MI AMIGO COGE A MI ESPOSA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi esposa me confesó algunas de sus fantasías sexuales, una de ellas era un trío, hacerlo conmigo y con otro hombre. Pues desde ese día estuve pensando en complacerla y complacerme, ya que descubrí que eso me excitaba a mi tanto como a ella. Pensé desde un principio que me sentiría cómodo si invitaba a un amigo o conocido, y ella pensaba igual. Así que estuve buscando un hombre que llenara sus requisitos. Después de varias semanas (no muchas en realidad, porque ya sabía que le calentaba) llamé a Gonzalo, se sorprendió al saber quien era y se sorprendió más cuando, tras una larga conversación, le revelé mis intenciones.
Claro que estuvo de acuerdo. Cuadramos todo y, luego, hablé con Miriam sobre lo que hice. Ella quedó abrumada y hasta se incomodó, a lo que tuve que aclararle que la amo y que sólo quiero complacerla. Lo conversamos unas horas y aceptó. Un fin de semana alquilamos una cabaña turística en las afueras de la ciudad y citamos a Gonzalo allí. Nosotros dos llegamos antes y preparamos la escena, nos bañamos juntos y nos acariciamos mucho, nos dijimos cuanto nos amamos y establecimos mutuamente varias condiciones, entre otras que lo que íbamos a hacer no lo repetiríamos de nuevo, que ella no vería más a Gonzalo y que daríamos rienda suelta al placer.
Al atardecer llegó Gonzalo, vi que tenía un muy buen físico, vestía casual y actuó como un viejo amigo de ambos. Conversamos animadamente con unos tragos, pero en todo momento no dejó de ver con lujuria a mi linda mujer, quien vestía un vestido con escote, la falda era abierta por un lado y cuando se sentaba dejaba al aire sus piernas con esa piel divina que provoca tocarla. Gonzalo insinuaba con discreción la belleza de mi mujer y la seguía con la mirada cuando ella se levantaba. En un momento determinado, luego de unas dos horas de conversa y tragos, ella fue a la cocina a servirse una copa mientras yo colocaba música en un aparato que estaba en la cabaña.
Al momento ella llamó desde la cocina para que le alcanzaran una botella que yo había dejado en un estante alto, a lo que Gonzalo replicó con amabilidad: "Tranquila, yo voy". No se porque lo vi como un gesto natural y seguí seleccionando música. Cuando terminé al rato noté que no regresaban y fui a la cocina en silencio, me asomé y veo como Gonzalo se besaba apasionadamente con Miriam, se comían a besos, se notaban sus lenguas gozosas y se manoseaban mutuamente. Mi mujer abrió la camisa de Gonzalo, besó su cuello, le lamió las tetillas, mientras él se estremecía de excitación. La fue empujando despacio hacia una mesa junto a ellos y ella se sentó abriendo las piernas. Allí se dieron una sesión de besos, caricias ardientes, se desnudaron y lanzaron sus ropas al piso sin dejar de tocarse (yo también me desnudé y me sobaba el pene erecto).
La imagen que observaba me excitó mucho: ella sentada tomando su pene y chupándoselo y él acariciando a mi mujer. No resistí e intervine diciendo: "que tal si vamos a la cama". Allí mi esposa me abrazó diciéndome varias veces "te amo". Una vez en la cama, mi mujer fue directa a chuparme la verga como ella siempre lo hace, divino. Se puso a en cuatro y comenzó a succionarme rico, trataba de tragarse mi verga completita, mientras Gonzalo se dedicaba a besarle su exquisito cuerpo. Yo sentía esa rica mamada sentado en la cama mientras veía en primera fila como otro hombre recorría con sus manos y su boca a mi rica mujer. La besaba, le lamía la piel, fue hasta sus nalgas, las chupaba, lamía y mordía, se aplicó con esfuerzo en el suave ano, a lo que Miriam comenzó a gemir con mi pene en su boca. De allí Gonzalo se levantó y sin más metió su barra de carne en la vagina de ella. Comenzó a culearla con ritmo suave, a cada empuje de Gonzalo, ella respondía con una chupada y un gemido salvaje.
Veía sus ojos que se entrecerraban mostrando infinito placer, las manos de su otro macho acariciando sus senos y erectos pezones, su mojado clítoris y él hasta se levantó para meter un dedo en su rico ano. Al rato no resistía más esa mamada y dije: "que tal si cambiamos de lugar". De inmediato Gonzalo sacó su pene empapado de la vagina de mi mujer y se acostó para recibir su mamada. Cuando ella comenzó a chupárselo, yo metí mi pene en su rica, mojada y caliente vagina. Sentía su calor interno, su excitación extrema. La acariciaba, metí dos dedos en su ano, cuando aceleré el ritmo con mis dedos dentro de ella, reaccionó casi desesperada diciendo: "quiero que me pisen los dos".
Saqué mi pico de su zorrita y ella se fue hacia Gonzalo, que estaba acostado placidamente recibiendo su mamada. Se montó sobre él y metió en su vagina el gigante fierro de mi amigo. Comenzó a gozarlo con movimientos suaves y profundos, como tratando de que ese palo la traspasara, desde allí me vio y dijo: "ven por detrás". Su ano dilatado y excitado permitió que mi pene entrara sin mucha dificultad, de hecho se fue hacia adentro casi de un empujón, a lo que ella soltó un grito fuerte. Preocupado le pregunté si le dolía mucho y aclaró: "grito por el placer". Gonzalo desde abajo comenzó a bombearla con ritmo, era extraño, pero yo sentía su pene moviéndose pegando al mío, separado por membranas, ese roce del pene dentro de su vagina casi era una masturbación para mí. Cuando el bajó el ritmo lo inicié yo, le metía mi verga hasta el fondo del ano, sentía su sudor, oía sus gemidos a cada embestida. Así en un momento ya los dos nos movíamos dentro de ella, un poco torpes a ratos, con buen ritmo en otro momento. Gonzalo chupaba sus tetas y yo lamí su espalda. La sensación era indescriptible, la excitación al límite.
Mi esposa de vez en cuando, murmuraba entrecortadamente: "Qué Rico", "Ay que placer", "sigan culeándome", "más rápido". Al rato, cuando yo sentía cerca mi orgasmo, Miriam replicó: "ahora me quiero voltear". Sin entender mucho que quería, saque mi pene de su culito y ella se bajó del pico de Gonzalo, se volteó, se sentó sobre él, metió el pene de Gonzalo por su ano, hasta la base, dejando solo sus grandes bolas fuera. Comenzó a mover su cadera en círculos, haciendo que se metiera todo, una vez allí, se echó hacia atrás y se acostó totalmente sobre su pecho y me dijo "métemelo". Vi su vagina empapada, divina, dilatada, su clítoris duro, y subí sobre ellos metiendo mi verga por su húmeda vagina. Allí Gonzalo no podía moverse mucho por el peso sobre él, aunque yo trataba de no apoyarme mucho. Era yo el que penetraba aceleradamente su vagina, gozaba ese trío de locura. Con ese ritmo y las ganas de terminar, le dije que me iba, ella me pidió algo que nunca me habría imaginado: "espera, quiero que me lo eches en la boca". Nos separamos los tres, él se quedó acostado, ella volvió a montárselo (creo que le gustaba tener a Gonzalo dominado así), se puso un poco de lado y me pidió que le acercara mi pene.
Comenzó a mamarlo como una gran puta otra vez, yo disfrutaba tocándola y viendo como gozaba a Gonzalo. En un momento vi como ellos se acercaban al clímax y cómo iban a terminar juntos al mismo tiempo, ella tuvo que concentrarse en sus movimientos acelerados sobre Gonzalo, hasta que él soltó un grito entrecortado, apretó su cara y mostró que estaba soltando su semen caliente dentro de mi esposa, para ella fue el detonante, comenzó a gritar de placer, a sentir un inmenso orgasmo y tomó mi pene con fuerza, haciéndome un paja en la entrada de su boca. Yo ya estaba a punto, así que mientras ella llegaba, yo exploté largos chorros de semen dentro de la boca de Miriam. Ella lo chupaba tratando de tragárselo todo. Apretaba tanto mi pene que casi me lo lastimaba, pero era porque estaba teniendo un larguísimo y profundo orgasmo, que no se detenía, de verdad fue gigante.
Tras esa sesión de sexo ardiente, nos acostamos los tres, ella en el medio recibía nuestras caricias y besos, yo delante de ella le daba besos ardientes en su rica boca, sobaba sus senos su cuello, su pecho. Gonzalo besaba la parte de atrás de su cuello, tras sus orejas, su espalda, acariciaba sus glúteos, sus piernas, creo que le repasaba el ano con su pene ya más flácido. Allí nos dormimos, agotados. Yo fui el primero en despertarme poco más de una hora. Tenía mucho calor así que me metí a la ducha. Cuando allí estaba llegó mi mujer. Hablamos sobre lo ocurrido y lo asumimos como que cumplíamos una fantasía, ni como engaño ni con implicaciones morales. Nos besamos y acariciamos en la ducha, al punto que nos pusimos a tono de nuevo. Ella se reclinó sobre la pared y metí mi pene en su vagina mojada de nuevo. De allí nos fuimos a la cama donde Gonzalo ya estaba despierto y vio nuestra pasión. Miriam se acostó boca abajo y levantó su rico trasero, diciendo: "métanmelo". Tanto él como yo nos alternamos en la nueva cogida. La pisábamos con fuerza y por turno, al punto de que ella se puso una almohada en la cara para no saber quién la ensartaba.
Creo que para ella era muy excitante ser culeada y no saber por quien. Luego de un buen rato en ese juego. Se levantó y me dijo "quiero culearte mi amor", me recostó en la cama y se montó sobre mi pene ardiente. Me dedicó una sesión mientras Gonzalo se masturbaba cerca de nosotros. Cuando sintió que venía su orgasmo, y yo también, tomó la verga de Gonzalo con fuerza y se la tragó de un golpe. Allí descargó un grito entrecortado por el miembro en su boca, un grito de placer puro, desenfrenado. Luego de otra rica galopada, se bajó de mi verga, pero tanto él como yo estábamos a punto de eyacular de nuevo, así que ella acercó los dos penes a su boca y, como las perras de las porno, alternaba chupadas y masturbadas a ambos troncos, hasta hacernos acabar a los dos en su boca, primero me fui yo, luego Gonzalo, la imagen era impresionante, ver a mi esposa como una de las mujeres de las películas que ambos veíamos de vez en cuando. Se chupó el semen de ambos, lamió los restos que rodaban por sus manos y por los penes agotados, nuestras cabezas rojas llegaban a brillar. Luego nos recostamos de nuevo, hablamos los tres sobre lo sabroso que fue. Y allí nos quedamos un rato.
Luego ella fue a bañarse de nuevo, pues estaba llena de sudor y semen, Gonzalo la siguió y yo los miraba calladito desde la entrada del baño, veía con morbo como se besaban, como él chupaba sus pezones, como se acariciaban desesperados. Ella le dio la espalda, puso sus manos apoyadas en la pared y abrió las piernas, mientras él se paró detrás, y se agachó un poco para culeársela de nuevo. La clavada fue brutal, la fuerza de las bombeadas de mi amigo hacían que Miriam se parara en punta de pies. Veía a Gonzalo de espaldas, su trasero se contraía mostrando el esfuerzo de cada penetrada, oía los "AH…AH…AH…" de mi mujer a cada embestida de su, en ese momento, amante. Me excitaba la visión, luego ella se arrodilló y volvió a mamárselo. Lo hizo acabar de nuevo en su boca, se besaron apasionadamente un rato más y salieron como si nada. Salimos los tres despidiendo a Gonzalo en un taxi. Miriam y yo no volvimos a repetir la experiencia, pues como dije fue una fantasía cumplida. Nuestra relación mejoró muchísimo después de eso. Hemos hablado de cumplir más fantasías. Quizás algún día.
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