Otra vez el Cielo en Mar
Fantasía que nunca ocurrió. Es la continuación de «El Cielo en Mar»..
Aclaración: Esta historia no la escribí yo, aunque esté relatada en primera persona. La recibí por correo de “Vago82” y pretende ser la continuación de otra ya publicada. La verdad, me gustó mucho, tanto como la primera parte, para la cual discutimos un poco de manera epistolar sobre el desarrollo para hacerla creíble. Ésta parte, como la anterior, es sólo una fantasía que nunca ocurrió.
Estaba haciendo el aseo de la casa y tocaron a la puerta de mi casa. Pensé que sería algún vendedor y atisbé por la mirilla. ¡No podía creerlo! Era el ingeniero que una vez llevó a mi marido muy borracho a la casa. (Esa historia ya está contada en El Cielo en Mar.) Habían pasado más de cinco años en que nos conocimos, ¡y lo hicimos muy bien!, aunque aquella vez no le pregunté su nombre…
Abrí de inmediato la puerta y le pedí que pasara. Pensaba recriminarle del porqué de su silencio en tanto tiempo, ya que al darle mi número telefónico esperé con ansias su llamada para volver a sentir su fuego, pero mi pasión por él se fue extinguiendo poco a poco. Al cerrar la puerta, él me tomó la mano y me besó galantemente en el dorso. Me pidió un vaso de agua y fui a la cocina para servirlo, pero él me siguió. Antes de que extendiera mi mano hacia el trastero, sentí su mano levantando mi cabello, después sus labios en mi nuca. Ya no tomé el vaso. ¡Empecé a arder en mis deseos!
Me volteé y le ofrecí mis labios. El abrazo se hizo ardiente y nuestras lenguas buscaron anudarse. Mis manos aflojaron su cinturón y metí una para acariciar su turgencia, mi pulgar distribuyó su presemen en su glande. Sus manos bajaron a mis nalgas, entraron bajo mi falda y recorrieron mi carne, sentí sus dedos acariciando los vellos de mi panocha y uno viajaba desde el pubis, luego recorría mi clítoris hasta llegar a mi cueva que destilaba jugo de pasión. Viajó intermitentemente haciendo una y otra vez el recorrido.
Con mi mano libre ayudé a que mis calzones cayeran y con la otra jalé firmemente el tronco una y otra vez mojándomela con sus ganas de amar. Me cargó y me llevó a mi cama, esa misma donde mi marido y yo nos amamos todos los días y donde él fue invitado una vez por mi marido borracho, al final de una farra, para ver cómo le mamaba la verga su esposa.
Después de que me dio ese beso apasionado en la cocina, sólo queríamos cogernos. Me depositó en la cama y se quitó la ropa de la parte inferior. Nos lanzábamos miradas anhelantes. Cuando él ya estaba sin las estorbosas prendas y su pene erguido y brillante por el líquido que mi mano le había distribuído, le sonreí con coquetería levantándome la falda y abrí las piernas para que él también gozara con el brillo de mi raja que pedía a gritos que me penetrara.
Me cubrió besándome y metiendo sus manos para atrapar mis chiches y tener un suave punto de apoyo para su movimiento. Nuestras bocas se separaron para, simultáneamente, lanzar ambas un quejido de amor donde él me regaba el interior con su semen y yo empecé con un tren de orgasmos que poco a poco los quejidos subieron de tono hasta hacerme gritar. Ni con mi marido en los mejores tiempos había sentido esto.
Descansamos, él sobre de mí y yo acariciando su pene con las contracciones de mi vagina. Dejó mis tetas y bajó a lamer y deglutir el atole que hicimos. ¡Yo me sentía en el cielo!, y es que esto no me hace mi esposo y ahora lo gozaba en nuestra cama matrimonial gracias a este señor de quien no conocía su nombre, sólo que se refirió a él como «el ingeniero» cuando una vez lo invitó mi marido a tomar en mi casa.
En eso estábamos y se escuchó el pestillo de la puerta de entrada. Me levanté rápido, bajándome la falda, y salí de la recámara cerrando la puerta. Vi que mi hija entraba a la casa.
–¿Qué pasó?, deberías estar en la escuela –le pregunté extrañada de verla.
–Se me olvidó una tarea que debo entregar después del descanso. Pedí permiso a la directora para venir por ella –dijo tomando un folder del cajón de un mueble–. Anoche se me olvidó meterla entre mis cosas –concluyó yendo hacia la cocina.
Tomó un vaso y se sirvió agua. Al terminar lo puso en el fregadero y descubrió mis calzones en el piso.
–¿Y esto? ¿Qué hace aquí? –preguntó levantándolos.
–Se han de haber caído cuando llevé la ropa sucia a la lavadora –contesté tomándolos sin darle mayor importancia.
–Bueno, me voy –dijo y se retiró–. ¡Tanta prisa que hasta dejé la puerta abierta! –exclamó cuando jaló la hoja de la manija que yo había recordado que sí cerró.
Aún con la pantaleta en la mano, la cual sentí mojada por obvias razones, cerré la puerta y me dirigí hacia la recámara que tenía la puerta abierta. Al entrar, me percaté de que “el ingeniero” ya no estaba. ¡Qué rica cogida me dio, y seguí sin saber su nombre…!
No entendí la primera parte… y no sé que tiene que ver esta segunda con la primera… ¿ya las revisaste?
Hola, Filosofo
En la primera versión de SST, uno de los autores era Vago82, quien ha de tener actualmente 55 o más años. En aquel entonces se podían enviar Mensajes Privados para no tener que escribirlos en los comentarios (donde, como ahora, los miraban todos). A través de ese medio, nos comunicamos varias personas para saber un poco más de nosotros y, quedar para hacer algo mejor, sobre todo si éramos del mismo país o ciudad.
Un día, Vago82 me dijo que escribió una fantasía dedicada a mí y me la envió antes de publicarla. Le dije que le faltaba una introducción que la hiciera creíble para terminar nosotros haciendo sexo en mi casa y con mi marido dormido, y me propuso varias. Una de ellas la fue afinando conforme le mencionaba los yerros, hasta que quedó lista y la publicó (El Cielo en Mar, que dices que ya leíste)
Después cerraron SST (nos avisaron un mes antes) y alcanzamos a intercambiar correos, pero después algunos años volví a tener noticias de él y me dijo que escribiría otra fantasía conmigo, la cual es ésta y la recibí esta semana. Le pregunté si la publicaría y me dijo que la publicara yo pues él no está inscrito ahora. Así que la publiqué, con la aclaración de que ambas son ficticias.
¿Qué es lo que no entiendes?
¿Te imaginas una situación así? Sólo porque no sabe dónde vives, si no, Vago82 ya te habría dado servicio a domicilio varias veces, ¡ja, ja, ja…!
No estoy tan segura de que él no sepa dónde vivo… Nunca le he dicho dónde, pero ya sabes, no es difícil saber desde dónde se está transmitiendo. Menos con el celular.
¿Cómo sabes que fue Vago82 y no otro quien te envió esto?
En el primer relato, ¿coinciden algunas cosas (el camellón, acudes al tianguis) con lo que él platica? Sí, todos sabemos que tu marido es borracho; trabaja como capataz, o algo así, en la construcción; algo machín; que no te chupaba la panocha y otras cosas que conocemos, pero ¿hay algo que él dice en ambos relatos y que no hayas mencionado? Lo de la mirilla en la puerta es más o menos común, por ejemplo (¿sí la tienes?).
Lo que sí se ve es que está como muchos de nosotros: te trae ganas.
Pues porque me avisó por correo que lo tenía. Sé su correo, así como sé el tuyo. Le he mandado fotos al igual que a ti. Sí, sabe muchas cosas, pero no sé si alguna vez le conté algo, por ejemplo lo del camellón de la avenida que da a mi casa. Quizá sólo le mencioné que esta avenida es muy grande y lo dedujo. Lo de la mirilla en la puerta no se lo dije, pero eso no es raro.
Sí, quiere conmigo y lo ha dicho, igual que tú y muchos otros.
Ya te salió un admirador y hasta te canta cómo te lo va a hacer. No sé cómo sea, pero quizá tu sí lo conoces porque te carteas e intercambias fotos, además de las que publicas en un foro de intercambios. Dime una cosa, bueno dos: ¿sabes cómo es físicamente, sea en persona o en fotos?; si tienes oportunidad, ¿te lo tiras?
Sí, sé cómo es y tengo fotos de él, sé de qué tamaño calza porque también de allí me ha mandado fotos (en reposo y listo para la acción). No sé si me lo tiraría, no puedo estar atendiendo todas las peticiones, aunque hay unas que me dejan babeando (ya sabes de dónde), pero las que más me emocionan son las que incluyen fantasías conmigo, como las que hace Vago82.
Sí, las fantasías de Vago82 están bien armadas, hacen babear, sobre todo cuando una es la protagonista. Pero es indiscreto. (¿Acaso necesitas publicidad? ¿Te parecería que él anduviera diciendo «Ya me cogí a Mar».) En cambio, la discreción de tu amante es admirable.