Mi suegro ordeñando mi leche materna
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Dra.juliagarciasexy.
Mi esposo y yo pasábamos por una mala racha.
Él había sido despedido del trabajo y yo aún no tenía mi consultorio en México.
Nos acabábamos de regresar de México y mi hijo tenía meses de nacido.
En México no teníamos casa y no teníamos suficiencia económica para pagar renta.
Cuando llegamos a México de regreso, tuvimos que quedarnos por un gran periodo de tiempo en la casa de mi suegro Raúl.
Que a pesar de ser un buen hombre, era algo pervertido.
No me gustaba quedarme en su casa porque le gustaba espiar y luego ponía excusas para decir que no se había dado cuenta que había alguien en la habitación.
Según él, estaba acostumbrado a deambular por su casa libremente, y cuando tenía invitados lo olvidaba en ocasiones.
Antes de que nos fuéramos a vivir a Estados Unidos, y que perdiera mi esposo su trabajo; Vivimos por un tiempo con mi suegro y ahí fue donde me di cuenta que era un viejo rabo “verde” (rabo verde se usa para un hombre anciano que le gusta seducir u hostigar a mujeres más jóvenes).
En ese tiempo cuando me duchaba el subía por las escaleras del patio trasero que deban a una pequeña ventana del baño y me espiaba por ahí.
Yo trataba de bañarme a espaldas de la ventana para que no pudiera verme, pero aun así mi trasero quedaba al aire con mi cuerpo mojado por la cálida lluvia que salía de la regadera.
Incluso logre a escuchar ruidos detrás de la puerta de nuestra habitación cuando mi esposo y yo hacíamos el amor.
Yo estaba segura que el escuchaba detrás de la puerta mis gemidos y se excitaba con eso.
Habíamos vuelto a aquel martirio de nuevo después de todo ese tiempo.
Después de un viaje muy largo por carretera; porque no teníamos para pagar el avión llegamos a la casa de mi suegro en Nuevo León.
Mi esposo entró a la casa atiborrado de maletas pesadas y yo entré a la casa con mi hijo en brazos.
Mi suegro nos estaba esperando en el porche sentado en su mecedora.
Era un viejo ya muy calvo.
Le restaban algunos cabellos grises que peinaba de manera graciosa y una barba que picaba al roce.
Era muy delgado y tenía una barriga de cervecero.
Le gustaba mucho tomar casi todos los días, para mi sorpresa a pesar de su edad, nunca se había enfermado por eso.
Su cuerpo funcionaba a la perfección y mi esposo me platicaba que aun salía con mujeres jóvenes.
La verdad no tenía ni idea de porque unas muchachas tan jóvenes les gustaría salir con alguien como él, ni siquiera tenía dinero.
Mi suegra había fallecido hace muchos años y él disfrutaba como un loco su vida de soltero.
Mi esposo bajó las maletas y yo le di a cargar el bebé.
MI suegro se acercó de inmediato a mí y me estrujo entre sus brazos con intensidad
– ¿Cómo estas Julia? –preguntó mi suegro mientras seguía apretando mi pecho lactante contra el suyo.
–Muy bien, muchas gracias suegro.
¿Qué tal le ha ido?
– ¿A mí?, pues no me puedo quejar hija, me siento a toda madre.
–Papá, te veo que estas muy bien de salud –dijo mi esposo mientras palmeaba el hombro de mi suegro con una mano y con la otra sostenía a mi hijo.
–Si hijo, estoy más sano que un toro, pero pásenle, no se queden aquí afuera que hace demasiado calor.
Entramos a su casa y el lugar lucía muy limpio para un hombre anciano y solo.
–Su casa luce muy linda señor, debe de cansarse mucho limpiando todo el lugar usted solo –dije mientras admiraba el lugar tan pulcro–.
–Bueno es que tengo a una muchacha que me ayuda, se llama María, pero todavía no llega, hoy va a venir un poco más tarde.
Ya me imaginaba que el viejo rabo verde no podía hacer todo eso él solo.
Pobre de la muchacha que le ayudara, estaría sufriendo todo el día de los acosos y manoseos del anciano a solas con él.
Preparé algo para comer con lo poco que tenía mi suegro en el refrigerador, y comimos muy tranquilamente poniéndonos al día con él; fue una plática moderadamente amena.
Después de la comida llegó María la chica que le ayudaba a mi suegro con la limpieza de su casa.
Era una muchacha joven, no podía pasar de más de 19 años y con una figura muy linda.
La cara de mi suegro se transformó al verla y la recibió de beso.
Pude percibir al instante de que mi suegro se le acercó para saludarla su incomodidad.
<> pensé.
Ella de inmediato se puso a hacer los quehaceres del hogar y yo me senté en una mecedora de madera en el cuarto de las visitas.
Cuando tuve a mi primer hijo, los pechos se me inflamaron mucho por la gran cantidad de leche que producían.
Constantemente me daban ganas de alimentarlo, pero el quedaba satisfecho muy rápido y yo me quedaba con toda esa leche acumulada en mis senos.
Cuando me duchaba solía ordeñarme yo sola para sacar aquella gran presión de mi busto.
Me senté en aquella mecedora tan cómoda y con mi hijo en brazos me dispuse a darle de comer.
Cuando terminaba de hacerlo mi suegro entró y me vio con el pecho de fuera.
YO puse en la cama a mi hijo boca abajo y me guarde los senos
–Mi nieto ya ha crecido mucho –dijo mientras acariciaba su pequeña cabeza.
–Si… ya está bastante grande –dije, bastante incomoda con la situación.
–Se ve que está muy bien alimentado, es bueno que le des pecho, eso los hace unos niños muy fuertes cuando crecen.
–Si claro –dije despectivamente.
Mi hijo comenzó a llorar, pero yo no soportaba las miradas pervertidas de mi suegro sobre mi cuerpo así que ya no lo alimente más; mi hijo lastimosamente tuvo que pagar las consecuencias.
Lo arrullé un poco en el cuarto dándole palmaditas en la espalda hasta que eructo y se quedó completamente dormido.
Mi suegro no se separó de mí ni un solo instante.
Mi esposo no quiso perder tiempo y se fue a buscar trabajo ese mismo día, a pesar de que se encontraba igual de cansado que yo.
Se despidió de mí y se fue en el auto.
Ahora tendría que pasar toda la tarde a solas con él.
–Estaba pensando Julia, debes de estar muy adolorida del pecho.
– ¿Por qué lo dice señor Raúl? –Pregunté con curiosidad.
–Bueno he notado como te tocas los pechos aun después de amamantar a mi nieto.
–Bueno si es que mi pecho produce mucha leche.
– ¡Lo sabía!, mi esposa tenía el mismo problema –dijo exaltado.
–No me diga, ¿Qué era lo que ella hacía para liberar la presión?
–Bueno, después de alimentar a mi hijo me alimentaba a mí.
– ¿Usted bebía su leche materna? –pregunté sorprendida.
–Así es, la bebía hasta dejarla seca.
Lo que mi hijo no se tomaba lo hacía yo.
–Pues tal vez sirva, pero a mi esposo no le gusta la leche materna.
–Tal vez yo pueda ayudarte con eso Julia –dijo con una mirada profundamente pervertida.
–No creo señor, yo no podría dejarlo hacer eso, no es correcto –dije sabiendo que él iba a proponerme algo así de sucio.
–Anda July, déjame ayudarte, yo sé que estas en un sufrimiento grande.
–Váyase por favor –dije rígidamente.
Mi suegro se fue algo molesto y decepcionado por no haber logrado su pervertido deseo.
La presión de mis grandes senos se hacía más grande conforme los minutos pasaban y me hacía pasar por un muy mal rato; la proposición absurda de aquel vejete ya no lo era tanto.
María estaba en la lavandería en la parte de atrás de la casa tendiendo la ropa y algunas sabanas.
Yo fui a tratar de ordeñarme en el baño pero la leche no salía parecía que mi pezón estaba obstruido, tal vez por algún calostro.
Como una manera desesperada de remover mi dolor recurrí a mi suegro.
Fui a su habitación en la segunda planta de la casa y estaba viendo televisión mientras se fumaba un cigarrillo.
– ¿Qué es lo que necesitas Julia? –preguntó algo molesto.
–Necesito que me ayude con mi problema señor Raúl –dije mientras sacaba lentamente cada uno de mis pesados senos por encima de mi holgado escote–.
Al principio él no podía creer que eso realmente estuviera pasando.
Lo digo porque se quedó inmóvil como por un minuto.
– ¿Me va a ayudar o no suegro? –pregunté con muchos nervios.
–El resoplo con fuerza y se levantó de su cama.
–No te preocupes July, ahorita hacemos que se quite ese dolor tan grande de pecho.
– ¿Qué era lo que usted hacía para ayudarle a su esposa? –quise saber.
–Bueno primero, la masajeaba de esta forma –dijo mientras presionaba desde abajo mis pechos con ambas manos.
–Uy, se siente muy bien, bastante relajante.
–Ya ves, tú déjame a mí, para eso está la familia, para cuidarnos entre nosotros.
Mi suegro comenzó a darme un masaje muy erótico.
Sus delgados y arrugados dedos pasaban por encima de mis pechos haciéndome sentir los relieves de sus dedos con cada roce.
Sus largas y esqueléticas manos se hundían entre la gran masa de mis senos haciendo erizar mi piel con su movimiento.
Yo me mordía un labio mientras él seguía frotando y acariciando mi pecho.
Los apretaba y apretaba pero lo leche no salía.
Mi esposa también tenía calostros pero estos nada más salen chupándole fuerte.
No me dio siquiera oportunidad de oponerme y comenzó a chuparme los senos, lo hacía como un recién nacido con dentadura postiza.
A mí se me escapó un leve gemido mientras mordía mis labios para no volverlo a hacer.
Mi suegro se dio cuenta de inmediato y apretó mis senos con ambas manos mientras se pasaba de succionar salvajemente uno y luego otro, y luego otro.
Yo instintivamente lo tomé de su calva cabeza y lo acerqué con fuerza a mi pecho.
El seguía succionando fuerte mis pezones que ya se encontraban erectos y por fin salieron.
Los calostros salieron de uno y del otro pecho.
Él los comió sin ningún problema y parecía saborearlos con placer.
–Ahora si ya vamos a lo bueno, hay que sacar toda esa leche.
–Está bien, confió en usted –dije con una voz pequeña.
–Acuéstate en mi cama July, es más cómodo para ti si estas recostada.
–Muy bien, solo por favor tenga cuidado, estoy muy sensible del pecho.
–Tú déjalo en mis manos hijita.
–De acuerdo.
Yo me recosté con mi pecho al aire por encima de mi blusa y él me puso las manos por detrás.
Vamos a quitar esto del camino –dijo mientras levantaba mi blusa por encima de mis hombros dejando mi torso completamente desnudo–.
Mi piel estaba bronceada por el sol de California y mis pechos se encontraban más blancos por la marca del sostén y la blusa.
Mi suegro se recostó por encima de mí en la cama y pude sentir su camisa por encima de mi torso desnudo.
Hace mucho calor aquí, me voy a quitar esto –dijo mientras se desabrochaba los botones de su camisa a cuadros–.
Cuando se la quitó pude sentir su piel sudorosa por encima de la mía y sin darme tiempo a reaccionar o sentir se abalanzó sobre mi pecho.
Succionaba fuerte un pecho tras otro haciéndome gemir; esta vez ya no podía contener los gemidos.
¡Ahhhh, mmmm! Dejaba salir sonidos de placer mientras el liberaba aquella pesada carga de mi ser.
Pronto se empezaron a disparar grandes chorros por todos lados.
Yo gemía por poder ser liberada y el bebía cada gota como si fuera la más deliciosa bebida.
Chupaba mi pecho mientras la leche caía por su barbilla con barba de tres días.
Yo estaba experimentando como la sensibilidad de mis pechos estaba llevando a un terreno desconocido.
Mi suegro lamio de arriba abajo mis senos con su alocada lengua y pude sentir como de un segundo a otro me retorcía en un frenético y salvaje orgasmo.
Gire la cabeza a la derecha con ambos ojos cerrados, mientras arqueaba mi espalda y gruñía intensamente sujetando con mis manos fuertemente la cabeza de mi suegro contra mi pecho.
Él pudo percatarse de mi pecado y sonrió mirándome a los ojos.
Parece que tú necesitas otro tipo de ayuda July, bajo hacia mi falda y la levantó por completo, no llevaba ropa interior y el sonrió de nuevo.
Continuara…
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