Mi mujer se culeo a su amigo en mi presencia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hace un tiempo viajamos a Iquique con mi mujer, y debido a esas cosas del destino nos encontramos en el mismo hotel con un amigo de mi esposa, Alan. En ese momento solo se saludaron, y quedaron de acuerdo que nos encontrariamos en la noche en el comedor. Me molesto el que ella acordara juntarnos sabiendo que alguna vez habian pinchado.
Nos dispusimos a cenar y todo transcurrió con bastante normalidad, aun así noté que no sólo Miriam nuevamente se había sentido atraída por Alan, sino que él también mostraba un cierto interés por ella. Miradas y gestos delataban a ambos.
Nos fuimos a dormir y mi mujer me confesó que Alan aún le atraía.
Pues ya sabes, lánzate le dije yo.
¡Ah si!, pues prepárate me contestó ella.
Conociendo a mi mujer como la conozco me imaginé que cualquier cosa podría ser.
Al día siguiente nos encontramos en el desayuno y quedaron en vernos tipo 9 de la noche.
Alan llego a nuestra habitación a buscarnos porque no habiamos bajado. Esto debido a que mi esposa había salido al centro a comprarse ropa solita, mientras yo la esperaba para bajar al comedor.
Estuvimos viendo un rato la televisión y charlando de varias cosas; sobre las 10 llegó Miriam cargada de bolsas. Había estado de compras.
Hola, mira todo lo que me he comprado dijo Miriam.
Traía un montón de bolsas de tiendas de ropa.
Se acercó a mi y me dio un beso. Seguidamente hizo lo mismo con Alan.
El cruce de miradas pícaras entre ellos hizo que los 3 nos diésemos cuenta de lo que había en el ambiente.
Me tendran que dar su opinión con la ropa que me he comprado a ver que les parece dijo ella.
Pues lo que tienes que hacer es probártela y así opinaremos le dije yo.
Miren me he comprado esta blusa con esta falda dijo ella.
Ni corta ni perezosa se quitó la que llevaba y se probó la nueva, también se quitó los jeans ajustados que llevaba y se quedó con un tanguita negra, Alan clavó su mirada en el culito de mi mujer. Ella aun a sabiendas de que él la estaba mirando libidinosamente actuó con naturalidad poniéndose la falda.
¿Les gusta? preguntó ella.
Estás preciosa. Alan, ¿qué te parece? – le preguntó.
Está impresionante contestó él.
También me he comprado este vestido de fiesta dijo ella.
Se quito la blusa y la falda y volvió a quedarse en ropa interior ante nosotros.
Es un vestido escotado y con la espalda descubierta, esto hay que ponérselo sin sosten comentó Miriam.
Sin ninguna verguenza se quitó el sosten y lo tiró al sofá justo al lado de Alan. Quedó tan sólo con su tanguita negra y unos zapatos de tacón. Alan la miró de arriba abajo. Se puso el vestido y posó ante nosotros.
¿Qué les parece? dijo ella.
Estupendo, pero quítale la etiqueta que cuelga de uno de los hombros no vaya a ser que se te enganche le dije yo.
Era una de esas etiquetas que van con una cuerda delgada blanca, a ella le resultaba incómodo por la posición de la etiqueta.
¿Me puedes ayudar Alan? dijo ella sentándose junto a él.
Claro que sí contestó él.
Alan intentaba quitar el pequeño nudo que traía hecho en la tira del vestido.
Miriam bajó la tira del vestido para poder ayudar a Alan en su cometido, dejando uno de sus pechos al aire.
Él lo miró y seguidamente miró a los ojos a mi mujer. Ambos se sonrieron.
¿Te gusta? preguntó ella.
Tienes unos pechos preciosos contestó él.
Miriam dejó caer la otra tira del vestido para que Alan los pudiese contemplar. Mi mujer tiene un pecho exquisito.
Alan dirigió sus manos hacia las tetas de Miriam y comenzó a acariciarlas.
Ella me miró como buscando mi aprobación, yo le sonreí nervioso pensando en que esto se me iria de las manos.
Miriam giró la cabeza para contemplar como Alan le sobaba las tetas. Puso sus manos alrededor del cuello de él y comenzó a acariciarlo para acto seguido atraerlo hacia su pecho; Alan comenzó a comerle las tetas a mi mujer, ella volvió a mirarme, en un primer momento con una mirada desafiante para que yo viese que poco le había costado conseguir el reto que me propuso la noche anterior, posteriormente me sonrió ya que ella sabía que me estaba dando lo que yo quería ver.
Hay que dejar algo para después de cenar le dijo Miriam.
Él levanto la cabeza y le plantó un caliente beso a mi mujer a lo que ella respondió gustosamente metiéndole la lengua.
Miriam se levantó dejando caer el vestido y quedando de nuevo casi desnuda. Recogió sus cosas y se empezó a vestir.
Tu mujer está tremenda – me dijo Alan.
Veo que congenian bien le contesté.
Seguidamente preparamos una cena rápida y tras ella nos sentamos en el sofá para tomarnos unas copas.
Alann se sentó en uno con mi mujer mientras yo me sentaba en el de enfrente. Charlábamos desenfadadamente con Alan de nuestros gustos sexuales, él y mi mujer parecían encontrarse a gusto juntos ya que se tocaban y se besaban sin pudor frente a mi.
Mientras Alan y mi mujer se besaban, él se desabrochó el pantalón dejando ver su verga tiesa. Él y mi mujer se miraron a los ojos y se sonrieron, ella se agachó poniéndose a 4 patas en el sofá y tragandose la pichula de Alan.
Él por su parte retiraba el cabello de mi mujer para que yo pudiese ver bien la mamada que le estaba haciendo Miriam.
Mira lo que me está haciendo tu mujercita me dijo Alan.
Como mama le respondí mientras me empezaba a hacer una paja mirándolos.
Ella de vez en cuando me miraba sin dejar de chupársela, ya que ella sabe que eso me pone a mil.
Después de unos minutos de excelente espectáculo, Miriam se levantó y dándole la mano a Alan le dijo: "Ven conmigo, vámonos a la cama".
Alan se levantó del sofá y juntos de la mano se dirigieron a la habitación.
Recogí las copas y me dirigí a la habitación tras ellos. Desde la puerta pude contemplar a Miriam sentada en la cama haciéndole una mamada a Alan mientras él permanecía de pie.
Con una mujer así creo que vendré más veces me dijo Alan.
Me parece que a mi mujer le gustará que vuelvas le respondí.
Miriam se sacó el pico de la boca y sonrió, sin parar de acariciársela miró a Alan y le dijo: "Con lo que te voy a hacer esta noche ten en cuenta que volverás".
Alan se empezó a desnudar y ella hizo lo propio. Una vez desnudos se empezaron a besar de pie junto a la cama, mientras sus manos recorrían sus cuerpos sobándose mutuamente por primera vez.
Las manos de mi mujer se detenían sobre la verga de Alan y comenzaba a masturbarlo sin parar de darle la lengua, por su parte Alan le sobaba las tetas con una mano mientras con la otra empezaba a explorar su zorra.
Miriam separaba un poco las piernas para facilitarle la labor a su amante, yo permanecía de pie en la puerta contemplando el espectáculo dejando que ellos se desahogaran a gusto.
Mi mujer se tumbó en la cama boca arriba y bien abierta de piernas, el se tumbó sobre ella y comenzó a besarla en los labios para posteriormente ir bajando hacia sus tetas y recalar finalmente en su vaginaa.
Cuando Alan comenzó a lamer la vagina de mi mujer ella respiró profundamente de placer, cerraba los ojos y se contorneaba disfrutando de la comida que él le estaba haciendo.
Así perro cómeme, ohhhhhhh!!!! Qué gusto, exclamaba ella mientras erguía su cabeza para verlo.
Alan se estaba deleitando a lenguetazos en su zorra. Tras un rato en esa postura él se levantó y quedó de rodillas delante de ella, se tomo la verga y empezó a restregarla por la zorrita de mi mujer que a esas alturas ya estaba empapada y ardiendo.
Que puta eres le dijo Alan.
La culpa la tiene mi marido le contestó ella.
Girándose a continuación y quedando a 4 patas, ofreciéndose de esta manera por completo a su amante. Él no lo dudó ni un momento y agarrándola por la cintura le clavó la pichula de un golpe en el interior de su vagina.
¡Toma maraca! Le gritó Alan.
Ella dio un fuerte gemido de placer y le contestó: "Culeame duro".
Alan con ambas manos en la cintura de Miriam comenzó a pisarla con fuerza, yo me acerqué para poder ver con detalle como entraba y salía su pico de la zorra de mi mujer.
Mira como me la cacho me dijo Alan.
Miriam jadeaba fuertemente y él sin bajar el ritmo seguía culeandola, tenía la verga súper tiesa y se la metía y sacaba con buen compás. Mi mujer disfrutaba como una loca, a ella le gusta que la culeen bien y Alan lo estaba haciendo.
Cuando parecía que Miriam iba a correrse Alan comenzó a bajar el ritmo y acariciándole el culo le dijo: "No quiero que te vayas todavía".
Se tumbaron de nuevo en la cama, pero esta vez de costado frente a frente, Alan comenzó a besarla y estuvieron un rato acariciándose y sobajeandose.
Miriam fue en esta ocasión la que ni corta ni perezosa bajó hasta la pichula de Alan y comenzó a chupársela lentamente; yo la veía muy feliz haciéndolo y ella me lo hacía saber con sus miradas.
Mira que buena verga tiene mi amigo me dijo Miriam mientras la lamía.
Yo me moría de gusto viendo aquella escena mientras me pajeaba sentado en una silla junto a la cama.
Seguidamente Miriam se sentó sobre Alan que estaba tumbado boca arriba sobre la cama, introduciéndose su herramienta tiesa en el zorra. Apoyó sus brazos hacia atrás y comenzó a mover su pelvis provocando una nueva culeada, tenía las piernas bien abiertas para que yo pudiese ver la penetración con facilidad.
¿Te gusta lo que estás viendo cariño? me preguntó Miriam.
Yo no sabía que decir.
Pues disfruta los últimos momentos, cuenta un minuto y lárgate de la habitación me dijo mi mujer.
Me afané en mirar y disfrutar de la corneada ya que sabía que el mandato de mi mujer debía de ser cumplido. Ella me miraba desafiante con cara de placer y vicio mientras no paraba de culear con su amante. Yo pensaba que me dejaría un poco más pero ella cumplió su palabra:
¿Acaso no sabes contar?, ya ha pasado el tiempo, vete y cierra la puerta me ordenó ella.
Al final hice lo que ella me ordenó, mientras cerraba la puerta les eché un último vistazo, ella seguía moviéndose sobre la verga de Alan y me miró con una cara mezcla de placer y desafío como queriendo decirme: "¿No querías cuernos?, pues ya los tienes."
Cerré la puerta y me dirigí a la otra habitación para dormir ya que sabía que ellos pasarían el resto de la noche juntos.
A la mañana siguiente coincidí desayunando con mi mujer y se le veía bien contenta, Alan ya se había ido a desayunar.
¿Qué tal anoche? le pregunté.
Uff de lujo, estuvimos un buen rato culeando y me dio mucho placer, la verdad es que Alan culea de maravilla me respondió ella.
Le di un beso a mi mujer y me fui a dar una vuelta, pasé el día fuera imaginando lo que me había perdido y recordando lo que había visto.
Pasaban ya de las 5 de la tarde recibí un mensaje de mi mujer que decía: "Cuando vuelvas a casa no vengas acompañado".
Teniendo en cuenta que esa semana Alan compartía hotel con nosotros, entendí que a esa hora y al estar solos quizás se hubieran acalorado un poco.
Al llegar al hotel los imaginaba en la cama pero me equivoqué, entré a la habitacion y allí estaban Alan y mi mujer en el sofá, completamente desnudos y haciendo un 69.
Miriam me miró y me dijo: "Hola cariño, siéntate y disfruta". Me senté en el sofá frente a ellos y contemplé como mi mujer volvía a introducirse la pichula de Alan en la boca y la chupaba suavemente, él por su parte seguía recorriendo con su lengua la zorrita de mi mujer. Alan estaba completamente empalmado y la longitud de su verga se perdía en la boca de Miriam una y otra vez, ella de vez en cuando me miraba sin dejar de mamársela.
Veo que no pierden el tiempo les comenté.
Hay que aprovechar antes de que se vaya Alan me respondió ella.
Continuaron unos minutos más dándose placer oral mutuamente, Miriam alternaba las mamadas y el pasarse la verga de Alan por sus pezones haciendo círculos.
Mira cariño que pichula más buena me decía mi mujer mientras jugueteaba con la verga de Alan entre sus tetas.
Seguidamente Miriam se levantó para posteriormente poner su vagina enfilando la estaca de Alan e introduciéndosela en él.
Miriam me miraba fijamente a los ojos con gesto serio y dominante mientras flexionaba las piernas para meterse completamente la pichula en la zorra.
Yo empecé a menearme la verga mientras los contemplaba, Alan la cogía por la cintura mientras ella lo cabalgaba a placer.
Tu mujer es una puta y me encanta me dijo Alan.
Disfrutala mientras puedas.
No dudes que lo haré, ahora no podrás pararlo aunque quieras me dijo él.
Levántate preciosa que le vamos a dar un buen espectáculo a tu marido dijo Alan a mi mujer.
Seguidamente la cogió de la mano y la llevó junto a la mesa del comedor, allí de pie comenzó a besarla y a sobarle la zorra, Miriam con una mano le acariciaba el cuello a su amante y con la otra le meneaba la pichula.
Túmbate china le susurró Alan a ella.
Miriam obedeció y quedó tumbada sobre la mesa boca arriba abierta de piernas frente a él, ofreciéndole toda su vagina.
Ella alargó su mano y cogiéndole la verga la acercó hasta su zorra y empezó a restregársela, lo hacía lentamente, con suavidad, desde su clítoris hasta la entrada de su vagina; el fierro de Alan se abría camino entre los pliegues dándose placer al tiempo que se lo daba a ella.
Verlos así me daba un morbo increíble, el placer se reflejaba en sus caras, se estaban deleitando en mi presencia y yo disfrutaba mirando el espectáculo, me acerqué a ellos para poder contemplar la escena con detalle, me puse de rodillas para de este modo tener un buen primer plano, de repente Alan la cogió por las piernas y acercándose a ella le metió la pichula de un golpe.
Ahhh!!! Qué gusto, así dame, no pares le gritó Miriam.
¡Mira que bien te entra! dijo Alan.
Él comenzó a culearla fuerte en mi cara, yo por mi parte no perdía detalle; sus huevos golpeaban la vagina de mi mujer en cada bombeada, su verga entraba y salía con facilidad.
Alan paró un momento y la sacó por completo mostrándosela, su pene lucía brillante y firme.
Alan apoyo su verga en su vagina y empujó despacito hasta tenerla bien dentro.
Así perro, qué buena verga tienes le comentó ella.
En esta ocasión la pisaba con suavidad disfrutando en su pico todo el placer que la vagina de Miriam le daba, yo mientras tanto me masturbaba viendo el entrar y salir de esa verga en la zorra de mi mujer.
Alan se inclinó sobre ella para comerle las tetas sin parar de culearla, ella le acariciaba la cabeza y se dejaba hacer por él; de vez en cuando me miraba para comprobar si yo estaba mirando.
Yo por supuesto no podía dejar de mirar la magnífica culeada que le estaba pegando mi mujer y le sonreía indicándole de este modo que disfrutaba viéndola así. No era para menos, ella tumbada en la mesa con las piernas bien abiertas y aún con los zapatos de tacón puestos mientras Alan de pie y reclinado sobre ella la penetraba y le mamaba las tetas.
Alan paró de clavarla y cogiéndola de las manos la llevó hasta la cocina y se colocó detrás de ella, le acariciaba el cuerpo desde atrás mientras le besaba el cuello, su verga tiesa rozaba el culo de Miriam.
Apóyate ahí china, le dijo él mientras le señalaba la mesa de la cocina.
Ella se inclinó hacia delante apoyando las palmas de las manos sobre la mesa, echó el culo para atrás y separó las piernas, Alan le pasó la mano por la zorra y seguidamente se cogió la verga y la introdujo en la zorrita de mi mujer.
Así, culeame, soy tu mujer esta noche, le dijo ella.
Alan la cogió por la cintura y empezó a pisarla con furia, las tetas de Miriam se balanceaban tanto como los huevos de Alan mientras yo estaba pajeándome y mirando todo lo que hacían.
No me iba a dar tiempo de ver mucho más, ya que él aumentó el ritmo haciendo que ella comenzara a jadear más fuerte.
Toma puta, que te dejo embarazada, susurraba él.
Ahhh!!! Así, así dame tu leche respondía ella.
Tras varios minutos de estupenda culeada ella no aguantó más y estalló en un orgasmo bestial, él sacó su verga para correrse sobre el culo de mi mujer. Yo me la meneé en el sofá y me corrí; los tres habíamos quedados satisfechos.
Nos sentamos los tres para descansar un poco.
No los puedo dejar solos, si salgo cuando vuelva a la habitación ustedes ya estarán pegados como perros- les dije yo.
Es él que me provoca y me pone caliente respondió Miriam.
¿Yo?, pero si me estabas esperando desnuda cuando he llegado comentó él.
¿Y acaso no te ha gustado? preguntó ella picarona.
Tú sabes que sí dijo Alan.
Cuando llegó la noche estábamos demasiado cansados como para preparar la cena, nos arreglamos para salir y nos dispusimos a cenar fuera.
Fuimos a un pequeño restaurante con mucho encanto y mientras cenábamos le pregunté a Alan por la noche anterior. Él me describió con detalle lo puta que había sido mi mujer cuando se quedaron a solas en la cama. Ella con su sonrisa picarona asentía todo lo que su amante decía sin moversele un pelo.
Mi mujer es muy lanzada en la cama y no se corta para nada en hacer todo tipo de prácticas sexuales.
Tras la cena fuimos a tomar unas copas a un pub, nos pusimos de pie junto a la barra y después de cerciorarse que no había gente conocida, mi mujer le dio un ardiente beso a Alan.
Es algo que me da mucho morbo, ya que, al ser un pub normal y no un club de intercambios, la gente no se imagina que no es su mujer sino la mía. Él tampoco se cohibía mucho y le tocaba el culo a Miriam mientras charlábamos, estuvimos allí un rato hasta que decidimos que era la hora de volver al hotel.
Subimos al taxi y ellos se sentaron detrás, tan sólo arrancar ya se estaban besando apasionadamente, miré hacia ellos y mientras se besaban Alan le sobaba las tetas a mi mujer al tiempo que ella pasaba su mano por el paquete de su amante. Se inició la marcha y el silencio en el interior del vehículo sólo era interrumpido por el sonido de sus lenguas y algún que otro suspiro, yo tenía la pichula muy tiesa, era una situación muy excitante.
Cuando llegamos al hotel entré directamente al baño y giré mi cabeza hacia atrás; Alan tenía la pichula fuera del pantalón, Miriam se la acariciaba mientras lo besaba en los labios, ella se giró y me dijo: "¿cómo tienes la verga?.
Tan tiesa como él le respondí.
Pues te vas a tener que aguantar porque yo voy a mamar solamente la suya me advirtió.
Acto seguido se agachó y comenzó a deleitarse con la verga de su amante en la boca.
Mira lo que pasa cuando se consiente a una mujer me dijo Alan.
Pues disfrútala le comenté.
Por supuesto que lo voy a hacer me susurró Alan mientras con movimientos suaves introducía una y otra vez su pichula en la boca de mi mujer.
Tras unos minutos de una deliciosa mamada, Alan le dijo a ella: "vámonos a la cama que te voy a culear todita mi chinita".
Lo estoy deseando le susurró ella.
Al entrar a la pieza yo me senté en una silla para contemplar lo que mi mujer me había prometido, ella entró delante de él y fue abrazada por detrás.
Alan acariciaba a mi mujer de arriba abajo mientras le besaba el cuello suavemente, poco a poco iba desabrochando su blusa y pantalones dejando entrever su ropa interior, Miriam se giró y rodeándole el cuello con sus brazos comenzó a besarlo, él con las manos libres aprovechó para deslizar una de ellas en la tanga de mi mujer y empezar a sobarle el zorrita, ella abría discretamente las piernas poniéndoselo fácil.
Mientras manoseaba a mi mujer con una mano, desabrochaba su pantalón con la otra para liberar de esta manera su verga erecta.
Mira lo que tengo para ti – le susurró a ella mientras se la miraba.
Miriam respondió agachándose, dejando su cara a la altura de la corneta de Alan para seguidamente comenzar a mamarla.
Como me gusta esto – dijo Alan mientras me miraba.
Mi mujer le dio unos cuantos chupetones y volvió a ponerse de pie para terminar de desnudarse, él por su parte también aprovechó para quitarse el resto de la ropa.
Una vez desnudos se tumbaron en la cama y comenzaron a acariciarse mutuamente, se tocaban el uno al otro sin decirse nada, tan sólo disfrutando del placer del sexo, se miraban y se sonreían al saberse observados por mi con la relajación de poder hacer lo que querían.
Miriam se giró y acabo poniéndose a 4 patas, Alan se colocó detrás de ella y cogiéndose la verga comenzó a jugar con su zorrita para acabar penetrándola suavemente.
Ummm! Qué bueno le dijo Miriam.
Alan movía su pelvis despacio y su pichula iba llenando la vagina de mi mujer. De vez en cuando se regodeaba echándome una mirada desafiante que dejaba bien claro que era su hembra en ese momento. Miriam permanecía callada y dócil al placer de su amante, y caliente al exhibirse así ante mi.
Él se inclinó sobre la espalda de ella y ambos quedaron a 4 patas incrementando el ritmo de la culeada; no era aún el momento de correrse y Alan sacó su verga dura y tiesa tumbándose nuevamente sobre la cama.
Miriam hizo lo mismo pero dándole la espalda a su amante.
Dame más pico, soy tu puta– le sugirió.
Alan la abrazó por detrás y la volvió a penetrar, esta vez en una posición más cómoda para los dos. Mientras la culeaba podía aprovechar para sobarle las tetas y besarla, yo por mi parte no perdía detalle, mientras me masturbaba me encantaba ver su verga entrando y saliendo de la zorrita de Miriam y sus dedos deleitándose sobre su pezones.
Mi mujer vio como me pajeaba y me sonrió.
¿Te gusta ver esto? – me dijo ella.
Me muero de gusto – le contesté.
Ella comenzaba a jadear ya que Alan comenzaba a clavarla con fuerza y rapidez, ambos disfrutaban de una culeada estupenda aguantando para que durara un buen rato.
¡Hazme tira Alan! – ¡Rompeme el culo! dijo Miriam.
Alan abrazado a ella saco su verga y le apunto a su hoyito, ensalivó su culito y se lo enterro hasta el fondo, empujaba con fuerza su verga en el interior de mi mujer, sus huevos golpeaban su vagina una y otra vez, a Miriam le ardía el culo, yo desde mi posición podía ver como su amigo la clavaba sin compasión, dejando solo sus bolas afuera.
Me encanta ver a mi mujer tan excitada con un hombre, el placer que veo en ella es inmenso y creo que a ella le vuelve loca.
Alan fue bajando el ritmo hasta parar por completo, saco su verga del culazo de mi esposa y se tumbó boca arriba, estaba completamente empalmado, Miriam se giró y se la cogió acariciándosela con suavidad.
Hazme el amor que quiero recibir tu leche – le susurró ella a él.
Alan se giró sobre ella y puso las piernas de Miriam sobre sus hombros y comenzó a clavarla despacito mientras la besaba y acariciaba, ella se dejaba hacer por su amante.
Era una escena espectacular, ver a esos amantes dándose placer, pero me duró poco ya que Alan me miró y me dijo: "vete a la otra habitación que le voy a hacer el amor a tu mujer y quizas te la deje embarazada".
Mientras salía podía ver la cara de placer de Miriam, cerré la puerta y los dejé para que pudieran disfrutar a su gusto.
Me quedé dormido y no se cuanto tiempo estuvieron haciéndolo.
Los días que restaron hasta completar la semana fueron en la misma línea, no perdieron el tiempo ni el uno ni la otra.
Si ella lo provocaba, él acababa culeandosela, no dejaron ni un rincón de la habitacion por probar, desde el salón hasta el vestidor pasando por la cocina, hasta en la bañera se metieron en una ocasión y acabó la cosa en culeada como no podía ser de otra manera.
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