Me costó, pero lo hice mío (2da parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
-"Me duele todo, Camilo.
Eres lo máximo"
– ¿acaso tu marido no te hace esto?
– sí, quedamos agotados, solo que nunca me dieron ganas de engañarlo.
– ¿Arrepentida?
– no lo sé.
– ¿Sabes lo que me gusta?
– no
– me gusta los olores femeninos.
– mmmm.
Y eso, ¿Qué significa?
– verás.
Me excita mucho el olor que emana el cuerpo femenino.
Con todas las que he estado, les he pedido que cuando quieran tener sexo, las quiero con los calzones usados, ojalá, muchos días.
Incluso, ojalá sin bañarse.
– pero eso es una locura! ¿Cómo es eso me voy a bañar? No me puedes pedir eso.
Si estuviera sola, quizás podría ser.
No, Camilo, no cuentes conmigo para ello.
-siempre se puede, Catalina.
Te las puedes arreglar.
– no, Camilo.
Te dije que no.
Me enojé.
Me quiero ir a la casa.
– bueno.
Es una pena.
Pensé que serías más osada.
Me fui enojada a casa, pero aún así me daba más rabia que este pendejo me tratara de poco osada, como si todo lo que estaba haciendo con el ya no le era suficiente.
Ya llevaba más de un mes siendo infiel y para ser honesta, me fascinaba este inframundo llamado infidelidad, es más, a cada rato me hacía más adicta a esto, o quizás a Camilo.
O a los dos, no lo sé.
Camilo lo hacía en mi casa, aunque ocupábamos más su casa por razones obvias.
Dejé de visitarlo por unas semanas, mis ganas de volver a verlo me mataban, pero mi orgullo era más grande y aún así no intenté acercarme a su puerta.
Un sábado, con mi marido planeamos ir al cine y después a beber algo o comer afuera.
Ya cuando estábamos listos, coincidí con Camilo que también iba saliendo de su departamento.
Con otra chica.
Nos quedamos mirando y se le cayó la cara, aunque supo disimular.
Nos saludamos los cuatro y esperamos el ascensor hasta que llegó.
Ni les cuento el silencio que se respiraba ahí dentro.
Sentía que el trayecto era demasiado largo y quería salir pronto de ahí y a cada rato quería gritarle en la cara.
Afortunadamente, mi marido ni siquiera se percató de mi actuar, pero es que realmente me descompuso el día entero este pendejo.
Durante la película no estuve lo suficientemente concentrada y fue lo mismo en la salida con mi marido.
La chica era muy linda, pero también creía que conmigo le era suficiente.
Yo me reconozco linda, tengo senos parados, de pezones rojos, culo muy redondo (mi marido dice que tengo trasero de manzana) y cuando me pongo un jeans, la vagina se me marca, por lo que siento cuando hombres, incluso mujeres, me miran de pies a cabeza.
Me siento deseada.
Mido 1.
70, tez blanca, con ojos claros y pelo negro.
No soy delgada, pero tampoco soy gorda, de hecho, tengo 5 kilos de sobra, por lo que no estoy tan pasada y en lo único que pensaba era increparlo el lunes, por lo que ese fin de semana se me hizo larguísimo.
Hasta que llegó el lunes.
Después de despedir a mi esposo a la puerta, me iba a dirigir a su puerta, pero una llamada para una entrevista de trabajo me calmó así que esperé a que me volviera la rabia para ir a pedir explicaciones con lo que vi.
Cuando me volvió la rabia, partí a su casa enojadísima.
-hola Cata.
-nada de hola, quién mierda era esa huevona.
Camilo se largó a reír y me dio rabia, por lo que me abalancé para golpearlo.
El intentó detenerme y me detenía los golpes, pero aún así zafaba y le golpeaba aún más.
El seguía deteniendo mis golpes y poco a poco empezó a dominarme, yo aún intentaba zafar y el me apretaba aún más.
Comenzó a buscar mis labios, pero yo lo esquivaba, seguía buscando mi cuello y yo me sentía invadida y esa sensación me calentaba.
Esa actitud de ser invadida, de ser dominada, incluso pensaba a medida que lo golpeaba que ojalá yo pudiera caer en una sensación de sumisión y de violación.
Al final, me bajó los calzones a la fuerza y ya estaba mojada como siempre me pasaba con el y lo sentí muy duro a medida que su pene golpeaba como un animal mis paredes vaginales.
Me llenó entera de su leche y sentía como mis recovecos vaginales saciaban la sed de su semen.
A pesar que lo necesitaba, me hice la sentida y me dijo que volvería a tener sexo conmigo siempre y cuando cumpliera con lo que el me pedía.
Lo pensé rápido y yo seguía con ganas de sexo.
Ojalá lo más bestial posible.
A pesar que lo que me estaba pidiendo me era difícil, entendí que no era imposible, así que le dije que me diera una semana para que pudiera sentir mis olores.
Decidí que de martes a martes usaría la misma ropa interior y ya tenía todo programado para que mi esposo no se diera cuenta: el martes quería empezar a usar calzones negros, pero decidí que sería mucho mejor si eran blancos, puesto que se vería la suciedad de mi sexo.
Ese martes los usé todo el día y el miércoles también, pero la diferencia es que como mi esposo llegaba a las 19, a eso de las 17.
30 me lavaba mi vagina y mi trasero y me cambiaba para que no se diera cuenta de nada.
Al día siguiente, el se iba y me cambiaba los calzones, cuando orinaba no me limpiaba como normalmente una lo suele hacer, aunque sí me limpiaba mi trasero cuando defecaba, pero el calzón se ensuciaba a cada día que pasaba.
A las 17.
30 me volvía a limpiar y me cambiaba la lencería.
Un día de esa semana me lo topé y ahora fui yo la que le dije no porque al final tendría una enorme sorpresa.
El fin de semana fue complejo porque lo usaba al rato (o me limpiaba con ellos cuando iba a orinar) y el lunes fue el postre de todo: el lunes no me bañé y decidí no salir todo el día porque como estábamos en verano, el calor que hace acá en Santiago es insoportable, entonces, el martes iba a hacer lo mejor de todo.
Mi marido se fue, me puse los calzones con olores muy fuertes, manchados por razones obvias en la parte de atrás, y salí a trotar sin echarme desodorante.
Le avisé a Camilo que me esperara listo para la acción, le dije que me diera una hora, tiempo suficiente como para llegar muy sucia.
Esa mañana ya habían cómo 21 grados, por lo que pueden imaginar cómo sudaba.
Solo pensaba en si realmente le gustaría sentirme de esa forma porque yo me empecé a sugestionar con que me sentía muy hedionda, sentía inconscientemente el olor de ese calzón, pero ya estaba la baraja tirada en la mesa.
Cuando llegué a su puerta, toqué el timbre y no se demoró nada en abrir la puerta.
Me miró, yo sonreí y me abalancé a sus brazos, nos empezamos a besar y el besaba mi sudado cuello.
Sentía como sus manos tocaba mis senos y culo, mientras mis manos se dirigían a su pene.
Cuando me sacó la polera, de inmediato se dirigió a mis axilas, pero aún así me avergonzaba estar de esa forma, aunque sentirlo tan apasionado, tan duro, hizo que me olvidara de esa vergüenza y me entregué nuevamente a el.
Se sacó la polera y me dejó en calzones y él se desnudó.
Su, ahora, sucia boca seguía lamiendo mi cuerpo hasta que llegó a su premio final.
Bajó a mi vagina, buscó mis calzones, me los sacó y empezó a olerlos.
Me sorprendió como estaba de excitado.
A pesar que me sentía insegura que no iba a querer sentir mis olores, lo encontré extasiado.
Veía como su pene subía y bajaba locamente, como si estuviera en autonomía y no lo pudiera controlar.
Lamía el calzón como loco, olía mi cuerpo, mis axilas, hasta que empezó a meterse en mí, me volvía loca! Me mojaba a cada rato, metía si boca en mi vagina, en mi ano, volvía a besarme y la verdad sentía fuerte el olor de mi sexo, pero a mí también me gustaba.
Sacaba el pene de mi vagina y me la metía en la boca, la metía por atrás y me la metía en la boca, pasaba la lengua en mi cuerpo y me besaba, su pene olía a mí, era una locura exquisita.
Al final, algo así como 40 minutos, acabó en mi cara y boca y nos dimos un beso blanco.
Quería bañarme y me dijo que aún no era tiempo.
Me escondió la ropa y estuve desnuda toda la tarde, me dejó completamente sucia, hasta que a eso de las 17, me dejó ir y me bañé en la tina hasta sentir que olía bien.
No es necesario decirles cómo me masturbaba en ese baño de tina.
Seguimos estando juntos, tuve sexo lésbico (otra fantasía cumplida) entre otras cosas, pero eso es otra historia.
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