MI MADRE SU JEFE Y YO
Esto comenzó a ocurrir hace un año cuando la crisis económica acabó afectando también a los negocios de mi padre, y los lujos en nuestras vidas fueron desapareciendo poco a poco. Afortunadamente yo había empezado como becario en una empresa consultor.
Hola, me llamo Tomas, tengo 22 años y soy un estudiante de 4 año de leyes, actualmente vivo con mi familia. Mi padre Juan es un hombre de negocios de 48 años con cierto éxito, que nos ha ofrecido una vida bastante cómoda. Mi madre Isabel es un ama de casa de 42 años que se conserva muy bien y tiene una vida de ama de casa muy cómoda. Tiene el pelo rubio liso cortado a media melena, enmarcando una cara bonita, ojos marrones y rasgos muy finos, acordes con su cuerpo muy bien proporcionado, que sin exagerar, no tiene nada que envidiar a las chicas compañeras de mi universidad.
Esto comenzó a ocurrir hace un año cuando la crisis económica acabó afectando también a los negocios de mi padre, y los lujos en nuestras vidas fueron desapareciendo poco a poco. Afortunadamente yo había empezado como becario en una empresa consultora, trabajando duro, sin embargo uno de los jefes me hacia la vida imposible.
El jefecito en cuestión era un chaval joven recién licenciado, pero con un currículum académico impresionante, y la verdad, con todas las cualidades necesarias para llegar a ser jefe. Además tenía imagen: un tío alto, de complexión atlética, y una sonrisa carismática con la que muchas veces conseguía que la gente se olvidase de lo difícil que era. Se llama Óscar, con 26 años, consiguió puesto de jefe y hasta un despacho. A pesar de que el personaje en cuestión me caía fatal, sí que me daba envidia que hubiera llegado tan alto en tan poco tiempo y en el fondo deseaba tener una progresión similar a la suya, y esa era la razón por la que todavía no le había mandado a la mierda.
Esa noche, mientras cenaba con mis padres, comenté el despido de la secretaria de mi jefe, y mi madre comentó que tal vez debería ofrecerse para ese puesto, aunque fuera para ayudar un poco con los gastos de la casa. Yo le dije que ni en broma, que ya encontraría otra cosa, y que además Óscar era un personaje difícil y que ella no iba a aguantar la presión. Mi madre insistió, diciendo que la cosa estaba muy mal.
Sin embargo las cosas iban a peor para mi padre, y con la crisis, a mi madre tampoco le resultaba fácil encontrar un trabajo. La situación en casa cada vez era más difícil, y sabiendo que Óscar todavía no había encontrado una nueva secretaria se me ocurrió la tonta idea de entrar a su despacho. Hecho una manojo de nervios, le pregunté qué tal iba la búsqueda de secretaria, y él me dijo que fatal, que no le convencía nadie, y porque me importaba a mí?.
– Es que…mi madre está buscando un trabajo. – dije no muy convencido.
Óscar se quedó callado un momento y de repente empezó:
– ¡Jajaja! ¿Tu madre? ¿Y luego qué, intentarás enchufar a tu primo en administración? ¿O tal vez a tu abuelo? ¡Jajaja! – dijo con sorna – Pero bueno, no pierdo nada, así que dile a tu madre que se pase por aquí mañana por la mañana y le haré la entrevista, aunque no te prometo nada. Eso sí, no le digas nada a nadie, a ver si van a empezar a venir todos los becarios con solicitudes de trabajo para toda su familia.
Al día siguiente, mientras estaba en la universidad estuve pensando en cómo le habría ido la entrevista a mi madre, y esperaba que Óscar no hubiera sido muy mala clase con ella, así que al terminar las clases me fui rápido para el trabajo.
Cuando llegué había cierto revuelo en la oficina, sobre todo por parte de los compañeros, y cuando me senté en mi puesto supe por qué.
– Vaya madurita que ha venido a hacer una entrevista de trabajo con el Óscar – me dijo un señor que se sentaba cerca de mí y que estaba todo el rato comentado cosas sobre las mujeres de la oficina –
El comentario no me sentó muy bien, sobre todo viniendo del cincuentón salido ese, pero tampoco me sentó mejor lo que dijo uno de mis compañeros becarios.
– Ya te digo, menuda milf, ¡jajaja! Tienes que verla, a ver si la aceptan y la tenemos aquí para que nos alegre la vista – me dijo con entusiasmo. La verdad es que yo ya sospechaba de quién hablaba, y cuando Óscar me llamó a su despacho se confirmaron mis sospechas.
– ¡Becario!, tengo buenas noticas para ti – me dijo con una sonrisa indescifrable en su cara – Voy a darle una oportunidad a tu madre. Ya le he dicho a ella también que en la oficina serán dos extraños, nada de madre e hijo, ¿entendido?
Asentí con una mezcla de sentimientos, feliz por mi madre pero preocupado porque no quería ver a Óscar echándole broncas y llamándola inútil y cosas por el estilo. Por la noche, en casa, mi madre nos anunció que la habían contratado a tiempo completo por 6 meses y no paró de decir lo feliz que estaba de poder trabajar después de tanto tiempo, y que no me preocupara, que se iba a esmerar en todo para demostrar su valía.
Al día siguiente al acabar las clases, cuando llegué, allí estaba mi madre, en su sitio a la entrada del despacho de Óscar, atendiendo una llamada mientras tomaba nota de algo. Estaba vestida con un traje con falda beige, muy discreta y elegante, que parecía más propio de una jefa que de una secretaria, y desentonaba un poco con las secretarias de los otros jefes. Mis compañeros estaban revolucionados, haciendo comentarios obscenos sobre mi madre, algo que probablemente no hubieran hecho delante si hubieran sabido quién era ella. En un momento que se cruzaron nuestras miradas, mi madre me hizo un guiño y yo le devolví una sonrisa de ánimo, pero enseguida seguimos cada uno a lo suyo como si no nos conociéramos.
No llevaba ni 15 minutos cuando se oyó un furioso «¡Isabel!». Yo ya temí por el puesto de mi madre, pero lo que más me chocó fue lo sumiso que sonó la contestación de mi madre:
– Si, señor – y diciendo esto se levantó y entró a su despacho, no sin que antes varias miradas se posasen en el cuerpo que cruzaba la puerta de Óscar.
Por lo visto mi madre se había equivocado con unas notas que tenía que enviar a unos clientes de Óscar, y la bronca que le estaba echando se escuchaba desde fuera. Al salir del despacho mi madre tenía la cara roja, pero enseguida recuperó la compostura y pude ver que se ponía a enmendar sus errores.
Al día siguiente cuando llegué a la oficina, Óscar estaba en el sitio de mi madre felicitándola por haber sabido arreglar sus errores del día anterior, y tras eso le dijo que fuera a prepararle un café. Ella se levantó a traerlo mostrando su armonioso cuerpo para deleite de los hombres de la empresa, y también de Óscar, ya que mientras entraba a su despacho pude ver cómo sus ojos se clavaban en los glúteos de mi madre mientras una extraña sonrisa se dibujaba en su cara.
Y así fueron pasando los días, y a las dos semanas la relación entre Óscar y mi madre parecía muy estable hasta que un día mi madre le concertó una cita con un cliente sin habérselo consultado primero. Por lo visto dicha persona era un cliente muy pesado pero al que se le debía dinero y al que Óscar había estado tratando de evitar a toda costa. La bronca fue tal que mi madre estaba a punto de llorar.
¡No vuelvas a hacer nada sin mi permiso!¿Entiendes? – Mi madre asentía mientras trataba de contener las lágrimas – Mira que te dije que consultaras estas cosas conmigo siempre. ¡A ver si entiendes de una vez que tu trabajo consiste en hacer lo que yo te diga!
– S..sí, señor …l..lo siento. Le prometo que haré lo que me diga a partir de ahora – asintió mi madre rompiendo a llorar.
Para sorpresa de todos, Óscar pareció mostrar su lado más humano, y pidiéndola disculpas por hacerla llorar, la hizo entrar a su despacho para hablar del tema. Llevaban más de 10 minutos metidos, y yo seguía preocupado por haber visto a mi madre llorar, y con la excusa de tener algunas dudas sobre la factura que tenía que hacer para ciertos clientes, me acerqué al despacho. Lo que vi por lo entreabierta de la puerta me dejó algo confuso. Óscar estaba abrazando a mi madre que lloraba, en principio parecía para consolarla, dándole palmadas en la espalda, pero la otra mano estaba alarmantemente por debajo de su cintura, y a cada palmadita parecía bajar ligeramente para palpar su culo más y más. Supuse que mi madre no se estaba dando cuenta por su estado anímico, pero Óscar tenía que saber que se estaba aprovechando de la situación. Sin valor para interrumpir, me fui a mi sitio y esperé a que acabase el día para regresar a casa. En la noche, quería decirle a mi madre que el hijo puta de Óscar se había intentado aprovechar, pero no sabía cómo.
– Esto… mamá, hoy ha sido muy duro, ¿no? ¿Estás bien? – pregunté intentando empezar la conversación.
– Si hijo, si ha sido culpa mía. No tenía que haber dado la cita al cliente ese – dijo ella dedicándome una triste sonrisa.
– Ya, pero el imbécil ese de Óscar se te ha puesto a gritar como un anormal – contesté enfadado.
– Hijo, no te pongas así. Sí que es cierto que se ha pasado un poco, pero luego en su despacho me ha explicado que tiene que tener mano dura con la gente, y al final conmigo se ha portado como un caballero y me ha estado consolando – dijo tratando de calmarme. Ahí vi mi oportunidad para sacar el tema.
– Ya, consolarte. ¿Y te dio un abrazo o algo o qué? – pregunté de forma picaresca.
– Si, la verdad es que me ha dado un abrazo muy reconfortante. No sabía que tenía ese lado cariñoso.
Me chocó un poco que dijese «cariñoso», pero no cejé en mi intento.
– ¿Pero un abrazo no es un poco….? No sé, que tampoco hay tanta confianza, ¿no? – dije con tono mosqueado.
– Ay, hijo, no ha sido nada, no seas tonto. Lo que tengo que hacer es, como ha dicho él, ser mejor secretaria, obedecerle mejor, y así todo irá bien.
No me gustó nada eso de «obedecerle mejor», pero tampoco quería agobiar a mi madre, y lo dejé correr. Ella en la cena no dijo nada, y supuse que había pasado página al asunto.
A partir de entonces mi madre empezó a trabajar de forma más enérgica, como queriendo demostrar que era perfectamente válida, y que lo de llorar fue un pequeño desliz, y la verdad es que lo hacía tan bien, que la gente empezó a reconocer su trabajo más allá de cara bonita y su figura.
Sin embargo, cuando llegaba a la oficina desde la universidad, podía ver cómo mi madre estaba cambiando poco a poco. Su relación con Óscar era cada vez más amigable, y lo de «Señor » había pasado a «jefe» o a veces incluso llamarle por su nombre. Por parte de Óscar, el roce era cada vez mayor, y ya no había ocasión en la que le estuviera explicando algo en la que no tuviera su brazo alrededor de su cintura y su mano posada en sus caderas o casi en su culo.
Yo sabía que a pesar del roce, mi madre no daría paso a más. O eso esperaba. Un día que tenía que entregar unas cosas a Óscar, iba a entrar en el despacho cuando vi que estaban los dos de pie apoyados sobre la mesa revisando unos documentos, y éste puso su mano descaradamente en el culo de mi madre. Ya no era que pudiese dar lugar a interpretación de si había puesto su mano muy abajo en la cadera de mi madre, es que directamente estaba apretando su nalga derecha.
– Isabel, tengo que reconocer que eres una secretaria increíble, pero más increíble es este culito que tienes, – dijo mirando los documentos que mi madre le estaba explicando, pero sin dejar de palpar el culo de mi madre.
Mi madre se irguió y le apartó la mano cogiéndosela con firmeza y poniéndola sobre la mesa. – Eh, jefe, las manos quietas – dijo con tono de aviso, pero sonriendo. No era el bofetón que yo esperaba que le hubiera dado, pero al menos le dejaba claro que no se pasase de la raya.
– Perdona Isabel, pero es que tienes un culo perfecto. ¿Sabes que todas las becarias te odian por eso?
– No digas tonterías, y atiende, que esto es importante para la reunión de mañana – dijo apoyándose sobre la mesa de nuevo.
Óscar también se apoyó, pero volvió a poner su mano ahora en la pierna de mi madre aprovechando la altura de la falda negra que llevaba mi madre. Mi madre volvió a apartarle la mano diciéndole que tuviera las manos quietas.
– Está bien, explícame todo esto, Isabel – y se inclinó sobre los documentos como poniendo atención, y en cuanto mi madre se hubo inclinado aprovechó para posar sus manos sobre la cintura de ella. Esta vez mi madre no dijo nada, simplemente le miró con una sonrisa de incredulidad, resopló y procedió con la explicación. Viendo aquello sentía una rabia interior insoportable. Tal vez no se dejaba tocar el culo por su jefe, pero parecía que se resignaba a los ligeros roces de aquel tipejo que no ocultaba sus intenciones.
Las semanas fueron pasando y mi madre parecía que ya no sólo se resignaba a los continuos roces y agarrones de Óscar, sino que los aceptaba como parte de la relación jefe-secretaría que habían desarrollado entre ellos dos.
Lo peor fue cuando Óscar le pidió a mi madre empezase a organizar la fiesta del aniversario de la fundación de la empresa. Ahora mi madre estaba de aquí para allá, paseándose por las dos plantas de la empresa, preguntando las preferencias de la gente para la fiesta, y casualmente todos los hombres tenían algo que preguntar o solicitar. Cuando pasaba por las distintas oficinas podía ver cómo compañeros becarios se agolpaban en el ascensor para subir con mi madre. Fueron dos semanas horribles en las que no paraba de ver a muchos hombres de la empresa, jovenes, viejos, becarios, directivos… comerse con la mirada a la que para ellos era la secretaria estrella del jefe más difícil y para mí la dulce madre que estaba intentando ayudar a la situación económica familiar.
Al final, mi madre decidió que se podía organizar en la propia oficina y a Óscar le pareció una idea estupenda y la felicitó por un trabajo bien hecho con un beso en la mejilla, que provocó el sonrojo de mi madre.
Por fin llegó el día de la fiesta, y la gente en la oficina estaba más pendiente de las copas que esperaban que al propio trabajo. No así mi madre, que estaba de arriba para abajo
– De pronto Oscar le preguntó… Isabel, ¿esta noche nos vemos en la fiesta, no? –acercándose por detrás, tomándola por la cintura.
– Claro que sí, jefe, – contestó mi madre sonriendo.
– ¿Te pondrás guapa, no? – sugirió Óscar casi relamiéndose.
– No voy a venir vestida de secretaria, si eso es lo que te preocupa.
– Entonces me voy a cambiar y ansioso de verte esta noche. – le dijo satisfecho – Por cierto, ten en cuenta lo que te dije. No le insistas en venir a tu marido, porque probablemente se aburra. Ya lo he visto en otras reuniones.
Al pasar por mi lado, me pasó el brazo por el cuello y llevándome con él hacia el ascensor me preguntó:
– Te llamabas Miguel, ¿verdad? ¿Qué tal de becario? ¿Aprendes mucho? – y sin darme tiempo a contestar me dijo – ¿Qué tal llevas lo de tu madre? Tiene que ser jodido tener una madre como la tuya, ¿eh? Están todos los hombres de la oficina babeando por su cuerpo, jaja. La verdad es que tiene una cola impresionante.
Estuve a punto de decirle que el más baboso era él, pero me contuve.
– Es un poco aburridor escucharles todo el tiempo decir cosas del cuerpo de ella, pero bueno, mi madre no hace caso, y yo tampoco – contesté con firmeza.
– Esa es la actitud,. Por cierto, ¿vas a venir a la fiesta?
– Creo que… sí. ¿Está todo el mundo invitado, no?
– Si, pero… bueno, pero tú sabrás. A mí me da igual, lo digo por ti. – me dijo con un tono más que de amenaza a consejo. Diciendo esto se metió en el ascensor, me miró con una mezcla de pena y sorna, y echó una última mirada a mi madre que estaba recogiendo para irse a casa a prepararse para la fiesta.
Mi madre se fue a su habitación a cambiarse, y a mí me dijo que hiciera lo mismo, que la fiesta empezaba en dos horas y que no quería llegar tarde siendo ella la organizadora.
Yo me metí en mi cuarto con muy pocas ganas de ir a la fiesta, pero sabiendo que debía ir, ya que un sexto sentido me decía que era mejor que estuviese haciendo de guardián de mi madre. Tras estar un rato viendo la tele, me puso a prepararme para la fiesta. La verdad es que no tardé casi nada. Me puse un atuendo casual y ya estaba listo. Mi madre seguro que no tardó tan poco mucho. Cuando salió me quedé boquiabierto, al igual que mi padre. Se había puesto un vestido negro a media pierna, de cuello halter, y unos zapatos también negros, con el tacón más alto que le había visto en años, desde que era un crío y ella una treintañera. El pelo lo llevaba como si estuviera revuelto, pero se notaba que se lo había revuelto con esmero y con toda la intención del mundo. La verdad es que con ese pelo parecía más joven, y para acompañar se había puesto unos pendientes de perla y un collar a juego.
– Isabel, ¡estás impresionante! – le dijo mi padre. Mi madre sonrió y le dio las gracias con un beso en la mejilla. Después cogió las llaves del auto, su bolso de mano y me dijo apurémonos o llegamos tarde.
Una vez en el coche mi madre me empezó a dar los típicos consejos de que no bebiera mucho, que me comportase, que si tenía suerte quién sabe si me hacían contrato cuando acabase mis prácticas, etc. Yo en lo único que podía pensar era en si era esto a lo que se refería Óscar cuando le dijo que se pusiera «guapa». Además me fijé en algo que no me había dado cuenta en casa, y es que el vestido al sentarse se le había recogido dejando ver sus sensuales piernas, desde los tobillos hasta el muslo interior, que ahora podía ver perfectamente desde el asiento del copiloto. Tantas cosas había visto en todos estos días que involuntariamente la escena me produjo una erección.
Cuando llegamos a la fiesta, todas las mujeres se habían puesto muy guapas, pero aún así mi madre resaltaba, a pesar de lo sensual se notaba su clase y así lo indicaban las miradas hacia ella. Cuando por fin llegamos a sitio de la fiesta se sucedieron los típicos besos y saludos de compañeros a los que habíamos visto apenas hace tres horas, y pude ver como alguien se abría paso entre todos los demás. Era Óscar, que venía muy informal, con una camisa de manga corta ultra ajustada marcando pectorales, unos vaqueros y unos zapatos deportivos, que le quedaba bien, y la sonrisa de mi madre al verle me confirmó que ella opinaba lo mismo. Al darse dos besos, Óscar puso sus manos en las caderas de mi madre, con sus dedos tocando sus nalgas por encima del vestido.
– Isabel, ¡estás impresionante! – le dijo Óscar. Fue lo mismo que le dijo mi padre a mi madre, pero esta vez la reacción de mi madre no fue una vaga sonrisa cariñosa, sino una sonrisa en medio de un sonrojo de quinceañera.
– Tú tampoco estás mal. Aunque algo informal, ¿no? – contestó mi madre mientras se iba con él tomada de la cintura en medio del barullo de la fiesta.
Yo me quedé sin saber qué hacer. Al final me dediqué a comer para tener la mente ocupada, y entre licor y canapés, pude dejar de pensar en mis preocupaciones sobre ella durante un buen rato. Me senté y pude ver que mi madre, a cambio de la recomendación que me había hecho de alejarme de la bebida ella si estaba bebiendo. Allí estaba ella, con Óscar agarrándola por la cintura como si fuera suya, se la presentó a otros invitados externos a la fiesta y riéndose como si fueran parejita. A mi madre ya se le notaba que estaba un poco alicorada porque generalmente su risa es tímida y era ahora era bastante alta, sin llegar a ser escandalosa. Eso, y lo otro era que Óscar no perdía oportunidad para discretamente acariciarle el culo, sin que ella se opusiera. Y por si acaso, Oscar no dejaba de alcanzarle copas y ella las aceptaba sin objetar. «Obedeciendo como una buena secretaria» pensé de forma burlona.
Harto de ver esa imagen, me dediqué a dar vueltas por la fiesta, pero cada vez que me paraba a hablar con alguien conocido, siempre acababan comentando algo sobre mi madre, y ya no podía más, así que me escapé un momento para aclarar la mente. Salí de la fiesta y abrí una de las puertas que da a las escaleras y allí me senté un rato. Ya casi se me había pasado la molestia y la confusión cuando escuche las risas de mi madre y de Óscar.
– Jajaja, ¿en serio quieres que bajemos ahora? ¿Pero qué es eso que quieres enseñarme? – decía mi madre medio entre risas nerviosas.
– Lo tengo en mi despacho. Sólo será un momento. Es una sorpresa y seguro que te va a alegrar la noche. – le contestó él mientras la llevaba al ascensor por la cintura.
Tal vez lo normal hubiera sido esperar allí sentado, pues no quedaba ni una hora para que se acabase la fiesta, pero por la curiosidad de saber qué era eso que le quería enseñar y movido por el aburrimiento, camine despacio por las escaleras al piso de abajo donde estaba el despacho de Óscar y cuando llegué a la puerta de salida, escuché como entraba Óscar con mi madre a su oficina. Esperé un par de minutos y abrí la puerta de las escaleras y me dirigí a la oficina. Todo estaba a obscuras con excepción de la oficina de Oscar, solo las luces de la calle servían para poder caminar sin tropezar.
Ahora había un silencio sepulcral, solamente roto por las risas de mamá y los comentarios subidos de Óscar que la hacían reír.
Una luz amarilla se escapaba por la puerta entreabierta del despacho de Óscar, interrumpida a ratos por las sombras de mamá y su jefe. Pude oír el sonido del ordenador de Óscar encendiéndose. Me acerqué sabiendo que no me podían ver desde dentro del despacho, y cuando estuve a unos metros me escondí justo a la entrada del despacho, apoyándome en los archivadores que hacían como de pared y así tener un mejor ángulo de visión de lo que pasaba dentro. Ahora las voces se oían más claramente. Escuché el sonido de la impresora y vi como Óscar recogía la hoja impresa y se la alcanzaba a mi madre. Está se quedó leyendo la hoja mientras Óscar no paraba de mirarla de arriba a abajo, y de repente ella soltó una exclamación y se volteo a abrazar a Oscar por el cuello.
– ¿Esto es de verdad? – preguntó mi madre entusiasmada separándose un poco de él.
– Tal y como lo ves. Sólo falta tu firma, la mía, y el sello de Recursos Humanos. Vi que habías cumplido más de la mitad de tu contrato y eres una gran secretaria y serías una gran pérdida para la empresa. ¿Te gusta tu nuevo contrato? – preguntó Óscar con orgullo, a la vez que con sus manos en la cintura de mi madre atrayéndola hacia él de nuevo.
– Dios mío, es un contrato por otros seis meses…. ¡Y un aumento importante de salario! ¡Es increíble! ¡No me lo puedo creer! – dijo mi madre incrédula, volviendo a abrazarse al cuello de Óscar. Ésta vez Óscar inclinó la espalda hacia atrás, levantando a mi madre y agarrándola bien del culo por debajo. Ella, entre lo alicorada que estaba, y lo excitada ante su nuevo contrato, no sé si no se dio cuenta o le dio igual que la agarrase de esa forma tan descarada, pero siguió abrazada a su jefe un buen rato, lo suficiente para que fuese Óscar el que la dejase en el suelo de nuevo.
– ¿Y ya está? ¿Así me lo agradeces? ¿Con sólo un abrazo? ¿Ni un besito? – dijo Óscar haciéndose el gracioso.
– ¡Claro que no! ¡Por supuesto que te mereces un beso! – y dicho esto le plasmó un beso bien sonoro en la mejilla.
– Pero vamos que no somos críos. Creo que me merezco un beso mejor, ¿no? – dijo Óscar con cara de diablillo. Mi madre dudó un instante, y se le veía el nerviosismo por la petición de Óscar, pero al final le dio un beso rápido en la boca y con su nuevo contrato en la mano se dispuso a salir del despacho diciendo… – ¡Vamos jefe, esto hay que celebrarlo! – dijo con alegría mientras caminaba hacia la puerta.
Aunque por la oscuridad era muy difícil que me viese estando tan cerca de ella, preferí curarme en salud y me escondí al otro lado de los archivadores, manteniendo mi visión privilegiada pero estando más resguardado hasta que se retiraran. Óscar camino detrás de ella y la tomó del brazo y dándole la vuelta se quedó a escasos centímetros de su cara. Mi madre, con algo de confusión se quedó inmóvil.
– ¿Q..qué pasa, jefe? –dijo tartamudeando.
Y él le menciono lo que ella le acababa de decir… ¡Vamos jefe, esto hay que celebrarlo! Me acabas de decir que hay que celebrarlo y no me das siquiera un beso como merece la ocasión, recuerda que ya somos mayores.
Sí jefe, pero yo estoy casada y tú lo sabes.
Lo sé, pero nadie se va a enterar de lo que suceda esta noche, nadie sabrá jamás lo celebrado en esta oficina, solo tú y yo, y yo soy un caballero que sabe guardar secretos.
– ¿Eso que me acabas de dar ha sido un beso?. Estoy seguro de que sabes hacerlo mejor – dijo Óscar con un tono de atracción.
– Oye, Óscar, creo que nos estamos sobrepasando…yo… – ella trató de excusarse.
– Yo creo que no nos estamos sobrepasando para nada. Ven aquí, Isabel. – y diciendo esto abrazo a mamá pegándola contra él y le dio un beso que mamá se quedó helada al igual que yo.
Ella por fin reaccionó y lo apartó. Y le dijo… Pero no así Óscar.
– ¡Ya está bien! Una cosa son las bromas y otra cosa que puedes hacer conmigo lo que quieras. No está bien que me trates como a una muñequita – le dijo mamá un poco disgustada.
– Esta bien, creo que me emocione demasiado – contestó Óscar confiado.
-¿Es que no quieres seguir trabajando en esta empresa? ¿No te gusta tu trabajo? – preguntó Óscar.
– ¡Sí que quiero seguir aquí! ¡Me gusta mi trabajo! – contestó mamá con voz pausada, pero entiéndeme soy una mujer casada, mi hijo trabaja aquí y no quiero causarle daño a mi familia. Se le empezaban a acumular las lágrimas en los ojos.
– Escucha, Isabel. Si quieres seguir aquí, necesito saber que podré contar contigo, y tranquila, te creo cuando dices que te gusta este trabajo. – Continuó más conciliador – Puedo ver en tus ojos que te gusta seguir las órdenes que te doy. Sé que eso te da seguridad, saber que un hombre confiado como yo te dice lo que tienes que hacer. A veces las mujeres necesitan que un hombre de verdad les de seguridad, y creo que a ti te gusta, ¿no es cierto?
Entonces abrazo a mamá, y la tomó con firmeza.
– Se sincera con lo que sientes. ¿Te gusta la sensación que tienes cuando acaricio tu cuerpo, verdad? Igual que te gusta obedecer las órdenes de tu jefe. Y no querrás que esto se acabe, ¿me equivoco?
Mi madre se quedó callada, mirando hacia abajo, sin saber qué contestar. Óscar la cogió de la barbilla con sus dedos y le hizo levantar la mirada.
– Isabel, ¿puedo contar contigo? ¿Quieres seguir siendo mi secretaria?– le preguntó con voz serena y segura. Mi madre asintió ligeramente con la cabeza. – Entonces, aquí tienes tu primera orden de tu nuevo contrato. Bésame. Pero bésame bien.
Pude ver cómo en el rostro de mi madre, por el que corrían dos lágrimas provocadas por las acusaciones de Óscar, se dibujaba una media sonrisa, y volviendo a agachar la mirada, su rostro se acercó al de Óscar. Entonces dijo «sí, jefe» muy suave, y sus labios se juntaron con los de éste. Al principio era un beso lento, con ambos labios acariciándose lentamente, pero cuando Óscar empezó a sobar el culo de mi madre con ansia, los besos se convirtieron en un forcejeo entre cuatro labios únicamente separados por las lenguas de ambos cuando se entrelazaron.
Mi jefe, el que también era jefe de mi madre siguió aceptando sus besos mientras la empujaba hacia atrás, hasta que ella chocó con su propia mesa y se quedó sentada en el borde. Las manos de Óscar ya no se limitaban al culo de mamá, sino que se deslizaban por todo su cuerpo; por su cintura, por su abdomen, y finalmente las tetas. Cuando alcanzó los pechos de mamá, ella subió sus manos al cuello de su jefe y apretó su cabeza contra la suya para besarle con más fuerza, llevada por la excitación que aquel tipo la había llevado a estar como un libro abierto.
A los pocos segundos, Óscar dejó su boca para centrarse sobre su cuello, mientras con sus manos sacaba las tetas de mi madre y los sobaba como si agarrase melones. La expresión de mi madre era de excitación; con la cabeza hacia arriba, los ojos cerrados, y la boca entreabierta de placer por las caricias y besos de Oscar. Ella seguía agarrando su cuello dirigiendo la cabeza de su cuello a sus hombros, y de ahí a sus pechos. Cuando Óscar llego a los pechos de ella, se paró un segundo a pellizcar los pezones arrancándole gemiditos antes de abalanzarse a chuparlos como un poseso. Mientras su boca se divertía jugueteando con las tetas de mamá, sus manos se dirigieron hacia la falda que ya estaba bastante recogida, y pronto sus manos llegaron a su entrepierna. Pude saber que hubo contacto, porque mi madre comenzó a retorcerse de placer.
– Vamos, qué húmeda estás, Isabel – dijo Óscar al notar sus bragas empapadas.
– Ahhhhh… sí, jefe, sí, estoy muy húmeda – contestó mi madre con voz excitada, Y es culpa tuya. Mientras él la despojaba de su ropa interior.
– Súbete a la mesa, y abre piernas, Isabel – ordenó, y ella sin oponerse, se subió a la mesa, subiéndose el vestido hasta la cintura y separo las piernas dejando al descubierto su coño ante Oscar. – Hummm.. Aquí vamos a gozar un poco, ¿entendido, secretaria? Me obedecerás?
– Annnggghh…. Siiiii… me encanta obedecerte. Sí…. Vamos a gozar si tú lo ordenas. Ohhh, qué vergüenza estar así ante ti, abierta de piernas…. – decía mi madre con una voz claramente afectada por la excitación.
– ¿Y por qué lo haces, Isabel? – preguntó Óscar mientras rozaba con su dedo el desnudo coño de mamá.
– ¡Ahhh! … qu…que…ooohh…lo hago porque tú me lo ordenas… porque soy obediente… – contestaba mi madre con una voz mezcla de vergüenza y excitación.
– Buena respuesta…. Isabel. – Tienes un coño maravilloso, no parece que hubieras tenido un hijo, me muero por probarlo y dicho esto comenzó a hacerle un dedo de campeonato, tanto que mi madre se acabó tumbando sobre la mesa,. Siguió un buen rato con su lengua y empezó a acompañar las invasiones de su dedo con lengüetazos. Yo estaba perplejo ante tal situación. Ellos se separaron y Oscar le dijo…
– Ven, secretaria. Mamá se incorporó y sin bajarse siquiera el vestido se acerco a Óscar sentado en su sillón de jefe, con la bragueta abierta y su verga erguida de buen tamaño meneándosela con su mano.
– Ven hacia mí.
– Sí, jefe – respondió mi madre sumisa. Y poniéndose de rodillas Óscar la tomo de la cabeza y la dirigió hacia su verga. Desde donde estaba, no podía ver bien lo que estaba haciendo mi madre, aunque era claro, por los gestos de placer de Óscar y sus comentarios.
– Oohhh… … coño, ¡qué bien la chupas, secretaria!
– Hmmmggff..slurp….churlp…hmmffgg…. – eran los únicos sonidos que le oía a mi madre.
– Joder… tu trabajo es de lo mejor… si dicen que para ser una buena secretaria hay que saberla mamar muy bien, tú tienes que ser de la mejor secretaria del mundo, jajaja… ohhhh… asiiii… sigue…. chúpala…
Durante un buen rato, lo único que pude escuchar eran las obscenidades que Óscar le decía a mi madre y los ruidos que ella hacía al chupar la polla de él.
Al cabo de unos minutos, pude escuchar como Óscar le decía:
Súbete a mi escritorio, abre tus piernas que te voy a ayudar para que disfrutes del mejor orgasmo de tu vida, mejor que los que hayas tenido con tu esposo, verdad?
Si jefe, así será.
Y Oscar esmerándose, se metió en medio de las piernas de mi madre logrando arrancarle un tremendo orgasmo, acompañado de tremendos gemidos de mi madre, por lo cual me asuste, al pensar que la pudieran escuchar fuera de la oficina. Cuando ella se recupero le pregunto… Lo disfrutaste? Si jefe fue maravilloso.
– Muy bien secretaria. Ahora te voy a dar tu siguiente orden. Súbete encima y trabaja mi verga como una buena secretaria sabe hacerlo.
Mi madre, se levantó y se puso a horcajadas sobre la verga de Oscar, y poco a poco fue bajando para que la penetrara ese enorme pollon de su jefe.
– Ashhh… uffff…. Uffff – resoplaba mi madre mientras bajaba introduciéndose la verga de Oscar en su coño. – Es….es muy grande… jefe….Hummmmhhhh…. tienes una verga enorme…. Siento que me taladra pero me encanta…
– Me alegro de que te guste, Isabel. Veamos si sabes trabajarla como una buena secretaria. Demuéstrame que te puedes ganar el sueldo – Y la retó dándole una palmada en el culo.
– ¡Ay! – gritó mi madre. Sonriendo abiertamente a su estricto jefe, se apretó los labios y se dispuso a bajar aún más. – Unnnnggg… ¡uffffff! ¡Pero qué verga, jefe, ahhhhhhh…….! ¡Siento que me llenas….annnggg!
– Ahora haz lo que te he ordenado, Isabel. – y ante la orden de su jefe, mamá empezó a subir y a bajar sobre el pollon de Óscar.
-¡¡Ahhhhh! ¡¡Qué grande!! ¡Ohhhhh… diossssss… me cuesta tanto….! – gemía mi madre, a lo cual Óscar decidió echarle una mano y agarrándola de la cintura empezó a moverla de arriba abajo a su gusto, mientras la cara de mamá expresaba al comienzo sufrimiento, poco a poco se convirtió en cara de placer.
– ¡Annngh!… ¡Uffff….! ¡Ohhhh! ¡Ahhhh! – con Óscar marcando el ritmo de la subida y bajada de mi madre, lo único que conseguía articular mamá eran grititos y gemiditos, con la cara roja y resoplando como si estuviera realizando el más duro trabajo del mundo.
– ¡Ahhhh….! ¡Jefe, me vuelves loca! ¡ me encanta… me encanta mi trabajo… ahhhhh… haré lo que me ordenes!… Quiero…quiero… ¡quiero ser tu secretaria obediente! – gritaba mi madre completamente alocada.
– ¿Te gusta, eh? ¡Si ya lo sabía yo,! ¡En cuanto te vi, sabía que ibas a ser mi secretaria! ¡Deberías agradecerle a tu hijo que te trajo a mis brazos, jajaja!
– ¡Oh,! Es verdad, mi hijo está en la fiesta… Entonces Óscar la tomó de las caderas y le imprimió ritmo, arrancándole gemidos de placer de mamá.
– ¡Olvídate de tu hijo ahora! En este momento eres mi secretaria, y ya te lo dije, que dentro de la oficina, no son madre e hijo, sino dos empleados más. ¡Si tu hijo tiene que esperar, que espere! ¡Su mamá tiene un trabajo que cumplir con su jefe, y ella ha jurado obedecerme! ¿O no es así? – le dijo Óscar mientras empezaba a imprimir aún más ritmo, volviendo loca de placer a mi madre.
– ¡AAAAAAAAHHHHHHHHH! ¡ Menuda follada, jefe! ¡Ahhhhh….Siiii…. que espere, que se aguante… mamá tiene que trabajar con su jefe! ¡Ayyyyy qué placer! – dijo mi madre fuera de sí. La verdad es que me sorprendió bastante lo que dijo en ese momento, aunque entendí que era llevada por la excitación y el placer del momento.
Mamá siguió saltando sobre la polla de su jefe, y el otro aprovechaba para acariciarle las tetas y arrancarle más placer, mientras le daba cachetes en el culo para que fuera más rápido. Los gemidos de mi madre fueron aumentando de ritmo, hasta que en un grito lujurioso mi madre llegó.
– ¡Kyaaaaaaaaaa! ¡Yaaaaannggggg! ¡Me corrooooooo! ¡Jefe, me estoy corriendo sobre tu polla! ¡Aaahhhhnnngggg! – mi madre, con la cabeza completamente echada para atrás, se sujetaba al cuello de su jefe arqueando la espalda que parecía que se iba a partir.
Entonces Óscar le dijo algo al oído que no llegue a escuchar, pero mi madre como una niña a punto de recibir su castigo, puso las manos sobre la mesa, arqueó la espalda, puso el culo en pompa y Óscar poniéndose detrás de ella, y encontrado su coño empezó a follarla a empujones, haciendo que temblaran todos los objetos que había sobre el escritorio. Lo cierto es que tampoco estuvieron mucho rato así, ya que los bufidos de Óscar se acrecentaban, al igual que sus embestidas, que se notaba en el ruido que hacía la mesa a la que mi madre se agarraba con todas sus fuerzas, de pronto Oscar le dijo… Me corro, me corro, me corro, y ella le dijo… Déjame toda tu leche dentro, quiero que sea la firma de mi contrato y cuando éste termino de correrse, y tras tomar un poco de aire, cogió el contrato y se lo puso sobre la mesa, delante de ella. – Aquí… tienes,. Ufff… Buen trabajo, secretaria.
– Bueno, secretaria, nos vemos mañana, jaja.
Casi de forma inconsciente me puse de pie, y abrí la puerta del despacho regrese a la fiesta sin que me viera nadie. Necesitaba una copa. Iba a coger una, cuando mi madre me tomó del brazo. Creo que es hora de irnos a casa.
Salimos y fuimos hasta donde estaba el auto y al estar cerca le dije… pienso que tomaste más de la cuenta, déjame manejar y ella me entrego las llaves. Al subirnos nuevamente, y ahora mucho más que antes su falda se recogió y por el camino con el movimiento del auto estaba tan recogida que sin mucho esfuerzo pude notar que estaba totalmente desnuda bajo su falda. Su panty o lo había dejado en el despacho o lo tenía en su cartera, pero al ver esto y estando los dos solos en medio de la noche, me decidí a decirle… Te gusto la verga de tu jefe? Ella volteo a mirarme y me inquirió diciendo… Qué cosa dices?
Sí, yo te he visto esta noche coger con Oscar y ver tu cara de satisfacción cuando él te follaba con su enorme verga. Ella se quedo en silencio, pero de pronto reaccionó diciendo, no sé cómo explicarte que paso, quiero seguir trabajando, por favor no le vayas a contar nada a tu padre.
Tranquila, nadie se va a enterar y si disfrutas al estar cogiendo con Oscar entiendo que a mi padre le tengas afecto y con Oscar disfrutes del placer del sexo. Pero tengo que decirte algo más y es que desde ahora he comenzado a verte como una mujer y no como a mi madre y esta noche verte coger con Oscar me ha excitado tanto que me muero de ganas de coger contigo.
Pero como me dices eso, soy tu madre, como me puedes pedir que este contigo.
Ya nada importa, todo está claro, te veo como una mujer y quiero que me guardes el secreto, como yo guardare lo que he visto esta noche.
Ella continuó en silencio y de pronto dijo… No, no, no, no sé. Y que quieres hacer? Entonces detuve el auto en una zona poco iluminada y echando hacia atrás el asiento de mi madre me pase a su lado frente a ella y bajando mi pantalón mi verga broto como un resorte y no fue difícil acercarme a ella y penetrarla. Su concha estaba tan lubricada que fue difícil entrar en ella y después de haber soportado la enorme verga de Oscar de seguro no tendría problema con la mía. Ella empezó a besarme y poco a poco nos motivamos mutuamente haciendo que la excitación nos invadiera y llegado el momento que la escuche que disfrutaba su orgasmo, explote dentro de ella y sentí una sensación de alivio después de aquella tremenda noche de tensión.
Recompuse mi pantalón, le agradecí a mi madre por el enorme placer que me había dado y seguimos camino a casa. Por el trayecto no se habló nada y al llegar a casa cada uno se fue a su habitación. Después de esa noche todo cambio, veo a mi madre como la mujer más excitante y en los días siguientes hemos trabajado fuerte y cogido cada vez que podemos. Óscar a veces le pide que trabaje horas extras y yo la espero en el auto, pero tengo claro que en esas horas extras se quedan cogiendo porque al llegar ella al auto siento el olor a sexo y su cara de satisfacción, incluso al mirarla siempre me sonríe con una cara de picardía que solo los dos sabemos lo que ha pasado.
Me encantó tu relato, me gustan mucho este tipo, felicidades.
Ssssh bien,Hiba todo bien. La historia,hasta que fue corto el sexo,entre made e hijo y jefe y madre…..también ni hablemos del típico personaje que ve todo y dice «no diré nada solo porque es tu vida sexual y etc» que además se une a tener sexo con ella,lo peor de todo fue ese personaje,el principal,fue el más cliché de las historias sexuales de esta página,además decir «con mi padre le tenés afectó y Óscar placer sexual» y el pibe vio que el Óscar y su madre tienen jodido afecto a cada uno y los dos se gustan…..pero bueno,no puedo esperar mucho de que se entere el padre o el hijo al final cuente de qué su madre es infiel,estoy en una página de historias porno, claramente eso no puede pasar…..dios santo
De acuerdo con víctor23.
La trama al inicio era buena y daba para más.
Que la madre fuera infiel, el hijo se diera cuenta, también el esposo y al final la descubrieran etc etc etc.
Pero fue más cliché qué nada, el amante qué tiene el pene más grande que el marido, ella disfruta más que con nadie…
Y ya el incesto fue el acabos, algo que solo puede hablar de una mente enferma y depravada..
Horrible historia, llena de clichés, y depravación, aun estando en una página porno, hay ciertas cosas que no van.