Mis goles en otro mundial de fútbol.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sentí algo de pena por Alfredo.
Entró en la empresa con camiseta, gorro de dos puntas y bandera, todo azul y blanco, silbato en boca y absolutamente eufórico por la victoria de la selección Argentina por 6 a 0 contra Serbia Montenegro en el mundial de futbol de 2006.
Es que yo le había hecho, en el lapso de tiempo en que se jugó el partido en Alemania, dos goles a su mujer, Laura, el primero convencional, el segundo en dos tiempos: prólogo por la almeja y remate por la retaguardia.
Alfredo era el gerente, local, de la empresa (inglesa) en la cual trabajaba yo y Laura, su esposa, era Jefa de Administración y mujer de belleza nada frecuente. Por incidencias laborales, por lo general de facturación y cobranzas de trabajos realizados por mi sector, teníamos frecuentes reuniones, muchas de ellas a solas, siempre con la mejor onda aun cuando, algunas veces, discrepábamos en las acciones a tomar para corregir los problemas que motivaban nuestros diálogos. A pesar de que me inquietaba, me excitaba y, más de una vez imaginé “volteármela”, nunca tuve agallas para ensayar alguna aproximación al tema. Estoy convencido que ella leyó, en muchas ocasiones, en mis ojos el deseo y que las miradas que me devolvía eran de invitación a sincerarme. Pero yo, pusilánime, siempre arrugué.
Ese día, la totalidad de los hombres menos uno, yo, a la hora del partido (varios cambiaron camisas y corbatas por camisetas y gorros de la selección) fueron en tropel a un bar, próximo a la oficina, que contaba con una pantalla plana descomunal para los clientes que, eso sí, debían aportar con una consumición-piso de 35 pesos de entonces. Algunas de las mujeres, de la empresa, se unieron a los varones. Las restantes también se “borraron”, tenían el mismo derecho que las futboleras, con permiso de deambular por la ciudad un par de horas. Matilde, la recepcionista, se fue a escoger un regalo, bueno y no muy caro, para el día del padre.
Puesto que tenía que viajar, a Lima en Perú, el domingo siguiente por la noche, y presentía que Serbia Montenegro no era rival para la Selección, preferí quedarme trabajando para terminar un largo reporte que debía enviar al Reino Unido si o si.
Ese 16 de junio, imagino seguirá creciendo, para mí, en el tiempo como acaso mejoran los recuerdos y el buen vino. Tuve dos aciertos, el primero, pobres serbio-montenegrinos, difícil que puedan olvidar la indigestión de goles. Quedó confirmado que, en fútbol, no estában para jugar con los nuestros.
El restante, fue absolutamente imprevisto para mi: estaba convencido que era el único ser viviente en la oficina pero, no lo era. A los pocos minutos de la salida en estampida del personal, mientras estaba fotocopiando unos papeles, escuché un taconeo a mis espaldas. Laura, 34/35 años, se aproximó con pantalón negro ajustado, blusa clara aun más ajustada que le resaltaban las curvas y los hermosos y abultados senos. Cabello rubio intenso a ambos lados de la cara armoniosa. Todo sumado una obra maestra de 1,75 metros, lograda por la naturaleza, al modelar seres humanos femeninos.
Tenía en la boca un chupetín que lamía voluptuosamente, fijó sus grandes ojos claros en los míos y fingió extrañeza:
– Juaaan, ¿qué haces aquí ..? ¿No fuiste con los demás a ver el partido?-
– No, tengo cosas que hacer. ¿Y vos no te habías ido?? –
Hizo caso omiso de mi pregunta:
– ¿Tan urgentes son, esas cosas, que no podes demorarlas por un par de horas? –
A este punto ya me había subido la “bilirrubina” y azuzado por ella, respondí con premeditada ambigüedad:
– Nada es impostergable si vale la pena lo que lo haga postergar… –
Y la miré fijo como tantas otras veces que estuvimos a solas, y me asaltaba el deseo de poseerla. Pero esta vez mis cuerdas vocales vibraron, tímidamente, acompañando con palabras lo sugerido con los ojos.
Ella se quedó un instante con una expresión y mirada que parecía querer calibrar mis intenciones.
De pronto se le cayó (o dejó caer) las planilla, que tenía en las manos, y se agachó para recogerla apuntando su hermoso trasero directo hacia mi. Antes que se incorporara me “tié sin paracaidas”:
– Por favoooor Laura, que linda que estas, me da taquicardia esa pose tuya!! –
Se incorporó sonriendo abiertamente, con picardía:
– Perdón, no fue mi intención………aunque dicen que, como en el fútbol, no esta mal alguna vez cambiar de ritmo en la vida— ¿A veeer?? –
Me tomó el brazo derecho por la muñeca, movió la cabeza a derecha e izquierda, como quien niega levemente:
– No me parece que tu pulso esté muy alterado….vamos a ver si consigo activarlo un poco…-
Y, como si fuera algo normal, llevó mi mano sobre su seno izquierdo.
-….¿yyy??…¿mejora el ritmo..? –
Mis dedos rodearon la teta a la par que se desbocó mi “bobo” y la sangre bombeada a mil rpm templó mi miembro en una erección increíble. La abracé y empezamos a besarnos; a ella se le dio por moverse frotando su monte de venus en el bulto de mi entrepiernas, que adquirió aun mayor volumen:
– ¡¡Wooow!! No me imaginé que…… ¡Como estamos hoy Juanchín.. eeeh!! – murmuró con un leve temblor en la voz y con las pupilas hacia abajo, apuntando a lo que aludía.
– Mejor que imaginar es comprobar… ¿Porque no lo tocas? – le sugerí, ya lanzado sin frenos.
Abrió sus ojos, como diciendo "¿¿en serio??, ¡con gusto!"… Me bajó el cierre, metió la mano dentro del calzoncillo y la fue bajando poco a poco con una sonrisa picara, hasta que llegó y dijo:
– ¡¡Uy!! Llegueeé,….. ¡¡¡epaaa, está báaarbaro!!! –
Mientras ella jugueteaba con mi carne dura, nos dimos otro beso desaforado, la levanté y la senté en la mesa más cercana y comencé a subirle la blusa.
– Acá no, Juanchi, vamos a mi sala, ¿si? –
Fuimos precipitadamente, no sin antes poner, por dentro, la traba a la puerta blindex de entrada a la oficina (si alguien volvía antes de lo previsto debía llamar para tener acceso) y, en meno que canta un gallo, su blusa, corpiño y pantalón cayeron al piso. Le comía las tetas y le acariciaba la rajita por arriba del calzón mientras ella suspiraba y me sujetaba la cabeza por el cabello. Al cabo de unos minutos me detuvo y se separó decidida:
– Ahora me toca a mi, yo estoy casi en bolas y vos con toda la ropa , no vale..–
Me empujó hasta apoyarme en el escritorio y se aplicó a quitarme camisa y pantalón. Aprovechó el envión y me bajó el slip:
– Te voy a “caramelizar” el abadejo… – sin darme margen a réplica dobló las rodillas, agarró mi pene orondo con la mano, le dio con su lengua traviesa todo a lo largo y, al llegar a la punta, se lo introdujo hasta la garganta. Tuve que hacer fuerza para que soltara su presa y se incorporara. Ya cara a cara, le saqué el calzón, la senté al borde del escritorio y le abrí sin dificultad las piernas; la almeja estaba mojada:
– No tengo forro nena. ¿lo tengo que sacar, antes …? – le susurré
– no,… tranquilo, mi amor, ….. podes dejar todo lo que quieras,…..-
La penetré de un envión. Respondió con toda la garra y gemidos acompasados con cada entrada de mi miembro hasta que tuvimos el primer orgasmo, casi simultáneo.
Quedamos jadeando por el desborde provocado por los sentidos deleitados y empeñados en deleitar la contraparte. Minutos después, ya distendidos y con el aliento restaurado, calculamos que apenas había terminado el primer tiempo en Alemania.
Teníamos margen para jugar un segundo tiempo, nosotros también.
Laura se aplicó a darle masajes de “reanimación” a mi miembro derrumbado por la acción anterior. No le llevó mucho tiempo ponerlo otra vez a la altura de la circunstancia, es decir bien tieso para una segunda dosis de vacuna que ella deseaba recibir tanto como yo de darle. Aceptó ponerse en cuatro, sobre un silloncito o butaca que estaba en la oficina. Comencé a cogerla, por la almeja y cuando los dos éramos presas del frenesí por el intenso placer, le puse sucesivamente primero un dedo, luego dos en el orificio del culo que se fue distendiendo a tal punto que mi pene lo penetró sin dificultad:
– H.de p… me duele!!- protestó Laura
Pero del decir al hacer había un campo de distancia: empujaba con fuerza para que le entrara hasta aplastarme los huevos contra sus nalgas y alternaba ronroneos y quejas hasta que la atrapó el orgasmo que la hizo gemir y estremecer. Seguimos. Seguí bombeando desenfrenado, un rato más hasta que el que se estremeció fui yo.
Nos dimos un respiro para recuperar el aliento:
– Fue alucinante, nena. Hay química entre nosotros. Tenemos que darnos otra, u otras, oportunidades con una buena cama a mano, ¿no te parece?-
– …..Disfruté mucho con vos, Juanchín!…Pero ahora tenemos que arreglarnos, dentro de poco van a volver todos…ya veremos …en otro momento….-
Saqué la traba del blindex, mientras Laura, se estaba adecentando en el baño.
Cuando irrumpió la “hinchada” con Alfredo al frente, rebosante de satisfacción, como dije al principio de este relato, sentí un poco de pena por él: iba al frente sin sospechar, ni remotamente, la infidelidad de la diabla de su esposa.
Tuve que quedarme tiempo adicional en la oficina, para recuperar y terminar el informe para el UK. El sábado, por Fox, miré el replay de las jugadas principales y los goles del partido de la mañana del día anterior. Soberbios los seis. Pero, entre nosotros, me quedo con lo dos modestos, que yo marqué.
Durante un par de años más, jugamos otros “partidos” con Laura. Al cabo de ese tiempo, el marido fue trasladado (ascendido) a otro país y yo cambié de empleo. Mantuvimos, sólo, un contacto virtual que fue menguando con el correr del tiempo.
Ahora es un lindo recuerdo.
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