Nuria
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por capata.
Me llamo Alfredo y soy el marido de Alba, ya nos conocéis por relatos anteriores, aunque hoy no seremos los protagonistas. Mantengo contacto con algunos lectores que tienen gustos similares a los míos.
Uno de ellos se llama Julián y me pide que escriba un relato, recreando una fantasía suya ambientada en un determinado lugar y contexto, en el que la protagonista principal sea su esposa Nuria junto con otros dos personajes, Rubén y Lidia, supongo que esos nombres tendrán una especial significación para ti. Creo que con las indicaciones y descripciones físicas proporcionadas por Julián podría haber hecho una saga, pero me insistió por favor que fuese un único relato.
Al existir varios personajes en la historia, y con la intención de poder seguir los hechos, señalo en negro y mayúsculas en que momento del relato cada uno de ellos lo narra.
Este es el resultado Julián, espero te guste y colme tus expectativas, y las de los demás lectores por supuesto. Sino es así te pido disculpas.
Me llamo Rubén y tengo la suerte de trabajar en un hotel de lujo en una pequeña isla de este país. Soy jefe de animación, monitor de baile y deportes, ayudo en recepción y hago un poco de todo en las instalaciones. Tengo veintidós años, mido metro ochenta y cuatro, piel tostada, moreno de pelo corto y buen físico ya que por mi trabajo practico mucho deporte y actividad al aire libre.
Comparto piso y gastos con Lidia, una chica mulata venezolana de diecinueve años, masajista en el mismo hotel, muy simpática, con un físico impresionante, morena con rastas, muy alta, piernas largas y esbeltas, pechos talla cien, imponente culo y que me pone a mil. Para mi desgracia es lesbiana y pasa totalmente de los hombres.
Las mujeres mayores que yo son mi perdición, aún más si están casadas. Me produce un terrible morbo el tratar de cortejar y seducir a este tipo de mujeres, ir minando poco a poco sus barreras defensivas, librarlas de sus tapujos y prejuicios hasta su entrega total e incondicional. Por mi trabajo he conocido bastantes mujeres de esta condición, aunque sólo en dos ocasiones pude llegar hasta el final. Para ello, suelo contar con la inestimable colaboración de Lidia.
Las posibilidades de llegar a mayores con una mujer casada de vacaciones son casi inexistentes, si además tienen hijos ni os cuento. Han de darse muchas y complicadas circunstancias, pero en este caso concurrieron.
Aquel día hacía mucho calor, por la puerta giratoria entró una pareja, los dos jóvenes entre los treinta y treinta cinco años cargados con tres maletas y un neceser de mano, observaron la lujosa entrada del hotel y se sonrieron. Ella me llamó muchísimo la atención, la luz del sol trasparentaba su vestido insinuando unas fantásticas formas, muy atractiva y alta, alrededor de metro setenta y cinco, rubia de pelo largo recogido en una graciosa coleta, vestido de verano blanco muy corto y con vuelo por encima de las rodillas que dejaba a la vista sus hombros gracias a dos tirantes muy finos y unas espléndidas piernas adivinándose unos deliciosos muslos, calculé una talla noventa y cinco de pecho, sus pies calzaban unas sandalias de un color rojo intensísimo.
Pasaron cerca de mí, con disimulo giré la cabeza para ver a semejante mujer. El fino vestido transparentaba el sujetador de la chica, al igual que sus nalgas tapadas por el finísimo hilo dental de un tanga blanco. Sentí un leve cosquilleo en mi estómago y como mi verga comenzaba a dar señales de vida.
Una mano se posó sobre mi hombro, era Lidia. Bonita pareja ¿verdad?, sobre todo ella, menuda belleza me dijo. Lidia que se por donde vas, respondí. Yo también se por donde vas Rubén, contestó mirando mi abultado paquete, conozco esa mirada y no niegues que te atrae esa mujer, si quieres podemos intentar poner la maquinaria en marcha para ver si pasa algo.
Por mí de acuerdo contesté, pero ya sabes con mucho tacto y cuidado, depende con quién tratemos nos jugamos nuestro trabajo. Indagaré por mi cuenta dijo Lidia y tú aprovecha la ocasión y preséntate.
Me dirigí a recepción, la parejita ya se había registrado. Buenos días saludé, soy Rubén jefe de animación del hotel.
-Buenos días, me llamo Julián contestó el hombre tendiendo su mano y esta es Nuria mi mujer, me sorprendió el tono utilizado por Julián al decir “mi mujer”.
-Hola dijo Nuria, nos dimos la mano, era cálida, suave, muy suave al tacto, su dedo anular portaba una llamativa alianza en oro blanco.
-Acabamos de registrarnos y buscábamos la habitación, comentó Julián.
-Permítanme coger un carro y les llevaré el equipaje, me ofrecí.
-Gracias respondió Nuria esbozando una bonita sonrisa que dejaban ver una dentadura perfecta, muy amable.
-El lema de nuestro hotel es siempre la total satisfacción del cliente, contesté remarcando especialmente la palabra “satisfacción” mientras la miraba fijamente.
Cogimos el ascensor y llegamos a la habitación. Se la enseñé, era una suite preciosa, primera línea de playa, con hermosas vistas al mar y una pequeña terraza. Nuria abrió la cristalera de acceso y se quedó a espaldas nuestra absorta mirando el mar mientras Julián me daba una propinilla.
La visión fue impresionante, Nuria se sacó su bolso cruzado enganchándose una de las hebillas con el bajo de su vestido, al tirar del bolso la falda se levantó dejando a la vista unos hermosos muslos y una espléndida nalga que dejaba ver el fino hilo dental de un tanga blanco. Me quedé impactado sin poder retirar la mirada durante unos breves segundos.
Nuria tiró de su vestido hacia abajo mientras se giraba turbada y avergonzada. Su esposo me miró con cara de muy pocos amigos y me echó de la habitación casi a empujones,
Con mi llave maestra entré en la habitación contigua, por suerte estaba desocupada aún, salí a la terraza y me oculté con la intención de ver o escuchar algo. Julián estaba sentado en la cama de matrimonio, Nuria estaba fuera de mi campo de visión. Ambos hablaban, el tono de Julián denotaba su enfado.
¿Qué si te ha visto algo ese tipo?, le escuché decir a Julián. Joder Nuria, te hemos visto el culo por tu puta manía de llevar esos vestidos tan cortos, te he dicho infinidad de veces que no uses tanga eso es de prostitutas.
No lo he hecho aposta, contestó Nuria, ha sido un accidente, lo siento. Estamos de vacaciones para relajarnos y disfrutar, no nos enfademos, te quiero mi amor.
Nuria se acercó mimosamente a su marido, por fin pude verla, es toda una hembra me dije, y me excité recordando la escena, se sentó al lado de Julián y le besó. Un piquito, otro, abrazó a su marido y cayeron de lado sobre la cama. Mi polla reaccionó al momento, desabroché mi pantalón y me acaricié por encima del boxer que empezaba a mojarse.
La mano de Julián se deslizó por la cintura de su esposa, por sus piernas hasta llegar al bajo del vestido, metió su mano por debajo acariciando los muslos de Nuria. Me toca a mí dijo la mujer incorporándose, las manos de Nuria acariciaron el miembro de Julián por encima del pantalón. Está duro dijo Nuria metiendo su mano por debajo, hacía mucho tiempo que no lo notaba así. La mujer tiró quedando los vaqueros y el slip de su marido a la altura de las rodillas. Nuria masturbaba a Julián, una de sus manos subía y bajaba la polla de su esposo, era muy pequeña mientras su otra mano masajeaba los testículos de su esposo.
Nuria se levantó de la cama mientras Julián se masturbaba, se sacó el vestido quedando en tanga y sujetador. Incrementé el ritmo de mi paja ante la escena, por segunda vez, contemplé las nalgas de esa hembra, desnúdate zorra me decía.
Nuria se tumbó sobre la cama al lado de su esposo, cogió su pollita y continuó masturbando a Julián acariciando a la vez sus testículos.
Dímelo, Julián dímelo por favor, oí a Nuria. Su marido jadeaba pero no hablaba. Nuria metió su mano por debajo del tanga húmedo para masturbarse, dímelo insistió, dime que soy una zorra, una puta, una perra. Nuria incrementó el ritmo de la masturbación de su marido, Julián jadeaba y gemía pero no hablaba,
Nuria levantó la voz: lo que realmente te excita es que otro hombre delante tuyo haya visto el culo de tu mujer. En ese instante, Julián emitió un gruñido y se corrió, tres lechadas cayeron sobre el estómago de su esposo manchando también las manos de la chica.
Vete a la mierda dijo Nuria levantándose de la cama, me voy a duchar y cerró de un fuerte portazo. Julián quedó totalmente exhausto encima de la cama sin decir nada.
Entré en la habitación, estaba excitadísimo, fui directamente al cuarto de baño. Los dos baños eran contiguos pared con pared y puede escuchar el ruido de la ducha. Me imaginé a Nuria recreando la escena mientras me masturbaba, me corrí, cinco o seis lechadas calientes mancharon el inodoro y la pared del cuarto de baño. Lo limpié y me fui buscando a Lidia.
Lidia estaba en una sesión de masajes, muy excitado esperé que finalizase. Finalmente salió. Tengo que contarte algo en privado, en tu gabinete, le dije. Lidia alucinó con la historia, se relamió los labios pensando en Nuria, en que todo parecía indicar que era una esposa insatisfecha casada con un auténtico gilipollas.
Creo que aquí, con un poquito de suerte y moviendo bien las fichas podemos sacar algo, dijo Lidia. Y, ¿tu que tienes? le pregunté. Poca cosa dijo mi amiga, he sacado la ficha de registro en recepción: matrimonio, datos personales, Nuria xxx 34 años abogada, el medio hombre Julián xxx, 39 años, trabaja en un banco, correo electrónico, viven en Madrid, dirección en un buen barrio y la reserva es por diez días.
He tecleado sus nombres en el buscador, el marido es hijo de un constructor muy rico y ella es hija de uno de los socios de un importante despacho de abogados del país.
Con las más altas esferas hemos topado comenté, pero esa casada me calienta y quiero hacerla mía. Yo también la deseo contestó Lidia levantando su cerveza para brindar conmigo.
Tras la cena me dirigí a los salones del hotel, no me costó mucho localizar a la pareja. Se encontraban los dos sentados, con cara de pocos amigos, en una mesa algo lejana a la actuación musical. Nuria estaba espectacular con su pelo rubio suelto y un corto vestido azul que dejaba ver sus espectaculares muslos. En mi condición de jefe de animación saqué a bailar a algunas señoras mayores y de forma discreta fui acercándome al matrimonio.
-Buenas noches, ¿me permite Ud. que saque a bailar a su esposa?.
-Buenas noches contestó Julián con desdén, ¿si a Nuria le apetece?.
-Nuria extendió su mano y fuimos a la pista de baile.
Su perfume era delicioso, y aunque mis más bajos instintos me pedían estrechar a esa hembra entre mis brazos y follármela allí mismo, decidí actuar con discreción y mantener la distancia entre nosotros, más si cabe después de percatarme como me miraba su marido con recelo.
-¿Puedo llamarla Nuria?, pregunté, a lo cual, respondió afirmativamente.
-Parece Ud. triste, ¿Algún problema con nuestras instalaciones o servicios?.
-Todo lo contrario son magníficas, contestó Nuria, lo cierto es que estoy contrariada por otro motivo, estas son nuestras primeras vacaciones desde hace bastante tiempo y hace un rato han llamado del banco a Julián para que mañana a primera hora vuelva a Madrid.
-Lo siento mucho contesté, si quiere puedo hacer gestiones con la dirección para intentar que les devuelvan la parte proporcional de lo que han pagado y no van a disfrutar, aunque sin un preaviso lo veo muy complicado.
-No se preocupe dijo Nuria, lo he hablado con mi esposo y he decidido quedarme en el hotel disfrutando de mis vacaciones.
-Acertada decisión contesté ocultando mi satisfacción, estoy seguro que “disfrutará” de su estancia con nosotros.
En ese momento finalizó la canción, volvimos a la mesa y me despedí del matrimonio, sin hacer mención alguna de lo comentado por Nuria. Acabada mi jornada volví a casa y le conté a Lidia las buenas noticias.
Al día siguiente me levanté muy excitado. La perspectiva de que el imbécil de Julián regresase a Madrid dejando sola al bomboncito de su esposa era muy apetecible. En recepción me confirmaron que Julián había abandonado el hotel muy temprano. En compañía de Lidia nos dimos un paseo por la zona de las hamacas buscando a su esposa. Nuria se encontraba tumbada, la visión fue impactante, con un bikini dos piezas de color blanco que resaltaba su bronceado cuerpo. Nos acercamos.
-Buenos días Nuria, saludé.
-Buenos días, contestó.
-Quería presentarle a Lidia, nuestra masajista.
Lidia saludo dando dos besos a Nuria cerca de la comisura de los labios.
Estuvimos un rato hablando de banalidades y de las instalaciones de nuestro recinto hasta que Lidia se ofreció a dar un masaje a Nuria. Las dos mujeres quedaron a las seis de la tarde.
Pasadas un par de horas Nuria continuaba tendida en su hamaca con sus carísimas gafas de sol. Resultaba delicioso ver como cada poco rato semejante mujer se sumergía en la piscina, duchándose a la salida y recogiendo su pelo con coquetería. Los huéspedes y el personal del hotel, de forma disimulada, se recreaban contemplando el espléndido cuerpo de Nuria al pasar por su lado. Me sentía muy caliente y decidí a actuar acercándome a ella:
-Busco voluntarios para un partido de Agua Volley, ¿te apuntas?.
-No, muchas gracias prefiero tomar el sol y broncearme contestó la mujer.
-Puse cara de contrariedad. Mira Nuria sino consigo que los huéspedes participen en las actividades recibiré una reprimenda por parte de mi jefe. Estoy seguro que no tendré problemas en encontrar un par de personas más para jugar si una mujer tan guapa como tú participa en la actividad dije guiñando un ojo.
-Nuria se despojó de sus gafas y riéndose dijo: gracias por el cumplido, venga vamos.
Efectivamente, no hubo problemas en encontrar a otros dos huéspedes, bastante mayores, deseosos de jugar un partido al enterarse que Nuria era una de las participantes. Hice los equipos, evidentemente Nuria era parte del mío y nos zambullimos en la piscina. Con la excusa del juego, me arrimaba lo más posible a ella, llegando en un par de ocasiones puntear con mi verga su espléndido trasero haciendo que Nuria sintiese mi virilidad.
En uno de los lances caí sobre Nuria y aprovechando la ocasión, “accidentalmente” tiré de la parte superior de su bikini rompiendo su broche quedando sus tetas a la vista de todos.
Fueron unos breves segundos, sus pechos eran perfectos, grandes, duros y firmes, sus areolas pequeñas de color rosado coronadas por dos pezones tiesos y muy duros por el efecto del agua,
¡QUE TETAZAS!, exclamaron nuestros viejos rivales. Nuria se percató en ese instante de su desnudez tapándose sus pechos con las manos. Nadé hasta la orilla y cogiendo una toalla se la pasé a Nuria para que se cubriese. Me temo que el partido ha finalizado dije a nuestros rivales, los cuales, se fueron contrariados comentando por lo bajo entre ellos y con una enorme erección marcando sus bañadores.
Me acerqué a Nuria disculpándome por el “accidente”. No pasa nada me dijo, iré a cambiarme, enseguida es la hora de mi sesión de masaje.
NURIA
Entré en mi habitación me desnudé y duché. El agua caliente se deslizaba por mi cuerpo, estaba contrariada, sin querer Rubén habían roto uno de mis carísimos bikinis. Al recordar al jefe de animación me excité, durante el partido había notado su verga apoyada en mis nalgas, estaba dura muy dura, mucho más que la de mi esposo. Recordé como mis pechos quedaron a la vista de tres hombres, ningún hombre a parte de Julián habían visto mis senos.
Me estaba excitando sentía un cosquilleo entre mis piernas y la imperiosa necesidad de masturbarme. Desde mis tiempos universitarios no me sentía así. Salí de la ducha y observándome en el espejo esparcí crema hidratante por todo mi cuerpo, mi calentura iba en aumento.
En ese instante sonó el teléfono, era Julián. Salía de una reunión de trabajo, no hablamos mucho ya que continuaba enfadada con él por haberme dejado sola. Nada más colgar me dije para mis adentros ¿Qué pensaría Julián si supiese que otros hombres me han visto los pechos?, sin duda se enfadaría por sus estúpidos celos. Cogí mis gafas de sol y fui donde la masajista.
Entré en una estancia repleta de estanterías, donde podían adivinarse los tarros con los diversos aceites y esencias, una camilla ubicada en la mitad de la sala junto con una mesita supletoria donde dejé mis gafas de sol y un biombo en el fondo. Lidia salió y nos saludamos con un par de besos en la mejilla. La masajista iba ataviada con un pantalón y una camisa de lino blanco muy fino, me indicó que me cambiase, poniéndome un tanga desechable, me envolví en una gran toalla que cubría mis pechos hasta la mitad de los muslos y salí.
Túmbese boca abajo en la camilla y comenzaremos la sesión dijo la masajista, dando una entonada pronunciación a la palabra “sesión”.
Lidia comenzó a masajearme las plantas de los pies. Tomó una apretando fuerte el talón con sus manos, me acariciaba la planta y cada uno de mis deditos con gran suavidad y ternura.
La masajista esparció aceite sobre mis muslos, sus manos pasaron de los tobillos a mis piernas, sus manos eran suaves, muy suaves, una sensación de total relajación invadió mi cuerpo. Lidia continuó su trabajo subiendo hasta mis muslos, ambas manos expertas masajeaban cada uno de mis pantorrillas, y a medida que se acercaba a mis nalgas lo iba haciendo cada vez mas suave.
Permítame, dijo Lidia retirando la toalla, debo continuar por su espalda. Mi cuerpo desnudo cubierto por el diminuto tanga quedó a su vista. Antes de que pudiese protestar, Lidia cogió un bote de gel y echó un gran chorro sobre mi espalda.
Esta frío, exclamé, ¿es necesario retirar la toalla?.
No se preocupé, enseguida entrará Ud. en calor, dijo la masajista con un tono especial.
Sus manos se posaron sobre mis hombros apretando con rudeza, pasaron por mi espalda deshaciendo varias contracturas y nudos que tenía, ciertamente Lidia era una masajista excepcional.
Discúlpeme dijo la masajista, ¿le importa si me cambio?, hace demasiado calor, será un solo segundo. Sin llegar a contestar, Lidia abandonó la estancia.
Me sentía muy relajada, como nunca antes lo había estado, creo que me quedé algo adormilada hasta que escuché el ruido de la puerta. Me llamó la atención ver a la masajista con una bata muy corta, con varios botones sin atar, que dejaba a la vista sus largas piernas y bien torneados muslos.
Lidia se acercó al cabecero de la camilla y cogió un frasco de esencias. Al inclinarse pude ver claramente sus nalgas cubiertas por el finísimo hilo dental de un tanga azul. Un cúmulo de sensaciones invadieron mi vientre, mi coño se humedeció y mi clítoris empezó a palpitar. Nunca me han atraído las mujeres pero en ese instante me sentí muy excitada.
La masajista esparció las esencias sobre mis nalgas y sentí sus manos sobre mí. Me sentí algo violenta, era la primera vez que alguien que no fuese mi marido acariciaba mis partes más íntimas. Lidia, unas veces con suavidad y otras con rudeza, amasaba mis nalgas separando con sus manos los cachetes dejando a su vista la entrada de mi ano.
Tiene Ud. un cuerpo espléndido, me susurró Lidia al oído. Apenas pude balbucear un gracias. Sus pies, sus piernas, sus muslos, sus nalgas vuelven locos a los hombres y también a las mujeres, recalcando con un tono muy sensual la palabra “mujeres”, en ese instante apretó con fuerza mi culo y un leve gemido salió de mi boca.
Me dejé llevar, me sentía como una adolescente muy excitada, mi vagina estaba muy húmeda y empapé el tanga y la sábana que cubría la camilla. Lidia continuaba con su sensual masaje, amasando mis glúteos, recorriendo con su dedo índice la raja de mis nalgas deteniéndose con exasperación cerca de mi ano. Instintivamente abrí mis piernas y la masajista deslizó sus manos por la parte interna de mis muslos. De una manera muy habilidosa me estaba llevando a un mundo de sensaciones nuevas y muy placenteras sin que por mi parte pudiese oponerme.
Dándome un cachete en las nalgas Lidia me obligó a girarme. Mis pechos quedaron a su merced. La masajista echó nuevamente aceite en sus manos y continuó con su trabajo. Al inclinarse la bata de Lidia se abrió y miré directamente, sin ningún disimulo, sus enormes pechos sin sujetador, muy firmes con una areola muy grande de color marrón muy oscuro y unos enormes pezones casi negros.
Las manos de Lidia se apropiaron de mis senos, primero por su base para ir abarcando con sus manos la práctica totalidad de los mismos, hasta tirar de mis pezones con suavidad. ¿Está bien así?, dijo Lidia acariciando mi sonrosado pezón. De mi boca salió un gemido.
Sus manos bajaron por mi vientre, con el canto de sus manos rozó el borde de mis labios vaginales, instintivamente cerré las piernas oprimiendo las manos de Lidia. Si me permite debería Ud. depilarse el sexo dijo Lidia tanteando húmedo sexo es mientras continuaba con su masaje. Al oír sus palabras estuve a punto de llegar al orgasmo.
En ese instante, sonó una campana. Lo siento, hemos terminado aunque deseo que tengamos otra “sesión” dijo Lidia esbozando una dulce sonrisa.
Estaba aturdida, nerviosa, pero por encima de todo excitada, nunca había experimentado tal cúmulo de sensaciones tan placenteras. No me atraen las mujeres pero estaba muy excitada. El tanga y la sábana que cubría la camilla estaban totalmente empapadas de mis líquidos vaginales. Me vestí lentamente y sin atreverme a mirar a Lidia a la cara salí de la estancia.
De camino a mi habitación, repasé lo sucedido durante el día: los roces de Rubén en la piscina, la rotura del cierre del bikini durante el partido, como Rubén y los viejos me habían visto los pechos sin cortarse para nada, aún resonaba en mi cabeza lo dicho por esos gilipollas, ¡QUE TETAZAS!, el masaje de Lidia tan sensual como placentero que me hizo mojar el tanga y la sábana de la camilla, la visión de los muslos, de la tanguita de encaje negro y los pechos de la masajista, los continuos halagos de Lidia a mi cuerpo, al igual que su lenguaje ambiguo y lleno de doble intención. ¿Se me había insinuado?.
Noté mis muslos húmedos, una gran mancha de flujo contrastaba con el amarillo de mi bikini. Avergonzada me puse el pareo rogando que nadie se hubiese dado cuenta de mi calentura. Maldita sea, he olvidado las gafas de sol.
Deshice lo andado hasta el local, llamé pero nadie contestó, empujé la puerta y ante mi sorpresa estaba abierta, ¿Lidia?, pregunté, ¿Lidia?. Tampoco obtuve respuesta, entré, mis gafas de sol no estaban donde las había dejado.
Oí el ruido del agua correr al fondo del salón de masajes, me acerqué, la puerta estaba entreabierta, la curiosidad me pudo y miré. Lidia estaba duchándose, el agua y el gel recorrían su cuerpo de ébano, sus pechos eran enormes al igual que las areolas, los pezones duros y muy oscuros sobresalían unos centímetros, sus piernas largas y esbeltas y unas nalgas muy firmes. Me quedé hechizada viendo el cuerpo de esa mujer, instintivamente introduje mi mano por debajo del bikini. Lidia olía y lamía el tanga que yo había usado durante la sesión, acarició sus senos pellizcando los pezones, su mano derecha descendió lentamente por su vientre hasta posarse sobre su sexo. Dos dedos penetraron su depilada vulva provocándola un fuerte espasmo acompañado de un largo y quejoso gemido de placer.
No podía quitar los ojos de la escena, sentía palpitaciones en mi coño, estaba húmeda como nunca lo había estado, mi cuerpo pedía entrar y acariciar a esa mujer pero era incapaz de moverme. Lidia cogió la alcachofa de la ducha con una mano, se sentó en el suelo con las piernas totalmente abiertas, con la otra mano abrió sus labios vaginales y enfocó el chorro del agua directamente contra su sexo. Lidia se masturbó durante unos minutos, se convulsionó y finalmente tuvo un orgasmo bestial.
Me asusté y con el mayor sigilo salí del local. Deseaba llegar a toda costa a mi habitación, fui incapaz de tomar el ascensor y cogí directamente las escaleras. Cerré la puerta de mi habitación y apoyé mi espalda contra la misma. Estaba desconocida, fuera de mí, caliente como una perra en celo sin un hombre que la diese gusto.
Entré en el cuarto de baño, me saqué el bikini, la parte de abajo estaba empapada, la llevé a mi cara, olía a orina. Rebusqué en el neceser del hotel lo que buscaba desesperadamente hasta encontrarlo. Espuma de afeitar y una cuchilla.
Me senté en la bañera, accioné el agua caliente y dirigí el chorro hacia mi coño, una oleada de placer me invadió. Dejé correr el agua tibia mientras me aplicaba la espuma de afeitar sobre mi sexo. Estaba fría, muy fría, eso me excitó aún más, la extendí sobre mi bello púbico. Cogí la maquinilla y rasuré todos los pelillos con sumo cuidado hasta dejar mi sexo completamente depilado.
Por segunda vez enfoqué el chorro del agua directamente a mi coño para limpiar los restos, el placer fue brutal y no se aplacaba, nunca me había sentido tan caliente, tan húmeda y tan zorra. Metí dos dedos en mi encharcado coño pellizcando el clítoris.
Deseaba y necesitaba más, cogí mi cepillo del pelo, el mango era de plástico muy duro, lo pasé por mis labios y lo metí en mi boca. Lo chupé y succioné con glotonería follándome la boca hasta provocarme una arcada mientras con la otra mano, abandonado mi coño, tiré de mis pezones hasta hacerme daño.
El cepillo guiado fue descendiendo hasta mis tetas, estrujé mis seno derecho mientras pasaba las cerdas del cepillo por la areola hasta llegar a mi durísimo y tieso pezón. Un escalofrío de placer recorrió todo mi cuerpo.
El cepillo del pelo fue descendiendo por mi vientre, recreándose en mi ombligo, hasta llegar a mi intimidad. Abrí mis labios vaginales a aquel intruso. El duro mango recorrió todo lo largo de mi coño varias veces provocándome fuertes contracciones, lo pasé por mi entrepierna hasta introducirlo por la raja de mis nalgas. Poniendo las piernas sobre los laterales de la bañera me abrí entera, presioné el cepillo sobre mi coño y muy despacio entró a través de las paredes vaginales hasta llegar a mi útero. Me follé mi coño de forma brutal, el mango entraba y salía de mi cuerpo envuelto en mis propios jugos, lo volví a chupar y de un fuerte manotazo me lo introduje hasta lo más hondo de mi intimidad. Tuve un orgasmo brutal, jadeé y grité sin importarme que todo el hotel me oyese, mi cuerpo se convulsionó, cerré y apreté mis piernas con el cepillo dentro hasta hacerme daño, las cerdas se clavaron en mis muslos. Tras la última y mayor convulsión, mi espalda se arqueó, me oriné encima y quedé exhausta.
Pasados unos minutos me recuperé. Los remordimientos y vergüenzas hicieron presa en mí. ¿Qué me ha pasado?, ¿Cómo he llegado a esto?. Cogí el móvil y llamé a Julián, como siempre le pillé en un mal momento y apenas hablamos ya que cortó la conversión sin ni siquiera decirme una palabra cariñosa. Colgué muy enfadada, estaba agotada y no me apetecía bajar al comedor. Cené en la habitación y me acosté pronto, estaba agotada.
RUBEN
Llegué a casa, Lidia me esperaba con impaciencia. Durante la cena hablamos de los “progresos” con Nuria.
Le conté a Lidia sobre mis furtivos roces -con la excusa de la práctica- a los pechos de Nuria, el desastroso partido ya que todos estábamos pendientes del cuerpo de Nuria, los viejos atentos al bamboleo de sus tetas y yo a sus formidables nalgas cuando se ponía en posición defensiva, así como el fortuito percance durante el partido y como “accidentalmente” dije con sorna había roto el cierre de la parte de arriba de su bikini.
Lidia por su parte me contó, con pelos y señales su masaje, el sobeteo de sus muslos y de sus nalgas, la visión de las tetas de Nuria y como se había percatado que Nuria la espiaba mientras se masturbaba en la ducha. Tenías que haber visto su carita cuando me corrí oliendo su tanga.
Rubén, ¿mañana libras?, me preguntó Lidia. Sí, a la tarde contesté y creo saber como acercarme a Nuria, ¿Cogiste sus gafas de sol?. Lidia me las entregó y dije: mañana playa.
Me levanté temprano para ir a trabajar. Me asomé al comedor y Nuria estaba desayunando. Estaba impresionante con una malla de licra un poquito por debajo de sus rodillas, una camiseta blanca que trasparentaba el sujetador, zapatillas deportivas rosas y su hermoso pelo rubio recogido en una graciosa coleta. Esperé a que saliese y “accidentalmente” coincidimos.
-Buenos días Nuria.
-Buenos días contestó.
-Precisamente te buscaba, Nuria me ha entregado tus gafas de sol las olvidaste ayer en su gabinete. Gracias me respondió. Noté un leve temblor en su cuerpo, y continué hablando: ¿Qué tal lo estás pasando, te gustan nuestras instalaciones?.
-Sí contestó con desgana. ¿Qué puede hacerse por aquí?, me preguntó.
-El hotel está muy bien equipado, tienes la sauna, spa, peluquería, salón de masajes, gimnasio, las actividades deportivas-acuáticas y la playa, contesté. ¿No te gusta la playa?.
-Sí, respondió Nuria, pero hay demasiada gente.
-Pues eso no puede evitarse, respondí. Te propongo un plan, esta mañana tengo que trabajar pero libro a la tarde, conozco una pequeña cala aquí cerca, no suele haber mucha gente y es tranquila. Si te apetece te llevo.
-Nuria dudó, lo pasarás estupendamente insistí.
-Nuria vaciló, notaba su lucha interna, está bien me has convencido.
-Estupendo contesté, lo único tengo que pedirte un favor, a la gerencia del hotel no le gusta que intimemos con los clientes, sino te importa quedamos en la esquina del paseo y te recojo a las cuatro.
-Conforme, contestó Nuria. Luego nos vemos.
Pasé toda la mañana excitado deseando que llegase la hora de recogerla. A las cuatro apareció Nuria, estaba impresionante, sandalias de tiras, short vaquero muy corto que dejaba a la vista sus rotundas piernas y una graciosa camiseta azul oscuro. El trayecto fue muy corto, pero no pude evitar mirar los muslos de esa mujer casada.
Llegamos a la playa, apenas había gente, en un lugar apartado extendimos las toallas.
Nuria se quitó la ropa dejando a la vista su impresionante cuerpo, cubierto por un pequeño bikini de color azul que contrastaba con el bronceado de su piel. Sacó la crema solar y lentamente se la extendió por su cuerpo. Aquella visión me provocó una tremenda erección que no quise ocultar. Pasado un rato, Nuria se puso de espaldas.
Te vas a quemar tu bonita espalda, ¿me dejas que te eche crema?, pregunté. Nuria medio adormilada contestó que sí.
Cogí el boté y sin avisar solté un chorro de crema sobre su espalda. Nuria dio un gritito y se arqueó. Está fría dijo, lo siento contesté.
Con lentitud comencé a extender el bronceador por su espalda, sus hombros, sus omoplatos bajando mis manos hasta casi llegar a su cintura. Nuria se dejaba hacer y me pareció escuchar un leve gemido por su parte.
Nuria, pregunte, ¿puedo desabrocharte el bikini?, así de espaldas se van a quedar las marcas del bikini. Está bien contestó. Tremendamente excitado solté el corchete y dejé caer a los lados las tiras del bikini. Continué extendiendo la crema por su deliciosa espalda con mucha parsimonia, decidí jugármela, y dándole un cachete en sus duras nalgas dije: ya está.
Bruto me has hecho daño contestó Nuria aparentemente ofendida. Lo siento contesté.
Pasado un rato Nuria se puso boca arriba, y sólo como las mujeres saben hacerlo, se ató la parte superior de su bikini sin mostrar nada. Fui un poco más lejos y pregunté: ¿no haces topless?.
Nuria mirándome fijamente dijo, nunca lo he hecho, me da mucho pudor además, Julián mi marido, no es partidario de esas cosas, dice que las mujeres que lo hacen lo único que quieren es provocar a los hombres.
No estoy de acuerdo contesté, deberías probar y más en esta isla donde casi todas las mujeres lo practican.
Me da mucha vergüenza que la gente pueda verme, contestó Nuria. No entiendo porqué dije, es lo más natural del mundo, tienes un cuerpo perfecto como el de una diosa, deberías librarte de tus tapujos y vergüenzas, además no hay peligro de encontrarte con alguien conocido estás a más de mil kilómetros de tu casa.
Pero estas tú replicó Nuria, un perfecto desconocido. Me reí, tienes razón contesté, no podría evitar mirar tu pechos, tienen que ser preciosos. Nuria se sonrojó pero no dijo nada.
Voy a contarte una cosa; hace tiempo un cliente del hotel me contó que había conseguido que su esposa hiciese topless. Según él era terriblemente excitante contemplar como los hombres miraban las tetas a su esposa, le causaba un morbo terrible.
¿Te daría morbo ver mis tetas? preguntó Nuria. Me hice el desconcertado, supongo que sí continuó Nuria mientras señalaba la erección que se marcaba en mi bañador.
Me jugué mi última carta: ¿te daría morbo enseñar tus pechos a un desconocido que por cierto ya ha visto tus nalgas?.
Me miró perpleja, si Nuria, cuando se enganchó el bolso con tu falda me dejaste ver tu culo. Nuria se avergonzó. Quítate el bikini, Nuria, ¡quítatelo!.
Mis manos se posaron en sus hombros, descendieron muy lentamente hasta llegar al cierre de su bikini, Nuria tembló, desabroché el cierre y con total parsimonia retiré el sostén quedando sus tetas al aire. Mi erección fue descomunal, sus pechos oscilaban levemente, sus areolas eran pequeñas y los pezones, tiesos y muy duros, de un color rosáceo.
Nuria se tumbó sobre la toalla, en su bañador pude apreciar unas pequeñas manchas de humedad. ¿Qué tal pregunté?, muy bien es una sensación desconocida contestó la esposa de Julián.
Aquel muchacho te está mirando. Nuria se incorporó apoyándose en los codos. Un chaval tumbado boca abajo a unos metros la miraba con descaro.
Será mejor que te pongas crema, los pechos son una zona muy sensible le dije con un guiño malicioso. Hazlo lenta, muy lentamente, deja que el chaval se recree viendo tus deliciosas tetas.
Nuria esparció la crema bronceadora sobre sus pechos, delicadamente se la aplicó sobre sus pechos. Noté que respiraba de forma entrecortada, sus pezones se pusieron tiesos y duros como las piedras, un leve gemido salió de su boca. El chaval metió con disimulo su mano por debajo del bañador y se la empezó a menear.
Sigue así, muéstrale a ese chico tu cuerpo le dije a Nuria, Nuria con los ojos cerrados, seguía acariciando sus pechos aunque ya no había crema en sus manos, pude observar una mancha en la parte de abajo del bikini. El chico tuvo un espasmo y se corrió.
Nuria abrió los ojos, me miró avergonzada, me reí y dije venga un baño hace muchísimo calor y mira como me has puesto. Nuria sin recato alguno se percató de la tremenda erección que apenas disimulaba mi bañador mientras se ponía la parte superior del bikini. Pasamos por delante del jovenl, en su bañador había una gran mancha, nos miró avergonzados mientras Nuria se sonrojaba como un tomate.
Nos metimos en el agua, estaba fantástica, Chapoteamos y nos salpicamos como una pareja de novios. Voy a pasar por entre tus piernas dije, me sumergí, sus piernas estaban abiertas puse mis manos en la parte interna de sus muslos y la abrí aún más. La mano de Nuria se posó sobre mi cabeza animándome a pasar, al emerger la abracé por detrás y aproveché la ocasión para puntear sus fabulosas nalgas con mi verga. Nuria se separó, seguimos jugueteando a la mínima ocasión aprovechaba para arrimarme a esa hembra, para que sintiese mi verga punteándola, para sobar y magrear su hermosos cuerpo. Nuevamente me sumergí, separé sus muslos e introduciendo mi cabeza en su entrepierna la levanté. El contacto de su coño, tapado por su bikini, con mi nuca fue delicioso, nos caímos hacia atrás, uno de sus pechos se escapó de la copa del bikini.
¿Ya no te importa que un desconocido te vea las tetas?, pregunté. En absoluto contestó Nuria quitándose la parte superior de su bikini.
Estuvimos más de una hora jugando en el mar, pude sobar su perfecto cuerpo a mi entero antojo. Nuria salió del agua mientras permanecí un rato más, su culo oscilaba mientras alcanzaba la orilla. Saqué mi verga y me masturbé como un poseso, ha sido una de las mejores pajas de mi vida.
Cuando llegué a las toallas Nuria estaba recogiendo. Creo que será mejor que nos vayamos dijo con cara de pocos amigos, lo he pasado genial pero si mi esposo se enterase de esto no se que diría. No contesté, terminamos de recoger y nos fuimos. Durante el trayecto Nuria no habló, estaba muy seria, creo que avergonzada y con remordimientos. Aparqué a un par de manzanas del hotel.
¿Qué es ese local? preguntó Nuria. Un sex shop contesté, ¿has entrado en uno alguna vez?, no, contestó. Venga vamos dentro la animé será divertido. Déjalo, dijo Nuria ya he tenido bastante por hoy. Cogí de la mano a Nuria, protestó sin mucha convicción y acabamos entrando.
NURIA
El aire acondicionado estaba muy fuerte y mis pezones se pusieron duros como piedras. Dos viejos se dieron la vuelta y me miraron descaradamente de arriba abajo mientras se les caía la baba. Había una montaña de revistas de fuerte carga erótica apiladas en los estantes al igual que películas pornográficas de todas clases, heteros, gays, lesbianas, tríos …
Un señor se nos presentó: buenas tardes, me llamo Julio y soy el propietario del local, ¿puedo atenderles?.
Hola, soy Rubén y esta es mi esposa Nuria, miré atónita a Rubén. Queríamos curiosear un poco y llegado el caso regalar algo a mi mujer.
El propietario del establecimiento volvió al mostrador. Miré a Rubén con cara de pocos amigos, pero él se rió. No era más que una broma comentó.
Había toda clase de inventos y artilugios, muñecas hinchables, bolas chinas, bombas de succión, consoladores de todos los tamaños y colores. Rubén me explicó como funcionaban la mayoría de ellos, la sensación de calor y humedad volvió a mi entrepierna.
Mira Nuria que lencería tan bonita. Rubén cogió un juego de sostén de color negro con las copas totalmente trasparentes y un diminuto tanga del mismo color a juego, su parte delantera era un pequeño triángulo trasparente con dos tiras en los laterales que se unían en la parte trasera en un diminuto hilo dental.
¿Serías capaz de probártelo para mí?, dijo Rubén riéndose muy bajito. Como voy a ponerme algo así contesté.
Pues los tangas que usas también son diminutos, replicó mientras alargaba su brazo entregándomelo. ¡Póntelo! dijo Rubén en un tono más serio.
Cogí las prendas íntimas y me encerré en el probador. ¿Qué estoy haciendo me pregunté?, una brillante abogada en un sex shop con un hombre al que apenas conozxo, observé el conjunto, era diminuto y se trasparentaba todo. Esto es lo que se ponen las putas pensé, me excité, noté humedad en mi entrepierna. Me saqué el short, la camiseta y el bikini, con un clínex limpié mi húmedo coño y me puse la lencería.
Me miré en el espejo, estaba nerviosa y excitada, muy excitada, mis pechos y mis pezones duros como piedras se trasparentaban a través de la fina gasa del sujetador, al igual que mi depilado coño cubierto por un diminuto triángulo trasparente. Me puse de espaldas y contemplé como el diminuto hilo dental se ocultaba entre mis nalgas. Me dije: soy una puta y me siento puta.
Abrí la puerta e invité a pasar a Rubén.
Rubén me miró con cara de lujuria y deseo, su erección era tremenda, un rotundo joder se escapó de su boca. Me dí la vuelta enseñándole mis nalgas y me incliné en pompa para que viese mis intimidades con total impunidad. A través del espejo observé como el jefe de animación metía su mano por debajo del bañador y se masturbaba en mi honor.
En ese instante sonó un teléfono, mierda gritó Rubén, me tapé con mi ropa avergonzada. Tengo que irme, lo siento, llaman del hotel y salió del probador dándome una palmada en mis nalgas.
Me quedé con una calentura tremenda, mi coño palpitaba, lo sentía muy húmedo y mi clítoris durísimo. Me quité el conjunto de lencería erótica y limpié mi húmedo sexo con otro clínex. Me vestí y salí del probador.
Colgué en su sitio las prendas íntimas, a su lado había varios modelos de consoladores, me quedé viéndolos embobada, cogí uno de color rosa.
Unas manos se posaron en mi cintura me quedé petrificada, ¿Qué haces aquí reina?, me susurró una voz masculina al oído con un fuerte olor a tabaco. Una preciosidad como tú no debería estar aquí tan solita. Sentí como me punteaban las nalgas sin poder reaccionar.
Dándose cuenta de mi calentura y pasividad, una de las manos se deslizó por debajo de mi axila atrapando mi pecho derecho, la otra mano se introdujo por debajo del short sobando mis nalgas. Déjeme por favor soy un mujer casada protesté, mi coño estaba empapado, el hombre me sobaba con una de sus manos las tetas, mientras que con la otras me magreaba las nalgas ahora ya por debajo de mi bañador.
Tú no eres una mujer casada, eres una zorra ramera calientapollas con un cuerpo de escándalo, voy a follarte ahora mismo, dijo el hombre. Mis jadeos delataban el placer que estaba recibiendo de ese desconocido, mientras seguía sobando mis nalgas cogió una de mis manos y la metió por debajo de su pantalón. Su verga era muy grande, mucho más que la de Julián, y goteaba líquido preseminal.
Tuve un momento de cordura, empujé a ese tipo y le ví la cara, era un maldito viejo pervertido. Me escapé corriendo mientras gritaba: maldita perra calientapollas. En la entrada del establecimiento, Julio, el dueño me paró.
-Déjeme salir, déjeme salir grité o llamaré a la policía.
-Claro que llamaré a la policía dijo Julio, no voy a permitir que se vaya sin pagar.
En mis manos llevaba el consolador de color rosa, muy avergonzada lo aboné y me fui.
Estaba excitada, más de lo que hubiese estado en toda mi vida, mi coño palpitaba mojando mi bañador. Llegué al hotel, no coincidí con Rubén y me encerré en mi habitación. Me saqué la ropa, los flujos de mi coño mojaban mis pegajosos muslos. Totalmente desnuda me tumbé en la cama, me reflejaba en el espejo totalmente abierta de piernas.
Soy una puta pensé y de un solo golpe me introduje el consolador en mi sexo, comencé un mete saca brutal taladrando mi coño con ese miembro de plástico, me ví en la playa con las tetas al aire, el chico masturbándose, el probador del sex shop donde dejé que otro hombre que no era mi esposo viese mis intimidades. Estaba totalmente descontrolada, sin dejar de follarme con el consolador, cogí el cepillo del pelo y lo embadurne con crema hidratante, me puse a cuatro pasando el mango por la raja de mi culo, presioné mi ano, mordí las sábanas mientras el cepillo de mi pelo perforaba mi culo hasta que las cerdas hicieron tope.
Noté en mi vagina las contracciones previas al orgasmo e incrementé el ritmo de mi masturbación por delante y por detrás. Por mi mente pasaron las imagen del viejo pervertido metiéndome mano ante mi total pasividad, mientras me llamaba puta y zorra, estallé en un orgasmo bestial, mi espalda se arqueó y cerré las piernas, me corrí como una yegua en celo orinándome encima.
Dormí fatal esa noche, me desperté en varias ocasiones empapada en sudor. Noté que algo cambiaba en mí, de ser una fiel esposa y respetable abogada me estaba transformando en una mujer sexualmente insatisfecha que en dos días había experimentado más sensaciones que en cinco años de matrimonio. En todo esto pensaba tomando mi desayuno cuando a lo lejos ví a Lidia, al instante me estremecí.
La masajista se acercó a mi mesa y me saludo cordialmente.
-¿Algún plan para el día de hoy?, me preguntó.
-En principio no, contesté.
-Este pueblo es muy famoso por su zona de compras, continuó Lidia, a la tarde no trabajo, quizás le apetezca que le enseñe las tiendas de ropa.
Me quedé embobada mirando los ojos de esa hermosa mujer y apenas pude balbucear un tímido sí.
-Estupendo dijo Lidia, entonces quedamos a las nueve en el paseo marítimo y se despidió con una cálida sonrisa.
La propuesta de Lidia me dejó confundida y excitada a la vez al recordar lo vivido en el salón de masajes. Bajé a la playa y sin saber porqué extendí la toalla a escasos metros de un grupo de chavales de unos veinte años. Observé tras mis gafas de sol como me observaban sin ningún tipo de disimulo. Mi calentura iba en aumento y me solté la parte superior del bikini dejando mis senos a su entera visión.
Me extendí la crema solar con total parsimonia regalando mi cuerpo a aquellos chavales. Pasado un rato me giré boca abajo en introduje la braguita de mi bikine entre mis nalgas, estilo tanga dejando al aire mis nalgas para que todo el que quisiese pudiera verlas.
Estuve todo el día muy excitada al observar como los hombres, viejos y jóvenes miraban sin disimulo mis pechos y mi culo al pasar al lado, incluso compré varias baratijas a dos chicos de color que se relamieron mirándome las tetas con total descaro.
Volví al hotel, me duché y masturbé con mi nuevo juguete, me puse un vestido de tirantes estampado muy corto, cené temprano y fui a buscar a Lidia. Me acordé de Julián según salía por la puerta del hotel pero no coincidí con él.
La bocina de una motocicleta me asustó, era Lidia, monta me dijo con una gran sonrisa tendiendo un casco. Monté en su ciclomotor, me agarré a su cintura y nos fuimos. Lidia no condujo muy rápido pero eso no impidió que mi falda se levantase dejando a la vista mis muslos.
Paramos delante de un semáforo, un coche ocupado por un par de chavales de unos veinte años se detuvo a nuestro lado.
-Hola guapas, queréis diversión, preguntó uno de los chicos, rubia dijo por mi, llevamos un rato siguiéndote se te ve todo el culo.
-Que os den dijo Lidia, levantando uno de sus dedos en señal de desprecio.
-Déjalas dijo el otro ocupante del vehículo, no son más que dos bolleras, y haciendo chirriar las ruedas de su coche se fueron a toda velocidad.
Lidia y yo nos reímos. Sin más percances llegamos al centro del pueblo, estuvimos un par de horas mirando tiendas hasta que Lidia me llevó a la de un viejo conocido suyo.
Lidia me presentó a Hamed. Era un árabe de edad indefinida pero con más de cincuenta años, bajo, gordo y tremendamente feo pero muy simpático.
Lidia dijo Hamed, ya es casi la hora de cerrar, pero por dos hermosas mujeres como vosotras haré una excepción.
Después de elegir cada una un par de vestidos pasamos al único probador de la tienda. Deja que te ayude a quitarte el vestido dijo Lidia. Sus manos se posaron sobre mis hombros deslizando los finos tirantes. Mi vestido calló a mis pies. Me ruboricé al encontrarme en ropa íntima delante de esa hermosa mujer.
Eres preciosa continuó Lidia aproximando sus labios a los míos. Intenté echarme hacia atrás pero topé con la pared del probador. Seguro que en tu trabajo has visto mujeres más atractivas que yo contesté agachando la cabeza para evitar su mirada.
Sus manos asieron con fuerza mi cintura y me atrajo hacia ella, soy una mujer casada protesté débilmente. Lidia se aproximó susurrando en mi oído, te deseo Nuria desde el primer momento en que te vi. Pasó uno de sus dedos por mis labios abriendo mi boca y lo introdujo, lo lamí con glotonería.
Su otra mano se deslizó hasta mis nalgas, las magreó y tirando con mucha fuerza del hilo dental de mi tanga hizo que la parte delantera de mi prenda más íntima penetrase en mi ya empapado coño arrancándome un suspiro. Lidia me besó, su lengua se introdujo en mi boca, fue un beso sucio, lujurioso, mezclándose nuestra saliva.
Su lengua lamió mis lóbulos, mis mejillas y descendieron hasta mis senos. Me giró quedando enfrente del espejo, sus manos pasaron por debajo de mis axilas tirando de las copas del sujetador dejando mis tetas a su vista. Lidia las sobó a su entero antojo pellizcando mis rosados pezones con mucha fuerza. Estaba totalmente empapada, mis flujos vaginales manchaban ya mi tanga y se escurrían por mis muslos.
La masajista apretando con fuerza mis pechos aprovechaba mi pasividad para comerme los pezones. Volvió a girarme y su lengua bajó por mi vientre hasta llegar a la altura de mi tanga, con mucha brusquedad sus manos agarraron la parte interna de mi muslos abriéndome de piernas.
Estas mojada como una perra dijo la masajista pasando su lengua por la parte del tanga que cubría mi coño. En ese miso instante gemí sin importarme que nadie nos oyese. Lidia me arrancó el tanga, lo olió, lamió con glotonería y lo tiró fuera del probador, sin ninguna delicadeza introdujo dos de sus dedos en mi empapado coño.
¿Te gusta que te folle con los dedos verdad putita? dijo la masajista. Lidia me estaba proporcionando el mayor placer de mi vida, sus sabios dedos jugaban en mi pared vaginal para posteriormente presionar y pellizcar mi clítoris. Instintivamente puse una de mis piernas sobre un pequeño taburete, y me abrí todo lo que pude para que la masajista me penetrase con mayor facilidad,
Lidia sacó los dedos de mi coño y me los hizo lamer como solo saben hacerlo las perras.
La masajista me giró con brusquedad y poniéndome en pompa me propinó una tremenda nalgada que hizo que gimiese todavía más alto, separó mis nalgas y comenzó a lamer la raja de mi culo, su lengua penetró en mi pequeño orificio provocándome otra oleada de placer. En esa posición Lidia siguió masturbándome y con la otra mano, sin percatarme, introdujo uno de sus dedos en mi ano.
Dí un alarido cuando la mujer profanó mi culo, la masajista me penetraba vaginal y analmente mientras yo jadeaba, oleadas de un placer desconocido me invadían. Lidia aprovechándose de mi entrega total me daba ocasionalmente fuertes nalgadas a la vez que penetraba mi ano y mi coño llamándome putita, zorra y perra.
Notaba que estaba apunto de llegar el orgasmo, el placer era intenso, mis paredes vaginales se contraían y mi clítoris palpitaba consecuencia de las sabias caricias de Lidia, las contracciones y espasmos eran cada vez más frecuentes. En ese instante giré la cabeza, Hamed se estaba masturbando mientras contemplaba como Lidia me follaba, mi tanga azul envolvía una enorme verga muchísimo más grande que la de mi esposo.
Córrete maldita puta gritó Hamed, Lidia incrementó sus penetraciones y en ese instante exploté como una auténtica perra mientras jadeaba, sudaba y gemía de placer. Hamed también se corrió y cuatro o cinco trallazos de leche caliente salpicaron mi cara.
Estaba extenuada y en ese instante recuperé la cordura, a toda prisa me puse mi vestido de tirantes y dando un fuerte empujón al árabe salí a la calle dejando atrás a Lidia. Corrí todo lo que pude entre el gentío, ví un taxi y lo cogí a la carrera para volver al hotel.
Durante el trayecto me percaté que el viejo taxista no dejaba de observarme por el espejo retrovisor, debido a la cortedad de mi vestido tenía una perfecta visión de mis muslos y de mi sexo. Instintivamente cerré las piernas, mi coño y mis muslos estaban pegajosos. Otra puta le oí murmurar entre dientes al conductor.
Sus palabras no me ofendieron, todo lo contrario, me excitaron. Noté como mi coño volvía a mojarse y abriendo las piernas le dije al taxista: ¿Quiere que le haga un servicio?. El hombre abrió desmesuradamente los ojos, maldita puta te voy a romper el coño a pollazos contestó.
Condujo rápidamente hasta una arboleda, paró el coche y pasando al asiento trasero se abalanzo sobre mí. No intentó besarme, sus manos tiraron de los tirantes de mi vestido hasta sacarlo por mis piernas.
Maldita puta, es cierto que no llevas bragas gritó el hombre. Me arrancó el sujetador tirándolo al asiento delantero de su coche. Sus manos aprisionaron de forma violenta mis tetas haciéndome gemir de dolor, mordisqueó mis pezones con saña y furia llenándome de babas y saliva mientras me dedicaba todo tipo de improperios. Su barba de tres días irritaba mi delicada piel.
El taxista se bajó los pantalones y sentándose sacó su verga, no era especialmente grande, eso sí bastante más que la de Julián, pero gruesa, muy gruesa y oscura. Cómetela dijo el viejo guiando con fuerza mi cabeza hasta su polla. Me la introduje en la boca, su sabor era muy desagradable, a sudor y orín, lamí su glande y besé todo su mástil hasta los enormes huevos llenándolos de mi saliva.
Para zorra, dijo el hombre, no es en tu boca donde quiero correrme. De un fuerte empujón me tiró sobre el asiento, abrió sin ninguna delicadeza mis piernas y me penetro bruscamente. Era la primera vez que una verga que no era la de mi esposo profanaba mi sexo.
El taxista comenzó un mete saca brutal, me empalaba hasta lo más hondo de mi coño para sacarla a continuación y volver a penetrarme con más fuerza. Mis piernas se cerraron entorno a la cintura de aquel macho que tanto placer me estaba dando. Para ser una puta tienes el coño muy cerrado, noto como aprieta mi polla gritó el conductor.
Mis gemidos y jadeos de placer denotaban mi calentura y eso excitó más al hombre. El taxista agarró una de mis manos, maldita zorra llevas alianza, estas casada dijo incrementando el ritmo de su penetración.
Mi orgasmo estaba muy próximo, el flujo de mi coño empapaban la enorme verga de ese desconocido mojando a la vez la parte interna de mis muslos, el perineo y mi ano. Eres una perra insatisfecha, a las casadas como tú hay que darles su ración de verga diaria, seguro que tu esposo es un marica de mierda que no sabe darte lo que te mereces gritó el conductor. Al escuchar sus humillantes palabras mis piernas aprisionaron con más fuerza la cintura de ese desconocido, llegando a uno de los mayores orgasmos de mi vida mientras el taxista continuaba taladrándome.
Maldita zorra, te has corrido gritó sacando su gruesa polla de mi coño. Me sentí totalmente vacía. El taxista se sentó y dijo: móntame maldita perra, vas a ser tu misma quien te folle, quiero ver como se bambolean tus tetazas.
Me puse de espaldas al viejo, cogí con mi mano su verga y me dejé caer sobre ella. Me empaló hasta lo más íntimo de mi ser, sus peludos cojones chocaban contra mi entrepierna y en cada una de las embestidas se oía el chof, chof de su verga dentro de mi dilatado coño. Me agarré a los reposacabezas delanteras del coche, mientras el taxista con sus enormes manos sobaba y magreaba a placer mis senos tirando con mucha fuerza de mis pezones.
Puerca asquerosa, soy yo quien te está follando y no el hijo puta de tu marido gritó el desconocido. El taxista tiró con brusquedad de mi coleta y mi cara quedó a la altura de la suya, abrí la boca y me besó. Nuestras lenguas se entrelazaron obscenamente mezclándose nuestra saliva.
Me gustaría que te viese el cornudo de tu esposo, ¿Cómo se llama el cabrón de tu marido, como se llama el cornudo? preguntó el viejo con cara desencajada.
Julián grité con desesperación, Julián se llama el cornudo.
Julián voy a correrme dentro del coño de tu esposa, voy a preñar a esta perra gritó el taxista.
El hombre se arqueó y con un último golpe de cadera me penetró con una fuerza inusitada llegando hasta lo más profundo de mi útero. Muchos trallazos de leche descargaron dentro de mi vagina. Al sentir en mi intimidad el semen caliente de otro macho volví a correrme entre grandes espasmos, jadeos y gritos de placer, ordeñando a la vez los testículos de ese viejo desconocido para que vaciase su semilla dentro de mi intimidad.
Quedamos exhaustos, descabalgué y limpié con mi boca la gruesa verga que tanto placer me había proporcionado. Eres la mejor zorra a la que me haya follado en mi puta vida y además casada dijo el taxista, ofreciéndome un billete de cincuenta euros donde anotó su número de teléfono.
Necesitamos un buen rato para recuperarnos, bajé desnuda del coche y oriné a la vista del viejo sin que me importase. Vístete y con estas toallitas limpia el asiento de atrás me ordenó, maldita puta lo has puesto todo perdido, me quedo con tu sujetador como trofeo es una pena que no llevases bragas dijo el hombre.
Llegué al hotel, mi aspecto era horrible. Mi pelo desaliñado, llena de chupones e irritaciones en la cara y cuello, oliendo a hombre, sexo y sudor. Era bastante tarde, un matrimonio mayor cogido del brazo me miró con desaprobación mientras tomaba el ascensor. Miré mi móvil, ninguna llamada de mi esposo, y me dormí al instante.
Al día siguiente me levanté cansada, el sueño no fue reparador, aparecieron los remordimientos y rompí a llorar. Recordé que hoy era nuestro quinto aniversario de boda, llamé a Julián, necesitaba hablar. Como siempre estaba reunido y su secretaria no quiso pasarme con él ya que tenía instrucciones al respecto. Colgué el teléfono enojada, no podía continuar así, mis sentimientos eran contradictorios, en un par de días había tenido más experiencias que en cinco años de matrimonio y sentía como una nueva mujer nacía en mí, pero me debía a Julián.
Tomé la decisión de hacer las maletas y volver a Madrid junto a mi esposo. Me llevó bastante tiempo hacer el equipaje y comí en la habitación. Bajo ningún concepto quería coincidir con Rubén o Lidia.
Me quedé dormida hasta que un timbrazo me sobresaltó, consulté mi reloj, las siete de la tarde y abrí la puerta. Era uno de los botones del hotel, un regalo para Ud. dijo el chaval. Era un pequeño paquete sin nota alguna, envuelto en un gracioso papel de regalo con un lazo. Le dí una buena propina al chico que se fue muy contento.
Los remordimientos se apoderaron de mi nuevamente, Julián se había acordado de nuestro aniversario. Abrí la caja y me quedé totalmente descolocada, en su interior había un conjunto de lencería negra,- tanga y sujetador transparentes a juego-, idéntico al que me había probado delante de Rubén en el sex shop junto con un pequeño sobre. Mis manos temblorosas lo abrieron: Póntelo, te espero a las diez en esta discoteca, pregunta por mí. Firmado Rubén.
Me senté en la cama aturdida. No puedo ir pensé para mis adentros, un cúmulo de pensamientos pasaron por mi mente, por un lado mi esposo Julián, por otro, sabía perfectamente que si acudía a la cita acabaría en la cama de Rubén. Muy confundida y con la intención de aclarar mis ideas me duché.
Al salir del baño seguía mi lucha interna, mi teléfono sonó. Era Julián, había acabado su reunión, no hizo más que contarme cosas de su maldito trabajo y pedirme asesoramiento legal sobre una cláusula de un estúpido contrato, no me dejó hablar sobre lo que me ocurría y como me sentía, ni siquiera se acordó de nuestro aniversario. Colgó rápidamente ya que tenía una cena con un grupo de inversores dejándome con la palabra en la boca. No le conté que había preparado el equipaje.
Cené en la habitación, me tumbé en la cama y puse la televisión, no pude concentrarme en ningún programa. Cogí de mi mesilla la caja y la abrí. La lencería era preciosa, muy suave y sensual, las copas del sostén así como la parte delantera del tanga totalmente transparentes. Por un momento recordé como me miraba Rubén cuando me la probé en ese local y un escalofrió atravesó mi cuerpo.
Me desnudé delante del espejo y me probé el conjunto, me sentí muy sexi y deseable, así se visten las putas pensé para mis adentros. Abrí mis maletas esparciendo todos los vestidos encima de la cama y escogí el más insinuante que tenía, uno negro sin mangas de una sola pieza, muy entallado en la cintura con una falda muy corta, por encima de mis rodillas y con amplio vuelo. Me maquillé con parsimonia y salí rumbo a mi cita.
A las diez menos cinco estaba delante de la discoteca, en las puertas había muchísima gente, grupos de chicos y chicas veinteañeros. Me dirigí hacia la entrada del local, un corpulento guardia de seguridad, mirándome de arriba abajo, me pidió la entrada. Vengo de parte de Rubén dije en tono bajo. Las amigas de Rubén son bienvenidas contestó, y abriéndome la puerta accedí al local.
Estaba abarrotado y el ruido de la música era ensordecedor, busqué con la mirada a Rubén, no lo ví. Me encaminé hacia la barra atravesando la pista de baile, me absorbió el tumulto de gente, me empujaron, casi no podía moverme, en un par de ocasiones unas manos sobaron mis nalgas sin poder impedirlo, el ambiente era axfisiante. Un fuerte brazo asió mi cintura, salgamos de la pista dijo Rubén.
Llegamos a la barra, estás preciosa dijo Rubén, llegué a pensar que no vendrías y dirigiéndose a uno de los camareros pidió dos combinados especiales de la casa. Nos sentamos en unos butacones muy confortables y estuvimos hablando de cosas sin importancia mientras apurábamos nuestras consumiciones.
Pasado un rato, Rubén cogió mi mano, -su tacto era suave y cálido-, sacándome a la pista de baile. He de reconocer que Rubén era un consumado bailarín, supongo que por su trabajo en el hotel. Estuvimos un buen rato bailando, me sentía muy cómoda con él y realmente estaba disfrutando de la noche, se estaba portando como un verdadero caballero, sin ningún tipo de insinuación ni roce alguno.
Pusieron una canción len
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