
(Este pendejo de mierda me tiene para lo que quiere, menos para que me posea.
Pendejo malcriado).
Fui a ver que era.
Entro a su departamento y cierra la puerta.
Me besa y le respondo sus besos, su lengua llega a mi cuello.
Mis calzones se humedecieron al instante.
Recorría su espalda, su pecho y sus manos se iban a mis tetas y a mi culo.
– me gustaste desde que te vi, Cata.
– lo mismo me pasó.
Soy tuya.
– y tú marido a qué hora llega?
– a eso de las 20, pero no lo nombres más.
Yo andaba con una falda blanca que me llegaba hasta los muslos, por lo que sus manos se perdieron en mis partes, mis genitales eran recorridos por esas manos que me hacían mojarme y mojarme.
Sus dedos me los metía a mi boca y luego los chupabamos entre los dos.
Mis manos se fueron a su culo y a su paquete.
Dios, que pene! Me llevó a su cama y me sacó la falda y él se desnudó.
Me tenía en calzones y sostenes y el estaba desnudo.
Me iba a sacar el resto de la ropa y me dijo que lo haría el.
Su forma tan decidida me volvía cada vez más loca.
Me corrió el calzón a un lado y su lengua se perdió en mi clítoris y en mi vagina.
Su lengua hacía maravillas.
Luego, me fui a su pene y me lo metía y me lo sacaba de mi boca.
Al rato el decidió sacarme la ropa interior y fue ahí cuando embestió su cuerpo junto al mío.
Me lo metía y lo sacaba con fuerza y violentamente.
Quería que me destrozara completamente.
Me puso mis piernas en sus hombros y me volvía loca, gritaba como perra.
Era su perra.
En esa misma posición, me lo metió por atrás.
Sufría como loca de dolor pero no quería que se saliera nunca y quería que ese dolor fuera eterno.
Lo hicimos a lo perrito y de nuevo.
Me hizo anal.
Ese día hizo 33 grados en Santiago, así que nuestro sudor se mezclaba, nuestras salivas, éramos los dos para los dos.
Acabó en todas partes.
Me tiró su leche por detrás, en mi vagina, en mis tetas, en mi cara.
Ese hombre me tenía loca!!!
Nos bañamos y me tenía que ir a mi casa.
Fue el comienzo de nuestras aventuras.
La segunda vez que nos juntamos, fue inolvidable.
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