Mis recuerdos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Verónica, casada, 3 hijos, tengo ahora 54 años, vivo en Buenos Aires Capital.
Cuando me casé tenía 20 años, mi marido y yo somos de la Provincia de La Pampa.
Fuimos novios desde siempre.
Cuando me pidió matrimonio fui la mujer más feliz del mundo.
Me casé tan ilusionada, era tan felíz.
La noche de bodas, estaba nerviosa, iba aperder mi virginidad con el hombre que adoraba.
Los primeros tiempos yo quería complecer en todo a mi marido, me hacía que le chupe su pija, se acababa en mi boca, yo venciendo el asco tragaba su semen, sin importarle mi dolor, me la metía por la cola.
Pero él a mi no me hacía nada más que chupar mis tetas un poco y después yo tenía que darle placer.
Muchas veces yo lloraba de dolor cuando él me la metía por la cola, pero a mi marido eso lo tenía sin cuidado.
Vinieron los hijos, poco a poco mi cuerpo se iba deformando, engordando, mis tetas se fueron cayendo y mi marido cada vez más lejos de mí.
Él solo quería que se la chupe y venirse en mi boca, ya que según él, yo me había descuidado mucho, había engordado, que casi no le atraía.
Muchas veces lo había buscado, quería que aunque sea me use, pero siempre me decía lo mismo, que no quería, que no tenía ganas.
«Para lo único que te atraigo es para chupartela verdad, después no queres más nada conmigo, ya ni por la cola me la metes», le recriminaba, a lo que él me respondia con un bostezo, me daba la espalda, y se dormía.
Yo no sabía que hacer, me sentía importente, pensaba que a mi edad y con mi cuerpo nadie se iba a fijar en mí y tampoco quería meterle los cuernos a mi marido, aunque yo estaba casi segura que él tenía otra.
Un día como cualquier otro, me fui al supermercado, estaba haciendo las compras, cuando sin querer pasa un chico a mi lado y nos miramos, el chico de unos 35 años me sonríe y me saluda, yo por educación le respondo el saludo y seguí con lo mío, pero su sonrisa me había quedado grabada.
En otro pasillo lo vuelvo a ver y otra vez me miró.
Sin poder contenerme le pregunté por qué me miraba, «disculpame, no quise molestarte, pero es que sos una mujer muy atractiva», me dijo sin más, volviendo a sonreir.
Yo no supe que responder, ya que me quedé fría con lo que me dijo, simplemente me sonreí y le di las gracias por lo que me dijo.
Seguimos caminando juntos por los pasillos y empezamos a hablar de cualquier tonteria.
Me sentía extraña, iba hablando con un chico mucho más jóven que yo, y me había dicho que le gustaba.
Terminamos de hacer las compras, él me acompañó unas cuadras y nos despedimos.
No sabía ni su nombre, me lo quería sacar de la cabeza, pero no podía.
Como a la semana nos volvemos a ver, nos saludamos, sentí mucha alegría aunque no dije nada.
Nos dijimos nuestros nombres, él se llama Facundo, y a mi me dice Vero.
Hicimos las compras, cuando ibamos camino a casa, le dije si quería tomar unos mates conmigo, me sentía extraña a su lado, ese chico me atraía.
Llegamos a casa y subimos en el ascensor, dejamos las bolsas en el piso y me puse a hacer el mate.
«Vero, vos sos casada?», me dijo ayudándome a acomodar la compra.
«Sí», dije solamente.
«Que suerte tiene tú marido con una mujer como vos», me dijo, «una mujer como yo?, que tengo de especial?», le dije sacando la pava del fuego y me tomé el primer mate.
«Sos muy hermosa, me gustas mucho», me dijo agarrando mi mano cuando le di el mate.
«Facu, que soy casada», le dije soltando mi mano de la suya.
«Me gustas Vero», me dijo dejando el mate sobre la mesa y me abraza por la cintura, «pero que haces loco», le dije tratando de evitar que me bese, aunque realmente lo hice por disimular.
«No Facu, no seas malo», le dije dejando que me bese.
Fue un beso suave, sobre mis labios, nos miramos, sin decirnos nada nos abrazamos, nos besamos, nuestras lenguas se buscaron.
Facuando me acariciaba, sentía mucha pasión en sus besos, en sus caricias, siento sus manos en mi espalda desabrochando mi corpiño.
«Vas muy rápido», le dije cuando me empezó a chupar una de mis tetas.
Yo sentí como una descarga eléctrica, solo atine a acariciar su cabeza y a gemir mientras Facundo me chupaba y me lambia los pezones.
Sus manos empezaron a bajar mis pantalones junto con mis bombachas.
«Vamos a mi dormitorio», le dije dejando que me chupe las tetas y me acaricie las nalgas.
Fuimos dándonos besos, me tiré sobre la cama, deje que Facu me termine de desnudar, empecé a gritar de placer cuando Facundo empezó a chupar mi concha.
«Sí Facu, sí, así Facu, me matas», le decía retorciendo mi cuerpo de placer sintiendo como Facu me lambia el clítoris, me abría bien las piernas y me daba fuertes chupadas en la concha.
Facundo se acomodó entre mis piernas, las tenía bien abiertas, empecé a gemir, casi daba gritos de placer cuando sentí como Facundo me la empezó a meter, «sí, toda, metela toda», le pedia disfrutando de como me estaba cogiendo.
No podía dejar de temblar, disfrutando de como Facu me estaba cogiendo.
Sentía su pija entrar y salir de mi concha.
«Facundo, Facu, me acabo, llename bien la concha, dame toda tú leche», empecé a gritar de placer, teniendo un orgasmo tan fuerte que creí que me desmayaba, no se cuanto hacía, años que no gozaba tanto, y sentir como Facundo me empezó a llenar mi concha con su leche, caliente, sus quejidos de placer dejando toda su leche dentro mío.
Nos quedamos acostados los dos un rato, tratando de tranquilizarnos.
Nos dimos nuestros números de celular y quedamos para que vuelva otro día.
Cuando Facu se fue, yo seguía con su leche dentro, hice un boyo con mi bombacha y la puse entre mis piernas, fui desnuda hasta la puerta para despedirlo, me sentía tan bien desnuda delante de él, ese beso de despedida que me dio, no quería que se vaya, pero podía tener problemas si mi marido lo encontraba en casa.
Quedamos que lo iba a llamar yo para que venga a visitarme.
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