Mi esposa Sofía «Demasiado Hermosa Para Un Solo Hombre» – Capítulo I
Mi esposa Sofía y yo nos conocimos en la misma empresa, ella con 26 años y yo casi llegando a los 30, decidimos casarnos sin revelar nuestro secreto en nuestro trabajo, pese a los comentarios negativos de quienes nos conocían, de que «ella era demasiado lo para mí»..
Introducción: Mi esposa Sofía y yo nos conocimos en la misma empresa, ella con 26 años y yo casi llegando a los 30, como todo cuento de amor, nos enamoramos perdidamente y decidimos casarnos sin revelar nuestro secreto en nuestro trabajo, pues como en muchos lugares no estaban permitidas las relaciones dentro de la empresa. Sofía era muy hermosa, su cuerpo anatómicamente curvilíneo no la dejaba pasar desapercibida en ningún lugar, pero nuestra confianza y amor permitían hacerme pensar que ella siempre sería mía, pese a los comentarios negativos de quienes nos conocían, de que «ella era demasiado lo para mí».
Mi esposa Sofía y yo nos conocimos en la misma empresa, llevaba algunos años trabajando allí antes de que ella apareciera en mi vida, basta decir que era una mujer totalmente hermosa, de esas que daba lo mismo si usaban un vestido entallado o una falta hasta el tobillo, siempre atraía las miradas de quienes estuvieran a su paso, su belleza era natural.
Su llegada a las oficinas, no pasó desapercibida, nadie dejaba de mirarla y no es para menos, en nuestra empresa todas las mujeres usan trajes sastres obligatorios; blusa blanca, falda corta, medias color piel, zapatillas cerradas de tacón de aguja y saco.
La primera vez que la vi llegar parecía una modelo de revista, su cabello negro lacio le llegaba casi hasta la cintura, poseedora de unos ojos color miel y unos labios carnosos de hermoso color rosa realmente exquisitos, incluso para imaginarse las más placenteras perversidades con ellos.
Recuerdo que su blusa entallada parecía luchar por mantener escondidos unos pechos de una buena talla y seguramente de una piel deliciosa. Tenía una cinturita de infarto y unas piernas torneadas enfundadas en unas lindas medias color piel, que terminaban en un bien formado trasero que por lo ceñido de la falda daba la impresión de que las costuras hacían su máximo esfuerzo por moldearse a esas curvas, en fin, realmente era toda una preciosura.
Por azares del destino, coincidimos en el mismo piso que, y aunque ella pertenecía a ventas y yo a publicidad, nuestros lugares estaban próximos, poco a poco tuvimos un acercamiento que nos permitió conocernos mejor. Esto me permitió darme cuenta que su carácter lejos de ser duro o egocéntrico más bien era sumiso e inocente, lo que en muchas ocasiones ocasionó que con algunas personas esto le trajera problemas. No significaba que cualquiera pudiera verle la cara de tonta, pero para aquellos con mucha seguridad en sí mismos conseguían de ella sacar un buen provecho.
De hecho, era muy común que nuestros compañeros, al menos los más osados, aprovechan cualquier pretexto para sacar provecho de ella, pidiéndole favores tan simples como pedirle alcanzar algún libro, carpeta o material de lugares altos solo para intentar ver debajo de su corta falda. Pero como digo no pasaba de eso, en cambio el otro tipo de hombres con presencia y carácter fuerte lograban rebasar esos límites, logrando en ella un estado sumiso y pasivo.
Un ejemplo de estos, era Genaro, nuestro jefe de piso, quien llevaba su departamento y el mío. Ese viejo cincuentón, medio calvo y con una labia para ganarse a cualquiera, siempre buscaba la presencia de Sofía para realizar cualquier actividad, por lo general la llamaba a su oficina, con el pretexto de pedir ayuda para acomodar archivos, papeles y cosas que una secretaria hace, aunque él mismo pudiera hacerlo.
Precisamente eran ese tipo de hombres como nuestro jefe, quienes me daban mala espina y provocaba en mi desconfianza y celos, pero sabía que ella solo tenía ojos para mí y fuera lo que fuera nunca pasaría de simples coqueteos.
Por mí parte yo nunca fui comedido con ella, sabía que no era un galán pero que podía brindarle mi apoyo y mucha seguridad, por lo que poco a poco me convertí en su amigo de confianza. Después de todo, al sentirse rodeada de muchos hombres que solo quieren propasarse con ella, supuse que encontró en mí algo diferente y sin darnos cuenta nos fuimos enamorando.
La boda fue un sueño hecho realidad invitamos a nuestros amigos cercanos, algunos familiares y solo dos amigos del trabajo que conocían nuestro secreto, Juan y Rodrigo, aunque ellos trabajaban en diferentes pisos, y pese a las miradas que siempre le posaban sobre Sofía, se lograron ganar nuestra confianza.
Esa noche tuvimos nuestro primer encuentro íntimo, ella lucía hermosa en esa lencería blanca que había escogido para mí, mientras se acercaba a mí en esa habitación con luz tenue de nuestro nuevo hogar, noté su respiración agitada y sus mejillas coloreadas de su excitación y un poco de pena.
Aunque fue una noche que nunca olvidaré, mi poco control sobre mis fluidos hizo que durara poco y no lograra continuar esa noche.
Era tan perfecta y el tacto de mis manos en su suave y perfumada piel, no hicieron más que apresurar mi venida, ella no protestó.
Su falta de experiencia la hacía pensar que todo lo que sucedía era normal, sin embargo, no pude más que excusarme de mi poca hombría. Pasando la culpa de esto a ella por tan exquisita lencería y su bella anatomía.
En su inocencia se limitó a preguntar
— ¿De verdad te gusto? —
Me limité a asentir con la cabeza.
— Mí tío Benito la escogió, me acompañó a comprarla, recorrimos muchas tiendas, no fue hasta que probé esta que tuve su aprobación — dijo.
Me sobresalte un poco, pero me detuve a pensar que su tío era la persona más cercana a ella, como el padre que nunca tuvo, así que me sentí agradecido por la ayuda que le había brindado a Sofía.
Después de aquella noche de bodas me convertí en el primer hombre que ella había conocido y nuestra relación mejoró mucho.
En cuestión del sexo, lo hacíamos dos o tres veces por semana, aunque mi problema de eyaculación precoz y mi corto miembro no ayudaba mucho y ella con aquella sensualidad no facilitaba las cosas.
Desde jovencita, según me contó tiempo después, le gustó preferir la mejor ropa a la moda para sentirse sexy, y en cada ocasión que teníamos intimidad procuraba lucir un bonito conjunto de ligueros y medias a medio muslo totalmente seductores.
Además de siempre estar depilada pues era algo que le gustaba mucho, sentirse bien, sentirse deseada y visitar las mejores tiendas para sus ajuares era parte de su encanto de mujer. Y yo sin queja por ello, gustoso de tener una mujer tan dedicada a su cuerpo. Al final de la noche dormía con la mujer más hermosa de todas.
En el trabajo después de la boda todo continúo como siempre, permanecimos como «amigos» ante la mirada de todos los caballeros que deseaban cortejarla o sacar provecho de ella. Yo por desgracia sólo podía limitarme a mirar.
Sin contar a Juan y Rodrigo, para todo el personal de la empresa yo solo era el amigo afortunado de una bella mujer. Aunque he de reconocer que Juan y Rodrigo también mostraban interés hacia Sofía haciéndoselo saber cada vez que podían.
Bien, la verdadera situación que estoy viviendo hoy en día, comenzó una ocasión que asistimos a un curso de la empresa donde sufrí como nunca antes, pero donde también descubrí un mar de nuevas sensaciones que nunca había experimentado.
Como les comenté mi mujer se ponga lo que se ponga siempre lucirá atractiva y en esa ocasión no fue para menos.
Su vestido corto y ajustado, color verde oscuro solo hacía sobresaltar esas perfectas curvas para los ojos de todo espectador, sus zapatillas cerradas negras de tacón de aguja, hacían que su porte y su caminar captaron las miradas de todos los asistentes.
Para mi mala suerte nuestros asientos se encontraban en medio de todo el salón que parecía una sala de cine.
La forma de los asientos era tipo butaca con respaldo bajo y muy bajitos, lo que ocasiona que al sentarse su vestido corto se subiera unos centímetros dejando sus hermosas piernas descubiertas a la vista de todos los que estaban alrededor, quienes aprovechaban cualquier pretexto para mirarla o tomarle fotos, algunos sin intentar pasar desapercibidos.
Aunque siempre me gusto presumir a Sofía o al menos de vez en cuando, en esa ocasión de verdad me sentí muy incómodo, solo quería salir de ese lugar, sin embargo, las miradas de los hombres sentados aún lado comenzaron a excitarme, el saber que Sofía era observada en todo momento y sobre todo deseada por todos ellos, logró que empezara a crear un bulto en el pantalón.
Al terminar las sesiones para tomar descansos, mi mujer tenía que pasar entre todos los caballeros que se encontraban en nuestra fila, que no se marchaban hasta esperar nuestro paso.
Esto para que Sofí pasará su trasero sobre el pantalón de ellos que en lugar de apartarse se limitaban a hacerse más enfrente, dejando el pasillo muy reducido.
Al dirigirme al baño escuche la conversación de algunos compañeros de Sofía.
— ¿Vieron ese culo? Sofía hoy se ve más buena que siempre.
— Si no fuera porque estamos en un curso, les prometo que me la cogía aquí mismo.
— Decía *Marco* Un compañero del departamento de ventas.
— ¿Vieron esas piernas?, desde donde estoy puedo ver el principio de su ligero, uff esta deliciosa.
— Si se está cayendo de buena — Decía otro compañero del cuál no conocía su nombre — ese culo no merece ser de un solo hombre, necesita y merece ser probado por todos nosotros.
Sus comentarios solo provocaron una oleada de pensamientos donde Sofí y ellos protagonizan una película porno realmente buena. Decidí concentrarme y regresar a mí, para volver con ella y esperar a que finalizara el día.
Al otro día viernes, por cierto, Sofía y yo nos encontrábamos apurados para ir al trabajo, ella se arreglaba el nuevo uniforme de la empresa, el cual había cambiado de azul marino a un gris Oxford.
Noté que usaba un conjunto de ropa interior de encaje negro, de solo mirarla me sentí el hombre más afortunado del mundo, esa tanga negra no lograba cubrir ese enorme culo que tenía, sus nalgas aprisionaban aquella tela entre ellas.
Ella se agacho y tomo la nueva falda, mientras comenzaba a subirla lentamente observe que batallaba un poco, para lograr subirla hasta la cintura, pero no fue hasta que la abrocho cuando caí en la cuenta de era demasiado corta, más corta que las anteriores, incluso más estrecha, esta se acoplaba a su figura como guante de látex y a ese enorme trasero infernal.
Antes de poder decir algo, ella se dirigió a mí.
— ¿Cariño me veo mal? — Trague saliva.
— No, no… te ves preciosa solo que esa falda se ve de una talla más chica.
— Si, eso parece, pero…no, no es la mía, la bolsa traía mi nombre y Genaro mismo me la entregó personalmente, así que debe ser la correcta.
¿Genaro? ¿Nuestro jefe? Mis pensamientos estaban a mil por hora. ¿Por qué nuestro jefe se lo había dado personalmente?, me limité a pensar que sería un día muy sofocante y donde el centro de atención de todo el personal estaría sobre ella.
Vi el reloj y me limité a insistir en que nos apresuráramos para llegar temprano. Era parte de la estrategia para que nadie notara nuestra relación.
Ella solo asintió y se sentó a terminar su vestimenta, entonces caí en la cuenta de que aún faltaba lo más importante, aquello que completaba su hermoso conjunto y figura.
Su figura con aquel uniforme ya era muy sexy, lo que faltaba elevaba eso aún más. Aquella delicada tela que cubriría sus torneadas piernas, aquellas medias que usaría ese día y de acuerdo al nuevo uniforme serían negras.
Sofía las deslizó hasta su muslo justo donde comenzaba la falta, sentí mi miembro levantarse al ver su figura vestida con tan maravilloso conjunto, la falda apenas cubría el encaje del comienzo de sus medias al estar parada, era de esperarse que sentada quedarían a la vista de cualquiera que estuviera a sus costados.
Salimos de la casa rápido y vi como todo hombre que pasaba la miraba con lujuria donde sus torneadas piernas y su trasero eran el centro de atención de todos. Seguramente ese encaje un poco visible saliendo de aquella infernal falda y ese enorme trasero atraía las miradas de todo hombre.
Nuestro vecino un hombre flaco y alto no despegó ni un solo momento su mirada de su culo y juraría que en un momento le cerró el ojo a mi esposa, pues Sofía se puso ruborizada.
El trayecto al trabajo fue en completo silencio, mi mente iba en todo lo que ese día pasaría.
Mis ojos se clavaban en la piel entre el encaje y su falda, mientras ella deslizaba delicadamente su falda para estirarla cada vez que podía.
Nuestra rutina siempre era la misma, me estacionaba en las calles antes de llegar a nuestro trabajo, cerca de un mercado popular, y ella caminaba hacia la oficina antes que yo, para que nadie notara que llegamos juntos.
Esta ocasión no quería hacerlo, hubiera preferido llegar hasta el estacionamiento del trabajo, pero no fue así. Ella bajó del coche y tan pronto se encontraba en la banqueta, todos los que trabajaban en los negocios le empezaron a chiflar y decir majaderías. Esa falda solo hacía imaginar todo lo que se encontraba debajo, aquel cuerpo delicado con curvas pronunciadas encendía todo alrededor.
Mientras se perdía de vista rumbo al trabajo, me estacioné rápidamente, aunque no pude disimular como mi miembro se alzaba en mis pantalones, pensando en todo esto que inundaba mi mente.
Al llegar a la empresa, me di cuenta que ella no estaba en su lugar y aunque somos del mismo piso nuestros sitios de trabajo están alejados de extremo a extremo.
Disimuladamente pregunte a una compañera de ella para saber si había llegado.
— Hola, ¿Sabes si Sofía ya llegó?
— Hola, sí, pero el jefe le habló apenas la vio.
Ese viejo degenerado no había perdido el tiempo, siempre buscaba la forma de estar cerca de ella, y esta ocasión de seguro motivado por el nuevo uniforme buscaría la forma de aprovecharse de ella.
Mis celos no podían hacer nada ante esta situación. Había pasado casi medio día y Sofía seguía encerrada en aquella oficina, no pude más y tomando una carpeta para ocultar mi erección me dirigí a donde se encontraba la oficina de Genaro.
Mientras me acercaba noté que no había nadie cerca de su puerta y mucho menos a la vista de los cubículos cercanos, así que pegué mi oído para intentar escuchar.
Las puertas eran gruesas, precisamente para evitar que saliera ruido de las reuniones. Como pude busque cualquier pequeño hueco que las persianas permitieran para poder mirar un poco hacia donde mi esposa había pasado toda la mañana.
Mi búsqueda y paciencia dieron resultado y por fin pude mirar, aunque mínimo, algo de lo que sucedía dentro.
Sofía se encontraba en una escalera pequeña de unos 3 o 4 escalones, bajando carpetas y libros seguramente de contabilidad, al parecer a Genaro le había resultado bien mover archivos el día de hoy, y claro solicitar el apoyo de mi hermosa esposa para ayudarle.
A todo esto, no podía más con mi erección pues la falda ajustadísima y corta se había subido dejando visibles sus piernas y el encaje de sus medias, mientras el viejo gordo detrás de ella disfrutaba de la vista que mi hermosa esposa le regalaba de sus jugosas nalgas.
Noté que también su saco no estaba, se notaba acalorada supongo que nuestro jefe había apagado el clima para forzar a mi esposa a mostrar su busto bajo aquellos botones que llegaban al límite intentando sostenerlos dentro de la blusa.
La visión de mi esposa mostrándole sus nalgotas a nuestro jefe casi a la altura de su cara, me causo demasiada excitación y quizás ella estaba igual, sus mejillas estaban coloradas, el color característico de ella cuando algo la avergonzaba, esas mejillas que me volvían loco cuando estábamos en la intimidad, un color sonrojado que demostraba su calentura y timidez.
Sin saber qué más hacer y con la calentura al mil, regrese a mi cubículo e intente concentrarme, aunque no lo logre, la hora de comida se acercaba y ella aún no volvía.
Justo antes de pararme para ir a comer, ella volvió bastante acalorada e intentando acomodarse la falda, la cual estaba un poco más arriba de lo normal.
— ¿Nos vamos amor? Quisiera salir de aquí.
— Sí, por supuesto.
Tomé mis cosas y nos dirigimos al elevador.
— ¿Ya se van?
Escuchamos a nuestras espaldas.
Genaro con una enorme sonrisa se acercaba. Sofía me miró disimuladamente como intentando decirme algo, algo que no pude comprender.
Sin decir nada Genaro puso la mano sobre la cintura de mi mujer y sin tomarme en cuenta dijo — Sofía deberías acompañarme a comer, te va encantar, tengo una mesa en un restaurante muy cercano. Te lo debo por ayudarme esta mañana. No aceptaré un “no” como respuesta.
— Si…está bien.
Respondía Sofía bastante dudosa.
— Pero… He quedado con él para ir a comer y se lo prometí desde hace unos días — Agregó Sofía mirándome.
— Él puede comer contigo otro día— Respondía Genaro, quien viendo el rostro incómodo de Sofía aceptó de mala gana.
—Está bien, vamos los tres, solo esta vez. Con tal de tener tu grata compañía Sofía, además quiero conocer más a estas hermosas…personas— decía mirando el portentoso trasero de mi esposa.
Justo cuando su chofer llegaba con nosotros a indicar que el coche lo esperaba en el estacionamiento.
Así que no nos quedó más remedio que marcharnos al estacionamiento por el ascensor con Género, su chofer y yo detrás de ella para mirar a placer el trasero de Sofía.
Cuando llegamos a la camioneta, Genaro se acercó y me pidió en voz baja que acompañara al chófer siendo su copiloto. Y sin darme tiempo a responder me abrió la puerta de la camioneta, impidiéndole ayudarle a subir a Sofía.
Apresure a subirme y mire al retrovisor para alcanzar a ver como ese par de nalgas cubiertas en ese pedazo de tela gris queriendo reventar se asomaba de la camioneta con Genaro detrás de ella sosteniéndose de su cintura con los ojos casi de fuera.
Solo pude imaginar la perfecta vista que mi mujer le daba a ese viejo rabo verde con ese hermoso par de nalgas, sus piernas cubiertas por medias al muslo y seguramente como ya lo he mencionado, con pequeños conjuntos de ropa interior siempre llenos de encaje y transparencias, que por más grandecitos que sean nunca llegan a cubrir esas enormes nalgas y terminan metiéndose entre ellas.
Tragué saliva y me dispuse a perder la mirada en el camino. Mientras íbamos hacia el restaurante solo podía escuchar risas de Genaro y una risita tímida de mi mujer que se escuchaba incómoda.
Busque la forma de mirar atrás por medio del espejo retrovisor del vehículo, pero no era muy cómodo y la visión solo me daba a ver sus rostros, como pude gire hacia ellos como intentando hacer una pregunta, y vi como la mano izquierda del jefe quien estaba a la derecha de mi esposa, posaba en el encaje de su pierna derecha mientras que con la otra le mostraba un video de su celular, note que ella tenía las mejillas rojas y su falda más arriba de lo normal. Mostrando mucho más de lo que podía imaginar.
Ni siquiera notaron que había girado a ver. Regresé a mi lugar nuevamente y continué sin decir una sola palabra. Seguramente esa mano seguiría tocando la delicada piel de mi esposa el resto del camino, una piel que solo yo conocía hasta ese momento.
Al llegar al restaurante me bajé rápidamente a buscar lugar, para posteriormente indicarle al chofer de la camioneta donde estacionarse.
Mientras la camioneta se acomodaba, me acerqué a la puerta trasera para abrirle al jefe, tan inmediato se quitó el seguro de la puerta tiré de ella, solo para ver a Genaro quitar rápidamente las manos de las piernas de mi mujer y a ella verla tirar de su falda.
Mi jefe se rió y bajó rápidamente para extenderle la mano a Sofía y ayudarla a bajar.
Caminamos hacia el lugar y al entrar todos miraban a mi mujer que sin saco y en aquel uniforme robaba miradas, su blusa blanca semitransparente ceñida al cuerpo mostraba su pecho y su pequeña cintura.
Nos dirigimos a una mesa por lo visto especial y apartada para Genaro, parecida a un mueble en forma de círculo, donde Genaro dejó pasar a Sofía primero para después sentarse él y dejarme a mí al último prácticamente frente a ella.
Note la mirada perdida de mi mujer y ese brillo en sus ojos y sus mejillas coloradas muy semejante a como cuando empieza a sentir placer. No podía ver más allá de debajo de sus pechos pues la mesa era alta, pero algo estaba pasando debajo de ella.
Desde antes de pedirle al mesero la comida, noté como las manos de ninguno de los dos posaba en la mesa y esto solo hacía echar mi mente a volar. Cuando el mesero se acercó a poner los platillos, ella rápidamente alzó sus manos para tomar el vaso de agua que el mesero le ofrecía y creí verla soltar un ligero suspiro al mismo tiempo, noté su respiración más agitada y muy distraída, parecía excitada y su mirada no cruzaba con la mía en ningún momento.
Genaro, nuestro jefe, se limitaba a comer con una sola mano mientras se encontraba muy cerca de ella. Mis pensamientos estaban a mil por hora y mi excitación se hacía presente en mi entrepierna.
Era obvio que algo pasaba debajo de la mesa, y las piernas de mi mujer eran el centro de esa situación. Sofía en cambio comía muy lentamente, y mordía su labio inferior en ocasiones, al mismo tiempo que apretaba su mano en forma puño, cuando dejaba de comer un poco.
Genaro mantenía su sonrisa en todo momento. Poco antes de que terminara con su platillo y que Sofía dejará de comer el suyo casi intacto, me pidió ir a su camioneta donde se encontraba Guillermo su chófer, excusándose de que había olvidado su cartera para pagar.
Fue entonces cuando mi esposa me miró por primera vez en toda la comida, mientras me paraba y daba la vuelta para ir por el encargo, parecía nerviosa, casi pidiéndome ayuda con la mirada.
Apresuré los pasos a su camioneta y cuando me encontré con Guillermo, le pedí la cartera, pero este extrañado me dijo que Genaro no la había dejado allí, que seguramente había sido un error.
Me di cuenta de que tal vez solo quería estar a solas con mi Sofia. Me dirigí al restaurante e intenté volver lo más pronto a la mesa con ellos.
Justo cuando entré al restaurante pude ver a lo lejos a Genaro y a mi esposa forcejear un poco y mientras avanzaba entre las mesas, observe que Genaro se agachaba a tomar algo del piso.
Cuando llegué con ellos Sofía me miró con los ojos asombrados como ocultándose algo. Genero volvía a su lugar guardando algo negro en el interior de su saco. Mientras que Sofía se paraba un poco como acomodando su falda.
Me dirigí a Genaro para informarle que Guillermo no tenía su cartera.
— No te preocupes, que tonto, olvide que la traigo conmigo, gracias por ir.
— Ok, Don Genaro no se preocupe. Respondí.
Me sentí raro al responderle, mostrando respeto pensando que hace unos segundos aprovechaba la compañía de mi esposa.
— Disculpen, debo ir al tocador. — Nos interrumpió Sofía, que sin voltear a verme se marchaba sin poder evitar el balanceo de sus caderas que atraía a todos los caballeros de las mesas cercanas.
— Vaya Sofía es un bombón, que afortunado aquel robe su corazón o aquel enorme…bueno ya sabes — escuchaba atento a lo que Genaro me decía.
— Si no te molesta ¿tú eres su amigo no?, ¿sabes si tiene algún interés romántico o sale con alguien? – Preguntó.
— No creo que no — Me limité a decir.
— La verdad es que si no fuera mi empleada y no tuviera tanta fuerza de voluntad te juro que un día de estos la llevaría a un motel en vez de a un restaurante, que culo tan hermoso tiene.
— Si eso es verdad — Respondí acalorado por la forma en que mi jefe se dirigía a mi esposa.
Antes de que pudiéramos decir algo más, Sofía había regresado con nosotros, estiraba su falda lo más que podía como intentando cubrir más que antes sus piernas. Cuando ella volvió a regresar a su lugar para esperar la cuenta, Genaro perdió uno de sus brazos nuevamente debajo de la mesa. Seguramente esa mano perdida no estaba tan perdida, y posaba en los muslos de mi hermosa mujer.
Intentaba suponer que era lo que Genaro había recogido y guardado tan rápidamente en su saco, justo cuando volvía del estacionamiento.
Mientras el mesero entregaba la cuenta recordé que esa mañana Sofía lucía un hermoso conjunto negro de ropa interior, ¿acaso era eso lo que había visto guardarse? ¿Estaba mi esposa en ese momento sentada recibiendo caricias de nuestro jefe sin ropa íntima que cubriera su intimidad?, No pude más, la excitación y enojo, quizás más satisfacción que enojo.
Hicieron que decidiera ir al baño a liberar un poco de presión del pantalón. Genaro y Sofía permanecieron con el mesero que hacía el cobro de nuestras comidas mientras yo me dirigía al baño.
Al volver nos dirigimos al estacionamiento, Sofía mantenía su mirada alejada de la mía, noté que mi mujer ponía mucha atención a su falda pues la estiraba en todo momento, intentando cubrirse lo más que podía las piernas.
Al llegar a la camioneta se repitió la misma escena de cuando subimos a la camioneta la primera vez, sin embargo, esta vez pude ver como mi jefe ponía la mano en el trasero de mi mujer para ayudarla a subir.
Todo el camino sentía que la camioneta se movía sobre todo en los altos, incluso en una ocasión sentí una patada en mi asiento. Intenté mirar a través del retrovisor para saber que sucedía en el asiento trasero, pero era muy complicado y demasiado obvio de mi parte, por lo que regresé a concentrarme en el camino.
Al llegar a las oficinas, nuestro jefe me pidió me adelantara excusándose que había dejado en su oficina unos papeles muy importantes en su escritorio, y que no recordaba si había cerrado su oficina como debía, honestamente me pareció una excusa demasiado tonta, pero siendo el jefe que podía yo discutirle.
Camine hacia la entrada del edificio mientras la camioneta giraba hasta el fondo del estacionamiento hacia los espacios exclusivos de los jefes y encargados.
Subí en el ascensor hasta el décimo piso donde estaba su oficina, al llegar entré y busqué sus papeles, mientras revolvía cosas en su escritorio, me topé con mi imaginen en su computadora, me sorprendí al verme en ella, pero recordé que su oficina como muchas otras tenía cámaras de vigilancia, sabía que tenía unos 5 o 6 minutos antes de que Genaro y mi esposa subieran.
Pese a que sentí una punzada al pensar que esos 5 o 6 minutos que tardarían en llegar Genaro era porque seguramente estaba entreteniéndose con mi esposa en el estacionamiento, decidí buscar en la computadora lo que horas antes había ocurrido en ese lugar entre él y mi mujer.
Me senté en su silla y comencé a retroceder el video hasta el momento donde ella entraba a la oficina, coloqué unos auriculares que se encontraban allí, y di play.
— Sofía pasa que maravilla, que bueno que estas aquí tan… bellísima como siempre, necesito tu ayuda.
— Sí jefe, ¿en qué puedo ayudar? — respondía Sofía mientras estiraba su falda.
— ¿Ayudar?… pues en mucho. Pero por ahora solo necesito mover unas carpetas de aquí para allá, y mi secretaria está ocupada esperando unas llamadas importantes para mí.
Aumenté la velocidad del video y pude ver como Sofía se subía a esa escalera, donde la había visto antes de la comida, bajaba carpetas y libros de contabilidad, de un lado a otro, mientras que Genaro disfrutaba de todos sus movimientos, viendo ese culote en aquella corta minifalda de mi mujer.
Sofía se quitó su saco y su blusa dejando el comienzo del busto a la vista de Genaro.
Adelante la grabación aún más, hasta que de pronto vi algo que me llamó la atención, detuve el video y puse play de nuevo, mientras Sofía comenzaba a bajarse de la escuela, Genaro tuvo el atrevimiento de poner su mano en una de las nalgotas de mi esposa, como intentando ayudarla a bajar.
Ella lo apartó de inmediato, aunque sin mucho éxito pues Genaro la tomó de nuevo pero esta vez ella continúo bajando mientras el subía su mano hasta su cintura marcando la silueta de ella.
Ella se quitó rápidamente al bajar y fue al escritorio intentando apartarse de Él, pero Genaro la siguió y la recargó en el escritorio.
— ¡Basta Sofía! No te hagas la tonta, tú sabes que traes a media empresa muerta por ti, no me gustan las cosas fáciles, o bueno tal vez sí, pero hoy te ves más hermosa de lo normal, y esa falda que usas, yo mismo la pedí a la medida y no hace más que calentar a todo hombre que te ve vestida así, puedo ofrecerte cosas que nadie puede, solo si aceptas algo conmigo.
— No, usted sabe que no, y no puedo, déjeme salir.
— No te dejaré, hasta que ese hermoso culo sea mío, así que pon la condición que quieras. — Decía Genaro colocando sus manos en las nalgas de ella intentando levantar un poco la falda.
Ella se quedó inmóvil mientras él empezó a sobarle las nalgas metiendo sus dedos entre su diminuta prenda íntima de encaje, intentando sentir esa vereda entre cada nalga, un lugar que yo conocía bien, pues siempre colocaba mi miembro antes de penetrarla, para sentir ese par de glúteos apretando mi miembro, y vaya que apretaban.
Mientras ella intentaba empujarlo, Genaro jugaba con su trasero, uno de sus dedos se colocaba en ese agujero prohibido aquel que yo nunca había disfrutado, tan solo al sentir el tacto de Genaro, Sofía soltó un gemido y empujo con mucha fuerza al jefe, que logró librarse de Él, solo para salir corriendo de la habitación.
Genaro solo sonrió y se giró para ver ese vaivén de esas enormes nalgas saliendo de su oficina mientras en voz baja le escuche decir — así que te gusta por el culito, que guardado te lo tenías Sofía, serás mía—
Tan rápido como pude regresé el video al tiempo donde estaba, y seguí con la búsqueda de los documentos, pero antes de encontrarlos, Genaro entró en la oficina.
— Gracias, debes salir de aquí, no te preocupes de los papeles, olvide que antes de salir los entregue.
Salí rápidamente de ese lugar, para dirigirme a los cubículos, pero antes de doblar al pasillo que da a los baños, me topé de frente con mi esposa, parecía que se había retocado el maquillaje y su labial parecía nuevo.
— Gracias por acompañarme a comer Sofía, espero que haya sido de su agrado el postre— Escuche detrás de nosotros, era *Genaro* que había salido al encuentro de ella — espero se repita pronto, y que no haya sido agotador la ayuda que me brindaste por la mañana, como te he dicho “a la larga te acomodas” — dijo mientras sonreía y se encerraba de nuevo en su oficina.
Sofía desvió la mirada y comenzó a caminar hacia su lugar, como pude le seguí el paso hasta su lugar y justo cuando se sentaba, la sorprendí con un beso apasionado, corto pero apasionado, ella se sorprendió e instintivamente se apartó de mí, no sin antes sentir un sabor extraño en su boca, supuse que alguna bebida o alimento que habíamos degustado en el restaurante se había guardado en sus labios.
Vi su rostro sonrojado, algo de pena ¿quizás? y tomando unas carpetas las coloco en sus piernas, como intentando cubrirse de aquellas miradas que la habían seguido toda la mañana.
Su falda era muy corta, sí, pero pese a eso nunca había puesto tanta atención a cubrirse, ¿por qué era todo aquello?
A la hora de la salida, salí junto a ella y mire como Genaro se asomaba desde su oficina, viendo el trasero de Sofía, mientras hablaba con un amigo suyo, que era el jefe del piso de arriba.
Caminamos juntos por el mercado y vi como todos los verduleros que ya sabían nuestro recorrido la miraban con más deseos, pues muchos de ellos la habían visto por la mañana con su nuevo uniforme. Ella seguía estirando su falda tanto como podía.
Cuando subimos al auto ella se apresuró a subir y poner su bolsa en las piernas cubriéndose nuevamente, me limité a quedarme callado y observar tanto como podía en todo el trayecto. Estaba tan excitado que deseaba hacerla mía tan sólo llegáramos a la casa.
Bajé del coche y ella también al mismo tiempo, evitando que yo pudiera ver como bajaba y quizás ver un poco más allá debajo de su corta falda, entramos juntos a la casa y corrió al cuarto, subí detrás de ella al segundo piso solo para ver como cerraba la puerta del baño.
Esperé impaciente a que saliera, mi cabeza daba vueltas, no me quitaba la idea de que Genaro había intentado algo con ella, además estaba ese extraño objeto de tela en sus manos en el restaurante, en mi interior sabía que era una prenda de Sofía, una prenda que cubría sus más delicados tesoros, aunque mi corazón deseaba que no fuera así.
Escuché el cerrojo de la puerta abrirse e intente fingir normalidad, se sorprendió al verme tan cerca de la puerta del baño con algunos colores en el rostro.
— ¿Vas a pasar? — pregunto.
— No, solo te esperaba.
Di un paso para quedar frente a ella y la besé, ella respondió mi beso, sentí que en su interior no quería hacerlo. Mis manos se posaron en su cintura, mi miembro se erguía dentro del pantalón, moví mi lengua en la suya, intentando sentir su sabor, mi mano derecha bajó hasta el inicio de su ligero y continúe subiendo para tocar sus posaderas, algo me indicaba que nada cubría su intimidad.
Subí despacio, con el calor de mi rostro sabiendo lo que me esperaba, sentí su respiración agitada y su pecho recargarse al mío, un botón de su blusa se soltó por lo tenso que se encontraba con el sube y baja de su exhalación, mi mano subía sintiendo esa piel deliciosa y la firmeza del inicio de su trasero y de pronto allí estaba… mis manos sintieron aquel pedazo de tela que intentaba a toda fuerza mantener ese culo enorme y firme en su lugar.
Seguí besándola bastante confundido, mis manos me decían que sus prendas estaban en su lugar, pero mi mente intentaba aclarar todo aquello vivido en el restaurante. Nuestros labios se separaron y mis manos subieron nuevamente a su cintura, su rostro reflejaba calentura, sus mejillas rosadas y su mirada en la mía, intentaba decir algo, algo que no comprendía aún.
En mi interior sentía celos, rabia, calentura y de repente estaba deseando que todo en mi cabeza fuera real, que Genaro hubiera obtenido de ella más que una prenda.
Subí mis manos a sus hombros y así como estábamos la guíe obligándola a satisfacerme oralmente, en un movimiento rápido y antes de que pudiera decir algo, saque del encierro mi excitado miembro, que brillaba por la lubricación que había tenido todo este tiempo.
— ¿Qué haces? —
— Quiero sentirte amor—
Pero justo cuando mi miembro tocaba sus dulces labios, no pude más y una carga de mis líquidos chocaba con su rostro, acabé como nunca antes lo había hecho. Ella me empujo y se levantó, pensé que estaría enojada, pero en vez de eso, bajó su rostro y se retiró hacia su closet a buscar ropa para cambiarse y limpiarse.
Me quedé inmóvil sentado al borde nuestro lecho matrimonial, mirando como comenzó a desnudarse, la luz seguía apagada pero la visibilidad seguía siendo posible gracias a la luz del pasillo y de las ventanas.
Mire como lentamente terminaba de desabrochar su blusa, sus enormes pechos parecían agradecidos de salir de ese encierro, su sostén de encaje negro solo parecía destacar aún más su impresionante delantera.
Delicadamente deslizó sus manos por su cintura buscando el broche de la falda para desabotonar, esta se sostenía por lo ceñida que estaba. Su cuerpo se giró quedando de espaldas a mí, colocó sus manos en el inicio de su falda en la cintura, y comenzó a bajarla delicadamente agachándose, mostrando poco a poco, ese enorme culo que tenía, mis ojos se clavaron en él. Perdido en ese momento tan erótico, ella conservaba sus altas zapatillas, sus medias y su liguero, era perfecta por donde quiera que se le viera.
Sin darme cuenta la prenda había tocado el piso, y yo seguía embobado en la figura de ella, de pronto caí en la cuenta… sus bragas… no eran negras, eran azul oscuro, me quedé estupefacto, ¿Qué había pasado?, en qué momento había cambiado de color, el conjunto de ropa interior que usaba en la mañana era de color negro.
Fin del Capítulo 1
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