Mis infidelidades
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Carolina, ahora tengo 55 años, ya no estoy como cuando era joven, soy madre de cuatro hijos.
Fui una mujer muy activa sexualmente, me gustaba un hombre y me iba a la cama con él.
Empecé mi vida sexual a los 17 años con mi hermanastro de 25.
Cuando me casé a los 20 ya habían pasado varias pijas por mi concha y por mi boca, pero curiosamente nunca entregué la cola ni tragué la leche a nadie.
Al principio todo iba bien con mi marido, lo respetaba, hasta que un día, un primo de él, entre bromas y bromas, me iba seduciendo, hasta que terminamos en la cama.
Fue una relación muy fogosa, cogiamos casi todos los días hasta que salí embarazada de él.
Por supuesto le dije a mi marido que ese hijo que esperaba era suyo.
A mis 22 años estaba con el bombo.
Un vecino siempre me miraba, se ve que le gustaba con mi panza.
No se quién le había metido a mi marido en la cabeza que cuando una mujer esta embarazada es peligroso tener sexo, yo vivía caliente, pero él no me tocaba, así que empecé a tontear con el vecino, y un día me hace entrar a su casa, un hombre de unos 45 años más o menos y jugando jugando me empieza a coger.
Con él perdí la virginidad de mi cola y me hacía que le chupe su pija hasta acabarse en mi boca y yo me tragaba todo su semen.
Dejamos la relación cuando nace mi hijo, que al poco tiempo vuelvo a quedar embarazada de mi marido.
Otra vez este vecino empezó a buscarme y volví a salir con él.
Me siguió cogiendo la cola, haciendo que le trague su leche, hasta el nacimiento de mi segundo hijo.
Una vez yo llevaba a mi segundo hijo a la revisión pediátrica, y me puse a hablar con el remisero y enseguida me empezó a meter mano.
Paramos en un parque camino a mi casa.
Yo vivo en Moreno, Pcia.
De Buenos Aires, como dije, paramos en un parque, yo dejé a mi hijo en el asiento de adelante del coche, y en el asiento de atrás le chupe la pija hasta hacer que se acabe en mi boca.
Con este remisero no solo le chupaba la pija, sino que me cogió varias veces, y fue el segundo en hacerme la colita.
Cuando mis hijos tenían el mayor casi tres años y el segundo cumplía los dos añitos, salgo embarazada de mi vecino.
Me acuerdo que cuando se lo dije me estaba haciendo la cola, me estaba dando una cogida por el ojete que me estaba matando de placer.
«Qué, que estas preñada de mí?», me dijo con toda su pija bien adentro de mi orto.
«Sí, pero no te preocupes que se lo endoso a mi marido», le dije toda despatarrada en la cama, levantando bien mi cola.
«Pero y si se da cuenta que ese hijo no es de él?», me dijo quedándose quieto, «vos no te preocupes que no se va a dar cuenta, el primero tampoco es de él, así que tranquilo y seguime dando por la cola», le dije y seguimos.
Este vecino me cogió todo el embarazo, y cada vez que salía a algún lado, el remisero también me garchaba.
Con 26 años ya tenía tres hijos, el del medio de mi marido y el mayor de un padre y el menor, de otro padre distinto.
Quise tranquilizarse ya que me iba a llenar de hijos de padres distintos.
Estuve tranquila casi dos años, mis relaciones con mi marido eran cada vez mas esporádicas, las hacía por cumplir con él nada más, pero es un tipo muy soso en las relaciones, la mayoría de las beses me terminaba masturbando en el baño.
Mi hermana mayor esta casada con un uruguayo y vive en Uruguay hace muchos años.
Me llama por teléfono y me dice que estaba enferma, si no tendría problemas en ir unos días a su casa.
Lo hablé con mi marido y me dijo que vaya, que no había ningún problema.
El viaje lo iba a hacer por tierra, ya que sale más barato.
A mi lado se sienta un chico uruguayo y al poco de empezar el viaje íbamos hablando de todo un poco y como no solo tengo flojas las bombachas, también tengo floja la boca y le empecé a contar mi vida.
El colectivo salió a las diez de la noche y llegábamos a las seis de la mañana más o menos.
A las tres de la mañana más o menos había ido al baño a sacarme el sujetador y la bombacha, ya que Gerardo, que así se llamaba el chico, me iba metiendo mano.
Yo iba del lado de la ventana, cuando me siento me pongo mi campera por encima como si tuviera frío, pero lo que había echo fue bajar mis pantalones y subirme la camiseta asi me podía manosear más cómodo.
Cuando llegamos a Montevideo,.
estábamos que volabamos de calientes.
Agarramos nuestros bolsos y fuimos directos a un hotel.
Nos metimos en la habitación y nos desnudamos, enseguida Gerardo me empezó a chupar la concha, que me hacía retorcer de placer, sentía como me metía los dedos en la cola y los movía bien adentro, «cogeme, por favor cogeme que no aguanto más», le pedía con las piernas bien abiertas y levantadas.
Gerardo se puso entre mis piernas y me la clavó de una sola en la concha.
Di tal grito de placer, que no sé como no se escuchó hasta en la calle, y me empezó a coger a lo bestia, me volvía loca su forma de cogerme.
Hasta que nos empezamos a acabar juntos, entre gritos, gruñidos de placer, él me chupaba las tetas, me las marcaba, el cuello, me estaba llenando de chupones, pero no me importaba, estaba acabando tan rico, sentía como me llenaba la concha de leche, que todo me daba igual.
Gerardo saca su pija de mi concha y me dice que se la limpie con la boca, yo sin pensarlo empecé a chupar, sacando lo que había quedado de leche en su pija.
Nos quedamos tendidos en la cama, agitados, agotados.
«Que ganas de coger que tenía», le dije besando su boca.
«Te quiero comer la cola», me dijo manoseando mis tetas, «si que me las vas a comer, pero quiero que te acabes en mi concha, quiero que me preñes», le dije acariciando su pija, que se estaba poniendo dura de nuevo.
«No pasa nada, total se lo endosas al cornudo», me dijo empujando mi cabeza hacia su pija para que se la chupe.
Se la empecé a chupar hasta que la volvió a tener bien dura de nuevo, «por la cola, haceme por el ojete», le dije dándome la vuelta en la cama y me puse en cuatro abriendo mis nalgas.
Gerardo se puso detrás mío y en dos embestidas me la metió hasta los huevos en la cola.
«Asi papá, cogeme bien fuerte la cola que me encanta», le dije sintiendo como me agarraba de las caderas y la sacaba casi toda y me la clavaba bien adentro haciendo que grite de placer.
Se escuchaba un sonido seco cuando mi cola chocaba contra su cuerpo.
Que bien me estaba cogiendo por el orto Gerardo, me hacía gritar de placer, yo me metía los dedos en la concha que estaba empapada,.
entre la leche que todavía tenia adentro y de mi lubricación, estaba que goteaba sobre la cama.
Gerardo me estaba cogiendo el orto tan fuerte, que hacia que me tire pedos.
Yo me estaba matando con mis dedos, hasta que Gerardo me la saca de la.
concha y así como estaba, me la manda a guardar en la concha, haciendo que grite de placer y me empiece a acabar, sintiendo como Gerardo me volvía a llenar la concha de leche.
«Me acompañas a lo de mi hermana?», le dije, intentando relajarme, buscando mi bombacha, «no te vas a lavar?», dijo Gerardo viendo que me empezaba a vestir con mi concha llena de su leche.
Le volví a decir que quería volver a mi casa embarazada de él.
Yo tenía las tetas y el cuello lleno de chupones, me acompañó a casa de mi hermana y quedamos para el otro día volver a vernos.
Como yo no conozco mucho Montevideo, él me pasó a buscar y volvimos a ir a otro hotel.
Es tremendo lo bien que me coge Gerardo, me hace gritar de placer, cuando me está haciendo la cola, le pido a gritos que me coja fuerte el ojete, que me lo deje bien roto, más de lo que lo tengo ya, cuando siento como me llena la concha con su leche, me hace llegar al cielo del placer, me encanta limpierle la pija con la boca, como hace que me tire pedos mientras me coge la cola.
Estuvimos cogiendo casi una semana de corrido, me estuviera cogiendo por donde sea, por la cola, por la boca, siempre me llenaba la concha de leche.
Hasta que un día desapareció, no lo volví a ver más, así sin decirme nada dejó de irme a buscar, ni siquiera se despidió, pero me dejó el regalo que yo quería.
Mi cuarto hijo se llama Gerardo.
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