mis inicios con mi perro llamado terror
todo comenzó como un inocente juego, terminé siendo cogida por mi perro husky.
Queridos amigos lectores: Mi nombre es Andrea, es nombre ficticio de verdad, lo demás es real, tengo 31 años de edad actualmente, soy casada, mido 163 centímetros de estatura, 65 kilogramos de peso, contextura mediana, buena pierna con unas buenas nalgas como una buena hormiga culona, unas tetas talla 34 b, mi piel es clara, mi cabello es lacio color miel, lo tengo corto en este momento, mis ojos son café claros, en fin tengo gracias a Dios, un buen cuerpo, unos atributos que muchas envidian y los hombres desean, mi cuerpo me encanta, sé que no pasa desapercibido, ya que cuando voy por la calle recibo muchos piropos unos muy bonitos, otros un tanto pasados y hasta morbosos, recibo también miradas, gestos y otras cosas de parte de los hombres, tampoco tengo hijos debido a que cuando niña me practicaron un aborto en una clínica clandestina, allí me sacaron la matriz, por ese motivo no puedo concebir.
Mi esposo es un buen hombre, 2 años mayor que yo, de 180 estatura, de 72 kilos de peso, trigueño, pelo crespo y negro, delgado, bien aspectado en todos los sentidos, las chicas lo ven y no son indiferentes a sus gustos, llama la atención de ellas en todos lados, profesional, trabajador, juicioso, bueno en la cama, sé que me la ha jugado varias veces, lo he perdonado porque aprendí a pagar con la misma moneda. Aquí sólo quiero desahogarme de estos recuerdos, revivirlos y compartirlos con aquellos que buscan algo de diversión por este medio, dejo constancia de que mis relatos son verídicos y no sacados de la fantasía de alguien.
Para mi cumpleaños número 26, mi esposo me regaló un cachorro de husky, de color gris y blanco, muy hermoso, tierno, con una mirada que enamoraba a cualquiera que lo miraba. El animalito fue creciendo con el cariño de mi esposo y mío, juguetón, incansable, destrozón de todo cuanto se le atravesara en el camino, especialmente cuando quedaba solo en casa.
Este perrito parecía el dueño de casa, se echaba donde quería, nadie le prohibía nada, dormía en mi cama, en el sillón o donde se le antojara, mi esposo era el alcahuete de ese perrito que quiso llamar terror, por causar risa entre sus amigos.
Yo era la encargada de bañar, peinar y llevar al veterinario cuando requería sus vacunas y otros cuidados, a medida que terror iba creciendo, también lo hacían sus partes íntimas, cosa que no pasaba desapercibida en mi cochina mente, pues al enjabonar, escurrir o secar aquellas partes se las apretaba o sobaba con curiosidad.
A veces por el calor o temperatura del ambiente muy alta, terror se acostaba en el piso, a mis pies para dormir mientras yo veía la televisión, no tardaba en sacar una punta de su pene, color rojo, solo uno o dos centímetros, al comienzo no pasaba nada, mi curiosidad comenzó cuando con el dedo gordo del pie comencé a tocárselo, se me hacía algo suave y a la vez como un caucho, se lo molestaba y él lo escondía o se lamía.
Comencé a tomar confianza en aquellos juegos inocentes y terror no oponía resistencia, a veces dejaba salir otro centímetro de su verga roja y puntuda, para luego lamerse y seguir durmiendo o salir corriendo a dormir en otro lado.
Cierto día se paró terror frente a mí, me miraba fijamente, sé que quería salir a hacer sus necesidades, para reírme comencé a sobarle el pecho con la punta de mi pie, inmediatamente se me subió a la pierna como si fuera su perra, terror apenas contaba con unos ocho meses, movía su cola contra mi espinilla a ritmo veloz, arrimaba su verga contra mi pierna, ese día me asusté y no pasó nada más.
Al leer relatos de sexo en esta página y otras que visito, sentí curiosidad por los relatos de zoofilia, inmediatamente supe que no eran reales, eran ficción, relataban cosas incoherentes, aunque el morbo no se hacía esperar, esa noche me la pasé viendo videos de zoo en internet, quedé asombrada por la cantidad y porque las modelos eran chicas de cuerpos muy hermosos, además se dejaban penetrar sin protestar.
Pasaban los días y mis juegos con terror seguían creciendo, había más confianza, a veces se lo frotaba por sobre su funda de protección y lo pajeaba un rato, terror parecía que le gustaba eso, pronto en esos juegos comencé a jalar su piel de protección hacia atrás, su pene era más duro en esa parte, rojo mezclado con blanco y morado, con venas pronunciadas, me olía mis dedos y no era desagradable ese olor, los juegos de montarse en mi pierna tampoco paraban, sabía que terror estaba listo para coger a cualquier perra que le diera la oportunidad.
En una ocasión llevaba un par de días sin tener sexo, mi esposo estaba de comisión por su trabajo y ninguno de mis amigos de cama me habían llamado, hablé con mi esposo por video llamada y le conté que terror se me subía a la pierna como queriendo coger, que si lo llevaba al veterinario o qué le hacía, me dijo que eso era normal, que no me preocupara, que tuviera cuidado porque me lo podía hacer (el amor) y comenzó a reírse, está enamorado de ti, me voy a poner celoso, quedé como aburrida, achantada por sus burlas.
Esa noche volví a ver videos de zoofilia recostada en mi cama, en mi computador portátil se desarrollaban esas escenas tan calientes, mi calentura subió y pronto quedé desnuda, metí mis dedos en mi vulva hasta el fondo, le puse a oler y lamer a terror, no se hizo del rogar, lo repetí varias veces, desnuda me le acomodé de tal manera que terror quedara entre mis piernas, su hocico quedé en mi depilada rajita, inmediatamente comenzó a lamer, su lengua se sentía áspera, me abrí los labios para que penetrara esa lengua más profundo, que sensación tan agradable, de verdad que se sentía extraordinario.
Me masturbé en su cara, terror limpió con su lengua todos aquellos fluidos, esa noche me puse en cuatro patas y terror se subió como si montara una perra, pero no sacó su verga ni me penetró, intentó sí, pero no atinó a encontrar el agujero, yo tampoco estaba preparada del todo.
Siguieron los juegos, mi mente no descansaba de pensar en esas penetradas de internet, caballos, cerdos, perros, culebras, etc. Mi morbo crecía al igual que mi miedo, terror llegaba a su primer año también.
Llegaría el día en que terror seguía intentando ser un macho alfa en mi vida, cierta noche me le acomodé en el sillón, sentada sin nada en la parte de abajo, solo mi blusa y brasier, en el borde del cojín, abierta de piernas lo invité a que se me subiera, no se hizo del rogar, sus patas delanteras rodearon mi cintura, la punta de su pene estaba en la puerta de mi vagina, mandé mi mano, se lo agarré y comencé a frotárselo, pronto se emocionó, comenzó su bamboleo de cintura, sacó su verga entrando entre mi humanidad, fueron tres o cuatro metidas y sacadas, me llegaron hasta el cuello, ahí sentí como un nudo, un dolor que no esperaba, se retiró para volver a limpiar con su lengua, por mis labio chorreaba algo de un líquido viscoso, ese acto había abierto una nueva etapa en mi vida, sabía que no había marcha atrás, volvió a subirse y meterlo de nuevo, mi cuerpo se encorvaba de placer, sentí como bombeaba dentro de mí, estaba lleno de leche mi pobre perro, su primera culiada con una perra humana.
Esa noche fui a mi cama decidida a que me penetrara a plenitud, me arriesgaría a probar ese miembro virgen de mi perro terror, coloqué un edredón sobre mi cama, unas toallas para amortiguar mis rodillas y recoger los fluidos que ya había visto salían de esos encuentros.
Plena de calor como una perra, puse música fuerte para ahogar cualquier grito que llegare a ocurrir, comenzaron los juegos con terror, le agarraba su miembro y se lo apretaba, se lo pajeaba, lo animaba a que se me subiera, dando palmaditas en mi pierna, terror hacía caso como si estuviera entrenado, me puse en cuatro patas en mi cama sobre el edredón, abrí mis pernas un poco, comprobé que mi vagina estuviera lubricada, metí mis dedos hasta el fondo para abrir un poco ese canal.
Llamé a terror, le indiqué con palmadas y voces que subiera, pronto hizo caso, se acomodó de medio lado bombeando contra una de mis piernas, después de varios intentos subió por la parte de atrás, cuando sintió que estaba rozando mi vagina, comenzó su embestida, picaba por todos lados, hasta por la puerta de mi culito se rozaba la punta de ese miembro, parecía que no encontraba el canal perfecto dada su emoción.
En uno de tantos intentos logró encontrar el canal abierto de mi vagina, una embestida brutal llegó hasta mi estómago, pacito hijueputa, se me escapó, pero terror seguía a una velocidad increíble, metía y sacaba su verga, chorros de líquidos seminales salían de mis labios vaginales, terror babeaba de tanto asesar por el esfuerzo, se bajó, se lamía su vergota que tenía colgando, se me antojaron 30 centímetros mal medidos, se dirigió a mi vagina a lamer, gran cantidad de líquidos se degustaba aquel animal.
Me repuse un rato, sobaba mi estómago para tratar de aliviar el dolor de aquellos puyazos que había recibido, volví a invitar a mi nuevo amante siguiendo el procedimiento que había realizado en el acto anterior, terror volvió a subir, montaba su perra con naturalidad, con gusto, con alegría y hasta con descaro, se montaba por atrás como jugando, picaba mis piernas, mis glúteos, hasta por mi cara fue punteada con ese miembro de terror, les confieso que esa noche no fui capaz de besar o lamer aquel miembro, eso sería un nuevo aprendizaje, esa noche de su canal salían disparados unos chorros de orines o fluidos que mojaron mis piernas y rodaron también por mi cara, pero confieso que no los probé.
A mis indicaciones terror volvió a mis nalgas, de nuevo insertó aquella verga, fui acomodando mi espalda para encontrar la mejor posición para recibir ese miembro sin sentir mucho dolor, la verga de terror penetraba a alta velocidad mientras sus patas trataban de escalonar para llegar a mi espalda, terror bombeaba con fuerza, me escuchaba gemir con ese tronco de carne dentro de mí, también escuchaba expulsar aire y agua con un sonido especial que se escuchaba cada vez que había penetración, algo así como: grsss, crhss, era el bombeo de la verga de terror al entrar y salir a tomar impulso para volver a meterse, al rato sentí que bajaba un poco la velocidad, que su miembro crecía dentro de mí, que eso lo empujaba a quedarse adentro, con mi mano palpé y estaba clavado todo dentro de mi humanidad, terror quiso bajarse y no se lo permití, lo agarré de una de sus manos, al rato con las reculadas de terror para bajarse, sentí que comenzaba a mermar la presión, que chorros de aire eran expulsados como si me estuviera tirando peos, junto con chorros de semen y otros líquidos de los dos.
Cuando esa vergota salió por completo, una gran cantidad de leche, semen y jugos salieron expulsados, me sentía sucia, mojada, rebajada y feliz a la vez, me recosté boca arriba para descansar, terror se dispuso a trabajar en mi vagina, lamiendo aquel coctel de fluidos, parecía disfrutar bebiendo eso, pues se saboreaba el muy machote, mis labios quedaron un poco abiertos como si estuvieran con una sonrisa.
Esa noche me bañé, no sé cuanto jabón me eché tratando de quitar la culpa, culpa que estaba lejos de sentir, me empijamé y terror durmió al lado mío, en el puesto de mi esposo, igual estaba comenzando a cumplir con ese papel. Esa noche pagué la novatada, al otro día noté los rasguños en mi espalda, nalgas y piernas, pues no le había protegido sus uñas ni le había puesto medias, cosa que no volvería a ocurrir.
Pasó una noche sin que pasara nada por mi cochina mente, a la siguiente tarde estaba viendo una novela y terror estaba echado frente a mi en el piso, abrí mis piernas, me di un par de golpecitos por sobre mi pantaloneta que tenía puesta, ¿terror quiere? Le dije, mientras una risa salía de mi boca, el muy avispado no se hizo del rogar, pronto estaba metido entre mis piernas, bombeaba sin éxito pues no estaba desvestida, una de mis manos pajeaba con rapidez la verga de terror, este a su vez no desaprovechaba oportunidad para meter su lengua en mi boca, cosa que no podía evitar todas las veces, pronto entendí que era su modo de demostrar su gratitud, amor o cariño, al final no me oponía del todo y hasta trataba de corresponderle esos besos.
Al rato saltó por encima de mis piernas, como yo estaba inclinada, arqueada hacia atrás, casi acostada su verga legó a escasos milímetros logrando rozar mi nariz quedando untada de sus jugos que ya estaba empezando a salir, con mi mano los limpié, pero el olor quedó allí, me olí mi mano con la que limpié y con la punta de la lengua probé ese sabor que allí estaba pegado, se me hizo extraño, algo salado pero no desagradable, entre mis pensamientos el demonio que tenía metido me gritaba, eres una grandísima puta, puerca.
Terror se había cansado de mis juegos y se echó en el sillón, yo le acariciaba por todos lados, volví a su bulto, vuelve el juego, le apretaba con mis dedos su punta de lápiz, era suave, como un caucho delicado, se lo saqué hasta donde más pude y terror me dejó hacerlo, volví a oler y probar aquellos fluidos que estaban pegados en mis dedos, agradable fue nuevamente el veredicto de mis pupilas gustativas, me agaché instintivamente para oler de cerca, el mismo olor agradable, saqué mi lengua y con la punta de la lengua como con miedo toqué su delicado miembro que palpitaba por la pajeada que le estaba dando, saboreé, volví a probar y sentí lo mismo de delicioso.
Como empujada por algo o alguien comencé a chupar aquella puntica suave como la tela más suave para un bebé, terror se volteó para olerme e impedir que hiciera eso, él sabía que yo no era una perra de su especie, pero una perra, al fin y al cabo, me impuse como hembra alfa y seguí chupando, escupiendo cada rato para no tragar ese sabor.
Aquello me hizo entrar en calentura, sentía que mi sexo estaba húmedo, chorreando o babeando para esperar una penetración, me arranqué mi pantaloneta y mi tanga, metí mis dedos dentro de mi vagina para comprobar la lubricación, invité a mi amante peludo a subir, pronto estaba bombeando su verga dentro de mi humanidad, nuevamente su verga penetraba con fuerza, el dolor era intenso en mis ovarios, pero eso no impedía mi disfrute.
Una de mis manos tapaba y controlaba la entrada de su miembro, cuando sentí que su bola empezaba a crecer, me desenganché, me volteé, me acosté en el piso agarrando su miembro por atrás de la bola, quería disfrutarlo y tenerlo cerca a mis ojos, conocer la herramienta de mi nuevo amante, inmensa, fue mi primera impresión, en ese momento recordé a Carlos, mi profesor de música, a su hermano y otro par de amigos negros, costeños que me llevaron e iniciaron de verdad por este camino pecaminoso, pero con mucho deleite y momento agradables. Algunos de estos relatos ya están publicados aquí.
Su verga no dejaba de chorrear y expulsar líquidos se lo comencé a acariciar con la otra mano, pronto mi putería me llevó a metérmelo en la boca, escupía aquellos fluidos, mi garganta profunda pronto hacía su trabajo, mis labios alcanzaban aquella bola sin problemas, claro que me tocaba tragar parte de esos jugos que terror expulsaba dentro de mi boca, me cansé de mamar desde esa posición y di por terminada la faena, mi primera vez mamando la verga de un perro, lógicamente no sería la última.
Ese fin de semana siguiente ya estaba mi esposo en casa, una tarde nos desnudamos en nuestra cama y comenzamos a hacer el amor, sin prejuicios ni prohibiciones, terror estaba junto a nosotros como siempre, no sé si fue el olor o el recuerdo, porque se dirigió a oler y lamer el sudor de nuestros cuerpos, yo temblaba de miedo al pensar que quisiera montarme delante de él (mi esposo), traté de espantarlo pero mi esposo dijo, déjelo, pobrecito, ya quiere coger y seguramente tiene ganas, pero con migo no, le dije asustada y con voz entre cortada, (si terror hablara), mi esposo me pasó su mano por mi húmeda vagina y le dio a oler a terror, este ávido lamió sus manos, me opuse diciéndole que terror podía acostumbrarse a lamer eso, fresca que es solo para que pruebe, terminó mi esposo.
Mi esposo eyaculó dentro de mi vagina y se volteó quedando boca arriba, exhausto, terror sin pudor le comenzó a lamer su verga, mi esposo no puso resistencia, pruebe para cuando le toque perder la virginidad, yo besé a mi esposo con pasión, eso me dio calentura, recordaba las cogías de terror y que ya no era virgen, yo me había tomado ese premio ¿usted quiere hacer lo mismo conmigo? Le pregunté a mi esposo, no sé de dónde salió esa pregunta. ¿hacer qué? Lamer después de tener sexo, le respondí, No se negó para nada, ese día lamió mi vagina junto con todo su semen y mis jugos, conocí una nueva faceta de mi esposo, se me antojó pensar que era terror el que estaba haciendo ese trabajo en ese momento, sabía que en otra oportunidad me tocaba hacer algo para él, eso lo fui comprobando cuando a la siguiente vez que estuvimos juntos me preguntó, ¿quieres que lo haga yo o que lo haga terror?, lamer mi vagina después de tener sexo. la respuesta en otro relato.
Desde entonces cuido mucho a mi terror, cada que quiero sexo, siempre está atento y presto a satisfacerme sin hacer preguntas, tampoco cuenta nada de nuestras intimidades, mi esposo adora mucho ese animal, por momentos lo consiente más que lo que lo hace conmigo, yo también lo quiero mucho, ya no siento dolor y terror me entiende a las mil maravillas.
De estos momentos de placer con mi perro terror puedo decir que el sexo con un perro es totalmente diferente a un humano, en primer lugar la contextura de su miembro, en segundo lugar el tamaño, en tercer lugar la sensación de sentir algo diferente es impresionante y cautivadora, en cuarto lugar el morbo que eso genera es total, en quinto lugar una se siente dominada y vulnerable en esos momentos, es probable que el animal no sienta lo mismo o no lo sé, pero creo que también sienten placer como un humano en esos momentos, porque por ejemplo una perra animal jamás le daría una mamada a su macho como una perra humana.
Aquí termino este relato de la vida real, sé que omití algunas cosas, pero es que la emoción me embriaga nuevamente, espero alguna clase de comentarios y trataré de responder si los hay.
Excelente relato, excelentes experiencias. Saludos.