No sabía que eras tan puta (relato a 4 voces) II
Nos vimos el siguiente sábado y otros más. Uno de aquellos días que habíamos fornicado desde las 3 p.m., cuando miraba su chucha abierta rezumando la última eyaculación, reaccionando y con la voz apenas audible me dice..
Nos vimos el siguiente sábado y otros más. Uno de aquellos días que habíamos fornicado desde las 3 p.m., cuando miraba su chucha abierta rezumando la última eyaculación, reaccionando y con la voz apenas audible me dice.
– Amor, tengo que salir volando, mi esposo me espera para ir a una comida.
Y se levanta, aún veo bajando por sus muslos algunos grumos de mi esperma, rápidamente se limpia con papel higiénico, no tiene tiempo de lavar su chucha, se pone su calzón rosa aún con la mancha de su humedad cuando entramos al hotel, se pone su pantalón negro y su blusa celeste, me da un beso y sale raudamente del cuarto del hotel; yo inmediatamente me levanto, me visto como un rayo y salgo a la calle tratando de avistarla, no hay mucha gente y la veo como a 70 metros con dirección a la Av. Tacna, avanzo lo más rápido que permiten mis pies, cuando llega a la Av. Tacna estoy como a 20 metros, dobla a la izquierda, ya con más calma yo me dirijo a la derecha, pero veo que está cruzando la Avenida, no voltea por tanto me ubico en un lugar discreto, quiero conocer al cornudo de su esposo que no sabe complacerla, se para más o menos a 20 metros de la esquina, deduzco que vendrá a recogerla con un carro, efectivamente, un auto blanco se para delante de ella, abre la puerta y sube en la parte delantera, velozmente cruzo la pista y paro un taxi vacío que se aproxima, el auto blanco se ha detenido por el semáforo y tengo suficiente tiempo para pensar qué hacer; el chofer del taxi es un pata jovial.
– A donde jefe, me dice
– Sigue con cuidado ese auto blanco, le indico con el dedo.
Sorprendido me responde.
– ¿Usted es policía?
– No, soy detective privado y tengo que seguir a una zorra.
El pata se ríe y se pone en marcha, al mismo tiempo el semáforo ha cambiado y los carros se ponen en movimiento. Estuvimos siguiendo pocos minutos por el centro de Lima, lo más sorprendente fue que dieron una vuelta Quilca, siguieron por Torrico, Colmena y en Lampa entraron a una playa de estacionamiento, pagué el taxi y esperé que salieran. Salieron y pude notar bien las facciones de su esposo, estatura mediana, más flaco que gordo, tendría unos 35 años. Se pusieron en marcha conversando de vez en cuando, yo seguía a prudente distancia, pero la sorpresa fue mayor cuando al pasar delante del hotel que estuvimos hacía sólo unos minutos se metieron allí, por un momento se me heló la sangre, el pata estaría investigando y la estaría llevando para comprobar que estuvimos allí, esperé largo rato disimulando ante los curiosos, me metí a una pollería de donde se avistaba la entrada del hotel, estuve como una hora y al fin vi salir a la pareja, se veía contento el pata señal inequívoca que había fornicado, pero ¿con ella?, si hace media hora la había dejado casi moribunda, ¿y en el mismo hotel?, ¿quizás en la misma cama?, y la zorra se fue con la chucha rezumando mis jugos, mi cabeza empezó a dar vueltas, estaba como en un sueño y ellos ya habían volteado la esquina nuevamente con dirección a la Av. Tacna, pensativo y ya sin cuidado iba detrás de ellos cuando de pronto se detuvieron y repentinamente se despidieron, el pata se dio la vuelta y regresó en sentido contrario, cuando pasó junto a mí todavía yo estaba con la boca abierta y pude distinguir claramente las facciones del pata, esa cara me parecía conocido, debo haberle visto en alguna parte, sólo faltó saludarle. Todavía seguí a la zorra con la intención de seguirla hasta su casa, pero ya no la pude encontrar y me fui a mi casa pensativo y urdiendo algo para mi venganza.
A eso de las 10 recibí su llamada, hice como que no sabía de nada, estuvimos hablando de cosas sin importancia y le pregunto cómo le había ido con su esposo.
– Fue la cosa más loca, me dice, cambiamos de idea y fuimos a cachar al mismo hotel
– ¿Al mismo hotel?, le digo simulando no saber nada
– ¿Te imaginas al cornudo chupando los jugos que dejaste en mi cueva?, me corrí varias veces con sólo pensar que eras tú el que me cachaba nuevamente.
– Y el hotelero pensaría que eres una prosti.
– Aún era más cachondo cuando el hotelero me miraba, cuando él se registraba y ni me pidió mis documentos y nos dieron la llave del mismo cuarto, yo sentía el olor de sexo de nuestro encuentro y mi rajita ya estaba mojándose hasta mi pantalón.
La zorra sí que se las sabía, me entró la sospecha que el tipo no era su esposo, tampoco era el tipo que esperaba la primera vez que la vi en la alameda Chabuca Grande, esta zorra sí que era una joyita, sólo pude decir antes de seguir hablando de cosas sin importancia.
– No sabía que eras tan puta.
– Sí, soy una puta ¿te sorprende?.
La próxima vez que nos vimos fue en un hotel de los Olivos, por la Av. Universitaria, traté de sonsacarle donde vivía, ella no quería decir, pero me dio pistas, por el Ovalo Naranjal más o menos. Planeaba seguirla para descubrir qué tipo de zorra era y si el tipo era su esposo, sabía que era taxista, que su taxi era un Toyota azul y muchas veces la llamaba para recogerla cerca del lugar donde habíamos cachado. Nos despedimos en el Paradero y esperé que tome su carro, era un custer que iba por las Palmeras y la Panamericana Norte, tomé el siguiente carro en la misma dirección, se presentó casi de inmediato y por suerte le pasó al otro, me bajé en el Ovalo Naranjal aún con las dudas de que me haya dicho la verdad, el otro carro venía casi atrás del otro por lo que tuve apenas tiempo de deslizarme detrás de un quiosco, se bajó toda distraída y se fue caminando moviendo su culo recientemente penetrada por mi pene, esperé un rato porque la zona era poco transitada y podría distinguirme fácilmente, casi a dos esquinas volteó a la derecha, al llegar a la esquina ya no estaba, prueba suficiente de que vivía en esa calle, en la esquina había un chifa, pedí un plato de tallarín saltado y me puse a hacer tiempo, si no estaba equivocado dentro de poco llegaría su esposo en su Toyota azul, efectivamente, a eso de las 10 p.m. hizo su aparición un Toyota azul que volteó a la derecha, el tipo que manejaba no era ni en pintura el pata de la Av. Tacna, salí rápidamente del chifa justo cuando el tico estaba por entrar a una casa a media cuadra, ya estaba más que seguro, la nena engañaba a su esposo no sólo conmigo, y el pata de Chabuca Granda, también lo hacía con otro, ¿con cuántos más será?, una verdadera joyita.
La siguiente vez que nos vimos le dije si su esposo podría hacer el servicio de taxi en la empresa que trabajaba, – Claro – me dijo, le pedí el número de su teléfono y le llamé para que me haga un servicio de taxi, allí hablamos, era un tipo jovial y conversador, me contó que tenía dos niños, que su esposa era una mujer ejemplar, le pregunté si tenía aventuras porque no faltan las oportunidades para los taxistas, me dijo que su esposa era fogosa y se bastaba con eso y no quería serle infiel, me dio pena, no se imaginaba la clase de puta que era su mujercita.
CONTINUARÁ…
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