Mi marido es muy celoso, pero bien cabrón después de todo…
Un celoso marido cambia de manera de actuar, propiciando que su mujer se vuelva la amante de su jefe..
Pedro es lo que se llama un adicto al trabajo, pero aparte de eso, es o mejor dicho era sumamente celoso.
Pero su peor defecto o virtud es, que Pedro es extremadamente, ambicioso. Hace más o menos un año comenzó a trabajar, en un Banco, que lleva relativamente poco tiempo en nuestro país.
Rápidamente fue escalando posiciones, y en poco tiempo ya se encontraba en un puesto que a muchos les había costado bastante tiempo en llegar. Pero de momento, su meteórica carrera se detuvo.
Quizás otra persona, se hubiera tomado una especie de descanso, pero Pedro no, se sentía sumamente molesto por la posición en que se encontraba. Aunque ya muchos la deseasen, tan mal se estaba sintiendo, que lo afectó en nuestras relaciones íntimas.
Hasta que, en una ocasión, nos invitaron a una cena de gala. Acostumbrada a sus celos estúpidos, sencillamente me puse un traje negro de lo más encubridor. Ya que hasta en las reuniones familiares, acostumbraba a hacerme alguna escena de celos.
Por lo que para no tener que escucharle su letanía, me vestí como ya les dije de la manera más encubridora y sencilla que pude. Justo antes de salir de nuestra casa, me dio un vistazo de aprobación, de lo contrario, no salimos hasta que yo me hubiera cambiado de ropa.
Ya en la cena, no perdió oportunidad para relacionarse más con el presidente del Banco, posteriormente se mantuvo un buen rato charlando con uno de los altos ejecutivos, que en todo momento no hacía otra cosa que verme, como si me quisiera quitar toda la ropa. En cierto momento, se acercaron los dos y Pedro me presentó a ese tipo, cosa que me extrañó sobre manera, ya que no era su costumbre.
El individuo me continuaba viendo, de la manera más irrespetuosa que jamás yo haya sentido. Hasta llegué a pensar y temer, que en cualquier momento Pedro, formara un alboroto. Pero mi segunda sorpresa de esa noche fue que mi marido no hizo nada.
Al salir del local donde se realizó la cena, apenas nos montamos en nuestro auto, le comenté lo grosero que había sido esa persona, al quedárseme viendo de esa manera. Pero mi tercera sorpresa de la noche fue escuchar a mi marido diciéndome. “No lo puedes culpar, cualquiera que esté en su sano juicio, debe quedar impresionado por tu belleza.”
No podía creer lo que escuchaba decir a Pedro, en otro momento, lo menos malo que me hubiera dicho era, que yo era una provocadora. La verdad que esa noche, tomé sus palabras como un bello halago a mi persona.
Al llegar a la casa, Pedro me volvía a sorprender, apenas cerramos la puerta de la calle, sin perder el menor tiempo comenzó a besarme, como hacía tiempo que no lo hacía.
Ya les digo esa noche fue sorpresa tras sorpresa, ni tan siquiera esperó a llegar a nuestra habitación. En el medio de la sala, continuó besándome y acariciando todo mi cuerpo, por encima del encubridor vestido, hasta que el mismo comenzó a desvestirme totalmente.
En cosa de segundos ya me encontraba completamente desnuda ante Pedro, mientras que él continuaba totalmente vestido. En esos momentos nos encontrábamos acostados, en el sofá de la sala. Mi marido suavemente me abrió las piernas, y que me da otra sorpresa. Jamás ni nunca, Pedro me había puesto su boca, sobre la piel de mi vulva.
El sentir sus labios y lengua acariciando divinamente, mis labios vaginales, y hasta chapándose deliciosamente me clítoris, por un tiempo que me pareció interminable. Me hizo alcanzar un orgasmo, como nunca soñé alcanzar.
Después de eso se irguió ante mí, sacó su miembro del encierro del pantalón, y sin demora alguna lo sentí como me penetraba la vulva. Pedro de la nada se había vuelto un salvaje, me tomaba con fuerza por las caderas, y me empujaba de la manera más sabrosa su miembro dentro de mi mojado y supercaliente coño.
Así permanecimos un buen rato, hasta que diciéndome lo divina que yo estaba, cambiamos de posición. Sentándome sobre verga, mientras que él permanecía acostado sobre el sofá. Al tiempo que acariciaba mis senos, yo movía de la manera más salvaje y seductora mi cuerpo sobre el de él.
No soy del tipo de mujer ociosa, en lo que a sexo se refiere, pero esa noche en nuestra sala, me quedaba extasiada, viendo nada más como me entraba y salía su verga de mi coño.
Hasta que ambos, alcanzamos un divino éxtasis. Yo la verdad que me quedé rendida en el sofá, tal y como estaba. Pedro en algún momento se ha levantado, cosa de la que no me di cuenta, y de seguro se fue a nuestra habitación a dormir. A la mañana siguiente cuando me desperté, me lo encontré completamente vestido y listo para irse a trabajar.
En sus ojos, reflejaba esa chispa que nada más le he visto, cuando se encuentra tras una nueva posición, dentro del banco. A media mañana Pedro me llamó, para ver cómo me encontraba, y me comentó que sería bueno que nos viéramos en el Centro Comercial, que necesitaba hacer algunas compras.
A eso de las cinco de la tarde, nos encontramos en uno de los cafés de dicho centro. Tras tomarnos un aperitivo, comenzamos a ver algunas tiendas, en principio pensé que él deseaba comprar alguna ropa, un poco más moderna, pero me equivoqué.
Esa tarde salí del centro comercial, con un guardarropa completo, desde ropa íntima sumamente atrevida y sugestiva, hasta varios vestidos sumamente descotados y provocativos, sin contar los zapatos de salir. Al llegar a la casa, yo no salía de mi asombro, y de inmediato me pidió que le modelase, la ropa íntima. No perdí tiempo, y rápidamente me cambié.
Pero se me presentó, un pequeño inconveniente, con el que no había contado. Resulta que jamás me había depilado el coño en mi vida, y aunque las prendas íntimas me fascinaban, no se veía bien. Cuando se lo comenté a Pedro, de momento me ha llamado al cuarto de baño, e indicó que me quitase todo, y con su misma máquina de afeitar, la que nunca había querido prestarme para depilarme las piernas, sin perder tiempo, me ha llenado el coño de su crema de afeitar y él mismo se ha puesto a depilarme totalmente mi coño.
Tras lo cual, en el mismo baño volvimos a mantener otra ardiente sesión de amor. Pedro había dado un cambió tremendo, del cielo a la tierra. Cuando terminamos y me encontraba dándome una buena ducha, mi marido me comento que habíamos sido invitados, a no sé qué reunión en casa del tipo aquel, el que no me quitaba la vista de encima, durante la cena.
Tras secarme me comencé a vestir como de costumbre, con un traje o mejor dicho un vestido de color oscuro y muy encubridor. No había terminado de hacerlo, cuando Pedro entro de nuevo en la habitación, y al verme así vestida me dijo de manera bien clara, que me pusiera algo de la ropa que recién me había comprado.
No les voy a decir, que me volvió a sorprender su pedido, en ese momento como que hasta esperaba que me lo pidiera, por lo que rápidamente me cambie de ropa, poniéndole un vestidito de lo más mono, bastante provocativo y descotado, además la falda era extremadamente corta.
Tan era así, que, en cierta manera, me sentí medio desnuda, al terminar de cambiarme la ropa. Ya de camino al lugar de la reunión, no pude más y le pregunté a Pedro que le pasaba, que no lo podía reconocer. Tras un corto silencio de su parte, comenzó a hablar hasta por los codos.
Me dijo que el tipo ese con el que él hablaba en la cena a la que habíamos asistido, era uno de los más altos gerentes del banco. Que le había comentado, que él o sea Pedro mi marido, estaba siendo considerado para promoverlo a otra posición.
Pero que el único detalle en su contra era que lo consideraban algo rígido y por lo tanto anticuado para el cargo. Pero a manera de comentario le dijo, que los miembros de la mesa directiva tenían esa idea, por la manera en que yo me vestía y comportaba.
Ya que suponían, que lo hacía por orden de Pedro, lo que no era falso. Pedro le inventó, que recientemente había fallecido una tía lejana mía por lo que me encontraba de luto todavía.
Pero le aseguro que yo era muy alegre, y que él nada tenía que ver con mi manera de actuar durante esa cena. Aunque sé por experiencia que Pedro es sumamente celoso, también sé que está mucho más interesado en alcanzar otras posiciones de mayor jerarquía dentro del banco.
Por lo que cuando ya llegando a la casa de esa persona, me pidió que fuera lo más alegre, y condescendiente con el anfitrión, al igual que con el resto de las personas invitadas, con el fin de borrar esa mala imagen que tenían de Pedro.
De verdad eso me olía mal, pero Pedro estaba tan interesado, en su posible promoción, que no le comenté nada. Al llegar a la reunión, casi de inmediato Pedro, fue integrado al grupo, mientras que yo conversaba con una que otra persona, mayormente las esposas del resto de los invitados. Lo que sí me di de cuenta, que, de todas las mujeres, no es por nada, pero aparte de ser la más joven, era la que vestía de manera más indiscreta.
Al principio me incomodó un poco, pero al rato ya no le daba tanta importancia, hasta que Luis el dueño de la casa, el que me quería desnudar con la mirada, la primera vez que lo conocí, se me acercó.
Me buscó conversación, y ante la atenta mirada de mi marido, comencé a charlar con Luis, de cosas banales y sin importancia, hasta que toco el tema del empleo de Pedro. Me comentó que Pedro y otras dos personas, se encontraban por decirlo así, compitiendo por el cargo. Uno de ellos se podía decir que se había auto excluido al no asistir a la reunión, como a otras actividades de la compañía.
La otra persona, aunque se encontraba presente, lo más probable era que no lo consideraran, sencillamente por ser homosexual, aunque eso la empresa nunca lo reconocería. Por lo que el tercero era Pedro, según me comento Luis en sus propias palabras dijo. “Además, Pedro tiene una hermosa esposa que aparte de ser bella es inteligente y sabe lo que le conviene hacer para ayudar a su maridito a lograr el cargo que tanto él anhela.”
Al tiempo que decía esas palabras, me extendía una de sus manos invitándome a bailar. Yo busqué con la mirada a mi marido, que no dejaba de espiarnos a los lejos. El rostro de Pedro se descompuso, por lo que pensé seriamente rechazar la invitación de Luis a bailar.
Pero en los ojos de mi marido vi una clara desesperación, por lo que cuando estiré mi mano aceptando la invitación a bailar, en el rostro de Pedro reflejó calma y sosiego, indicándome que estaba de acuerdo que yo bailase con Luis. Después de ese instante, Pedro de inmediato se volvió a integrar al grupo en el que se encontraba, y no me puso más atención, durante el resto de la noche.
Luis al principio me comentó algunas tonterías sobre la fiesta, pero a los pocos momentos de la manera más descarada, mientras bailábamos, pegó su cuerpo al mío, yo pensaba retirarme, pero en el fondo me agradó que le hiciera, además mientras continuábamos bailando, volvió a tocar el tema del cargo que se encontraba aspirando Pedro y de lo importante que era mi cooperación con mi esposo en todo momento.
Yo le seguí la corriente mientras continuamos bailando, para ver que más le podía sacar al desgraciado. Ya como a la altura, de la cuarta o quinta pieza que bailábamos de corrido, siento que me coloca una de sus manos, sobre una de mis nalgas, y a pesar de que realmente lo que estaba agarrando era la tela de la falda.
Me quedé fría sin saber qué hacer, aparte de seguir bailando. Luis me miró como diciéndome. “No te asustes que esto es parte del trato.” Yo continué bailando hasta finalizar la pieza, tras lo cual me disculpé con la excusa de ir al baño. Aunque me agradó, me moría del miedo, de solo pensar nada más, que haría Pedro si me encontraba bailando de esa manera.
El resto de la fiesta, me la pase charlando, con otras de las esposas presentes. Al llegar a casa, pensé decirle a Pedro lo sucedido, pero me pareció, que era innecesario. El martes de la siguiente semana, Pedro me llamó a mi trabajo, extremadamente alegre y contento, para decirme había logrado el puesto, pensé que esa noche celebraríamos, pero me equivoque, llegó muerto de cansado cerca de las 10 de la noche, me dio un beso se acostó, y se quedó dormido como un tronco, a la mañana siguiente, ya estaba despierto y completamente vestido cuando yo me levante.
Pensé que eso sería por los primeros días, pero no fue así, se volvió uso y costumbre de su parte. Aunque yo procuraba el llamar su atención caminando completamente desnuda por casa, cuando él se encontraba presente, era como sí lo hiciera frente a un cuadro. Al poco tiempo, me di cuenta de que Pedro, nuevamente se había vuelto adicto al trabajo.
Ya me encontraba algo molesta, por lo sucedido o mejor dicho por lo que no sucedía, que comencé a vestirme de la manera más provocativa posible, a ver si Pedro se daba cuenta de que yo existía, y me decía algo.
Pero no sucedía nada. Ya comenzaba a extrañar sus celos infundados, por lo que se me ocurrió la gran idea de que dejasen de ser infundados. El detalle era con quien hacerlo, digo el darle celos a mi marido, no podía ser un cualquiera, debía ser alguien a quien él conociera. Durante esa semana, el viernes para ser más exacta, Pedro me comunicó, que teníamos que asistir el sábado en la noche, a otra de las estúpidas fiestas de la compañía, en casa de Luis.
Por lo que ese día en la mañana fuimos a comprar ropa, a diferencia de otras ocasiones, busqué la ropa más provocativa posible, pero a Pedro le pareció adecuada para la ocasión sencillamente. Al llegar a la fiesta, en la entrada se encontraba la respuesta a mi pregunta, de con quien le daría celos a mi marido.
Luis el dueño de esa mansión, era uno de los más altos ejecutivos del banco. Apenas llegamos me di cuenta, de que seguía con su mala costumbre de desnudarme con los ojos. Por unos momentos, hasta pensé en dejar esa idea a un lado, pero como la primera vez que Luis me atacó tan descaradamente, lo pude manejar sin mucho problema, decidí seguir adelante con mi plan.
Tras los saludos de costumbre, mi marido de inmediato se unió a lo que yo llamo sarcásticamente el grupo de los genios. Hablaban de la política prestataria del banco y que si estos o aquellos préstamos, eran los más adecuados para darles publicidad.
Ya algo aburrida, busqué a Luis con la vista, y lo encontré compartiendo alegremente, con varias de las esposas de los genios. Haciéndome la distraída, me acerqué al grupo y casi de inmediato volvió a clavar sus lascivos ojos en mi cuerpo. El primer paso de mi plan daba resultado, a los pocos minutos, ya me comenzó a buscar conversación de manera algo más íntima, mientras que yo procuraba que Pedro nos viera conversando de manera confiada.
Sí Pedro nos vio, pero como que sí nada pasara, seguía hablando tonterías, llegué a pensar que mi marido se satisfacía a sí mismo, escuchándose hablar. A los pocos minutos Luis me invitó a bailar, en otras circunstancias, le hubiera inventado cualquier excusa. Pero en esos momentos me pareció lo más sensato de mi parte, claro para conseguir la atención de Pedro. Algo bueno se puede decir de Luis, y es que aparte de ser buen bailarín sabe muy bien que cosas decirle a una, para hacerla sentir bien.
Ya a la altura de la tercera pieza, Luis volvió a poner una de sus manos sobre mis nalgas, de la misma manera que lo hizo la primera vez que bailamos. En ese instante debí haber terminado de bailar con él, pero no lo hice. Mi intención en esos momentos era darle celos a mi marido, cosa que por lo visto no sucedía, el tonto de Pedro continuaba charlando tonterías, y poca era la atención que realmente me dispensaba en esos momentos. Pero en mi afán de llamarle la atención, deje que Luis continuase manoseándome las nalgas.
Al principio lo hacía de manera discreta, y yo no me daba por aludida, pero poco a poco se fue excediendo, al punto que ya no me era posible el hacerme la desentendida. Como en ese momento mi intención era la de ser vista por mi marido, únicamente esbocé una ligera sonrisa, y continué bailando. Entiendo que eso lejos de enfriar los ánimos de Luis, lo animo más todavía.
Sus manos me siguieron tocando las nalgas y algo más, a lo que yo trate de hacerme un poco la desentendida, de verdad que yo deseaba que mi marido me viera. Pero nada de eso, todo lo contrario, se encontraba de espalda a nosotros, y mientras el resto de las personas miraban como Luis me tocaba casi todo mi cuerpo, Pedro continuaba charlando.
Pero como no soy de madera, comencé a sentir el miembro de Luis, contra mi cuerpo, y hasta le pedí que dejásemos de bailar. Pero quizás fue en la manera en que se lo dije, que me pareció poco convincente de mi parte, que Luis, me apretó más contra su cuerpo.
Sentí el calor de su miembro y su dureza aun por encima de la escasa tela de mi falda. Al terminar la pieza, Luis me continuaba agarrando por una de mis manos y sin más ni más, me condujo a otra habitación de su casa. Al cerrar la puerta me dijo, esta es la biblioteca, y de seguro nadie entrará aquí. Tras lo cual, sin que yo lo esperase comenzó a besarme como un salvaje.
De primer impacto me quedé anonadada, no sabía qué hacer. Les confesare que durante uno que otro momento mientras bailaba con Luis, me imagine como seria el llegar a tener sexo con él. Pero de eso a hacerlo de verdad dista mucho, además eso no era lo que yo deseaba realmente.
Pero a medida que me besaba como un desesperado, y sus manos acariciaban mi cuerpo, una vos dentro de mí dijo, que se joda. En lugar de rechazar el avance de Luis, me entregue completamente en sus brazos. Luis al darse cuenta del cambio de mi manera de actuar, se detuvo brevemente, se fue a la puerta y le pasó el seguro.
Tras lo cual, nuevamente comenzó a besarme y a acariciar de manera casi salvaje todo mi cuerpo. En cosa de segundos, me ha despojado de mi pequeño vestido, casi sin yo darme cuenta de ello.
En esos momentos, me sentía como cuando tenía quince años y tuve mi primera relación sexual con Pedro. En esos momentos mi deseo era mucho mayor que mi sentido común, aunque mi madre me había hablado con bastante claridad, con respecto al sexo y todos los riesgos, de llegar a mantener relaciones sexuales a mi edad. Advirtiéndome, que una vez que lo probase, difícilmente, no lo dejaría de hacer.
A los quince fui a la casa de Pedro, un día que sus padres no se encontraban, nos comenzamos a besar, y torpemente nos comenzamos a quitar la ropa el uno al otro, por suerte previamente, había acordado con Pedro en que él usara un condón.
Cuando quedé toda desnuda, le propuse a Pedro que nos diéramos un baño, lo que hicimos juntos jugando y tocándonos mutuamente. Sus dedos recorrían toda mi piel, lo que me hacía sentir un delicioso cosquilleo en todo mi cuerpo de colegiala. Yo por mi parte, acariciaba también todo su cuerpo, y en mis manos mantuve agarrado, por un largo rato su erecto miembro.
Después de eso los dos nos comenzamos a secar, pero no aguantamos más y en el pasillo que conduce del baño a su dormitorio, Pedro finalmente me penetró. Para haber sido nuestra primera experiencia de ambos creo que la disfrutamos al máximo, lo que posteriormente se continuó repitiendo un sin número de veces.
Pero en ese momento en compañía de Luis, me sentía como si tuviera quince años. Él me abrazaba besaba y acariciaba todo mi desnudo cuerpo, de forma y manera tal, que me encontraba tan excitada, que yo misma me acariciaba mi clítoris, al tiempo que el me besaba.
Casi llegué a suplicarle que continuase, cuando comenzó a besar mi vulva divinamente. Su lengua y boca en contacto con mi piel, sentí un divino estremecimiento en todo mi cuerpo. Los dos nos encontrábamos acostados sobre un sofá, y a mi lado derecho se encontraba una ventana que daba al lugar donde se realizaba la fiesta, gracias a las cortinas, los de afuera no podían ver lo que Luis me hacía en esos momentos.
Pero yo si podía ver el grupo, donde se encontraba Pedro charlando. El ver a mi esposo hablando tonterías, mientras que Luis me mamaba el coño de manera tan sabrosa, hasta me causo gracia. Pero de momento Pedro se ha separado del grupo, se dirigió a donde yo había estado bailando con Luis.
Al no vernos, continuó buscándome con la mirada. En ese momento me asaltaron unos confusos sentimientos, como que deseaba que Pedro me encontrase, siendo clavada por Luis, pero por otra parte tenía un pánico terrible de que eso sucediera.
Luis dejó de lamer mi coño, se ha sacado su miembro, y sin decir nada lo ha dirigido directo a mi mojada vulva. Justo en el momento en que Pedro, desaparecía de mi vista. Era tanta la calentura y excitación que yo tenía en esos momentos, que dejé de darle importancia al hecho que mi marido me estuviera buscando, pensé que ya se me ocurriría alguna excusa.
A medida que el miembro de Luis me entraba, yo lo sentía como se deslizaba dentro de mi lubricado coño. Mis caderas comenzaron a moverse, a medida que él metía y sacaba su sabrosa verga de mi cuerpo. Justo en el momento en que me encontraba más excitada, sentí que alguien trataba de abrir una de las puertas de la biblioteca, y casi de inmediato escuché la vos de mi carnudo esposo. Preguntándole a otras personas, sino me había visto a mi o a Luis, a lo que le respondieron que no.
En lugar de pasmarme, eso como que me excitó más aun todavía, y disfruté de un tremendo orgasmo como hacía tiempo que no disfrutaba. Luis por su parte también alcanzó el clímax, viniéndose completamente dentro de mi coño. Pedro se debió marchar, para seguirme buscando por toda la fiesta.
Mientras que Luis y yo nos volvíamos a besar. Después de eso, Luis me indicó donde se encontraba el baño, que saliera por la otra puerta, por si acaso mi marido se encontraba cerca. Una vez que me aseé completamente, me di cuenta de que había dejado mis pantis en no sé qué sitio de la biblioteca, pero sin preocuparme mucho por eso, salí por la puerta que Luis me había indicado, volví a integrarme a la fiesta.
Al poco rato me encontré a mi esposo y a mi fortuito amante charlando afablemente, con una gran sonrisa Pedro me recibió diciéndome, que Luis le terminaba de dar la noticia, de que hacía una semana lo había nominado, para otro cargo de mayor jerarquía dentro del banco, y que hoy le informó que el cargo era de Pedro, lo único era que se trataba de una plaza, que requería que Pedro viajase constantemente, a todas las sucursales, tanto del país como las internacionales.
Pedro no lo consultó para nada conmigo, y, en vista de ello, yo decidí también no decirle nada de lo que Luis y yo habíamos hecho. Actualmente Luis digamos que es formalmente mi amante o yo soy la amante de él, es un secreto a voces dentro del banco, el único que parece que no se ha enterado adivinen quien es….
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