Natalia, Parte 2, La clínica
Natalia inicia un juego con su cuñado que mezcla placer, peligro, bajo la atenta mirada de su hijo menor..
Los siguientes días fueron de extrema cautela, no quería perderme detalle alguno. Me inquietaba ver cómo familiares y conocidos parecían acosar a mi madre. Me preguntaba, ¿hasta dónde sería capaz de llegar? No pensaba perderme sea lo que hiciera.
Todo continuó un día, saliendo de la escuela pasamos a ver a Marlene, tía de mi madre, no quedaba lejos así que fuimos caminando.
En el trayecto, al pasar frente a una clínica, nos encontramos con Arturo, esposo de una prima de mi madre, hija de Marlene, doctor y socio de la clínica, un hombre de mediana estatura, delgado, de rasgos agradables, muy bien parecido.
– Natalia un gusto hace tiempo no te veíamos—
—¡Arturo! —lo saludó mi madre
—¿Se encuentra la doctora González? —
Como si el destino hubiera conspirado, la doctora apareció justo en ese momento, saliendo de la clínica.
— Sra. Natalia, buena tarde—
– Buena tardes, justo preguntaba por usted, quería saber cuándo puedo venir a consulta—
– Si no estás muy ocupada ¿Por qué no la atiendes ahorita?, los siguientes días los tenemos ocupados con el congreso— se apresuró Arturo.
—Casualmente tengo un espacio libre—respondió la doctora—. ¿Por qué no me esperas en el consultorio? Será rápido.
Natalia lo pensó unos segundos y terminó accediendo.
—Está bien. Mi hijo puede quedarse en la sala de espera—
Entramos juntos a la clínica. Yo ya la conocía: una amplia sala en la planta baja con sillones y una televisión, mientras que los consultorios se encontraban en el piso superior. Mi madre me dejó frente a la TV y subió con Arturo. Comenzaba a atardecer por lo que la clínica se encontraba casi vacía. Al ser sobrino del socio podía andar por la clínica sin problema.
Vi subir a la doctora “qué bueno será rápido” – pensé, Mientras tanto, me puse a recorrer la clínica y terminé en un patio posterior que parecía reservado para el personal. Allí encontré una escalera que conectaba con la parte trasera de los consultorios. La curiosidad me ganó y subí.
Al llegar, avancé por un pasillo hasta quedar cerca de un consultorio. Me detuve al escuchar voces: eran la doctora González y Arturo.
–No puedo prestarme a eso, sabes que no es correcto – dijo la doctora
– Recuerdo que no dije nada cuando atendiste al joven Iván–
–Jaja es diferente, es tu pariente y prima de tu esposa –
– Ella no se dará cuenta, será una revisión normal –
– Además no creo que ella se preste a tu fechoría—
– Eso déjamelo a mí, una buena repasada si saco, ganas tengo de ver a mi cuñada—
– Esta bien, pero cuando regrese el joven Iván recordarás este día, jajaja –
Escuché que salieron, mi cuerpo se llenó de una extrema excitación, mi corazón latía con fuerza. Algo tramaba Arturo, y no quería perdérmelo.
Abrí la puerta del consultorio, lo reconocí, era el consultorio de Arturo, ya había estado ahí, La puerta principal quedaba al centro; a la derecha estaba el escritorio, a la izquierda la zona de auscultación, y al fondo otra puerta que conectaba con el pasillo de pacientes, Me acerqué a esa puerta, al escuchar pasos, la abrí para asomar la cabeza. Era una enfermera que cargaba un paquete y entró a un consultorio unas tres puertas más adelante. “Ahí debe estar mamá”, pensé. Pero, ¿Cómo haría para no perderme nada? Me fijé entonces que los consultorios tenían una pequeña ventana que daba al pasillo de los doctores, por ahí podría ver. Justo en ese momento oí pasos detenerse en la entrada. Alcancé a tomar un banco que estaba junto a la camilla y corrí hacia el pasillo trasero. La puerta se abrió, alguien entró y la cerró de inmediato. Sentí alivio: no me habían descubierto.
Me acomodé frente a la ventana, subí al banco y miré hacia dentro. Era Arturo. Lo vi abrir una gaveta de su escritorio, sacar una cajita cuadrada y de ella tomar tres sobres pequeños, que guardó en su bolsillo. Después se levantó, caminó hacia la puerta del lado de pacientes y salió del consultorio.
Volvieron a abrir la puerta, entraron mi madre y la enfermera, dejo su paquete en la camilla
—Aquí está la bata, prepárese, la doctora no tarda en llegar, sus signos están correctos– dijo la enfermera.
—¿Por qué cambiamos señorita? — reclamaba Natalia.
—El consultorio ya lo tenían reservado, la doctora la atenderá aquí, por favor cámbiese— respondió, antes de salir y cerrar la puerta.
Mi madre escaneo el área y comenzó a desabrocharse la blusa, dejando ver un brasier negro de encaje muy sexy, se quitó las botas, comenzó a desabrocharse el plantaron de vestir negro, lo tomo por los costados y comenzó a bajarlos, una tanga negra comenzaba a asomarse, que imagen, la blusa desabrochada, su pantalón a medio bajar dejando ver su tanga, de pronto, la puerta se abrió de golpe. Arturo entró y, sin dar tiempo a reaccionar, cerró tras de sí con un portazo.
Mamá giró instintivamente, esperando ver a la doctora, pero la sorpresa fue mayúscula, era Arturo quien la observaba fijamente. Ella se enderezó de inmediato, subió apresurada el pantalón y trató de cubrirse con la blusa entreabierta.
–La doctora tuvo que salir de urgencia – dijo Arturo.
–¿Cómo puede ser? – exclamó, más asustada que apenada, pero mantenía un semblante firme.
–me pidió que continuará con el estudio –
–Pero ¿cómo? Debemos reagendar, la doctora siempre me ha revisado —replicó ella, cruzando los brazos sobre el pecho para mantener la blusa cerrada.
—Movimos juntas, consultas y clientes solo para atenderte. Pronto me estarán esperando en otro consultorio; lo más sensato sería continuar aquí mismo —dijo Arturo, con un tono imperativo.
–¿Y cómo será el estudio? – preguntó Natalia. Continuaba con los brazos cruzados para mantener su blusa cerrada.
–Es un estudio de rutina, estoy totalmente calificado, será como siempre– comentó.
Natalia bajo el semblante parecía estar de acuerdo, Arturo aprovechó el momento y, caminando hacia su escritorio, ordenó.
– ¡colócate la bata, como siempre lo has hecho! –
Se sentó en uno de los asientos frente al escritorio, tomó la tabla con los signos de ella y comenzó a leer en voz alta.
–Signos normales, edad, estatura– levantó la mirada hacia Natalia –la bata por favor– de una forma más tajante.
–Presión un poco alta, ¿estás nerviosa? –
Ella bajó lentamente los brazos en un gesto de aparente relajación. La blusa se abrió lo suficiente para dejar ver su abdomen plano y el brasier que realzaba sus pechos, parecían más firmes de lo habitual, sus pezones estaban erectos y comprimidos.
– Veníamos caminado, hacía calor es todo– respondió Natalia.
Arturo la miraba sin disimulo, ella había apoyado sus manos en la camilla, miraba a Arturo fijamente, como analizando la situación, se quedaron viendo fijamente.
–Bonito abdomen, ¿Cuántos hijos? – preguntó Arturo.
–Dos– respondió Natalia y se inclinó hacia el frente para comenzar a desabrochar su pantalón del que con una gran habilidad tiro, sacándolo por completo y dejándolo caer al suelo como una sábana, sin dejar de ver a Arturo tomó su blusa por los hombros y la dejó caer al suelo, mamá quedó solo con su conjunto de lencería negra, seguía viendo fijamente a Arturo con paso firme y una seguridad inusual, caminó hasta la cabecera de la camilla.
–¿frecuencia con la que tiene relaciones? – continuó Arturo.
–4 veces a la semana o diario, depende de qué tan activos estén los niños– respondió, sosteniendo la bata que se encontraba en la camilla, la tomó, se tapó la parte frontal de su cuerpo a la altura de sus pechos y con esa seguridad que nunca le había visto caminó de regreso al extremo de la camilla, ahora sin ver a Arturo, parecía que estaba exhibiéndose. Diablos pensé, mis padres tenían sexo casi diario y no me había dado cuenta.
Mientras caminaba Arturo la seguía con la visita, – ¿única pareja sexual? – pregunto Arturo, mi madre volvió a recargarse sobre la camilla, mirando en dirección a Arturo.
–claro que si– respondió, viendo al piso como si no tuviera importancia. Seguía cubriéndose con la bata sosteniéndola en pecho.
– ¿Sexo anal? –
Ella cambió su expresión; por un instante se notó sorprendida, pero trató de recuperar la serenidad.
– No son las preguntas que la doctora me hace cotidianamente– giro repentinamente, dejándonos a la vista su hermosa retaguardia y respondió –solo una vez– mierda, mis padres eran totalmente activos.
Natalia comenzó a colocarse la bata atándola por el frente, Arturo dejó la tabla y rodó rápidamente con su silla hasta quedar junto a ella, Natalia, al sentirlo tan cerca, giró de golpe con una mezcla de asombro y miedo en el rostro, él la sujetó por los brazos y mirándola desde abajo, peguntó.
–¿No te gustó? –
Ella no respondió, solo temblaba y miraba fijamente a Arturo,
– Seguro que no, debieron ser demasiado bruscos, Ese Ricardo–
Apretó los brazos provocando que ella hiciera una mueca de dolor.
–Comencemos– exclamó.
La soltó y abrió su bata, tomándola por la cintura, recorrió con su mirada el cuerpo de ella, desde su ombligo hasta encontrarse con sus ojos, sostuvieron la mirada por un instante, con la mano izquierda comenzó a acariciar su abdomen en círculos, desde el borde de la tanga hasta debajo del pecho, mi madre tenía la piel erizada, él deslizaba sus manos por todo su cuerpo, acariciaba su espalda, ella mantenía los brazos extendidos, se veía insegura pero parecía dejarse llevar, en un instante Arturo palpaba el contorno de sus pechos sin llegar a tocarlos por completo, ahora acariciaba sus pechos por encima del brasier, hasta que la tomó y la recostó sobre la camilla, con una pierna medio flexionada y la otra estirada apoyada en el piso. Le bajó la bata hasta los hombros y se colocó detrás de ella, recorriendo con sus manos desde los hombros hasta el inicio del pecho. Mi madre cerraba los ojos y suspiraba. Arturo pasó a tocar la copa de sus pechos y bajó los tirantes del brasier, pero en ese momento, en un intento de defensa, ella dio un paso al frente. Muy rápido, Arturo tomó el estetoscopio y lo colocó sobre su pecho, fingiendo escuchar sus latidos.
Logro contener a mi madre.
–Estas muy estresada, no tomas masajes– preguntó Arturo.
–A veces me los da mi esposo –
Arturo se acercó y rozó su cuerpo contra el de ella, Natalia se tensó de inmediato, él se restregó por un breve lapso, luego, con suavidad, comenzó a guiarla hasta recostarla boca abajo, acariciaba su fina espalda de abajo hacia arriba, comenzó a sobar sus hombros, bajaba por los costados rozando el costado de sus pechos, mamá respiraba profundo, parecía disfrutar, al perecer se había relajado, Arturo dedico tiempo a masajear sus caderas siguiendo el borde de su tanga, comenzaba a bajar hasta el principio de sus nalgas.
Ella movía sus caderas, mi tío bajo un poco su tanga para poder masajear la zona cubierta por está,
Ahora Arturo intensificaba cada movimiento, ya no disimulaba; sus manos descendían con descaro, deteniéndose en los bordes de la tanga y subiendo con lentitud, como si midiera la reacción de Natalia. Ella respiraba más fuerte, su cuerpo se arqueaba por momentos, y aunque parecía resistirse, su piel lo delataba.
—Relájate… —susurró él—
Él colocó una mano debajo y otra en sus glúteos Ella disfrutaba de la situación, arqueando la espalda y levantando las caderas. Arturo mantenía el control absoluto, ajustando la presión de sus manos, marcando un ritmo del que ella no podía resistir. Los gemidos se hicieron más profundos, más intensos, llevando el cuerpo de ella a un punto de tensión insoportable. Él logró que ella se erizará como gato, le temblaban las manos y las piernas, sus movimientos y gemidos fueron exagerados.
Hasta que de pronto, entre un jadeo ahogado y un estremecimiento violento, Natalia no pudo más. Su cuerpo se sacudió en espasmos breves pero intensos, y un gemido ahogado llenó el consultorio. Arturo sonrió satisfecho, sabía que había logrado su objetivo, ella se relajó y se recostó lentamente sobre la camilla.
Aturo dejo de mover sus manos y con la mano derecha sigilosamente comenzó a desabrochar su pantalón, estaba a punto de sacar su miembro cuando el teléfono en el escritorio comenzó a sonar, ambos dieron un brinco, Arturo trató de seguir, pero era inútil, fueron sacados de su trance y al no dejar de sonar el teléfono él se levantó, se le notaba un gran bulto en el pantalón, camino hasta contestar, mamá se colocó su tanga, flexiono sus rodillas y se sentó sobre ellas, tomó la bata y se tapó por el frente, espero a que Arturo terminará su llamada.
–Es tu tía, pregunta por ti, no has llegado–
–Estaba por visitarla–
–Quiere subir, la alcanzaré en el vestíbulo–
Mamá comenzó a vestirse Arturo tomo un vaso de agua y salió. Yo salí corriendo, encontré a mi tía que se dirigía a los consultorios hacía el patio de doctores, me saludo con un fuerte abrazo.
–¿Y tu madre? – preguntó
–¡Suegra!, ¡Suegra! – era Arturo aproximándose de prisa.
–Hijo, estaba buscando a Natalia–
–Está en consulta con la doctora Gonzales, pero se extendió un poco–
Siguieron hablando un poco sobre sus asuntos, yo esperaba el regreso de mi madre, no tardo en bajar, se veía apresurada y con gesto de asombro, mi tía la saludó.
–¿Todo bien hija? –
–Si, estuvo pesada la consulta, la doctora se extendió mucho está ocasión, será mejor irnos a casa– mentía igual que Arturo.
Tomo de mi mano y partimos, mi tía le comento que pasemos cuando quisiéramos.
En el camino mi madre, andaba seria con la mirada fija y pensante, llegamos a casa, comimos y ella seguía igual.
En la noche estuve pensativo, no creería que mi madre fuera infiel.
Ese día en la noche no dejaba de pensar en lo sucedido, mis padres tenían relaciones casi todas las noches, decidí que iría a dormir temprano, según por lo que escuche, sí estábamos tranquilos, habría más probabilidades de sexo entro ellos. Me acosté, por fortuna mi hermano no tardo en irse a dormir, de tras de él mi madre, yo dejé la puerta de mi cuarto abierta, paso un buen rato, estaba a punto de quedarme dormido cuando mi padre pasó a la recamará, se sentó en el filo de la cama, solo alcanzaba a ver sus pies, entonces salió mi madre usando una tanga roja muy chiquita, puse mucha atención, Natalia se puso frente a mi padre, parecían estarse besando, él acariciaba sus nalgas, las abría y cerraba, ella se arrodillo frente a él, solo alcanzaba a ver su hermoso trasero, hacia un movimiento como si subiera y bajara, él estiró sus pies, debió de estar disfrutando, hasta que Natalia se detuvo, se puso de pie y subió a la cama, yo escuchaba atentamente, pensé en ir a ver pero no me atreví, no escuchaba nada desaparecieron de mi vista un buen rato, mamá debió de haber estado sobrexcitada después de lo que paso en la tarde, hasta que pasando un rato apagaron la luz y el sueño me ganó.
Continuará…
Agradezco sus comentarios, la tercera parte no tardará tanto.
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