MI YERNO Y SU VERGA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ese domingo estaba en la comunidad religiosa a la que asisto, Estaba tratando de escuchar lo que el predicador decía pero mi mente estaba en otro lado.
Las cosas con mi yerno habían llegado algo lejos.
Las exhibidas que nos dábamos no eran cosa sencilla.
Yo, una mujer, con más de veinticinco años de recato sexual, me había convertido en una fisgona de su verga y en una exhibicionista para él.
Todos los días me le mostraba sin querer y él me enseñaba su paquete a lo descarado.
Si mis compañeros supieran como me vestí anoche para que mi yerno me pudiera ver a su antojo, nada que ver con la ropa que uso para asistir a este templo.
Siempre ando de faldas largas a los tobillos, zapatos bajitos y blusas muy holgadas, mi cabello recogido en chongo o llevo una trenza.
Ese domingo en el colmo de mi deseo por que me viera, me puse unas zapatillas destalonadas, mostrando los deditos de los pies, una falda negra a media rodilla, una blusa medio escotada sin brasiere y mi cabello suelto.
Cuando me vio mi hija vestida así se asombró.
-¡Mamá, y ese milagro!!! “Mira qué cambio has dado.
Así deberías vestirte siempre”.
Yo sólo sonreí.
-“Ay hija, es que anoche escombré mi ropero y quise volverme a poner esta ropa, a ver como se me veía, pero me la voy a quitar, solo era para hacer la prueba”
En eso entró mi nieto de once años y se sorprendió,
-“Abuelita, que bonita”
Ahí estaba yo, la antigua Elvia de hace más de veinticinco años, más vieja, con el cabello con canas, pero por los comentarios de ellos sentí que aún me veía bien.
En la sala hay un espejo y de vez en vez me contemplaba yo misma.
Mis piernas aún fuertes, pantorrillas macizas con muchos vellos, mis pies lucían coquetos, mis senos pequeños pero con los pezones duros como piedras.
Sólo esperaba que saliera mi yerno, para él me había vestido así.
-“Nada más te faltan los vellos mami” me dijo mi hija.
” Tienes que depilarte las piernas y las axilas”.
-“Ay hija, qué flojera, además no voy a andar así, esta ropa me la voy a quitar ahorita y vuelvo a mis atuendos religiosos” le dije con una sonrisa.
Me fui a sentar a la sala en espera de que saliera mi yerno, deseaba que me viera así, esperé más de media hora viendo televisión, yo ansiosa, vestida como nunca me habían visto, me sentía mojada, mi pantaleta de algodón se pegaba a mi mojada chocha.
Fui a mi recámara y me puse aceite en las piernas, mi vellos se veían muy brillosos.
Me recosté en el mueble, en ese momento salió mi yerno de su recamara.
Me acomodé lo mejor que pude para que me observara.
-“Buenos dias” dijo.
Mi hija y mi nieto fueron a darle un beso.
Volteó hacia mi y me dijo
-“Hola Elvia”.
Se dirigió hacia la sala, se sentó frente a mí y me dijo “¿qué ves?”
-Buenos días, le respondí.
Me senté de una manera que pudiera exhibirle algo de mí.
Crucé mi pierna derecha y sentí como la falda se subió, una cantidad de muslo quedaba expuesta a su vista.
Movía mi pie de forma circular para llamar su atención.
Recargada en el brazo del sillón me veía de perfil.
Mi nieto en la recámara y mi hija hacía unas cosas en la cocina.
En la televisión pasaban un programa soso de concursos, ambos fingíamos mirarlo pero nada de eso, yo concentrada en mostrarme muy puta a mi yerno y él mirándome abiertamente, con descaro.
En el colmo de mi calentura, empecé a frotar mi pierna, acariciando los vellos, todo trataba de que pareciera natural.
-Qué programa tan bobo, le dije volteándolo a ver.
-Sí, es una basura, me contestó.
Nuestras miradas se encontraron, él me veía toda.
Yo le sonreí, mis ojos clavados en los suyos.
Bajé mi pierna y me senté de frente a él.
La falda encima de las rodillas, abrí un poco mis piernas, mis muslos expuestos a su vista.
Empecé a abrir y cerrar las piernas de una forma natural, como al descuido.
No sé que habrá visto él pero me imagino que veía todo.
Muslos carnudos, repletos de vellos, una pantaleta blanca al fondo la cual no podía tapar toda la vellosidad de mi vagina, mis zapatillas altas con los dedos desnudos.
Todo esto lo hacíamos mirándonos a los ojos.
Con la vista le hice una seña levantando las cejas que me enseñara la verga.
Él volteó a la cocina cuidando de que mi hija no viera nada.
Llevó su mano a su entrepierna y se agarró la verga encima del pantalón el cual formaba un impresionante bulto.
Empezó a tallarla y la apretaba, me la enseñaba y se la jalaba como si quisiera arrancarla.
Yo lo veía y me ponía más caliente.
Apretaba los labios y saboreaba con mi lengua, imaginando tener esa verga en mi boca.
Me levanté la falda como por descuido hasta medio muslo y ahí pudo verme toda.
-Mamita, dijo él sin emitir sonido, empezamos a decirnos cosas en silencio, palabras cortitas para leernos los labios.
-¿Le gusta?
Él asintió con la cabeza.
-A mi también le dije.
Déjeme verla bien.
-Abre más las piernas.
Me dijo.
-¿Asi?
Ahí fue donde me abrí toda.
Jalé mi pantaleta y la hundí en la papaya.
-Qué rico mamita.
-Déjeme verlaaaaa, le pedí.
Se la sacó, la ví y se la pedía.
-Démela, démela toda.
-Es tuya mami.
Volteábamos hacia la cocina y mi hija seguía en lo suyo.
Yo sacaba la lengua y me relamía los labios, él se jalaba la verga de forma impresionante, jalones duros.
Se empezó a tallar la cabeza.
Yo con la pantaleta bien metida en la concha y con el abrir y cerrar de piernas empecé a sentir mi venida.
-Me voy a venir, le dije en total silencio.
Él leyó mis labios y me dijo:
-Si, vente toda.
Empecé a dar pequeños saltos en el mueble, señal inequívoca que me estaba escurriendo.
Él detuvo sus movimientos de verga y quedándose rígido empezó a escupir leche la cual caía en su pecho, pantalones y en el piso, fue una venida abundante la que tuvo.
Yo quedé ahí, en el mueble, toda sudada, abierta de piernas.
Como pude me bajé la falda, me levanté y me fui a la cocina a ver a mi hija.
Al pasar junto a él pude verle la verga de cerca, me la comí con los ojos.
Le sonreí y le dije:
-¡Rica!
Después de ver lo que hacía mi hija me fui a mi recámara y me cambié de ropa.
Mientras lo hacía me sentía culpable de lo que había hecho, en cierta forma apenada y arrepentida de haberme fallado a mí misma, a mi hija y a las costumbres religiosas que había llevado durante años.
Me puse mi ropa de mustia, una falda negra hasta los tobillos, medias opacas, una blusa abotonada hasta el cuello y mi cabello recogido en un chongo.
Tardé mucho tiempo en salir de mi cuarto, me sentía tan satisfecha con el orgasmo que había tenido que quería quedarme a dormir, pero no, salí y fui a ver a de nuevo a mi hija.
Me senté en la mesa del comedor y empecé a platicar con ella.
Al rato mi yerno se nos unió.
Buscaba mi mirada pero yo lo rechazaba.
En cierto momento mi hija me dijo:
-Ay mami, ya te volviste a poner esas ropas tan feas de nuevo.
-Sí amor, recuerda que sólo me las medí para ver si me seguían quedando.
Es más, creo que ya voy a regalar esas prendas, no creo volver a usarlas.
Me despedí de ellos.
-Bueno, me voy al templo, nos vemos en la noche.
Le dí un beso a mi hija y le dije un seco hasta luego a mi yerno.
Enfilé hacia la parada del transporte público.
Al abordarlo me sentí diferente, ya no llevaba la devoción de asistir a la sesión, algo empezaba a cambiar en mi.
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