No al mal trato femenino
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Yo creo que si a una mujer le das amor y le tratas bien, te va a hacer el hombre más feliz del mundo, pero si ella se siente mal tratada, no te sorprenda que le abra las piernas al primero que le de cariño.
En la urbanización en la que vivo, pegado a mi casa vive un matrimonio marroquí.
La semana pasada vinieron de la administración a cobrar los gastos comunes de los atrasados.
Cuando la administradora toca la puerta de mis vecinos marroquíes, yo venía de hacer unos mandados y escucho que le dicen a mi vecina que le había pasado, no escuche lo que respondió Ahia, que asi se llama mi vecina.
Al rato cuando se fue la señora que estaba cobrando, llamé a la puerta de mi vecina, cuando me abre la quedé mirando, tenía un ojo violeta y el labio inferior hinchado, «que te pasó Ahia?», le dije sorprendido de verla así, «nada, me golpee contra la puerta», me dijo bajando la cabeza.
«No, a vos tú marido te pegó, esos son golpes de puño que tenes en la cara», le dije entrando en su casa.
Ahia seguía cabizbaja, yo le levanté la cara y tenía los ojos llenos de lágrimas.
«Donde mas te pegó?», le dije, ella sin decir nada se levantó las mangas de su camisa, dejando que le vea unos moratones en sus brazos, «y en el cuerpo también tenes moratones?», le dije.
Ahia solo movio la cabeza para arriba y para abajo, diciendo que sí.
«Queres que hable con tu marido?», le dije abrazando a esa mujer contra mí, sintiendo un rabia tremenda.
«No, tengo miedo que me vuelva a pegar», me dijo apoyando su cabeza contra mi pecho y se puso a llorar.
Yo pasaba mi mano por su espalda, intentando consolarla, la sentía llorar y temblar, «queres que llame a la Guardia Civil y le pones la denuncia?», le seguí diciendo, sin dejar de abrazarla, «no», me dijo sin separar su cuerpo del mío.
Ahia es una mujer de no mas de metro sesenta, rechonchita, hace menos de un año tuvo su primer hijo, es una mujer atractiva, pero en sus ojos se le nota el miedo.
«Donde mas te pegó?», le pregunté pasando mi mano por su espalda.
«En todo el cuerpo, la espalda, las piernas, el culo», me dijo.
«Pero que hiciste para que te diera esa paliza?», le pregunté, «nada, haberle dicho que no quiero a su madre en mi casa, ya que cuando vivíamos con ella en Marruecos, su madre me trataba como si fuera su sirvienta», me dijo mirando mi cara, seguían callendo algunas lagrimas de sus ojos.
«No se que decirte Ahia», le dije pasando mi mano por su cara y siento como me besa la mano, «que buen hombre eres Eduardo», me dice y me vuelve a besar la mano.
Yo le miraba su carita con el hiyab envolviendo su cabeza, «estando tú a mi lado me siento más tranquila», me dijo.
Yo le agarre de la barbilla, le levanté su cabeza, y suavemente apoye mis labios sobre los suyos, Ahia me quedó mirando, se quitó hiyab de la cabeza, y soltando su pelo, que jamás me imaginé que lo tuviera tan largo, estira su cuello, y ahora era ella la que me besaba, siempre suave, era como si tuviéramos miedo que algo se rompiera entre nosotros, yo le empecé a acariciar su cabello, Ahia no dejaba de mirar mis ojos, «estas más tranquila?», le dije volviendo a besar sus labios con un poco mas de intencidad y pasando una de mis mano por sus tetas, que me sorprendió el tamaño, ya que con las ropas que siempre lleva, casi no se le nota, unas tetas de tamaño entre medianas y grandes.
«Sí, me siento más relajada», me dijo y nos volvimos a besar, ya pasando las lenguas de una boca a la otra.
Yo le apretaba y acariciaba sus tetas mientras nos besamos.
«Sacate esta camisa», le dije, dejando que se quite una camisa que mas parecía una túnica.
Ahia me agarró de la mano y haciendo que me ponga en pie, me llevó a su dormitorio, donde sin decirme nada, solo me miraba, se empezó a desnudar.
Yo la miraba mientras ella se terminaba de sacar la ropa, quedando en sujetador y bragas, se puso de rodillas en la cama y se sacó el sujetador, dejando dos hermosas tetas, de aureola y pezón de un marrón oscuro, se acostó y se sacó las bragas, quedando completamente desnuda tirada en la cama estirando sus brazos hacia mí.
Yo me empecé a desnudar, sin poder dejar de ver el cuerpo desnudo de Ahia, su concha bien peluda, sus piernas marcadas por la paliza que su marido le había dado.
Me acosté sobre ella, sintiendo como me brazaba, le empecé a chupar sus tetas, sintiendo como sus pezones se ponían duros en mi boca.
Le empecé a besar todo su cuerpo rechoncho, su barriga, bajando lentamente, ella abrió sus piernas cuando le empecé a chupar su peluda concha, escuchando sus gemidos de placer.
Volví a subir besando su cuerpo, acomodando mi pija contra su concha, muy suavemente le empecé a penetrar, escuchaba sus ayes de placer sintiendo como mi pija entraba en su cuerpo.
Yo sentía su calor y lo mojada que tenía la concha mientras mi pija terminaba de entrarle toda.
Ahia me abrazaba levantando bien sus piernas, moviendo sus caderas, yo movía suavemente mi pelvis, moviendo mi pija dentro de su concha, besando su boca, chupando sus tetas a medida que la cogía.
Me puse de rodillas entre sus piernas, sacaba y metía mi pija en su concha con mucha suavidad, Ahia gemia fuerte, yo le agarre sus pies, abriendo más sus piernas.
Lo único que se escuchaba eran nuestros gemidos, le empecé a dar suaves mordiscos en sus pies, en sus talones, pasaba mi lengua por la planta de los pies de Ahia, escuchando sus cada vez más fuertes ayes de placer.
Le levanté más las piernas, sacando mi pija de su concha, se la aopyo contra el ano y la miro, «despacio por favor», me dijo cerrando sus ojos y respirando hondo, relajando su ano, que cuando empuje un poco, se abrió sin dificultad ninguna y mi pija empezó a entrar lentamente en el culo de Ahia.
Me di cuenta en seguida que no era el primero que le iba a coger el culo.
A cada empujón que daba, su ano se abría y mi pija le entraba sin causarle ningún dolor, hasta que despacio se la fui metiendo toda.
«Que delicado eres para follar», me dijo Ahia, pasando sus manos por mis brazos, moviendo sus caderas.
«Mi marido me hace llorar de dolor cuando me folla el culo, pero tú eres tan delicado», me dijo siguiendo con el movimiento de caderas y empezando a gemir, pasando su mano por su concha.
«Haaaaa, haaaaaaa, haaaaa», gemia Ahia a medida que yo sacaba y metía mi pija de su ano.
Yo pasaba mi lengua por entre los dedos de sus pies, unos pies pequeños, muy suaves, sin ninguna dureza.
«Deja que me de la vuelta», me dijo Ahia, dándose la vuelta y poniéndose en cuatro patas cuando le saqué la pija del culo, «así me gusta más», me dijo abriendo sus regordetas nalgas, dejando que vea y acomode mi pija en su abierto ano, gimiendo a medida que se le volvía a meter, siempre despacio, con mucha suavidad hasta aplastar mi pelvis contra sus nalgas.
Ahia soltó sus nalgas, bajando sus manos hasta su concha, acariciandola entre gemidos mientras yo sacaba y volvía a meter mi pija en su ano.
«Me encanta tú culo Ahia», le dije sin dejar de mover mi pija dentro de ella.
«Con que delicadeza me follas, me estas haciendo disfrutar mucho, sigue así que estoy a punto de correrme», me decía entre fuertes ayes de placer.
«Sigue, sigue Eduardo, sigue que me corro, sigue que me corroooooooo», gritó Ahia, empezando a temblar y a decir no se qué en su idioma.
Yo la agarré de sus caderas y empecé a meter y sacar mi pija de su ano cada vez más rápido, hasta que empecé a moverme como loco, gimiendo y dando ayes de placer mientras me estaba acabando dentro del culo de Ahia.
Ahia contraia el ano apretando mi pija, haciendo que de fuertes gemidos mientras salían de mi pija fuertes chorros de leche llenando el culo de mi vecina marroquí.
«Quiero que esto no salga de nosotros, si se entera mi marido que he sido adultera, que le he puesto los cuernos, me mata», me dijo Ahia, suspirando fuerte cuando le saqué la pija del culo.
«No mi amor, esto es entre vos y yo, lo que no quiero que sea la única vez que estemos juntos», le dije, levantándome de la cama, me acerqué a ella que estaba acostada de costado en la cama, y le besé la boca, estrujando una de sus tetas.
«No cariño, no va a ser la única vez, pero ahora vete que tengo que cocinar para cuando llegue mi marido», me dijo, respondiendo mi beso.
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