Mi odioso y viejo vecino se folla a mi esposa III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por capata.
Tras las mutuas revelaciones que nos hicimos mi esposa Alba y yo, nuestra vida sexual cambió totalmente, cuando follábamos fantaseábamos con Oscar, el degenerado y odioso vecino, en su fantasía Alba deseaba que Oscar la follase con su tremendo miembro, que la tratase como a una verdadera puta, zorra y perra, y yo con que Oscar me hiciese un gran cornudo follándose a mi querida mujercita. Llegó a convertirse en una obsesión.
El martes de la semana pasada, aprovechando que mi esposa estaba trabajando, subí al apartamento de Oscar. Le comenté la transformación que había sufrido mi mujer, sus sorprendentes revelaciones, e incluso Oscar tuvo ocasión de escuchar una grabación de mi mujer y mía follando, en la cual, Alba entre gemidos y jadeos pedía que mi degenerado y vicioso vecino se la follase.
Oscar se frotaba las manos y preso de una gran excitación me dijo:
-Muy bien cabrón, has hecho tu trabajo muy bien, me estás poniendo a tu esposa en bandeja y no voy a dejar pasar por alto esta ocasión. Voy a follarme a tu linda mujercita. Quien lo iba a decir, tan altiva con sus aires de suficiencia, mirando siempre por encima del hombro, y en realidad desea que su viejo vecino se la folle, la trate como a una zorra, y le dé todo lo que su maridito es incapaz de darle. Ahora tenemos que buscar la ocasión propicia para que la pueda montar.
-El sábado que viene tenemos una boda de unos conocidos, dije totalmente sumiso.
-Fantástico, es la perfecta ocasión, escucha mi plan dijo Oscar.
Y con mucha atención, totalmente empalmado le escuché.
Llegó el sábado, mi excitación durante toda la semana fue tremenda y mis masturbaciones pensando en que mi viejo vecino pudiese follarse a mi mujer cada vez más frecuentes.
Alba fue a la peluquería, volvió preciosa con su pelo recogido y comenzó a prepararse maquillándose con mucho cuidado. Para la ocasión me enseñó bastantes vestidos, pero finalmente pude convencerla que se pusiese un vestido azul, bastante escotado, con falda larga pero con abertura que dejaba ver bastante su muslo derecho y unos pantys de color carne. Realmente estaba preciosa y sobre todo muy deseable.
-Si me viese nuestro vecinito Oscar seguro que se pondría cachondo, dijo Alba riéndose con coquetería.
-Seguro que te follaba en nuestra propia cama, contesté.
-¿Te gustaría ver como me folla Oscar?, dijo mi mujer.
Me abalancé sobre Alba con la intención de follármela allí mismo, pero ella se retiro y dándome un piquito comentó, no podemos llegar tarde amor.
El día se me hizo eterno, estuve empalmado y preso de la excitación, sobre todo cuando veía como mi esposa bailaba con otros invitados y la abrazaban durante el baile, alguno incluso bajó su mano más de la cuenta acariciando el culo de Alba pero en absoluto me importó. Como parte del plan procuré que mi esposa bebiese más de la cuenta, no tolera mucho el alcohol, pero el champán hace que su líbido se dispare.
A eso de la una de la mañana convencí a mi mujer para que nos fuésemos. Con la escusa de ir al servicio llamé a Oscar. Mi viejo vecino nos esperaría en el portal de casa.
Durante el trayecto de vuelta a casa no paré de acariciar a mi esposa, introduje mi mano por la abertura de su falda, magreé sus muslos a conciencia y posé mi mano sobre su coño cubierto por el tanga y los pantys. Alba estaba totalmente empapada.
Paré el coche con la intención de continuar con mis caricias, pero Alba dijo:
-Aquí no impaciente, espera que lleguemos a casa.
Fruto del champán y mis caricias mi mujer estaba realmente muy caliente y excitada. Aparqué el coche y entramos en el portal, accioné el botón del elevador mientras nos besábamos y acariciábamos como dos novios. De repente se escuchó una voz.
-Hola parejita.
-Hola Oscar contesté.
-Buenas noches Oscar dijo mi esposa.
-Estas realmente preciosa Albita dijo mi viejo vecino.
-Gracias tartamudeó mi mujer mientras se ruborizaba.
-Ese vestido realza tus piernas y muslos, y ese escote hace que casi se te vean esas preciosas tetas. He tenido la oportunidad de verlas cuando haces topless en tu terraza.
Hace un par de meses yo le hubiese dado un par de hos.. a Oscar y Alba le hubiese dicho cuatro cosas al indeseable de mi vecino, pero esa noche mi esposa bajo la mirada mientras yo noté como mi polla empezaba a empalmarse. En ese instante el ascensor llegó. Entramos los tres y Oscar se pegó a la espalda de mi mujer.
Yo no hice nada, me limité a observar. Oscar seguía alabando la belleza de mi esposa mientras de forma descarada el degenerado de mi vecino apoyaba su bulto contra el culo de mi mujercita.
Alba no dijo nada, me miró y yo no supe que decir. Oscar empezó a refregar su paquete contra el culo de mi esposa. Envalentonado por nuestra pasividad las manos de Oscar se posaron en la cintura de Alba. Una de sus manazas fue descendiendo hasta la abertura de su falda sin que mi esposa hiciese nada. Envalentonado por nuestra pasividad, Oscar abrió un poco la abertura de la falda y posó su mano en el muslo de mi mujer. Alba no dijo nada, yo tampoco.
La manaza de Oscar subió por el muslo de mi esposa hasta desaparecer de mi vista, por sus movimientos noté que pugnaba por introducirse dentro de los pantys y tanga de mi mujercita. La otra manaza se deslizó por debajo de la axila de Alba atrapando uno de sus pechos. Alba empezó a gemir mientras yo comencé a apretarme mi paquete por encima del pantalón.
-¿Te gusta Albita?.
-Mi esposa no dijo nada pero un gemido salió de sus labios.
-Estas totalmente empapada zorrita.
En ese instante Oscar giró con su mano la cabeza de mi esposa y le propinó un gran morreo. Alba se giró y correspondió su beso. Yo no perdía detalle, mi degenerado vecino estaba con una mano debajo de la falda de mi esposa masturbándola, con la otra sobando las tetas de mi esposa, mientras se besaba con ella introduciendo su lengua y babas en la boca de mi mujer.
-Voy a follarte como la puta caliente que eres dijo Oscar.
En ese instante el ascensor llegó a nuestro piso, salimos los tres, yo detrás viendo como mi viejo y degenerado vecino metía mano a mi esposa apretando sus nalgas con fuerza. Alba no paraba de gemir y jadear.
-Abre la puerta cabrón de mierda me dijo Oscar.
Abrí y pasamos. Oscar nuevamente se abalanzó sobre mi esposa, la besó y abrazó con frenesí. Sus manos sobaban el cuerpo de Alba, sus tetas, su culo. Oscar separó las piernas de mi esposa e introdujo nuevamente su manaza debajo de la falda de mi mujercita, llegando sin ningún problema hasta su empapado coño.
-Vamos a vuestro dormitorio dijo Oscar, voy a follarte Alba en vuestra cama de matrimonio mientras hacemos al cabrón de tu marido un verdadero cornudo. Quiero que me pidas que te folle Alba, pídemelo zorra.
Alba no contestó, gemía y jadeaba como una perra.
-Pídemelo, suplica puta insistió mi degenerado vecino.
Alba seguía sin contestar.
-Zorra suplica que te folle volvió a insistir Oscar, mientras continuaba masturbando a mi mujercita.
-Fóllame Oscar, fóllame y móntame como a una yegua.
Oscar se rió. Vaya, vaya, cornudito mira lo que tenemos aquí, una verdadera putita deseosa de que alguien le de lo que su maridito no le da. Tu Albita, tan arrogante, siempre con tus aires de superioridad y grandeza, siempre tratándome como a un degenerado y viejo verde y ahora suplicas que te folle como a una vulgar ramera. Mira lo que tengo para ti, putita.
Oscar cogió la mano de mi esposa y la restregó contra su enorme bulto. Mi vecino desabrochó los botones de su pantalón e introdujo la mano de mi mujer dentro de su bulto.
-¿Esta dura y gorda verdad?, inquirió mi despreciable vecino.
-Si contestó mi mujer totalmente fuera de sí estampando un impresionante morreo a Oscar.
-Es más grande y dura que la del cabrón de tu esposo dijo Oscar.
-Sí es la verga más grande que he tenido en mis manos contestó totalmente excitada y entregada Alba, mucho más que la de mi esposo.
En ese instante, Alba se arrodilló delante de mi detestable vecino e hizo ademán de mamar la verga de Oscar.
-Quieta ramera, te comerás mi verga cuando yo te lo diga, y dirigiéndose a mí me dijo, llévame a vuestro dormitorio cornudo cabrón, esto hay que celebrarlo.
Los tres entramos en nuestra habitación, Oscar sabía lo que se hacía y como humillarme si cabe aún más. Oscar se sentó en un butacón, metió una de sus enormes manazas debajo de sus calzoncillos para masturbarse y empezó a darme órdenes:
-Desnuda a tu esposa para mí.
Quité los zapatos de tacón que llevaba puestos mi mujer, me puse detrás de ella y baje la cremallera de su vestido azul mientras mi mujer estaba totalmente pasiva. El vestido cayó a sus pies y lo eché a un lado. Alba se quedó semidesnuda delante de mi vecino, tan solo cubierta por sus pantys color carne, su tanga negra de encaje y su sujetador a juego.
-Oscar se rió. Estás totalmente empalmada, eres una vulgar ramera, dijo.
Era cierto, una gran mancha de flujo manchaba el tanga y los pantys de mi esposa.
-Quítala el sujetador cornudo, ordenó Oscar.
Obedientemente, desabroché el sujetador de Alba. Sus pechos quedaron al aire sin ningún pudor, mientras Oscar rugía de placer.
-Que tetas tienes Albita dijo, que suerte tiene el marica de tu esposo.
A cada insulto, a cada humillación por parte de Oscar mi verga crecía más y más empapando mi boxer.
-Quítala los pantys exigió Oscar.
Como un autómata baje los pantys de Alba.
-Quítala el tanga y tráemelo de rodillas con la boca perro, me ordenó mi detestable vecino.
Alba quedó totalmente desnuda ante el degenerado. De rodillas y con la boca sumisamente llevé el tanga de mi mujer y se lo entregué al macho. Oscar lo olió y lamió.
-Huele y sabe a ramera, dijo con gran satisfacción. Alba, túmbate en vuestra cama de matrimonio.
Alba se tumbó boca arriba en nuestra cama nupcial. Oscar se desnudó, su enorme pollón quedó a la vista. Sus veinte centímetros iban a penetrar la intimidad de mi esposa.
Oscar me ordenó sentarme al lado de Alba. Mi vecino se acercó y dijo:
-Cornudo quiero que cojas mi mano con la tuya y hagas que magreé a tu esposa.
Obedientemente cogí la manaza de Oscar, la puse en los tobillos de Alba y comencé a subirla por el cuerpo de mi adorable mujercita. La mano de Oscar guiada por mí sobó las piernas y muslos de Alba, luego sus nalgas y finalmente subieron por el vientre de mi mujer para agarrar alternativamente las tetas de mi esposa.
Una mueca desencajada de satisfacción cubría el rostro de mi odioso vecino.
-Que tetas tienes puta, que pezones y yo tu asqueroso vecino te las está ordeñando mientras el cornudín me ayuda dijo Oscar humillándome con sus palabras y risotadas.
-Vas a comerme mi verga, me la vas a poner muy dura para que pueda follarme a tu linda mujercita, cerdo me dijo Oscar.
Me arrodillé delante del macho, Oscar me miraba mientras continuaba magreando a Alba y ordenó a mi esposa que se masturbase.
-Hazte un dedo zorra mientras el marica de tu esposo me la chupa y pone bien dura para que pueda follarte, exigió mi detestable vecino.
Alba introdujo dos de sus dedos en su empapado coño y empezó a suspirar y gemir como una verdadera putita.
Arrodillado delante del macho que iba a follarse a mi esposa, abrí la boca con la intención de comer ese pedazo de carne. Oscar no me dejaba tragarme su verga, se reía de mí, finalmente empezó a darme pollazos en la cara mientras se carcajeaba.
-Que maricón es tu marido, quiere comerse mi verga como si le fuese la vida en ello dijo Oscar.
Finalmente, mi vecino me agarró de la cabeza y de una fuerte embestida metió su pedazo de carne en mi boca. No podía respirar y tuve grandes arcadas. Como un perro lamí la verga de Oscar y acaricié sus grandes cojones durante un buen rato.
-Para ya perra me dijo mi vecino, mi leche no es para ti sino para la zorra de tu esposa, abre las piernas de Alba.
Presuroso me levanté, Alba casi estaba a punto de correrse con el dedo que se estaba haciendo, abrí sus piernas y permití que el macho se pusiese encima de ella.
-Coge mi verga, tu mismo, cornudo cabrón, vas a ser quien metas mi polla en el coño de tu esposa, ordenó Oscar.
No podía más, cogí la verga de Oscar y lentamente la introduje en el coño de Alba, el glande del pollón de Oscar se abrió paso por los labios vaginales de coño de mi mujer. Luego su tronco poco a poco entró en el sexo de Alba hasta que los cojones de Oscar chocaron con la entrepierna de mi esposa. En ese instante y sin llegar a tocarme me corrí como un cerdo manchando mi ropa interior.
Alba jadeaba de gusto, yo volví a cascármela como un mono. Oscar estaba fuera de sí con un metesaca brutal:
-Toma ramera de mierda, puta, a partir de ahora esta es la verga que te va a follar cuando quiera, dijo Oscar.
-Si soy tu perra y tu mi macho, dijo Alba exhalando suspiros de placer.
-Que prieta estás zorra, tu maridito es un pichafloja que no sabe follarte, díselo dijo Oscar, llámale cornudo.
-Eres un cornudo pichafloja, nunca has sabido follarme, ha tenido que ser este viejo verde y degenerado quien me folle como un verdadero hombre y no tú, dijo mi mujer.
En ese instante Alba y yo nos corrimos, mi leche terminó de manchar mi pulcro traje, mi esposa totalmente abierta de piernas para su macho se arqueó y las cerró contra la espalda de su macho. Oscar por su parte continuaba follándose a mi mujercita, mientras por mi parte empecé a comerle el culo y los huevos a ese ser despreciable pero que tanto placer no estaba proporcionando.
-Voy a correrme, no aguanto más, dijo Oscar.
– ¿Dónde quieres que me corra?, me preguntó Oscar humillándome hasta límites por mí desconocidos, dime ¿Dónde quieres que me corra?.
-Córrete dentro dijo mi esposa, le dije.
-Suplícame que la embarace, me ordenó.
-Préñala como los perros preñan a las perras, grite fuera de mí.
Con un rugido triunfal, Oscar se corrió dentro de la intimidad de mi mujer, muchos trallazos de leche inundaron el coño de Alba, Oscar siguió dentro de mi mujer durante un rato más vaciando su semen en ella hasta que totalmente extenuado sacó su enorme pollón del coño de Alba. La leche salía del coño de mi esposa manchando su sexo, su entrepierna, su culo y las sábanas de nuestra cama de matrimonio.
Oscar me tiró sobre la cama y ordenó: perro cornudo, quiero que dejes bien limpio el coño de esa puta. Mi esposa abrió sus piernas y pude ver su coño bien abierto y mojado, introduje mi lengua en el sexo de Alba, lamí la leche de mi vecino, limpié el coño, los muslos y el ano de mi esposa a conciencia.
-Muy bien perrito me dijo mi detestable vecino, y poniendo su verga a la altura de mi cara me ordenó dejársela totalmente limpia, la lamí y chupé, succioné y limpié con todo esmero.
Desde aquel instante nuestra vida cambió pero eso es otra historia.
capatacapata@gmail.com
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