MI ESPOSO DESPERTO MI SEXUALIDAD
Soy una mujer casada con treinta y ocho años y debo decir que aún los hombres me consideran atractiva, empezando por mi esposo quien disfruta haciéndome vestir con minifaldas y ropa provocativa para que otros hombres me observen con deseo. .
Soy una mujer casada con treinta y ocho años y debo decir que aún los hombres me consideran atractiva, empezando por mi esposo quien disfruta haciéndome vestir con minifaldas y ropa provocativa para que otros hombres me observen con deseo.
Me casé a los 20 años, habiéndome mantenido virgen hasta conocer a quien es mi esposo, y que cambió mi estatus de niña a mujer. Cuando él me conoció llevaba tres años divorciado de su primera esposa. Luego de un noviazgo de cuatro meses me propuso matrimonio, a pesar que tenía varios pretendientes solteros, pero vi que él sería un esposo cariñoso y muy enamorado de mí.
Durante los primeros años de matrimonio, nuestra vida transcurrió como la de cualquier matrimonio convencional y quedé inmediatamente embarazada y tuvimos nuestro único hijo, quien actualmente tiene diez y siete años.
Por amigas comunes, yo conocía que mi esposo en su primer matrimonio en algunas ocasiones había propiciado situaciones un tanto libertinas con su esposa, como bañarse en una piscina privada desnudos, en presencia de otra pareja. Pero aparte de eso no sabía hasta entonces de las inclinaciones de mi marido a permitir que otros hombres vieran las intimidades de su esposa. Con el paso de los años me fue insinuando vestir con ropas provocativas, argumentando que siendo una mujer muy hermosa debería lucir mis encantos para envidia de otros hombres menos afortunados que él. Cuando hacíamos el amor, me preguntaba sobre mis experiencias sexuales pasadas, pero yo siempre respondía la verdad, en el sentido de que nunca había permitido que se propasaran conmigo y mi experiencia con otros novios nunca pasó de unos besos en la boca. Ni siquiera permití que tocaran mis senos sobre la ropa, pues en mi adolescencia y juventud fui muy recatada.
Me sorprendió que él tuviera interés en conocer eventuales experiencias sexuales mías, y más aún que se excitara con ello. Con el paso del tiempo empecé a percibir cuando íbamos a discotecas con amigos que él disfrutaba viéndome bailar con otros hombres, y luego de ello se mostraba muy ardiente al hacer el amor, peguntándome si habían intentado pegarse a mí mientras bailaba. Yo eludí este tipo de conversaciones, pues no entendía su comportamiento, pero con el paso de los días, conversando con amigas entendí que esa morbosidad en algunos hombres era más frecuente de lo que creía, que ellos se excitaban permitiendo que a su esposa la poseyeran otros hombres y muchas parejas se permitían esas aventuras sexuales fuera de casa.
Empecé a aceptar sus insinuaciones, renové gradualmente mi ropero, comprando más faldas que pantalones y asumí una posición algo más liberada, permitiendo que mi esposo se excitara con pequeños comentarios míos sobre lo atractivo que encontraba a algún hombre o con algún comentario sobre como alguno que me miraba las piernas cuando las cruzaba en alguna reunión, al estar con minifalda.
En esas ocasiones, mi esposo se calentaba sobremanera y luego en casa cuando follábamos, me pedía le contara que había sentido, si me excitaba saber que otros hombres me deseaban. Esto fue progresando, pues ahora él ya no se cohibía de insinuarme que haciéndome la descuidada mostrara mis pantys en público, o que no me resistiera cuando trataban de apretarme al ballar. Empecé a pensar que mi esposo gozaba dejando que otros hombres disfrutaran de mi cuerpo y por primera vez esto se cruzó por mi mente ya que mi experiencia sexual se limitaba a lo disfrutado con él quien siempre me satisfizo al estar muy bien dotado.
Prosperaron las insinuaciones cada vez más abiertas, luego que le confesara que en algunas ocasiones miraba el bulto de otros hombres cuando bailaban y me apretaban imaginaba cómo se verían desnudos con sus miembros erectos. Así, mi marido terminó confesándome que no solamente le excitaba que yo mostrara mi cuerpo, sino más aún le excitaba sobremanera imaginarme siendo follada por otro.
Yo continué diciendo que no me prestaría para llegar a situaciones de adulterio, que nos limitáramos solo a fantasear con esas cosas.
Cuando hacíamos el amor, para excitarlo una vez le dije que me gustaría que tal persona me separara las piernas y me penetrara con su verga para adquirir experiencia y aprender nuevas técnicas. Debo confesar que interiormente a mí me empezaron a excitar estas fantasías y llegando a este punto, era solo cuestión de tiempo para que se hicieran realidad las fantasías.
Le comenté a mi esposo que un amigo (de un grupo anterior a nuestro matrimonio, llamado Héctor), me decía con frecuencia que me encontraba terriblemente atractiva, que le gustaría salir conmigo. Realmente yo lo encontraba a él también atractivo y empecé a fantasear sobre cómo sería hacer el amor con él.
Mi esposo, como era de esperar me sugirió que cediera a sus avances, pero que fuera muy discreta para no comprometer nuestro prestigio. En la siguiente ocasión en que me encontré con mi amigo en una reunión, ya desinhibida por las copas que había consumido, estando sola mientras servía una copa a mi esposo, se acercó Héctor y empezó como siempre con sus piropos. Yo le dije que no insistiera, que en mi condición de mujer casada no saldría con él a ningún lado.
Él insistió diciendo que, si le aceptaba una simple invitación a almorzar, dejaría de acosarme. Le dije que lo pensaría y me fui a reunir con mi esposo, a quien le comenté lo sucedido. Él se mostró en el acto interesado en el asunto, preguntándome cómo tomaba yo esas propuestas de Héctor, si me producían excitación, si me había mostrado coqueta con él, si quería yo ceder a sus avances etc.
Habiéndole respondido que me sentía halagada al verme deseada, mi marido me hizo prometer que me mostraría más accesible con él. Ante su insistencia, apenas tuve oportunidad de acercarme a Héctor, le susurré que en vista de que mi esposo tenía programado al día siguiente salir con sus amigos a practicar su deporte favorito, yo podría escaparme a almorzar con él, eso sí, advirtiéndole que lo haría solamente para cumplir el pacto de que dejaría de acosarme si salíamos una sola vez, y por supuesto en un plan de amigos (yo debía cuidar ante él mi prestigio). Definimos que él me recogería al medio día.
Ese día sábado mi esposo se marchó con sus amigos desde temprano. Antes de partir, me pidió que me vistiera muy sexy para mi cita, escogiendo él mismo mi ropa: falda corta, blusa con gran escote y botones frontales y ropa interior muy atrevida semitransparente.
Me dijo que saliera tranquila a divertirme con mi amigo, que todo lo que hacíamos aportaba diversión y excitación a nuestra relación, que al regreso disfrutaríamos mi relato de lo que llegara a acontecer en mi cita con otro hombre estando casada. Mi amigo me recogió a una cuadra de nuestra casa para no despertar suspicacias con los vigilantes de nuestro conjunto residencial. Sus comentarios sobre mi figura y vestimenta no se hicieron esperar, lo cual me aportó confianza, pues inicialmente me sentía nerviosa. Me llevó a un restaurante campestre donde antes había estado con mi esposo. Es un sitio discreto que tiene organizadas las mesas en módulos independientes para grupos familiares. Nos asignaron uno apartado de miradas indiscretas.
Pedimos como aperitivo un vino, utilizando como pasante sorbos fríos de agua. H le pidió al mesero que demorara una hora nuestro pedido de almuerzo, mientras disfrutábamos nuestro licor. Al principio me sentía tensa, pero luego de las primeras copas empecé a relajarme, diciéndome a mí misma que no estaba cometiendo ninguna falta con mi esposo, pues al fin y al cabo él había propiciado mi aventura. Héctor sentado a mi lado en una banca para dos personas, me servía con frecuencia copas dándomelas directamente de su mano, lo cual le permitía acercarse y rozar con sus brazos mi cuerpo, lo cual empezó a calentarme, sintiendo cómo se endurecían mis pezones. Nuestra conversación transcurría con temas generales, pero poco a poco fue tomando rumbos más privados, confesándome que siempre se había sentido muy atraído por mí, que envidiaba a mi esposo por disfrutar de una mujer tan bella, que él con su esposa no se entendía mucho en el aspecto sexual, pues ella era muy fría e inhibida.
Yo en cambio le contaba que la relación con mi esposo era muy buena en todo sentido, pero que eso no impedía que como mujer me sintiera atraída en algunas ocasiones por otros hombres. Me preguntó si ese era el caso con él, a lo cual respondí afirmativamente.
Eso lo impulsó a darme un primer beso en la boca, lo cual me produjo escalofríos endureciéndose más mis pezones y empecé a sentir humedad en mi concha. Al segundo beso respondí abriendo mi boca para que su lengua me penetrara. Mis primeros gemidos de excitación afloraron. Sus manos iniciaron caricias en mis senos sobre la blusa, aumentando mi excitación, ya que los tengo muy sensibles. Luego metió su mano bajo mi blusa después de abrir dos botones, tomando directamente mis pechos por debajo de mi sujetador. Cuando sintió mis pezones duros. Mi respiración estaba agitada e involuntariamente separé las piernas, con mi falda recogida sobre mis muslos. Él notó mi excitación e inmediatamente metió su mano entre mis piernas hasta llegar a mi concha cubierta por mi panty totalmente húmedo.
Comenzó a acariciarme, primero pasando sus dedos sobre mi panty, pero luego, corriéndolo a un lado me acarició directamente la concha, tocando mi clítoris.
No pude contener un audible gemido de placer y temí que fuera escuchado por otras personas, por lo cual me controlé mordiendo mis labios. Metió primero un dedo en mi concha y cuando abrí más mis piernas, pudo penetrarme con varios de ellos.
Mientras tanto me besaba apasionadamente, a lo cual respondía yo con igual ardor. Por timidez no me atreví al principio a tocar su miembro, pero él, interrumpió por un segundo sus caricias en mi concha y tomándome una mano, la colocó sobre el bulto prominente de sus pantalones. Por primera vez en mi vida palpaba otra verga diferente a la de marido. Sin haberla visto, comprendí que la tenía de buen tamaño y deseé tocarla directamente pero me daba miedo que él me juzgará como una mujer fácil.
Me susurró al oído que se la sacara de los pantalones. Le dije que me daba miedo pues podría entrar de pronto el mesero sorprendiéndonos. En esas estábamos cuando alcancé a ver que el mesero se aproximaba con nuestro pedido de almuerzo. Rápidamente nos compusimos, pero creo que el mesero sospechó nuestras andanzas, pues los botones de mi blusa estaban abiertos y en su cara se notó una sonrisa de picardía. Sentí temor que me reconociera, porque en otras ocasiones habíamos almorzado en este sitio con mi esposo. En cualquier caso, si me identificó no hizo ningún comentario imprudente y me tranquilicé ayudada por la desinhibición del licor consumido. Almorzamos poco pues la pasión que estábamos viviendo nos cortó de tajo el apetito. Pronto llamamos al mesero para que retirara los platos de la mesa. A todas estas ya había transcurrido la mayor parte de la tarde y ya estaba oscureciendo. Héctor retomó sus caricias subiéndome la falda para poder mirar libremente mi concha.
Con sus dos manos me abrió la concha, lo cual le permitió verla fluyendo mis lubricaciones de mujer en celo. Me introdujo dos dedos y comenzó a masturbarme lo cual causó en minutos mi orgasmo, porque me encontraba increíblemente excitada. Me incliné sobre él gimiendo audiblemente, colocando mi boca contra la suya para que mis gemidos quedaran ahogados contra su boca.
Recobré mi respiración, sintiendo los últimos espasmos de mi venida. Él, muy excitado sacó su miembro y me obligó a tomarlo entre mis manos. Ahora sí tenía yo una verga diferente a mi alcance y me produjo sensaciones nuevas al conocer la forma y tamaño de otro miembro, comparándolo con el de mi marido, el cual es más corto que el de Héctor. Su hermoso miembro estaba totalmente rígido, notándose su cabeza dilatada y cubierta de flujos. Cuando comencé a acariciarlo a todo lo largo, salieron más gotas por su ojete, mojando mi mano. Su respiración estaba muy agitada y me dijo que se iba a venir muy pronto. Trató de bajarme la cabeza para que se lo chupara, pero esto era todavía algo muy privado que solamente había practicado a mi esposo.
Le dije que lo haría venir haciéndole una paja subiendo y bajando mi mano a todo lo largo. Me insinuó colocar su verga en mi concha, pero lo mantuve apenas en contacto con mi mano, moviéndola frenéticamente sobre su miembro hasta que él sin poderse contener, se descargó, depositando chorros de semen en mi mano, untando inclusive mi blusa. Me sentí muy agradada al ver la pasión que aún podía despertar en otro hombre y entendí que resultaba muy placentero gozar otras vergas sintiendo como había pulsado ésta en mi mano. Héctor sacó su pañuelo y con él secó hasta donde pudo su semen.
Me pidió que fuéramos a un motel para disfrutarme a pleno, pues quería sentir el placer de meter su verga en mi concha y sacarme otros múltiples orgasmos, pero yo le dije que no estaba preparada para serle infiel a mi esposo, que ya era tarde y yo tenía compromiso con él de encontrarnos en una hora, por lo cual besándolo en la boca le pedí que me llevara.
Al llegar al sitió me bajé de su auto a poca distancia del establecimiento y entré a buscar a mi esposo. Lo encontré en la barra conversando con el barman y tan pronto me vio me abrazó besándome en la boca inquiriendo con su mirada que anécdotas traería para relatarle. Nos sentamos en una mesa apartada y empezó su interrogatorio. Le toqué su miembro sobre los pantalones comprobando que se encontraba duro por la excitación que le producía la expectativa de mi relato. Le pregunté si ese efecto lo producía el sospechar que su esposa había estado gozando con otro.
Él muy excitado lo confirmó y metió sus manos entre mis piernas haciéndome abrirlas para examinarme. Cuando sintió la humedad en mi panty me preguntó a que correspondía la humedad y le respondí pidiéndole que probara. Mi esposo colocó su mano sobre mi vagina desplazando mi panty, sintiendo mis flujos que escurrían por lo mojada que estaba. Probó el sabor diciendo enseguida que esos eran solo mis flujos.
A mi continuación, comenzó mi esposo a masturbarme metiendo dos dedos en mi concha, chupando con frecuencia su mano. Rápidamente pidió la cuenta y nos fuimos a casa donde le relaté todos los detalles mientras él mamaba mi vagina y mis muslos antes de penetrarme llevándome a un segundo orgasmo. La pasión desarrollada en esta sesión de sexo fue la más intensa que jamás habíamos tenido, pues mientras él gozaba clavándome, yo pensaba en la verga de Héctor. imaginando que era él quien me penetraba una y otra vez.
Mi esposo disfrutaba estas situaciones mientras se encontraba excitado, pero luego de calmar su pasión, parecía caer en un estado de inseguridad imaginándose que podía perderme si yo me involucraba sentimentalmente con otro hombre.
Así me lo manifestó al terminar nuestra sesión de sexo esa noche. En realidad, a mí también me preocupaba que mi marido llegara a pensar que yo era una perra y sintiera deseos de terminar nuestra relación. Le respondí que yo solo lo amaba a él, que nuestra relación sexual era fabulosa, que yo no tenía ninguna razón para involucrarme sentimentalmente con nadie diferente a él etc., etc., y si él quería, yo suspendería mis aventuras con Héctor.
Mi marido respondió que él me adoraba y quería conservarme siempre como su esposa. pero sentía temor que yo lo fuera a dejar. Le confirme que jamás lo dejaría y él sería siempre el primero en mi vida y lo que había hecho fue solo por complacerlo a él, pero si su deseo era suspender todo, jamás esto volvería a suceder.
No obstante, en mi interior pensaba… todo lo prohibido es causa de deseo, al haber acariciado por primera vez otra verga diferente a la de mi esposo, el deseo quedó latente dentro de mí.
Transcurrió al menos un mes en que no se volvió a hablar del asunto y yo creí que había quedado clausurado, cuando una noche mi esposo me dijo… que había recapacitado y que su inseguridad no podía trasladármela a mí, que estaba consciente de mi amor y jamás volvería a poner en duda mis sentimientos hacia él.
Le agradecí sus palabras y esperé escuchar que sería del futuro de nuestra relación íntima. Entonces fue cuando me dijo que quería que invitara a Héctor a nuestra casa, diciéndole que yo estaba de viaje. Y al estar con Héctor podíamos follar mientras él nos observaba.
No respondí nada y dejé pasar al menos dos semanas sin hacer nada. Pero un día me preguntó si había hablado con Héctor, le respondí que ahora la que sentía temor que nuestra relación se afectara era yo. Lo cual no era cierto porque la verdad yo deseaba sentir la verga de Héctor dentro de mí. Su reacción inmediata fue arrodillarse ante mí y pedirme perdón por lo que me había dicho días atrás, cuando él mismo me incitó a salir con Héctor.
Me prometió que jamás volvería dudar de mí y a continuación me preguntó si había hablado con Héctor. Le dije que yo tenía que cuidar mi dignidad y no podía andar buscando hombres.
Una semana después, decidí llamar a Héctor aduciendo una excusa tonta y él aprovecho para volverme invitar a salir. Le dije que mi esposo estaba de viaje y mi hijo se iba a la excusión de fin de año y estaría sola en casa.
Entonces me propuso que lo invitara para compartir unas copas, le respondí que le avisaría cuando me podía visitar. De todo esto lo único verdadero era la excursión de mi hijo.
En la noche le comenté a mi esposo que Héctor me había llamado, que estaba solo porque su esposa se había ido a visitar a sus padres y deseaba verme. Enseguida mi esposo me dijo… es tu oportunidad invítalo aquí y así puedo realizar mi fetiche de verte con otro hombre, advirtiéndome, no quiero que te cohíbas de nada, disfruta como si yo no existiera, porque deseo verte disfrutar sin límites como lo haces conmigo.
Todo se planeó para que el viernes en la noche me visitara Héctor, el trajo una botella de vino, la cual comenzamos a disfrutar desde los primeros minutos que llego. Entretanto mi esposo estaba escondido en el segundo piso atento a lo que sucediera con Héctor.
Cuando ya habíamos bebido varias copas y los dos estábamos ligeramente excitados, vino el primer beso y luego las caricias en mis senos y más tarde en mis piernas que estaban bastante descubiertas gracias a la minifalda que mi esposo previamente había escogido para que usara esa noche. Las caricias de Héctor fueron subiendo de tono y él deslizó su mano hasta mi concha, al tiempo que me invito a bajar el cierre de su pantalón para sacar su verga.
Esta vez la pude apreciar en toda su extensión y me pidió le diera sexo oral. Como era el deseo de mi esposo no cohibirme en nada, inicié, mi sesión de sexo oral con Héctor y él esperaba que me la tragara toda, pero era demasiado grande y cuando tocó mi garganta no pude resistir mucho tiempo. Lo hice hasta que me cansé. entonces le pedí cambiar y que él me diera sexo oral.
Me quité el panty, separé las piernas y él arrodillado frente a mi comenzó a prodigarme una deliciosa sesión de sexo, (aquí entre nos, mejor que las que me había dado mi esposo).
Para lograr una desinhibición total y olvidarme de la presencia de mi esposo, le propuse a Héctor continuar bebiendo, mientras compartíamos besos y caricias. Y gracias al licor logre desinhibirme tanto que me olvidé que era casada y terminamos con Héctor desnudos disfrutando sexo en todas las formas, primero le pedí se acostara en la alfombra y yo me subí como una amazona y mientras él disfrutaba mis senos y mis besos yo gozaba con intensas penetraciones de su verga que me llevaron a un primer orgasmo.
Luego él me pidió me acomodara de perrito y desde atrás metió su verga en mi concha y tomándome por las caderas me dio una cogida que hasta alcance a disfrutar un segundo orgasmo antes que él llenara mi concha con su semen.
Después de estas dos grandes faenas, existieron momentos intermedios de penetraciones, caricias y besos de todos los matices que nos dejaron una maravillosa noche de placer.
Al terminar, Héctor quedó muy agradecido y prometió no volverme a molestar para evitar que él fuera causa de la perdida de mi matrimonio. Esto sirvió para darle tranquilidad a mi esposo, pero de mi parte yo estaba pensando a futuro en un nuevo encuentro.
Creo con todo esto que mi esposo despertó mi inconsciente de puta deseosa de disfrutar muchas vergas, espero me insinúe nuevas aventuras y si así sucede les compartiré. Hasta aquí mi relato.
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