Perla y Dany parte 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Eran las 6 de la tarde de un sábado cualquiera y ya no aguantaba la erección, desde que desperté en la mañana hasta esa hora mis ganas de coger y sacar toda la leche me tenían inquieto y desesperado.
Mi mujer tenía amenaza de aborto y llevaba más de dos meses sin poder hacerlo con ella.
Sentía que el masturbarme ya no me satisfacía.
Sólo me permitía mamarle los hermosos pechos y lanzarle la leche encima de ellos masturbandome.
Cabe mencionar que debido al embarazo sus pechos habían aumentado algunas tallas y lucía más delicioso y apetecible que antes.
Los devoraba como desesperado.
Pero necesitaba más ya que al día siguiente me sentía igual de caliente.
Tenía que cogerme a alguien pero no quería engañarla.
No podía dormir de lo caliente que andaba a diario.
Y si lo conseguía me soñaba cogiendo con hermosas diosas de tetas enormes y vaginas deseosas de recibirme.
Pero despertaba a media noche sudando y más desesperado y excitado que nunca.
Me conformaba con lanzarme a los pechos de mi mujer y mamarlos como loco mientras me masturbaba para descansar.
Añoraba esos días en los que me la cogía por todos los rincones de la casa.
Los sábados no trabajaba y no podía seguir ahí encerrado en la casa con esa inquietud, tenía que relajarme.
Me puse ropa deportiva y tenis para salir a caminar al río a 3 km de la casa.
Hacia meses que no iba y ese sábado era perfecto para adentrarme en esa vegetación.
Sólo llevaba mi tel para escuchar música y así poder relajarme.
Eran entre 6 y las 7 de la tarde, en esos meses los días son más cortos y oscurece antes de las 7.
Así que era perfecto para caminar y no encontrar gente por ahí.
Me gustaba estar sólo y si se daba oportunidad me masturbaba para calmar mi tensión en ese lugar tranquilo y sólo.
Llegando al lugar pude notar que gracias a las lluvia había más arbustos crecidos que cubrían perfecto ambos lados del río y los árboles estaban más llenos de hojas que la última ve vez que lo visité.
Respiré ese aire fresco que siempre me recibe y bajé al cause del río que llevaba algo de agua, ese sonido realmente me relaja.
Comencé a caminar río arriba del lado donde hay pocas casas, más campo verde y rara vez encontraba gente.
Sobretodo a esa hora.
Pero a lo lejos escuché un grupo de niños y niñas jugando.
Me subí un poco entre los arbustos y los pude ver algo alejados de mi jugando con una pelota.
Sus edades oscilaban entre los 9 y 12 calculé.
Así que sin darles importancia seguí en mi plan de relajarme y me senté ahí entre los arbustos, saqué mi teléfono, y entré a internet para ver xtube.
Necesitaba descargar toda la leche y unos videos de ese sitio me ayudarían a vaciarme totalmente.
Faltaban como 10 min para que oscureciera.
Estaba viendo un video de una jovencita siendo penetrada por su tio.
Claramente era un video casero.
Cosa que me puso a mil.
Su tierna conchita siendo penetrada por un obeso pero dotado tio maduro me tenía ya con la leche casi para brotar.
Mi mano acariciaba lento pero firme mi verga que ya había sacado por encima de mi ropa.
La tenía dura y babeante, sedienta de acción.
Sentía que en cualquier momento lanzaría chorros de leche al aire, mientras esa joven cabalgaba al tio metiendose sola esa oscura barra de carne.
Y el tio obeso disfrutaba acostado de espaldas sobre un sillón viejo con su sobrina sobre él y masajeando sus pechos mientras ella no deja de cabalgar y saltar de encima de él ensartando todo su pedazo negro de carne.
Justo estaba en trance imaginando que era yo quien de la cogía cuando de pronto escucho unos pasos.
Alguien se acercaba corriendo.
Apagué el tel para que no me delatara su luz o el sonido del video.
De mala gana guardé me verga apuntando hacia arriba por que debido a que la tenía parada a todo, no cabía bien dentro de la ropa.
La detuve hacia arriba sostenida por el resorte del short deportivo.
Me salía más de la cabeza pero la playera cubría bien.
Maldita suerte pensé quedándome quieto y escondido en ese arbusto.
Y esperando que quien sea que fuera se alejara pronto y me dejara continuar.
Mi sorpresa fue mayor cuando lo que apareció ante mis hijos era una niña de no mayor de 12, era del grupo de chamacos que jugaban por ahí.
Justo se alejaba de ellos para bajar al río a hacer pipí.
Deteniéndose justo a sólo un metro de distancia de mi, sólo que hacia arriba.
Yo abajo entre los arbustos escondido, ella no podía verme.
Justo ahí ella volteo hacia atrás y notando que ya no la veían levantó su faldita, bajó su calzoncito blanco y se sentó en cuclillas a hacer pipí.
Mis ojos no podían creer lo que veía.
Si mi erección se había bajado al escuchar que se acercaba, pero con esa visión cobró vida en un segundo y luchaba por ser liberada de ese resorte que la detenía.
El chorro de pipí era abundante y aun que ya estaba casi oscuro podía apreciar su hermosa vagina virgen sin bello, rosadita y terriblemente antojable.
Se contraía al liberar esa orina cálida que casi salpicó mi frente al salir disparada.
Un río de ese manjar corrió río abajo donde estaba justo mi barbilla.
Lo pude oler y moría por beberlo y saborear lo que esa rica conchita liberaba ante mi.
Mi corazón latía a mil por hora, la niña ni se percataba que justo a un metro de distancia estaba yo observando toda su hermosa y virginal vaginita.
A lo lejos se escuchaba que las risas de sus amigos o vecinos se iban alejando.
Ella apresuró a sacar un papel para secarse.
Pero justo al querer hacerlo se resbala hacia atrás y cae sentada levantando las piernas dejándome ver más de su belleza.
No lo pensé dos veces y aún que mi corazón salía de tanto miedo salté de ese arbusto sobre ella.
Me coloqué con la cara entre sus piernas, sin importar caer de pecho sobre su río cálido de pipí que acababa de liberar.
Con la mano izquierda rápidamente tapé su boca y con la derecha puse toda mi fuerza en su estómago para no dejarla mover ni gritar aún que si lo hacia el ruido del agua haría que se perdiera río abajo, pero no me podía arriesgar.
Mi boca se apoderó de inmediato de ese manjar nuevo e intocable.
Ella se asustó horrible al sentir mi boca en su linda vaginita.
Y trataba de gritar y patalear para soltarse, pero la tenía completamente inmóvil.
Mientras mi boca ya succionaba y lamía esa delicia entre sus muslos limpiando todo residuo de su delicioso orín.
Me sentía como gato lamiendo a su presa antes de comerla.
Sólo que ella no dejaba de moverse, me dificultaba la operación pero mi lengua y mis deseos eran más que las fuerzas de ella.
Su sabor y olor eran deliciosos, era ya de una mujer.
Su conchita liberaba ese sabor que todos conocemos perfectamente y nos enloquece.
No me imaginaba como es que yo saldría vivo de todo eso, era una locura y lo sabía.
Pero no quería dejar de saborear todo eso.
Estaba loco, excitado a morir y asustado tanto o más que ella.
Mi verga ya no podía más, la sentía lubricada a chorros queriendo escapar de su prisión.
Los gemidos de lucha de ella me excitaban más.
No dejaba de mover sus pies para liberarse.
Sus zapatos me estaba lastimando demasiado los hombros.
Pero mi boca no dejaba de lamer como desesperado.
Mi lengua trataba de entrar en esa cálida y húmeda cabidad pero era imposible con tanto movimiento.
Además sentía que me ahogaba por que su falda se bajó y no podía respirar pero tampoco quería dejar de saborear esa deliciosa cocha lampiña.
Su postura era además incómoda tanto como la mía.
Sus rodillas estaban a la altura de su cara, con una de mis manos en su boca y mi brazo sobre se estómago ejerciendo demasiada fuerza para no dejarla escapar.
Pude notar que su diminuto clítoris se empezaba a abultar y eso me emocionó aún más.
Se estaba excitado pensé.
Saqué mi cara un poco para agarrar aire y sólo con la lengua me posé sobre ese hermoso y diminuto miembro femenino para saborearlo más y ver su reacción.
El sabor era delicioso y ya muy conocido.
Lamía como perro sediento endureciendolo y haciéndola que dejara de moverse.
O al menos sus movimientos empezaron a ser diferentes.
Pude notar que al pasar los minutos su cuerpo se empezaba a soltar y sus piernas se empezaban a relajar.
Eso me puso como loco aun más y me dio más confianza.
Ya que lo estaba disfrutando al fin.
Así volví a mi faena de succionar toda su conchita.
Sus gemidos ya no eran de lucha sino de placer, claramente lo estaba disfrutando.
Así que tomé el riesgo y le dije: -Bellaza no voy a hacerte daño, voy a quitar la mano de tu boca pero no grites por favor ¿me lo prometes?, a lo que ella asintió con la cabeza.
Lentamente retiré mi mano izquierda de su boca y respiré tranquilo por que ella no gritó, eso me alivió.
Le dije: -Gracias mi niña no te haré ningún daño lo juro, sólo jugáremos un rato y te dejaré ir, lo prometo.
Ella con su con su voz tierna y excitada sólo dijo; -Si señor está bien.
Ya con más confianza retiré mi brazo de su estómago y levantando sus piernas le quité su calzoncito blanco y lo guardé en la bolsa de mi short deportivo.
Así con sus piernas le levantadas y sin calzones entonces si pude tener toda su conchita a mi disposición y sin forcejeos.
Con mis dos manos abrí un poco sus bellas piernas y su almejita se abrió ante mi invitándome a ser devorada.
Cosa que volví a hacer pero ahora con todo su permiso.
Mi lengua hábil y decidida ya podía entrar en ese virginal hueco gracia a la postura en que la tenía y además ella cooperaba abriendo más sus muslos.
Mi lengua entraba muy poco pero el sabor y la sensación era indescriptible.
Sus gemidos ya eran de gozo, sus manos las llevó a mi cabeza y me jalaba más había ella para sentir toda mi barba entre sus piernas.
Mientras levantaba su pelvis para ofrecerme más de su delicia infantil.
Temblaba, gemía, gozaba y pedía más y más.
-Así asiiiiiii sólo decía eso aaaaaah.
La tenía totalmente a mi disposición y no lo podía creer.
Una belleza virgen para mi sólo en esos días que más me hacia falta.
Gozábamos los dos, yo como sí fuera mi primer vez y ella como si ya lo hubiera vivido antes.
Gemía y me pedía que no parara, me volvía más loco escucharla pedirme mas y más.
Empezó a temblar y a soltar sus ricos jugos llenando toda mi cara y mi barba de esa delicia y yo como loco empecé a meter mi lengua en su huequito sin pausa y causándole sus primeros orgasmos.
Lamía y lamía sin parar, mi lengua se sentía dormida pero nunca cansada, deseaba más de esa lisa y lampiña conchita húmeda pero yo ya no aguantaba más, quería penetrarla, no podía esperar más.
Era tarde y podían venir por ella a buscarla.
Succioné sus jugos por última vez, le lami hasta dejarla más lubricada y mojada que yo.
Salí de entré sus piernas.
Quedé hincado frente a ella, y le pregunté sí quería ir al siguiente paso.
Le dije que yo quería gozar como ella, que si me ayudaba.
Ella me dijo que si sólo con la cabeza.
–Sólo te va a doler un poco al principio pero por favor no grites y aguanta le dije.
Sólo volvió a mover su cabeza diciendo que sí mientras su cara se notaba claramente excitada y fuera de este mundo, estaba a mi disposición y deseosa de hacer más cosas nuevas conmigo.
Le dije que me abrazara con sus manos alrededor del cuello, lo hizo enseguida colgandose de mi cuello, yo puse sus piernas abiertas al rededor de mi cintura quedando ella sobre mi duro pene aún encerrado y con ganas de salir.
Pasé mis manos por debajo de sus piernas y entrelasandolas justo es su espalda baja para levantarla y ponerme de pie.
La tenía muy bien sujetada sobre mi y a mi merced.
Me subí un poco hacia la los árboles para poder ver si alguien se acercaba y así cargada como la tenía la recargué a un árbol.
No había nadie a kilómetros, la tenía toda para mi.
Al recargarla en el árbol y sin bajarla Como pude con una mano liberé a la bestia de mi short deportivo que estaba a punto de estallar.
Bajé el resorte de mi short deportivo hasta abajo de los huevos para que me dejara mover sin dificultad.
Ella seguía con sus manos en mi cuello y su cara en mi hombro derecho respirando agitada.
-Estas lista?, le pregunté.
Ella contestó un SI firme y excitada, como pidiéndolo.
Así como la tenía recargada en el árbol y cargada sólo la fui dejando bajar hacia mi gruesa verga que apuntaba hacia arriba, rígida inmensamente lubricada y deseosa de estrenar esa virginal vagina apretada.
Sentí claramente cuando la cabeza gorda de mi verga tocó sus bellas nalguitas, con mi mano derecha la tomé y pude notar lo mojada que la tenía, tanto como cuando era adolescente, guíe mi gruesa y experimentada verga a su mojada conchita.
Ella dió un pequeño salto al sentir la cabeza dura como piedra y caliente como carbón dispuesta a entrar y haciendo presión.
La fui dejando bajar con todo su peso sobre mi verga que ya apuntaba directo a su entrada haciendo presión con su gorda y roja cabeza más dura que una roca.
Tan mojada estaba ella y tan lubricado estaba yo que la cabeza entró de inmediato provocando un bello grito de ella.
Cosa que me me espantó y sin sacársela la besé en la boca y ella me correspondió de inmediato.
Estaba muy cerrada.
Aún que entró sólo la cabeza sentía que no podía seguir.
Ella sufría y lo sentía en sus contracciones, pero era tarde para retroceder.
Así como la tenía y con su propio peso la fui dejando bajar más y podía sentir claramente como mi grueso pedazo de carne se iba abriendo pasó en esa apretada, caliente y húmeda cabidad.
Entraba lento pero sin parar gracias a la humedad de ambos.
Ella contraía y ahorcaba mi palo de una manera hermosa que si no me controlaba me haría tronar en ese momento y me vendría a chorros.
Así que tenía que controlarme.
El tope llegó rápido, mi verga no iba ni a la mitad de su vaginita y ahí estaba ya mi gruesa cabeza tocando la entrada de ese preciado regalo, esa delgada capa que nos vuelve locos y que cada vez es más difícil conseguir.
Su virginidad estaba siendo amenazada por mi babeante cabeza dura.
Ella al sentir la presión dentro me mordía la boca.
Le dolía y era claro.
Sentía claramente mi palo invadir su cabidad y mi cabeza tratando de forzar la puerta más deseada por los hombres.
Sólo un empujón más y esa membrana sería mía, casi podía venirme al sentir esa presión que me causaba su interior y al saber que estaba justo tocando su linda telita frágil femenina.
Mis labios me ardían por tanto beso y sus mordidas de dolor que seguro sentía.
Acompañados de excitación y miedo.
Pero ya debía seguir, ¿quien puede parar ante este regalo tan difícil de encontrar?
-Voy a dar un último empujón, por favor aguanta, es lo último y pasara rápido, por favor aguanta mi princesa.
Ella sólo dijo si y me volvió a besar.
Yo sentía claramente su interior muy pequeño abrazando mi trozo de carne, era el momento de empujar.
La besé para que no gritara y di el golpe final empujando hacia arriba mi pelvis metiendo de un sólo empujón mi sedienta verga hasta el fondo provocando un fuerte gemido de ella y un terrible ardor para mi, ya que estaba tan apretada que me jaló el cuerito hacia abajo muy fuerte, ya que no estoy circuncidado.
sentí claramente que me sangré también.
Sentí un desgarre en mi cuerito que me ardía horrible.
Así que el gemido fue largo, fuerte y de parte de los dos pero sin despegar nuestras bocas.
De esa manera se ahogaron nuestros gemidos entre los labios de ambos.
Me quedé quiero un par de minutos esperando que ella se acostumbrara a tenerme todo dentro y yo a que el dolor me pasara.
Bajé mi vista y comprobé que toda mi gruesa verga estaba dentro de esa criatura.
Mi bello púbico se mojaba por sus líquidos que había soltado minutos antes.
El saberme totalmente dentro de ella me excitaba de sobremanera.
Ella temblaba encima mío como de dolor pero a la vez placer.
Ya no esperé más y empecé la faena.
Lo fui sacando un poco para volverlo a meter.
Estaba tan apretado que volvía a forzar la entrada.
Nunca en mi vida había sentido esa presión.
Es indescriptible como ese hueco húmedo tragaba y apretaba todo mi tronco en cada metida y sacada.
Tan apretado estaba que temía que no duraría mucho, así que primero empecé lento para no terminar tan rápido y para que ella empezara a acostumbrarse.
Pero era imposible, quería darle con todas mis fuerzas y poco a poco fui subiendo la velocidad.
Poco a poco sus músculos internos se fueron relajando y dejaban entrar más fácil mi verga.
Sus jugos interiores y mi continua lubricación facilitaban mejor el acto.
Ya no podía detenerme.
Mi verga casi salía toda y entraba de golpe haciéndola gritar.
Ya no me preocupaba que lo hiciera, estaba tan caliente que sus gritos me ponían más loco, le daba lo más fuerte que podía, los ruidos de su cuerpo chocando con el mío cada vez eran más sonoros y rápidos.
Sentía que mi eyaculacion estaba cerca, no quería pero ahí estaba.
Respiraba profundo para controlar la eyaculación y poder durar más.
No podía terminar tan rápido.
Controlaba unos minutos y volvía a ensartarla con toda mi fuerza visitando su cabidad con esa verga incansable y con experiencia.
Sus gemidos ya eran fuertes y sus gritos venían acompados de un -maaaaas maaaaaas asiiiii aaaaaaaaah siiiiiii maaaaaaas!.
Ya no podía más.
Tenía que terminar.
Mi cabeza la sentía estallar.
Y no sólo la de abajo.
Mis cienes me latina de tanta excitación y ganas de explotar.
Se la saqué, La bajé rápidamente poniéndola de pie.
La puse de espalda hacia mi recargada en el árbol.
Le levanté su faldita, que hermosas nalguitas tenía, ya habrá oportunidad de disfrutarlas también.
Pero hoy no había tiempo pensé.
Agarré mi verga de nuevo y apuntando directo a su vagina se la metí de golpe de nuevo.
Sus gritos más me excitaban, ya era hora de terminar.
Con mi dedos empecé a masturbarla de su clítoris.
Veía mi vergota entrar y salir de ella y no podía creer que todo eso entrara en algo tan pequeño.
Me la cogía con fuerza sujetado sus caderas hacia a mi.
Su cuerpo pequeño era empujado por mi fuerza pélvica tan velozmente y con tanta fuerza que con cada embestida sus pies se elevaban de la tierra unos 30 cms.
La tenía enganchada totalmente a mi y con cada metida sus gemidos se escuchaban más fuerte y de placer.
Mi velocidad entrado y saliendo era tanta que me ardía más la herida que me hizo su estrechez pero no podía parar.
Podía irse mi vida cogiendo así con esa pequeña y no me importaba.
Estaba disfrutando tanto o más que cuando perdí mi virginidad siendo un niño.
Esa visión de ver como mi gruesa verga entraba y salía de esa pequeña nena me iba a hacer terminar antes de tiempo y no me importó.
Ese pequeño cuerpo siendo poseído por mi era como un sueño.
Sus músculos interiores no paraban de apretar y estrangular todo lo largo de mi duro pene, no podía más, empecé a sentir erizado mi cuello, mi cabello, mi cabeza.
Y esa electricidad que avisa el momento de la gloria.
Lo sentía cerca, me vendría en pocos segundos y lo sentía a pesar de no querer.
Aumenté la velocidad y sin importar grité como toro en celo lanzando chorros y chorros de leche dentro de ella.
Sentía claramente sus contracciones apoderarse de mi palo mientras yo lanzaba cada chorro.
Ella lo sentía y justo se venía otra vez temblando mientras mi verga lanzaba los últimos chorros de leche en su ya no más virginal interior.
Gemí, gemí y ella también lo hacia mientras temblaba de placer.
Nuestras respiraciones se iban relajando y yo aún seguía dentro de ella empujando lento y sintiendo como sus líquidos y los míos salían de su conchita escurriendole entre sus piernas y pos mis huevos.
Aún recargada en ese árbol se recargó de espalda hacia mi pecho sin sacarse mi verga.
Yo la abracé acariciando sus pequeños y casi invisibles pechos que días después disfrutaría disfrutaría también.
Vi el reloj.
Eran las 8.
Sólo pasó una hora.
Me pareció más tiempo el que habíamos pasado.
Pero para ella si era tarde.
Con mi verga aún parada se la saqué.
Me quité la playera llena de orín de ella y primero la limpié a ella, mi leche aún salía de su vagina mezclada con sangre.
Me agaché a lamerle y ayudar a limpiar con mi lengua.
Enseguida me limpie yo y pude notar mi herida.
Me trocé casi un cm el cuerito abajo del glande.
Y mientras me acomodaba la ropa le pregunté que si ya menstruaba.
Ya que su olor a mujer y sus jugos eran propios de una mujer desarrollada a pesar de verse tan pequeña.
Me dijo que tenía 11 y que en un mes cumpliría 12.
Su nombre al fin lo supe.
Perla y si, era una mujer ya.
Pues llevaba dos meses de menstruación y gracias a mi ya no era virgen y mi esperma estaba muy dentro de ella.
Así que eso me preocupó.
Le dije que teníamos que ir a la farmacia.
Me puse la camisa al revez y llena de nuestros olores.
Caminamos en sentido contrario al de sus amigos.
La dejé esperando en una gasolinera y compre en una farmacia cercana una pastilla para evitar embarazo.
Se la entregue y le expliqué a que hora debía tomarla al día siguiente y le pedí que no dijera a nadie.
Ella lo prometio y lo hizo con un largo beso en mi boca a una cuadra algo sola y oscura de donde me dijo que vivía su primo Dany.
Él sería su cuartada para evitar un regaño.
Le prometí ir a buscarla al mismo lugar en esos días.
Cosa que no pensaba hacer realmente.
Después de eyacular vuelve a uno la cordura y sabemos que hicimos mal que fue una locura y que nunca más lo haría de nuevo, o eso creía.
Pero cuando a uno se le para la verga en esos días sin coger siempre perdemos la cabeza por unas nalgas y caemos en tentación.
Y como dicen; el asesino siempre regresa al lugar del crimen.
Continuará.
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