Me pidieron que lo cuente
Mi marido y yo, mantenemos intercambios sexuales frecuentes con otra pareja de amigos nuestros, Dalita y Pedro. Hace unos días hice un comentario, refiriéndome a un 69 que hicieron los hombres y ahora lo cuento porque me lo pidieron..
Tita nos contó en un relato (“Me calenté de más”) que su marido y uno de sus amantes hicieron un calentísimo 69 que ella ya esperaba. En los comentarios yo dije “Yo ya lo logré con mi marido y su amigo Pedro, mientras ellos se chupaban, Dalita y yo nos pusimos muy calientes al mirarlos y nos acariciábamos la pepa una a la otra…”. A lo que Tita contestó “¡Cuéntalo detalladamente, no te quedes sólo en eso!” y le daré gusto con este texto.
Iniciaré platicándoles que hace casi dos años hice mi primer trío, fue con Bernabé, mi primer amante, y mi amigo Ber, a quien conocí en este foro. De mi relato «Ber, Bernabé y yo», extraigo lo siguiente. Esa vez, les junté los troncos y les hice una chaqueta usando las dos manos. Ahora los dos estaban extasiados… Recordé que esto lo aprendí leyendo “Festejo de cumpleaños”, de Tita. Volví a mamarlos, sin soltarles los huevos. Los puse frente a frente y les junté las bolas para restregárselas unas con otras. Ellos seguían con los ojos cerrados y sacando presemen. “Ahora, los quiero a los dos por la vagina, les dije y me paré entre ellos, Bernabé por atrás y Ber al frente”
Me vine bien mucho, y ellos también. Al punto del desmayo, previéndolo, les pedí que me acostaran. Como pudimos nos acomodamos, sudorosos y agotados. Ber empezó a lamerme la cuca, abrevando lo que faltó por escurrir. Bernabé se fue sobre los huevos y la verga de Ber para limpiarle el aparato con la lengua.
Dormité poco tiempo y al abrir los ojos vi a los dos haciendo un 69. Aún podían lograr la erección, pero sí lo gozaban… “¡Putos!”, les dije y me fui a bañar, dejándolos solos, porque ya llevábamos casi tres horas cogiendo y no quería tener problemas en la casa. En dos o tres minutos me alcanzaron en la ducha, me enjabonaron y no pudieron cogerme, sospecho que era porque se acababan de venir, uno en la boca del otro.
Mi segundo trío fue a final del año pasado, y pueden leerlo en «Día inhábil». Ahí cuento que nos habíamos acomodado, yo con las dos vergas adentro, empecé a recibir un masaje interior de lujo. Mis gritos se deben haber oído por todo el barrio. Lograron llenarme los ductos de manera simultánea y descansamos así, jadeando, y yo como bocado principal del sándwich, hasta que se me salieron las vergas. Poco después, Amador se puso a chuparme la vagina. Pero, también esa vez, uno de ellos me lamió la cuca cuando otro me estaba penetrando y el atole escurría entre el tronco y mis labios. Aunque aún no se maman en entre ellos, sé que Bernabé sí lo haría, ahora me falta calentar lo suficiente a Amador…
Con mi marido y su amigo Pedro ya hemos hecho tríos. Recuerdo que en uno de los intercambios se me antojó la verga enorme de Pedro, esa vez achicada al extremo, cuando se la sacó a su mujer después de venirse dando un grito de satisfacción. El animalote que tiene Pedro cuando está caliente, se veía inofensivo al haberse corrido, primero en mí y casi inmediatamente después en su mujer. Pero también Ramón, mi marido, la miraba con la boca abierta y los ojos deseosos por la lujuria… ¡Le gané el bocado a Ramón! Porque estoy segura que se la hubiera mamado a su amigo… Algo parecido era el pensamiento de Pedro, cuando hicimos el intercambio, después de haber cogido entre todos –bueno ellos con nosotras y, además Dalita y yo les dimos show entre nosotras–, nos fuimos una con la pareja del otro a recámaras separadas. Pedro vio el dildo que habíamos usado su esposa y yo, lo sopesó. “¿Les gusta más que la pescuezona de verdad?”, me preguntó. Tomé el dildo, le di a Pedro un beso en la boca y poco a poco fui metiéndole la punta del juguete. “Tú dime…” le dije. Se lo sacó despacio y lo lamió. “También sabe a puta”, contestó con displicencia al sacárselo, como quien se quita un chupón de la boca. “¿Se la chuparías a mi marido cuando la saque después que me haya cogido?”, le pregunté. Se quedó pensando, o quizá imaginándolo, “No sé, tal vez… si sabe tan rico como tú”, contestó y recordé a Ber con Bernabé cuando hice un trío con ellos, con lo cual me contesté que “sí”, y pensé que ya habría oportunidad de saberlo.
La oportunidad se dio a la quincena siguiente. Mi marido andaba caliente y, antes de que lo recogiera su cuadrilla, mientras desayunaba me confesó lo que había soñado.
–Me desperté muy caliente por lo que soñé. Por eso no te di biberón y mejor me subí en ti para cogerte mamándote las chiches, recordando mi sueño al cogerme a la chichona de tu novia Dalita. ¡Me vine riquísimo! –y pasó a contarme su sueño, el cual me calentó.
–Yo también me vine delicioso contigo y sí logré sacarte unas gotas al exprimirte con la boca lo que aún te quedó en el tronco. Pero ya se me antojó Dalita también a mí –le externé.
–¿Y si los invitamos a la casa o vamos a la suya el sábado? –me preguntó emocionado y con el pito tan parado que se le notó en el pantalón cuando se levantó a lavarse los dientes.
–¡Sale! –Ahora que vengan por ti le hablo por teléfono a Pedro para decirle, ni modo que tú le digas frente a todos sus compañeros –le advertí justo en el momento en que sonó el claxon. Al salir Ramón a su trabajo, esperé un poco para marcar el número de Pedro.
–Hola Pedro, no se te ocurra poner el altavoz. ¿Cómo amaneciste hoy? ¿Le cumpliste a mi amada Dalita? – pregunté.
–¡Hola! ¡Claro que sí, como todos los días! ¿Cómo te fue a ti? –preguntó.
–¡Excelente!, y fue gracias a que Ramón soñó a tu mujer, me dio una cogida de órdago mamándome las tetas –dije poniéndolo al tanto.
–¡Ja, ja, ja…! Lo entiendo, a veces me ocurre algo similar y tú ayudas… –explicó divertido.
–Pues ¿qué opinas de que el sábado vengan a casa o vamos a la suya? Se trata de que nadie se quede con las ganas. Sólo contesta “sí” o “no” –dije al pensar que él fuese el conductor de la troca.
–¡Con mucho gusto!, ponte de acuerdo con mi vieja. Adiós–se despidió pronto, señal de que sí manejaba él.
De inmediato le hablé a Dalita, quien había continuado sus labores hogareñas: primero la ordeña, luego preparar el desayuno para continuar con tender la cama, barrer, etc. Le dije que ya había recibido el reporte de su primera actividad del día. La puse al tanto de qué tan bien me fue a mí por su incursión en los sueños de mi esposo y se lo agradecí. “Sí a veces sé que a Pedro le pasa algo parecido cuando tú lo visitas oníricamente, pues me despierta poniéndome boca abajo y me penetra por el culo. ¡Tus nalgas son hermosa, mi amor!”, me explicó. Después pasamos a decirnos que nos gusta de cada una mientras nos dedeábamos y lanzábamos suspiros deseando que no fuera nuestra mano, sino la de la otra la que diera las caricias.
–¿Sabes que estoy haciendo? –preguntó entre sollozos.
–Sí, lo mismo que yo porque te pienso desnuda y mis labios en ti… –respondí antes de lanzar un gemido.
Luego sólo se escucharon resoplidos, señal de que nos estábamos viniendo. Una vez satisfechas, hubo un breve silencio.
–¡Qué putas somos, mi amor! –expresó.
–Sí, lo que hace el amor… Te hablé porque nuestros consortes quieren que el sábado la pasemos juntos. ¿Estás de acuerdo? –pregunté.
–¡Claro que sí! ¿Vienen o vamos? Inquirió.
Se llegó el sábado. Yo preparé unos romeritos con tortitas de camarón para llevarlos. Dalita, además del postre, hizo una ensalada de manzana y betabel riquísima. De tomar, había cervezas para los proveedores de leche y otras bebidas más.
Platicamos un poco antes de pasar al comedor, donde charlamos sobre intrascendencias, puras anécdotas. Pero pasamos a los chistes subidos de color. Algunos fueron sobre cornudos y otros sobre inválidos de algún miembro, como el caso de aquel torero que le reclamó a su esposa en la noche de bodas que ella no era virgen. Ella le contestó airada “Y yo me vengo a enterar ahora que te falta un testículo”. A lo cual, el torero se justificó: “¡Pero eso fue de una cogida!” y la mujer le inquiere “Y cómo crees que me ocurrió a mí?”
–Lo bueno es que éstos están completos –dijo Dalita, abriéndole la bragueta a mi marido y le sacó los huevos para mamarlos.
–¿Y tú llegaste nueva a tu luna de miel? –me preguntó Pedro, metiendo su mano bajo mi falda, encontrándose con mi panocha húmeda.
–Ésa fue la primera que conocí –contesté, señalando la gran erección de mi esposo en las manos de Dalita–, pero por culpa de ella llegué “pastelito” a la iglesia.
–A mi mujer le tocó premio, al año de que ya cogíamos, como a los dos meses de casarnos dejó de tomar pastillas –explicó, bajándome los calzones y lamió los pelos de mi cuca.
–¿Y a Dalita, tú la estrenaste? –le pregunté mesándole los cabellos y abriendo más mis piernas para que metiera su lengua.
–Pues yo fui el ganón, pero ese día le tocaba porque andaba borracha y caliente. Me escogió a mí para que la llevara a su casa. Éramos cuatro quienes queríamos cogérnosla y la emborrachamos… –explicó y se bajó los pantalones.
Yo me quité la ropa completamente y me senté en su palo inhiesto. Al voltear a ver hacia el sofá, vi que mi marido y mi amada ya estaban desnudos y en pleno coito. Ella sentada de frente a él, saltando alegremente, y mi marido en un subir y bajar de cabeza porque estaba conectado con la boca a una de las hermosas y grandes chiches de mi amiga. A partir de ese momento, fueron puros gemidos y resoplidos durante diez o quince minutos antes de escuchar un alarido de mi marido, secundado por un grito urgido de ¡Vente, vente, papacitooo…! que lanzaba Dalita al venirse y exprimir a mi esposo.
Me calentó mucho verlos felices en el pináculo del acto coital y me puse a mover mis nalgas en círculos para resbalar en las bolas enormes de Pablo como si fueran rodillos. “¡Sí mamita, asíiii…!”, exclamó al venirse. Yo sentí los chorros de esperma y me vino un orgasmo extraordinario y mayúsculo que se añadió a los que iniciaron con su lengua desde que comenzó a chuparme y luego aumentaron cuando me penetró con sus casi veinte centímetros que me parecían una regla escolar de un metro. El sillón recibió bastante de los jugos que derramé como río cuando sacó el pene ya flácido. Mi marido salivaba al ver esa verga mojada por la leche de su amigo y mis venidas. El 69 fue necesario…
–¿Qué se te antojó? –le preguntó Dalita al ver la cara que tenía mi marido.
–No sé… –contestó Ramón.
–A mí las dos: La pepa bien regada de tu esposa y la verga mojada con el atole que hicieron –precisó Dalita.
–Creo que a mí también ambas… –contestó mi esposo sin dejar de envidiar las bocas con las que nos limpiábamos Pedro y yo.
Ya tranquilos, tomaban sonrientes una cerveza. “¡Qué rica mujer tienes!”, le dijo Pedro a mi marido, antes de dar otro trago a su botella. “Tu chichona también sabe ordeñar muy bien, mira…” contestó Ramón mostrándole el escuálido pene cubierto por lefa reseca.
–¡No terminaste tu trabajo, mi amor! –le espetó Pedro a Dalita, mostrándole el pene de mi marido mientras lo sacudía y salpicaron algunas gotas en su mano.
–Es que nos distrajimos con la función que ustedes nos dieron… –se justificó Dalita, en tanto que Pedro, disimuladamente se limpiaba con la lengua las pequeñas salpicaduras de esperma.
Dalita se puso de rodillas ante mi marido y lo comenzó a limpiar con lengüetazos largos que iniciaban en los huevos y terminaban en la punta del prepucio. “Alza las nalgas mientras lo limpias, mami”, le ordenó Pedro a su mujer y ella, obediente, extendió las piernas, quedando agachada para seguir mamando a mi marido. Al quedar expuesta la panocha, aún babeante, se me antojó. Pero pedro fue quien se puso a darle lengua a su esposa. Se notaba que disfrutaba el sabor del esperma que le dejó mi marido, pero yo también tenía ganas de lo mismo al ver la panocha depilada y reluciente con los jugos y chorreaduras en las piernas; así que me uní en la tarea de limpieza al tiempo que le acariciaba el aparato a Pedro, pero no se le paraba, creo que me excedí en la ordeña que le hice… Diez minutos después ordenó mi marido. “Mar, tráeme otra chela porque ésta se acabó” (Así les decimos a las cervezas en México). Suspendí el beso de lengua que nos dábamos Pedro y yo entre lamida y lamida de panocha a nuestra mujer. “¿También te traigo una a ti?”, le pregunté en voz baja a Pedro. Él sólo asintió con la cabeza. Dalita y Pedro terminaron su trabajo de limpieza cuando regresé con las cervezas.
–Los esperamos en la cama cuando se acaben esa cerveza y repongan energías–dije poniéndome de pie y tomé de la mano a Dalita.
Ya en la cama, lo primero que hicimos fue un 69. Yo estaba deseosa de limpiarle a Dalita todo el atole que se quedó en esa cueva. Ella también quería satisfacer el deseo de mamar que tuvo cuando me vio en el 69 con su marido.
No sé cuánto dormimos abrazadas, boca frente a boca, ombligo pegado con ombligo y las rajas conectadas por el dildo de doble punta. Nos despertaron los machos con golpes de verga en las mejillas. “¡A trabajar, putas!, dijeron que nos iban a esperar, ya hay recarga”. En su voz se notaba que ya habían tomado de más
Nos reímos y los recibimos mamándoles las bolas. Sin sacarnos el dildo, nos acomodamos en cuatro, nalga con nalga. “A ver si se pueden acomodar, a horcajadas o en cuclillas, entrando por el mismo lugar que el dildo con su respectiva esposa”, les indiqué y ellos lo intentaron sin mucha dificultad hasta que sus nalgas también se acariciaban con el movimiento de la fornicación, pero a nosotras nos quedaba muy poco del juguete adentro, así que ellos lo tenían que mantener adentro tomándolos con la mano. Se llegaron a sincronizar e iniciaron los orgasmos de nosotras. Cuando aumentaron la frecuencia de las embestidas lograron el placer para todos. Las señoras alucinábamos al imaginar que teníamos dos machos dentro y ellos se masturbaban con el dildo dándose masajes en el tronco. Vino la cálida eyaculación que sentimos en la vagina lanzando todos un gemido de desahogo. Por el esfuerzo y el placer, ellos se dejaron caer sobre nosotras y quedamos sosteniendo todo el peso de los machos.
Dalita y yo nos volteamos a ver en el espejo y ella hizo un ademán que indicaba dejarlos caer hacia el mismo lado. Nos sacamos el dildo cubierto de lefa y jugos y se los dimos a mamar, la punta usada de mi lado al esposo de Dalita y viceversa. Primero a uno y luego al otro. Ambos, sin abrir los ojos, en su turno se prendieron como bebés a su mamila. Como ya estaban acomodados cara contra verga, bastó un empujoncito para que quedaran haciendo un 69 donde continuaron prendidos, acariciándose los huevos y succionando el almibar de amor que aún quedaba en sus miembros.
Dalita y yo nos volvimos a meter el dildo agitándonoslo vigorosamente para sacarlos nos pusimos a mamar las puntas opuestas, es decir, yo chupé la que Dalita se metió y ella la que yo llené de atole.
–¿Sabe rico? –pregunté, y obtuve tres respuestas idénticas: “aja”.
Las mamadas siguieron, y los miembros de los machos (¿?) se fueron templando. El gesto de felicidad era idéntico, denotaba un sabor que fluía otra vez, el presemen es muy rico… Mi marido abrió los ojos y, sin dejar el chupón, se deleitó con la vista de las tijeritas que hacíamos Dalita y yo, ensartándonos el dildo hasta el fondo y mirándonos con ojos de amor.
Nosotras dormimos con el dildo adentro, y ellos con su biberón de carne. Lo que vino después no fue muy diferente a lo que ya ocurrió otras veces, ¿para qué aburrirlos con una repetición?
¡Vaya, sí que se usan bien! Ustedes a ellos y ellos a ustedes. Lástima que se emborrachen para coger rico…
Pues yo no estaba borracha ni tampoco Dalita. Lo que sí es cierto es que el alcohol los desinhibió y mamaron verga muy a gusto. En otras palabras, no sólo «caliente es caliente», como dice Ber, sino que también afloró su gusto por las vergas. Espero que sólo sea para mamarlas, como aceptó tu marido y no para gozarse completos, como lo hacemos Dalita y yo sin necesidad de tener un macho.
¡Qué bueno que te gustó!
Me olvide de agradecerte la publicación, pero sí me gustó, aunque no soy tortillera.
Pues a ti también, aunque lo niegues, te sale tu faceta lésbica cuando fumas yerba, según nos has contado. Al parecer, a ellos lee disminuye el umbral de resistencia el alcohol y a ti te sucede lo mismo al fumar mariguana.
¡Hey, te faltó algo…! Le habías dicho a Tita que añadirías la siguiente vez a esta (supongo que a ésta del relato) entre ustedes cuatro: «ellos solitos, sin que lo pidiéramos, se chaquetearon mutuamente mientras que nos veían»
Me dejaste incompleta la lección.
Sí, le corté esa parte pues quedaba muy largo. Tomé esa escena y la completaré para relatar lo que pasó la siguiente vez que estuvimos los cuatro, ¡fue muy caliente! y hay tela para bordar alrededor de esto.
¿Por qué pones «lección»? A tu marido no lo haces chupar panocha ni te da paleta para mamar. ¿Quieres verlo entre José y Eugenio?
Perdón, Vaquita, en el último párrafo estaba pensando en Ishtar (¿será porque tienen atributos semejantes?). Tú sí lo quieres ver entre tu marido y tu amante, espero que te dé ideas; pero la calentura es el mejor consejo, inhibe resistencias, tú lo has vivido.
¡Mi amor, eres muy ardiente! Al parecer, tú diriges todo, les dices cuándo, cómo y quiénes. ¡Eres muy puta!
¿Y las chaquetas?
Lo de las chaquetas mutuas saldrá después. No lo puse aquí pues se alargaba mucho el texto. Yo no dirijo gran cosa, sólo me dejo llevar por la calentura y si se me ocurre hacer algo lo intento.
Me calentó. Ha de ser muy caliente ver a mi marido y otro «amigo» mío tomándose los restos de lo que los bañé, también pajeándose por mí, aunque no cuentas eso.
Pues quizá eso nunca lo podrás ver, por muy caliente que sea. A tu marido no lo haces chupar panocha ni te da paleta para mamar. Es más probable que lo veas entre José y Eugenio.
Ya empecé a escribir lo de las jaladas mutuas, después lo publico.
Por lo visto, tu comportamiento de bisexual le gusta a tu marido y a tus amantes. Dalita y tú se han de ver deliciosas poniendo cara de viciosas al hacer unas tijeritas, dildo mediante. ¡Me gustaría verlas y luego cogérmelas!
¿Acaso crees que podrías darnos «alegría láctea» suficiente a las dos?
Paso de una buena historia, a contar cosas de maricones, que asco…
Ay, señor Anthony o Tonny. No entiendo cómo puede leer este tipo de relatos. Ya se ha quejado otras veces (en comentarios con Tita) que los maridos cornudos consentidos no son hombres, ahora los llama «maricones» porque al calor del sexo hacen un 69.
A mí me hace feliz mi marido siendo como es. Cierto es que es más cornudo que lo que él piensa, pero eso no le ha hecho daño, al contrario: me ha permitido darle mejor y más sexo.
Le aconsejaría que acudiera a algún psicólogo para identificar sus traumas, pero no es necesario, se ve que usted es feliz así como está.
Gracias por leerme y opinar, es en serio.