MI ESPOSA CONOCIO LA GLORIA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi esposa conoció la gloria, es mi ángel
Son como las cuatro de la madrugada, veo a mi esposa Aidé, conversar con ese desconocido en aquel carro rojo que la deja al frente de nuestra casa. Me contó luego que habían almorzado juntos después de una reunión del sindicato del cual ella era miembro directivo y la elogió por la claridad de ideas que tenía respecto al movimiento sindical del que ambos forman parte, ella a nivel regional y el a nivel nacional y por lo bien que expresa sus ideas. Somos de una ciudad del interior del país, Ahí empezó todo. A partir de entonces, nuestra vida como pareja tomó un rumbo distinto.
Por fin se ha consumado la fantasía que en tantas ocasiones le he sugerido: la posibilidad de que ella tenga una aventura sexual, la eventualidad de que haga el amor con otro hombre, una fantasía que ha rondado en mi mente desde hace algún tiempo. Pero-¿cómo? –Si me permiten se los relato en tiempo presente, por que siento que está sucediendo en este preciso momento.
Percibo una mezcla de sensaciones al pensar en esto, tal vez temor a la reacción de resistencia de ella por esta pretensión mía, pero también mucho placer, al fin la persistencia mía logra que ella fantasee también y disfrutemos juntos de esa quimera, de ese ensueño, pero imposible de hacerla realidad pues ella dice amarme mucho y que sería incapaz de ponerme los cuernos, que ella me quiere para toda la vida, que yo soy su todo, además tenemos un hogar muy bello, muy estable con dos hijos preciosos, el último denuestro matrimonio y el otro de su matrimonio anterior pero que yo quiero como si fuese hijo de mi sangre también, yo no tuve hijos en mi primer matrimonio. Ella tiene 36 años y yo rondo los 40. Debo decir también que hemos contraído nupcias después de haber convivido unos dos años, pues ambos somos divorciados de nuestros matrimonios anteriores, llevamos una vida sexual plena y normal, solemos salir a cervecerías los fines de semana, a la playa, o de visita a las respectivas familias, en fin una vida normal y además somos profesionales universitarios, cada uno con un trabajo fijo en organismos públicos diferentes.
Unas piernotas muy apetecibles, cuando salimos me encanta que se vista con faldas o vestidos que al sentarse puedan permitir ver lo bien formadas que las tiene, aunado a unos zapatos dorados de tacón bien altos que combinan con un bolso de mano del mismo color, una falda blanca, corta y amplia al estilo Lambada, una blusa que deja el ombligo al descubierto y descotada que permite ver lo voluminoso de sus grandes senos naturales, ese par de tetas talla 38B, unas nalgas anchurosas, extensas, ampulosas, una piel de color dorado claro, el pelo castaño oscuro que cae un poco más abajo de los de los hombros, que enmarca un hermoso rostro ligeramente achinado, más un metro con sesenta y cinco centímetro de estatura la hace ver impresionante, no era una flaca, mas bien un poquito entrada en carnes, pero sin ser una obesa, estamos en una de las cervecerías donde solemos ir “El Castillo del Virrey” le pido que camine a los sanitarios y de regreso me traiga sus minúsculos hilos dentales que al fin y al cabo nada ocultan, para que luego al regresar a la barra donde estamos sentados, me los entregue en la mano, ¡Esto me pone a millón!,- Que mi esposa atraviese todo el salón lleno de gente pues es viernes en la noche pero temprano aún, son como las 8 PM, sentarse a mi lado en la barra sabiendo que no lleva nada debajo, es absolutamente excitante, seductor, sugerente, fascinante.
-¿La gente no se dio cuenta, papi? Pregunta con curiosidad morbosa y cierta dosis de candor, Tiene esa hermosa costumbre de tratarme de papi o papá, cuestión que me llena de presunción, -No se ni me importa le respondo, premiándola con un beso . Me importas tú, agrego a su oído.
La barra de una cervecería es nuestro lugar preferido, nos sentamos a una mesa sólo cuando no hay sitio en la barra, pero cuando se desocupa un espacio, el mismo dependiente nos lo reserva, ya es amigo nuestro, no sabemos cual es su nombre pero le llamamos amigo, ya somos clientes fijos del lugar, cuando pagamos la cuenta siempre le dejamos algo de propina, es muy atento.
Allí en esas barras nuestra imaginación vuela, más aún cuando las heladas, rubias y espumosas van haciendo efecto, mi esposa ocasionalmente y como sin querer, negligentemente muestra sus robustas piernotas sin una gota de grasa en exceso a los hombres sentados en las mesas vecinas, de repente y sin que lo esperen: un piconaso, los tipos se emocionan sorprendidos por el espectáculo que les ofrece mi agraciada esposa, yo miro de soslayo a los parroquianos, mi esposa me sonríe con picardía y me planta un beso en la boca, los cercanos que me envidian de tener esa hembrota toda complaciente a mi lado, yo por la seguridad de su amor, de su afecto y de su cariño, yo por quererla tanto, yo por amarla tanto. Ella aplasta la colilla del cigarrillo en un cenicero, sólo fumamos cuando estamos tomando.
Saca de su cartera un lápiz de labio y un pequeño espejo, se retoca la pintura de los labios con coquetería, un rojo carmesí que tanto me gusta, una mirada de soslayo a los tipos por encima del espejito, descuidadamente ofrece a la vista de los vecinos de la mesa contigua que fisgonean los picones de mi esposa, se la comen con las miradas, su papo, ¡Ahh, -¡Que papo!-¡un papote como el capot del popular auto alemán!, ella baja del taburete para ir nuevamente a los sanitarios, la cerveza da muchas ganas de orinar.
Atraviesa el salón, tarda unos minutos, me torno ansioso, al regresar se abre paso entre algunos hombres que están de pié, tropieza con algunos que se le enciman para decirle soeces -¡Quien fuera marido tuyo, mamacita!- el otro le dice: ¡Si fuera marido tuyo no te dejaría salir…de debajo de mi!, ella los evade con una sonrisa coqueta y presumida, se sabe deseada, admirada, regresa a mi lado, un nuevo beso en la boca. La colmo de halagos. -¡Eres mi reina! -le digo. Allí fraguamos todo nuestro plan. Ella me promete que lo intentará pero que no me garantiza nada.
-Papi, ¿me estás tendiendo una trampa? Me pregunta.
-¿No tienes otra mujer y quieres buscar un pretexto para dejarme? ¿Eres capaz de hacerme eso? repregunta.
La verdad es que yo no tengo ojos para otra mujer, ella es suficiente para mí, soy monocuco. Ante todas esas dudas, la colmo de besos, de caricias, de atenciones, saco de un bolsillo de mi chaqueta un pequeño regalo que he comprado para esta ocasión, hoy estamos cumpliendo años de casados, pero no le dicho nada para que crea que lo he olvidado, lo pongo en sus manos, ella lo abre, se sorprende, es un anillo de oro de 18K con un pequeño brillante que coloco suavemente en el dedo anular de la mano derecha junto al aro que le regalé el día de nuestro matrimonio civil el cual realizamos en una ceremonia sencilla en la prefectura del municipio y que celebramos en una cervecería , su mamá, dos hermanas de ella, unas compañeras de trabajo que le regalaron flores y los dos testigos del matrimonio, unas doce personas en total, de esto hace ya ocho años exactamente, lo recuerdo como si fuese ayer, para esa ocasión ella quiso estrenarse un vestido blanco de tela de franela que se ceñía a su cuerpo, dijo que yo me lo merecía, esta fecha no puede pasar inadvertido para mi, sería un pecado que yo no me perdonaría jamás.
-Es una prueba más de mi amor y de mi confianza, le respondo. Me mira sorprendida y me da un largo beso que interrumpe el dependiente amigo al servirnos dos cervezas más las que tomamos con avidez.
-De verdad estás dispuesto, mi amor?- Si lo hacemos no me vas a dejar por eso? Pregunta en su estupefacción.
-¿Cómo quieres que te lo declare, mi amor? Le respondo con otra pregunta.
-¿Qué quieres que haga para que me creas? -continúo.
– Mi amor, no te vas enojar si te cuento algo? me interroga.
Abro la bocota estupefacto, yo esta vez.
-No me digas que ya lo hicisteis y no me habías contado nada, ¡No te lo puedo creer, mi amor¡
-Tomo un sorbo largo de cerveza y vuelvo a dejar la copa en la barra. No puedo negar que siento celos, pero al mismo tiempo, experimento una sensación de placer. Me excita saber que mi mujer pudiera hacer el amor con otro hombre, que pueda deleitarse del sexo con otro, que perciba otras impresiones, que otras manos recorran su cuerpo, que otra boca sorba sus jugos, ¡Cortejada por otro!- ¡Que otro hombre le diga cosas hermosas al oído!- ¡Que otro hombre la encuentre rica, apetitosa, comible, besable, acariciable!-¡Que el calor de sus manos acaricien otro cuerpo, que el fuego de su boca bese otros labios ¡Que mi esposa le aplique a otro hombre esa presión que hace que uno quede exprimido producto de unos ejercicios que practica y que algunas personas llaman “Cangrejera”, que se coloque almohadas debajo de sus nalgas para elevarlas más al encuentro del ariete para sentirlo más profundamente cuando hace el amor como lo hace conmigo.
-¡No, mi amor!, me responde, retrotrayéndome a la momentáneamente perdida realidad, despertándome de esa onírica y alucinada visión.
-Pero lo he estado pensando seriamente, me dice, y ya que me lo pides de esta manera…, hace una pausa, con una mano se toca el bajo vientre por encima de la falda y presiona hacia abajo, con la otra tiernamente toma mi mano se la lleva a sus labios, me la besa con devoción diciéndome suplicante:
-Estoy mojada, papi. –Ya no aguanto más, …vámonos.
La emplazo a seguir:- Me ibas a contar algo. Dime, estoy anhelante. -¡No ves que desespero de tanto cavilar!
-¡Cónchale, mi amor!- ¡No se te olvida nada!- me responde con una sonrisa picarona para proseguir tras una breve pausa:
-Bueno, pero te diré antes, que yo no tengo ojos para otro hombre que no seas tú, te amo intensamente, te amo con locura, con pasión, no me imagino la vida sin ti, me has dado tantas cosas, me haz dado tanta confianza por lo que espero que no te moleste lo que te voy a decir, -hace una pausa larga, toma la copa de cerveza, la lleva a sus labios, toma mientras me mira a los ojos profundamente como escrutando mi alma, escudriñando mi corazón, como adivinando mis pensamientos, como indagando en mi mente –la ansiedad me consume, la zozobra me invade, tomo un largo sorbo de cerveza, mi corazón galopa dentro de mi pecho, llevo su mano al lado izquierdo de mi pecho para que sienta el galopar de mi corazón, finalmente agrega.
-Hay un candidato que me corteja, no es de aquí sino que viene ocasionalmente, se llama Dixon, me revela.
Lo describe como un tipo moreno, alto, de bigotes finos, y que está muy bueno, dirigente del sindicato a nivel nacional, que están preparando la convención nacional, que le ha preguntado que si ella es casada, que ella le ha dicho que si para no dejar la posibilidad abierta a que la siga cortejando a la espera de lo que yo le diga.-Que no le ha dicho él, que lo quiere es que asista como delegada a la convención nacional que se celebrará en Maracaibo ¡Inclusive aquí tengo su número de celular!, me confiesa.
-¿Qué te parece?-me interpela así de sopetón, me quedo lelo, pasmado, estupefacto, atónito.
-¿Lo llamo?-¡Apenas son las once de la noche, aun es temprano, me insta.
Tomo conciencia que he saltado de júbilo en mi taburete y una excitación extrema me asalta, se me van los tapones, le doy un beso, dos besos, muchos besos, en la boca, en la frente, en las mejillas, nuevamente en la frente, en la boca y si no estuviéramos donde estamos, un lugar público donde hay tanta gente, seguramente la hubiese besado en otras partes de su reverenciada anatomía, de su cartera saca su teléfono celular y de su monedero saca una tarjeta, me pasa todo, me señala:
-Márcalo tú mismo- me dice desafiante, tomo el teléfono y la tarjeta, la leo brevemente, miro los ojos de ella, me está mirando, como retándome, como diciéndome: ¡Échale bolas pues!, marco el número que aparece en la tarjeta, con ansiedad espero que repique, se lo paso a ella repicando, espera hasta que contestan, cuando la persona atiende ella con voz melosa y artificiosa le expone:
-¡Sorpresa!…-¿Qué haces… dónde estás?-¿Estás sólo?…
Mientras conversan por el teléfono, ella mira fijamente a mis ojos, me fascina, la oigo que en forma decidida le indica:
-Espérame ahí, voy para allá…yo llego… no te preocupes.
Cierra la comunicación, tengo la boca reseca, no se si porque la tengo abierta, asombrado de lo que acabo de ver, mis sentidos turbados, tomo un trago de cerveza.
-¿Qué tal?-¿Cómo te quedó el ojo?- ¿Qué dices? Tres preguntas retadoras, desafiantes, jactanciosas, una detrás de otra, como disparos a mis sentimientos y pretensiones.
Toma su copa, la alza, la choca contra la mía.
-¡Brindemos!, me dice, volvemos a sorber la cerveza hasta llegar hasta el fondo.
-¿Ahora qué hacemos?, me pregunta, -está en la barra de la discoteca del hotel, -agrega, -le dije que iría para allá.
-Estás a tiempo de echarte para atrás, me señala.
Recupero mi aplomo que momentáneamente he perdido.
-¡Vamos!- le digo con entusiasmo, al tiempo que pago la cuenta del consumo al dependiente amigo.
-¡Papá! Me dice sorprendida:- ¿tú me vas a llevar? -si, le respondo decididamente, -si te ve se va a cohibir, me alega con cierta preocupación.
-No, él no me conoce, además tú entras primero y yo entro poco después, como que no andamos juntos.
Mi esposa decidida, me planta un beso y luego con toda mala intención y perversidad, baja lentamente del taburete ofreciéndoles un banquete de ojos a los vecinos de la mesa cercana quienes no se aguantan para expresar enajenamiento con un largo y sinuoso silbido.
En un santiamén estamos en el estacionamiento de la discoteca del hotel donde se hospeda Dixon el amigo de mi esposa, antes de bajarse de nuestro carro, le doy un acariciante beso en su rico papote que semeja un sapo echado, está mojada, impregnada, empapada, destila líquidos por las piernas, pienso que se la voy a brindar al desconocido suficientemente preparada, eso despierta indescriptibles sensaciones en mi, ella se despide de mi con un largo beso
– No llegues tarde, te estaré esperando. le digo, camina lascivamente y apresurada hacia la entrada de la discoteca, un portero le abre la puerta, ella se interna en la casi penumbra, espero unos diez minutos que me parecen siglos. Bajo del carro y camino hacia la misma entrada, llevo un billete de cincomil que saco de la cartera para dárselo al portero, se que en algunas discotecas no permiten la entrada de hombres solos, el portero después de recibir el billete, empuja la puerta, entro al recinto, es una pequeña discoteca con una barra corta, busco un lugar en la barra, visualmente ubico a mi esposa quien también está en la barra al lado de un tipo tal como ella me lo describió, toman whiskies en sendos vasos, nuevamente una mezcla de conmociones invade mi cuerpo, mi alma, mi mente, no lo puedo describir con exactitud, creo que si sufriera del corazón me habría dado un síncope, pero no, estoy aquí disfrutando este momento tan maravilloso, admirando a mi querida y amada esposa, esa maravillosa mujer que el destino puso en mi camino para que me acompañara toda mi vida. Pido un whiskie también para no desentonar con el ambiente, suena música romántica en el aparato.
Hubo un momento que sintió en su cuello la alucinada mirada mía y siente la imperiosa necesidad de voltear para encontrarse con mi vista clavada en ella, una breve sonrisa se me dibujó en la cara, contó ella después.
Al verme ella, hace como que no me conoce, con un gesto despreciativo y altiva se lanza a lo profundo con un beso al hombre que le hace compañía aprovechando la semioscuridad del sitio, aquí hay menos iluminación que en la cervecería donde estábamos, pero ya mis pupilas se acostumbran y se abren lo suficiente para admirar el espectáculo, el hombre pasa sus manos por el cuerpo de mi amada, la recorre, aprovecha lo corta de la faldita que lleva mi esposa para meter mano y encontrarse que no lleva nada abajo, sorprendido, toma un sorbo de whiskie, se la lleva a la pequeña pista donde dos parejas, más que bailar casi hacen el amor al compás de la cadenciosa música, mi esposa parece otra mujer, sin escrúpulos se le repliega al hombre, parece que con su movimiento voluptuoso le puliera la hebilla del cinturón, situación que aprovecha el tipo para pasar sus manos por las opulentas y generosas nalgas de mi esposa masajeándoselas voluptuosamente atrayéndola más hacia si, indescriptible, no encuentro las palabras en mi mente para describir lo que estoy presenciando, realmente no bailan, se balancean de un lado hacia otro, se refriegan los cuerpos con un movimiento lascivo, se me seca la garganta, en ese momento el DJ cambia el ritmo musical y mezcla una pieza ya pasada de moda pero que marcó una época por lo erótico de sus movimientos al bailar, el grupo Kaoma con la Lambada, que coincidencia pienso, mi esposa lleva esa faldita blanca que utilizan las bailarinas del video clip, mi señora, la madre de mis dos hijos, esa señora seria que todos conocen en su trabajo y enla urbanización donde vivimos, mi esposa bailando lambada, ¡Que espectáculo!, los giros del baile hacen que la corta falta levante vuelos y puedo ver la desnudes de esas nalgas moviéndose, zarandeándose, contoneándose “chorando estara ao lembrar de um amor que um dia no soube cuidar” reza la letra de esta pieza –¿Estaré entregando mi mujer a otro amor? -¿No lo habré sabido cuidar?–¿Encontrará más placer con ese hombre que conmigo, se derrumbará todo el edificio que hemos construido con nuestro amor? Súbitamente me asaltan dudas, tengo el impulso de apartarla de aquel hombre que cepilla con fruición su bajo vientre contra el de mi esposa al compás de ese sensual ritmo, pero aguanto, me contengo, ¿Qué pasa pues? Me pregunto, en el preciso instante en que el DJ vuelve a mezclar la música, suena un reguetón y allí como que se exacerban los sentidos, nunca había visto a mi amada bailando ese ritmo del Caribe tropical, es un espectáculo alucinante, impresionante. Siento que un chorro caliente y espeso se me escapa con fuerza mojando mis interiores, por un momento cierro los ojos con fuerza para luego abrirlos, siento un alivio, respiro profundo, tomo un trago largo, el whiskie casi se ha vuelto agua, pido otro, lo vierto sobre el whiskie anterior para que coja sabor, un cubito de hielo lo coloco en mi bragueta, mientras mi querida mujer ha regresado a la barra con el desde ahora su amante, piden dos tragos que se llevan, salen abrazados de la discoteca, trato de entretenerme viendo a otras parejas que aparentan bailar en la pequeña pista.
Pago mi consumo. Mi cabeza da vueltas. Me voy a casa, abro sigilosamente para no hacer ruido, no hay nadie pero no hay necesidad de hacer ningún tipo de ruido, siento su ausencia, los niños los cuida mi suegra en su casa encantada de la vida, los buscaremos en la tarde o el domingo, hoy es viernes para amanecer sábado, veo el reloj, es la una y media de la mañana, imagino que a estas alturas mi esposa la deben tener clavada dándole hasta en la cédula. –¿No es eso lo que yo quería? –Pues ahí lo tienes me pregunto y me respondo a mi mismo.
Me desvisto, entro al baño, me meto bajo la regadera y dejo caer el agua, luego de un rato me pongo una toalla alrededor de la cintura, busco un vaso, saco hielo de la nevera y me sirvo whiskie de la licorera que tenemos en el barcito del recibo, dejo encendida la tenue luz de una lámpara de mesa, dejo la puerta semiabierta con la intención de que cuando ella llegue no tenga que sacar llaves sino que sencillamente la empuje para entrar, me siento en el sofá, me quedo un rato pensando, la quiero, cavilo, la amo, el corazón me palpita con fuerza, …razono, pienso mucho, me pregunto ¿Qué son los sentimientos? Lógicamente lo que uno siente.
“Eres mi sangre y mi sed, mi soledad, mi querer, eres el fuego que me da calor. No entiendo, no me puedo contener, esto que siento es más que un sentimiento”
Creo que es así como dice un poema o una canción que no recuerdo donde ni cuando he oído. Solo pienso; mis pensamientos reflexiones son como el viento, que por momentos va calmo, y por momentos se enfurece llevándose todo a su paso, como un huracán pero cuando éste cesa todo vuelve a su justo lugar, dejando una marca que no se ha de borrar. Esto debo haberlo leído en alguna parte,
Estoy sentimental, romántico, afloran a mi mente un torrente de frases, la tengo presente a ella en mi mente y todo lo que surge en mi son pensamientos de esta naturaleza, como si se acrecentara mi amor por ella, quizá el inminente peligro de perderla al ponerla a disposición de otro hombre, de entregarla, de otorgarla, de cederla, y…esa gesto de desaire, como de desprecio hacia mi cuando la vi sentada a la barra con el tipo -¿Una pantomima?, ¿Una representación actoral?,-me asaltan los celos.
¿Celos?
-He oído decir que quien no cela no quiere, pero…-¿Qué son los celos?
Creo que es el miedo ante la posibilidad de perder lo que se considera que se tiene, o se posee, es la desconfianza y sospecha permanentes en el otro que perjudican la relación con la persona amada, ese confuso, paralizador y obsesivo sentimiento causado por el temor de que la persona depositaria de nuestro amor prefiera a otra en lugar de a nosotros.
Creo que este sentimiento es de origen cultural, y que los celos no dependen del deseo o necesidad de goce exclusivo de los favores del otro, sino del aspecto social. La infidelidad sólo provoca reacciones celosas en la medida en que origina inseguridad o afecta al prestigio y al honor. Podemos pensar por tanto, que cuando estamos celosos experimentamos sensaciones propias de nuestra condición de seres humanos y, a la vez, manifestamos un comportamiento adquirido y heredado de nuestra cultura. Pero además aquí no hay infidelidad puesto que es con mi consentimiento, mi aprobación, mi deseo, mi anhelo, mi voluntad, mi antojo y por supuesto mi riesgo, -¿Cuál riesgo? Me reprendo –Ninguno, tengo mucha confianza en mi mismo y en ella, deseos, voluntades, antojos que ahora ella comparte plenamente, esta noche me lo está comprobando, una vez más compruebo, evidencio que no me he equivocado al dejarme atrapar por su encanto, al escogerla como mi esposa. ¡Me quito el sombrero!-¡Le rindo pleitesía a su majestad la reina de mi corazón!
Mientras estoy en estas cavilaciones, sigo tomando mi whiskie, no tengo ni una pizca de sueño, menos mal que mañana es sábado, mejor dicho hoy es sábado ya son las cuatro de la mañana, estoy ansioso de ver entrar por esa puerta a mi mujer. -¿Qué habrá pasado?-¡Qué va a pasar, pues, lo que tiene que pasar!, Ella también lo deseaba seguramente, yo lo que hago es facilitarle el camino, me justifico.
–¡Hipócrita! Me digo a mi mismo, -Ella no quería, yo la induje- me acuso, me inculpo, cuando estoy en estas reflexiones, oigo detenerse un carro en la calle, espero un momento, siento un golpe suave de una puerta del carro que se cierra, me asomo a través de la cortina de la ventana, es ella, mi mujer, mi esposa, el corazón me brinca de emoción, una alegría nunca antes experimentada, ella atraviesa la reja que separa el jardín de la calle, se quita los zapatos y camina lentamente y en puntillas por la veredita como para no hacer ruido, llega a la puerta, se da cuenta que no está cerrada, la empuja, entra al recibo de la casa, yo estoy sentado nuevamente en el sofá con el vaso de whiskie en la mano, ella no dice nada, deja su bolso en un mueble, camina hacia donde yo estoy sentado, me mira a los ojos, se sienta en mis piernas desnudas, se acurruca en mi pecho, parece una niña regañada, avergonzada, ruborizada, paso mi mano por su pelo, cariñosamente se lo aparto de la cara, la beso tiernamente en la frente, en los parpados, en la comisura de sus labios.
-¿Qué pasa, mi amor? le pregunto con cariño, con devoción, -me tenías preocupado.
-Voltea la cara para verme nuevamente a los ojos –¡Me da pena, papá! – me dice bajando la vista, la tomo por la barbilla delicadamente y la colmo de besos.
-¡Lo hicimos, papa- lo hicimos! Casi gritando, Me besa en la boca largamente al tiempo que baja una de sus manos hasta su rico papo, introduce no se cuantos dedos en su ranura y luego los saca impregnados de esa líquida, espesa, y cremosa secreción del hombre que la acababa de poseer unos minutos antes, me lo muestra como un trofeo, como para que yo no tenga la duda de lo que acaba de hacer, luego se acomoda bien entre mis piernas haciéndome deslizar dentro de ella hasta lo profundo de esa candente cavidad con una suavidad producto de la lubricación que trae. Enseguida empieza a galopar desaforadamente, frenéticamente, salvajemente, desesperadamente, exclama:
-Gracias, padre, gracias, si antes te amaba con pasión, ahora te amo con mayor locura, eres grande, papá, el más grande de los hombres.
Y digo yo- ¡Cómo no amar a una mujer así¡ – ¿Cómo no rendirle homenaje?
Se coloca frente a mi para besarme, me llena de besos, se separa un poco, me ve a los ojos, en mi cara me grita-¡Soy una puta!-¡Tu puta mi amor!-¡Tu puta, tu puta, tu puta!
Sigue moviéndose, agitándose frenéticamente.
-¡Soy una puta, padre, soy tu puta!-¡Entiendes?-¡Tu puta!-¡Tu ramera!-¿Me oyes?-¡Tu prostituta!-¡Como tu lo querías, mi cielo, mi corazón, mi vida! – ¡Soy tu zorra!, -¡Tu esposa es una zorra!
Nuestros cuerpos explotan al unísono en una cascada de placeres inenarrables, de delectaciones, de gozos, de satisfacciones, henchidos de amor, llenos de afectos, borrachos de lujuria, ebrios de delectaciones, colmados de ardor, pletóricos de efusión, delirantes de cariño, hartados de mutua confianza. De pronto empieza a agitarse más, a cabalgar más aprisa, a estremecerse como si un terremoto la impulsara en sus vaivenes, a sacudirse con fruición, violentamente estalla nuevamente de placer, de gusto, de satisfacción para luego sosegarse calmadamente replegándose en mi pecho, la respiración retorna a la normalidad poco a poco, serenamente. Instantes después oigo que solloza, lloriquea, gime como una niña, un largo suspiro, acaricio su cabeza y rompe en llanto, un llanto sentimental, delicado, tierno, calmado, sosegado, levanta su cara, aparta su cabello que cae en su rostro, me besa en la boca, sus lágrimas corren por sus mejillas y con entrecortadas palabras declara: -¡Definitivamente… papi… me has hecho muy feliz, …nunca pensé que esto fuera la consolidación de nuestro amor, de nuestro matrimonio, de nuestra unión!
-¡Papi, te quiero!-¡Te quiero mucho!- acaricio sus cabellos con cariño, los sollozos ceden poco a poco, se queda adormilada en mi pecho, veo su rostro calmo, sosegado, respira profundamente, le busco mejor colocación para que duerma mas cómoda, subo al piso donde están las habitaciones, bajo dos almohadas y se las coloco suavemente debajo de la cabeza, no me atrevo a despertarla, me quedo contemplando ese rostro, tal vez los ojos del amor me hagan verla como un ángel, -¿Como un ángel? – ¡Si, para mi es mi ángel. Ya luego tendremos tiempo para que me cuente su experiencia, sus diabluras, sus tremenduras. -Tendrá un lindo despertar.
El sol comienza a entrar a raudales por las ventanas, un nuevo amanecer, un nuevo día lleno de fe, de esperanza, de amor, de cariño, de apego, de afectos, de ternura, de devoción.
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