Mi suegra y yo somos socios
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Matías, soy argentino, casado, 35 años.
Mi señora es uruguaya.
Cuando murió su padre, mi suegra viajaba mucho a casa, ya que está sola, es una mujer criada en el campo, una mujer fuerte, regordeta y muy trabajadora.
Yo tengo un taller donde hago bolsas de residuos, fundo el plástico, es una mini empresa que nos da para vivir bien.
Mi esposa me dijo que su madre quería vender todo en Uruguay y venirse a vivir con nosotros y trabajar conmigo, invertir lo que saque en el taller.
Cuando terminó de vender todo se vino a casa, hablamos de lo que íbamos a hacer y nos pusimos de acuerdo.
Compramos un galpón mas grande, aunque nos quedaba mas lejos de casa, mudamos la fábrica y empezamos a trabajar, yo le enseñaba lo que tenia que hacer y la verdad es una mujer muy fuerte, enseguida trabajabamos a la par.
Las cosas nos íban muy bien.
Teresa, que así se llama mi suegra, es una mujer muy agil para sus 56 años, habla hasta por los codos.
Un medio día estabamos trabajando y hacía un calor tremendo, y ella como la cosa mas normal se sacó la camiseta quedando en corpiño, pero siguió trabajando, fue ahí donde me di cuanta de las dos enormes tetas que tiene.
Ahí fue donde empecé a mirarla ya no como mi suegra, sino como una mujer mayor que está muy buena, unas piernas duras, redondas, una buena cola,.
bien redonda y grande.
Siempre con sus pelos en su cara bien sudada.
Todo el día riendo.
Me costaba trabajo no mirarla cuando metía la cabeza bajo la canilla del.
agua y se refrescaba, porque el agua le caía por el cuerpo y le mojaba el sujetador dejando que mas se le noten las tetas, la aureola oscura y como se le endurecian los pezones.
A mi se me paraba la pija, pero ella era como que lo hacia con total inocencia.
Tiene una pancita que se la empecé a ver muy sexy.
«Pufffff, que calor que hace», me dice sacando su pelo de la cara y estirando el cuerpo hacia atrás, haciendo que sus tetas resalten mas todavía, «y vos no tenes calor, que estas con toda la ropa?, ponete comodo, trabaja en calzoncillos que no me voy a asustar de verte medio en bolas», me dijo riendo, «mañana me traigo un short», le dije sin poder de dejar de mirar sus tetas.
«Mira yo como trabajo, y no me saco el corpiño porque ahí si que no vas a hacer mas nada que mirarme las tetas», me dijo riendo a carcajadas, agarrándose la barriga para reírse, «si bueno, no voy a negar que tenes un buen par de tetas», le dije ya que se había dado cuenta que no dejaba de verselas, «a mi marido también le encantaban mis tetas, que en paz descance», me dijo riendo y seguimos trabajando.
Yo me saqué la camiseta y el pantalón, quedando en calzoncillos, «ha, ya veo porque no querías quedarte así, me vez las tetas y se te para la pija», me dijo llorando de risa.
Nunca vi a nadie reír así, con esas ganas.
Seguímos trabajando, hasta las seis de la tarde, cuando decidimos terminar la jornada.
Mi suegra como si nada se sacó el corpiño, el short que tenía puesto, quedando con una bombacha muy grande y se empezó a lavar en la canilla.
Yo le veia sus tetas colgando y moviéndose para todos lados según ella se movia, le veía la raja de la cola a medida que su bombacha se le iba mojando más, «Matías, ahora lavate vos así nos vamos», me dijo pasando una toalla secando su cuerpo, yo le vi el matojo de pelos que tiene en la concha y sin poder evitarlo se me paró la pija de nuevo, «parece que mi hija te tiene mal atendido, mira que dura tenes la pija», me dijo sin parar de reír.
Cerramos todo y nos fuimos.
En casa mi suegra no había dicho nada de lo que habíamos hablado ni de que habíamos trabajado medio desnudos.
Al otro día nos fuimos a eso de las ocho, íbamos tomando mate y hablando, Teresa no paraba dede reírse, «y, anoche la pusiste», me dijo ahogandose con la risa, yo la miré y no dije nada, «huy, huy, huy, conozco a alguien que hoy va a estar de pija dura todo el día», me dijo.
Llegamos, encendimos las máquinas y nos pusimos a trabajar, al rato ya mi suegra empezaba a transpirar como loca.
«Nos ponemos cómodos?», me dijo mi suegra, y se sacó la camiseta, el corpiño y el short, quedando solo en bombacha, «hay confianza entre nosotros», me dijo siguiendo con el trabajo.
Yo me quedé en calzoncillos, pero no podia dejar de mirarla, «Teresa, mira como me pones», le dije y le mostré la pija, «pero como no le gusta a mi hija esta pija que tenes», me dijo Teresa agarrando mi pija y subía y bajaba el prepucio.
Yo le empecé a meter mano en las tetas, mi suegra ya no se reía, me miraba fijamente a los ojos sin dejar de acariciar mi pija, yo dejé de manosear sus tetas y le empecé a bajar la bombacha, sin decir nada, se acomodó sobre unas bolsas con la cola para arriba, abriendo sus nalgas, dejando que le vea su ojete, oscuro, abierto, con pelos a su alrededor.
Escuchaba su respiracion fuerte, entre nerviosa y agitada cuando ubicaba mi pija contra el agujero de su culo, los gemidos que daba cuando empecé a hacer fuerza y le metía la pija en la cola, hasta que quedé sobre mi suegra y mi pija toda metida en su cola.
«Cogeme la cola despacito, me encanta sentir como entra y sale la pija de mi ojete», me dijo gimiendo cuando se la sacaba y se la volvía a meter bien despacio.
«Así, asi, despacito, que bien la siento cuando sale y me entra de nuevo», decía gimiendo con fuerza, «por la concha, metemela por la concha», decia sin parar de gemir.
Yo se la saqué de la cola y muy despacio se la fui metiendo en la concha, la noté muy mojada, muy caliente.
«No sabes cuanto hace que nadie me cogía», me dijo entre ayes de placer mientras no dejaba de meter y sacar mi pija de su concha.
«Por la cola,.
sigueme cogiendo por la cola», me dijo con la voz rota de lo caliente que estaba.
Se la saqué de la concha y se la volví a meter por la cola, «haaaaaaaaa», dijo mi suegra cuando la volvió a tener adentro de nuevo.
«Que bien se siente tú pija bien adentro de mi cola», me decía abriendo bien sus nalgas y moviendo sus caderas para los costados, «como estoy disfrutando, no sabes como me estas haciendo gozar cogiendome por la cola», decía sin poder dejar de gemir.
«Ha, ha, ha, ha, ha», empezó a gemir y a mover todo el cuerpo, «me estoy acabando, Matías, me estoy acabando», me decía temblando.
Yo empecé a moverme mas rápido, se la metia bien hasta adentro, haciendo que mi suegra de pequeños gritos, hasta que me empecé a acabar bien adentro de la cola de mi suegra entre gritos y temblores de placer.
Yo hacía fuerza para adentro de su cola sin dejar de echar chorros de leche dentro de ella.
Nos quedamos quietos un rato, recuperando el aliento, se la fui sacando, viendo como le había quedado de abierto el agujero de su cola, bien redondo y abierto, que lentamente se fue cerrando y veía como le salía la leche de su ojete.
«Asi vamos a trabajar mejor», me dijo, poniéndose de pie, dejando que la vea completamente desnuda, «estas buenísima suegra», le dije mirándola de pies a cabeza, sin disimulo ninguno, «me alegro que te guste, porque quiero que me sigas cogiendo», me dijo y seguimos trabajando, así en bolas, y mi suegra se quejaba de que la leche que le salía de la cola le mojaba las piernas.
Bien sigue quizás pueda comerla junto madre e hija