No hay mal que por bien no venga.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por jgiglia.
En el mes de abril pasado, por atolondrado, tropecé al bajar por la escalera del edificio donde trabajo y me fracturé un hueso de la mano izquierda.
Por recomendación médica y por el yeso no pude manejar por lo que, por más de 30 días, para ir a la oficina, recurrí al servicio de “combis” como la llamamos en Buenos Aires y alrededores o transfers, como se la denomina en otros países.
En la parada, a 50 metros de mi casa, coincidimos durante los 20 y pico días hábiles, con una vecina Luciana (médica oftalmóloga que no conocía previamente. Su casa dista casi 200 mts de la mía), casada con 2 hijas pequeñas, que viajaba (viaja) a diario. Ella está transitando los finales de las 20 y yo la segunda mitad de los 30.
El primer día, quiso la casualidad, que al subir al vehículo había dos asientos contiguos libres, nos sentamos juntos. Mi mano enyesada sirvió para abrir el diálogo (“¿qué le pasó?”) y se prolongó durante la hora y fracción que duraba su viaje (ella descendía una cuantas calles antes que yo), más de la mitad de los días en los cuales conseguíamos sentarnos juntos y todos los días que esperábamos la llegada de la combi a la parada.
Con el correr de los días (y de los viajes compartidos) no niego que, en más de una ocasión en soledad, pensé en ella. Además de simpática y conversadora ingeniosa era una mujer apreciable a la vista. No tanto como para alabar a la naturaleza por una obra maestra pero cuenta con cualidades y atributos de género arriba de la media: más de 1,70 mts de estatura, delgada, cabello rubio natural, ojos color miel, rasgos faciales agradables a pesar de una nariz ligeramente prominente, tetas, cola y piernas entre 6 y 7 puntos.
Sin embargo mi “invalidez” terminó sin que nuestros encuentros mañaneros fuesen más allá de amenos.
Al regresar al automóvil para concurrir al trabajo, dejamos de vernos hasta el pasado mes de julio.
Había quedado solo en casa (mi esposa y 3 hijos aprovecharon las vacaciones escolares de invierno para visitar a parientes en San Luis. Yo por estar involucrado en un proyecto muy comprometido con el tiempo de ejecución, no pude tomarme vacaciones con ellos).
A eso de las 3:00 de la tarde, encaminadas las actividades de mis colaboradores para el resto del día, decidí irme a casa temprano (tenía pendiente un par de tareas de mantenimiento del hogar) previo paso por el supermercado para “reabastecerme”. Fui a uno de la calle Paraguay al 1600. Deje mi automóvil en el estacionamiento contiguo e ingresé. Estaba frente a la góndola de los lácteos y escuche detrás de mí una voz femenina que me sonó conocida. Hablaba con un joven repositor sobre una marca de crema de leche, aparentemente, ausente.
No tuve ninguna duda…Era ella, Luciana tan agradable y atractiva como siempre.
Estaba vestida con saco negro, largo y abierto, que dejaba ver una pollerita de jeans, una camisa rosa ajustada, con escote hasta el nacimiento de sus senos. Calzaba unos zapatos de taco alto. Se veía, sin llegar a infartante, lo suficientemente atractiva para atraer las miradas de los hombres sobre ella.
Me la quedé mirando y ella se dio cuenta de mi presencia, sonrió con esa picardía en sus ojos que tanto apreciaba y me dijo:
– ¡Holaaaaaa vecino! ¿qué tallll? –
– ¡Hola! Yo bien y ¿vos y tu… tu familia? –
– Yo excelente! Todos muy bien gracias! Qué bueno encontrarte. ¡Hace tiempo que no nos veíamos! –
Me hablaba como si fuéramos amigos de siempre.
– Tengo que comprar algo más antes de salir. Nos vemos en la línea de cajas. – me dijo
Estaba encantado de volver a verla, la esperé y, juntos, nos pusimos en la fila para pagar.
A la salida, ambos con sus bolsas de compras, ella se dirigió a los “lockers” para retirar su cartera y un par de bolsas de otras tiendas y, mirándome a los ojos, dijo, como al descuido:
– OK las compras. Decime: ¿Andas con tiempo? –
– Si, de hecho hoy decidí irme más temprano a casa. Estoy solo, quiero hacer un par de arreglitos pero no son, para nada, impostergables – le respondí.
– ¡Que buenooo!! Vamos a tomar algo caliente y después, si no te molesta, podrías llevarme en tu auto a casa ¿Te pareceee? –
Yo estaba encantado de estar un tiempo más con ella. Fuimos al estacionamiento, dejamos las bolsas en el auto y cruzamos la calle hasta un bar ubicado en la esquina.
Cafés de por medio, se precipitaron las cosas. Los dos primeros los consumimos hablando de todo un poco (familia, trabajo, el porqué de su presencia en esa zona y otras generalidades). Mientras esperábamos que el mozo nos sirviera la segunda vuelta Luciana dio la “primera vuelta de tuerca”:
– Pablo, extrañé, que digo, extraño el tiempo en que compartíamos el viaje al centro en la combi – soltó con una mirada que se me antojó, más que de nostalgia de desafío a que me atreviese a más.
Percibí, y estaba en lo cierto, que el terreno estaba fértil. Tomé su mano en mí mano. No rechazó el contacto, sugerente:
– Yo también pensé mucho en vos desde que dejamos de vernos. – respondí.
Seguimos con el intercambio de halagos. En el ambiente comenzó a flotar el aroma a piel exacerbada, a tensión acumulada que necesitaba una vía de escape. Había sólo una pero salimos a la calle, hacia la playa de estacionamiento, sin explicitarla. Es, que la primera vez, uno se topa con el problema de traducir “elegantemente” con palabras y expresiones los pensamientos aun que estos sean indecentes.
Subimos al auto y, al amparo de los cristales polarizados, me dejé llevar por el impulso de atreverme y nos dimos un primer beso, breve pero apasionado-
– ¿Y eso Pablooo? No deberías haberlo hecho. No corresponde, ahora tengo que devolvértelo – y de las palabras pasó a los hechos.
Me besó. Nos besamos y manoseamos un puñado de minutos.
– Antes de ir a casa ¿qué te parece si paramos en un lugarcito tranquilo, donde podamos estar solitos sin testigos? ¿Podes? – le propuse
– Si que puedo. ¡Ahhh!! Voy a pedirte tu opinión. –
Tomó una bolsa del asiento de atrás. Era de una tienda de lencería. Sacó de ella un conjunto de corpiño y bombacha negro:
– Mirá ¿Que te parece este conjunto negro? ¿No es divino? ¿Vos que crees…me quedará bien? –
No podía creer su atrevimiento
– Estoy seguro que sí. Pero mejor si te lo veo puesto. –
– ¡Dale!! – Ella me tironeaba solo con su mirada libidinosa.
Por un momento había pensado en un hotel alojamiento, sobre la ruta a nuestras casas pero la urgencia por esa mujer me decidió por uno, mucho más inmediato de la calle Independencia al 1300, Los Pinos, a no más 15 minutos de donde nos encontrábamos.
Entramos automóvil en el estacionamiento, nos besamos, sobamos, manoseamos lascivamente un ratito antes de bajar y elegir una habitación intermedia (nivel especial).
Una vez cerrada la puerta, y quitados los abrigos, me acerqué para abrazarla pero Luciana “me madrugó” puso su delicada mano derecha en mi entrepierna, me dio un beso en el cuello… continuó acariciándome lentamente el bulto y con la mano restante me mantuvo a raya acariciándome el pecho, volvió a besarme en el cuello y subió a la oreja …sentí como la sangre se agolpaba en mi miembro y el pantalón se inflaba a punto romper las costuras.
Fue el turno de mis manos de, amasarle las tetas turgentes y enseguida, a partir de las rodillas subir suavemente por los muslos, debajo de su diminuta pollera y palpar, con caricias indecorosas y febriles, su vagina y nalgas. El placer por las sensaciones de contacto se potenciaba al ver reflejados, en uno de los grandes espejos que cubren 3 de las cuatro paredes de esos cuartos, la parte posterior de su cuerpo y, en particular, su culo redondo y pimpante. Yo ya no quería otras dilaciones y amagué empujarla hacia la cama, pero ella se resistió y se soltó de mi abrazo:
– Esperá que voy al toilette y me pongo el conjuntito negro para que veas y me digas como me queda. – había bajado la bolsa de compras y la llevó consigo.
Estaba loco por cogerla. Ni bien quedé solo me deshice de la ropa, salvo el slip, hinchado por la descomunal erección.
Luciana regresó con el “conjuntito” corpiño y bombachita “hilo dental”, montada en sus tacos altos me pareció una deslumbrante Afrodita. Todos los buenos principios se desmoronan ante una provocación como esa. Ella sonriente, dio un giro de 360 grados y, al detenerse frente a mi, apuntó su dedo índice a mi entrepiernas:
– ¡¡Como estamos hoyyy ..eehhh!!! ……¡No te lo puedo creer!!! –
Seguro que comenzó simulando sorpresa para “gastarme” por mi bulto pero de pronto (sólo una mujer en esas circunstancias, puede reparar en ese detalle):
– ¿Pablooo!! ¡¡¡Tenemos, los dos, la misma marca de ropa interior…Trifil…y para colmo negra vos y negra yo!!!!…¡es de locosssss!!!..¿te das cuenta? –
¿A quién carajo le importa la marca de lo que queres librarte cuanto antes, para disfrutar de la deliciosa mina que está a tu alcance?
A mi no, por supuesto. Ahí con una justa mezcla de calentura, firmeza, delicadeza y determinación la abracé, la besé, le susurré que el conjuntito le “quedaba como una pinturita” y, abrazados, caímos en la cama. Sin perder un segundo me aboqué a deshacerme de las prendas “uni-marca” de ambos y a montarme entre sus piernas separadas al máximo. Me distraje un instante de mi objetivo (penetrarla) para acariciarle las tetas. Ella hábilmente tomo mi pene con una mano y empezó a fregarlo en los labios de su concha mojada:
– ¡Uyyyyhhh …siiiiii!. Me encanta así tan dura…tan ricaaaa!!! –
Yo quería coger, ya:
– Soltala ….. te va a gustar más –
Me hizo caso, no sin antes enfrentarla al punto justo de su cavidad ardiente para que con un empujoncito de mi parte entrara sin tropiezos. ¡Y yo, obviamente, empujé! Sólo que lejos de gentil, la embestida fue descortés, violenta, irracional por la calentura.
Luciana se bancó la brusca clavada hasta el fondo, emitiendo algo como:
– ¡¡Ahhhhhhhhhhh… ahhhyyyy .ahhhhhh .siiiiii…! –
Yo quería perderme adentro de ella…y empujaba como un poseído…haciendo que se quejara de tanto en tanto, dejara de refregar su cuerpo contra el mío y me besaba para calmarme y calmarse.
Con ese ritmo y forcejeo no tardamos en agitarnos los dos…aflojé la sucesión acompasada de embates, su respuesta fue mover suavemente la pelvis… disfrutando cada roce… cada entrada… y cada salida…y yo gozando a la par.
Ahí fue que le pasé mi mano derecha por debajo de su cola, dedos separados, índice y medio por un lado, anular y meñique por el otro, hasta acariciar, simultáneamente y reiteradamente sus labios vaginales y rozar mi verga entrando y saliendo. Su beneplácito no se hizo esperar:
– ¡Uhhhhhyyyy…como me gusta…. Seguiiiiiií..! –
Después de un tiempito, fui retirando lentamente la mano deteniéndola cuando mi dedo índice estuvo enfrentado a su orificio anal. Juro que apenas lo introduje levemente, fueron las contracciones de su ano las que atrajeron mi dedo dentro de ella.
A juzgar por sus exclamaciones, gemidos y frases entrecortadas, con esa maña, me había transformado en una herramienta, de excelencia, de goce para ella.
Fue incrementando el ritmo de su pelvis…rápido…más rápido….desmedido…fuera de lo común….gemía encantada, enronquecida….luego enloquecida…. quería más… pero se entregó al orgasmo, su pecho agitado y su cara desvariando hasta que aflojó su cuerpo sobre el colchón.
Después de meterle por última vez la verga hasta el fondo…estalló mi orgasmo, a borbotones, apenas segundos desfasado con el de ella. ¡¡¡Fabuloso!!!.
Quedamos superpuestos, abrazados, inmóviles, satisfechas las respectivas lascivias.
Una vez repuestos hubo un breve intercambio de halagos y cumplidos.
Sonó, dentro de su cartera, el celular. Rápida de reflejos se sentó y atendió la llamada. La parte de la conversación que escuché fue una clara muestra del cinismo de nosotros los humanos: ni un temblor o titubeo en la voz al “venderle” a su interlocutor una situación totalmente distinta a la real:
– …….¡ahyy! Si querido tenes razón….me demoré una enormidad con las chicas y con las compras…. –
– …creeme que recien-recién me di cuenta de la hora y salí disparada ….estoy en el baño del super….salgo ya a tomar la combi para casa….-
– …si no llego, llevala a Agustina a patín yo, después, la voy a buscar….-.¡Buenoooo, no seas gruñón! ¿Me perdonás? Daleee…….beso –
– …… –
Lo dicho, estaba “como cuando vino al mundo” en la cama con quien se había besado, manoseado y mutuamente cogido, impasible, “como quien ve llover”.
Obvio que Luciana no podía demorarse más tiempo.
Nos higienizamos, vestimos y, raudamente, salimos en procura del auto.
En el trayecto de regreso a casa, sentamos las bases para nuevos encuentros.
Estuvimos de acuerdo que, entre nosotros, quedaban muchas asignaturas pendientes.
Una sola cogida en pose misionero, por superlativa que fuese (doy fé que lo fue) ni de lejos, agota el apetito de una pareja de contraventores a las fidelidades conyugales.
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