Quisiera ver cómo te hace el amor otro (3)
Cómo nos pusimos de acuerdo para que mi amante se volviera cornudo con la venia de mi marido..
Después de que cogimos rico, mientras yo jugaba con los huevos de mi amante y le limpiaba muy bien la verga con mi lengua, para que su mujer no notara que le era infiel, me comunicó lo que iba inventando para contarle a su esposa sobre lo que supuestamente habría hablado con mi marido. Sobre la marcha, entre mamada y mamada, yo le ajustaba algunos detalles para acordar entre los dos, la versión que luego le contaría a mi esposo sobre ese supuesto encuentro entre ellos.
Al legar Mario a su casa, su esposa Laura lo abordó creyendo que había estado con mi esposo Miguel.
–¿Te disculpaste con tu amigo Miguel por lo de ayer?
–Sí, pero primero tuve que dejarlo que tomara un poco, sin llegar a emborracharse y estuviera más receptivo a lo que seguía.
–¿No acostumbra a tomar? –preguntó extrañada.
–Sí toma, pero solamente vino, tinto o blanco, nunca ron, brandy u otros licores –precisó sabiendo eso que le conté de mi esposo–, con lo demás se emborracha fácilmente, por eso lo evade.
–Borracho fino, toma vino –dijo ella extendiendo una sonrisa, pues eso coincide con sus gustos–. Pero, ¿cuál fue tu disculpa? –insistió.
–Ya estábamos algo alegres y le dije “Con respecto a mi reclamo de ayer y tu respuesta, quiero confesarte que sí acaricié a mi esposa para ver si se te antojaba, pero me arrepentí cuando cerraste los ojos y te apartaste. Pero después, cuando mencionaste lo de tu esposa, me di cuenta que seguramente ella te ha de haber contado que nos encanta verla. Particularmente a mí cuando ella camina con prisa y trae alguna blusa escotada, ¡se ve hermosa! y te confieso que me excito”. Miguel sonrió y asintió varias veces con la cabeza, viendo hacia su vaso con bebida y tomó un largo trago antes de contestarme: “Estamos a mano, en ese momento yo estaba viéndole el trasero tan lindo a tu mujer y se me empezó a parar, por eso me retiré, para no importunarlos cuando me imaginé, en mis ganas, que tu mano era la mía”. Se enrojeció su rostro al decirme eso y tomó otro trago. “No te preocupes, ya es asunto pasado. Es natural, eso pasa al ver a una mujer bonita y buenota”, dijo y apuró el contenido de su vaso.
–Así que se le paró a Miguelito… –dijo Laura con una sonrisa de satisfacción
–Eso dijo. Aproveché para pedir la siguiente ronda. “No, ya fue suficiente”, le dijo al cantinero. Yo insistí, “Sí, porque aún te quiero mostrar algo”, le dije y le tomé el celular para argumentar lo siguiente: “Impresionaste a mi mujer. A veces jugamos a que se la coge otro, un exnovio o algún primo, ¡ya sabes!, lo que hace elevar el nivel de calentamiento de ambos. Pero hoy en la mañana, se puso así”, y le mostré la foto que te tomé en la mañana
–¡Oh, fuiste capaz…! –dijo Laura asombrándose de mi osadía cuando también se la mostré a ella –¿Qué hizo Miguel? –preguntó tapándose la boca.
–Nada, sólo veía embelesado tu culo, pero cuando le comenté lo que me dijiste, “Cógeme como si fueras Miguel”, él empinó el contenido de todo el vaso. “¿Y le gustó imaginarlo?”, me preguntó ansioso. En ese momento el cantinero tomó su vaso vacío y le preguntó si le servía otro trago a lo que él contestó “No, gracias, quiero un café exprés doble”. “¡Claro que le gustó!, se movió como pocas veces y me ordeñó lo que no había hecho en toda la noche”, contesté y le mostré la otra foto, donde te la estoy sacando llena de lefa.
–¡Dios mío, a qué hora tomaste las fotos! –exclamó Laura– ¡Además le contaste lo que dije cuando te ofrecí la grupa…oh! –gritó Laura como actriz dramática, poniéndose una mano en la frente–. ¿Y qué más pasó? –me interpeló vehementemente mi esposa.
–Como aún no le habían traído su café, se tomó parte de lo que quedaba de mi trago, eso paso. Pero no quedó ahí el asunto, le inventé que mientras yo te cogía, y te revoloteabas en mi falo, decías “Qué vergota traes, Miguel, ¿será porque te gusto o porque estás viendo cómo se zangolotea el pecho de tu esposa ante los embates de mi marido” –Laura tenía la boca abierta por el asombro–. Y Miguel vació mi copa por completo. Por otra parte, las fotos fueron porque, ¿recuerdas?, yo traía el teléfono en la mano para hablarle a Miguel.
–Si antes él te había perdonado por el calentamiento, ahora sí se habrá molestado cuando le sugeriste que yo dije que tú te estabas cogiendo a Gloria y nosotros mirábamos –aseguró Laura.
–Me preguntó “¿Tú te cogerías a mi mujer?”, y le respondí con franqueza “Si ella quiere y tú aceptas, sí”, pero lo amachiné: “pero si no quiere Gloria, yo no acepto que te cojas a la mía, aunque Laura sí quiera”. De esa manera le dejé claro el asunto –concluí y Laura se me quedó mirando antes de reprocharme.
–Pero bastaba con que le dijeras que sí aceptarías que él me cogiera si tú estabas presente, esa era la idea, ¿o no? –replicó.
–Eso será otro momento, por lo pronto acordamos en que él le propondría a Gloria que hiciéramos el intercambio. Si ella dice que no, entonces le propondré lo que dices –contesté a Laura y ella se me quedó mirando con suspicacia.
–Por lo visto tú sí quieres con ella…
–Sí, ya se me antojó, no lo niego –contestó Mario apretándole las chiches a su esposa–. Pero quien sí quedó emocionado y con ganas de cogerte fue Miguel, y creo que tú también. A ver qué sale, Miguel me dijo que intentaría convencer a Gloria este fin de semana.
–¿Y qué le harías…? –pregunta Laura sobándole el pene sobre la ropa.
–¿Qué crees…? –respondió Miguel abriéndole la blusa a su mujer para chuparle las tetas.
Lo que siguió fue un juego, donde Mario era Miguel, y Laura era yo: “¿Te gustan mis tetas? ¿Me las mamarías frente a mi marido y a tú mujer mientras ellos cogen?”, decía Laura. “¡Te las mamaría y te cogería mientras disfruto cómo se cogen a mi esposa y ella pone cara de puta!”, contestó Mario en el papel de Miguel. “Muéstrame cómo”, dijo Laura abriendo las piernas para meterse el falo de su marido. ¡Qué rica cogida se dieron!
El viernes, mientras Mario y yo comíamos, nos actualizamos. Quedamos en que nos juntaríamos desde mediodía del día último del año en mi casa para preparar lo que faltara. Yo me pondría de acuerdo con Laura. De ahí, nos fuimos al hotel, tendríamos una semana larga de descanso para disfrutar las fiestas de fin de año. Ya desnudos, me acosté, abrí las piernas y lo conminé a que me cubriera. Le dije “El lunes, mi marido te enviará la respuesta de mi aceptación…” y me metió el falo de un solo empujón. Casi dos horas invertimos para desearnos un buen fin de semana largo con nuestras respectivas parejas. Recordamos lo que a Laura le gustaba y lo que raras veces quería. Me comentó que Laura dijo que, si mis tetas eran tan bonitas, quizá lo acompañaría en la mamada. “¡¿Le gustan las mujeres?!” pregunté atónita. “No creo que se refiera a que le gustas, tal vez a que ella me mamaría la verga mientras yo hacía lo mismo con tus chiches, ya ves que no le gusta mamármela, pero caliente sí lo hace”, contestó y me mamó las chiches mientras se movía cada vez más rápido y yo me deshacía en gemidos pensando en las dos posibles escenas, ambas me provocaron orgasmos.
Cuando acabamos y descansamos, Mario me contó de algunas fantasías con un trío con su hermana y yo. Me dijo que se masturbó pensando en que su hermana me mamaba las chiches y automáticamente vino a mi memoria lo que le escribí a mi amigo Jaime cuando éste me dijo que se la había jalado pensando en que yo veía cómo le chupaba Jaime la panocha a su hermana. ¡Ja, ja, ja, las vueltas que da la imaginación…! A Mario le dije lo mismo que a Jaime: “¡Qué locuras!”. No le he dicho a Mario que me gusta mucho mamar verga, ¡eso ya lo sabe!, pero no que me ha puesto arrecha lamer el presemen con un olor de fondo a orina. Incluso cuando se la he mamado a él con sabor a concha de Laura. Pero, es que, después de lo que dijo Jaime, tuve unos sueños húmedos donde yo chupaba una panocha recientemente regada de semen, no ubico si de Laura o de la hermana de alguno de los involucrados, ¡y me gustó!
De cualquier manera, yo llegué a casa muy caliente, con ganas de más amor entre mis piernas y en mi boca. Afortunadamente, ya estaba mi marido en casa, esperándome para saber lo que platiqué con mi amante.
–¿Quieres saber lo que ha pasado? –le pregunté a Miguel, quien me dio un beso y me dijo “Sí, cuéntame”– Lo sabrás en la cama, le dije.
–¿Te gusta la lefa de Mario? –le pregunté en cuanto se prendió a sorber mis labios y el clítoris.
–Me gusta chuparte y lamer los jugos que excesivamente sueltas cuando haces el amor con él –contestó volviendo a su placer.
–¿A qué sabrá una panocha recién cogida? –pregunté sin esperar respuesta pues lo tomé de la cabeza y tallé mi raja en su nariz y boca hasta venirme.
–¡A esto! –contestó Miguel, incorporándose para besarme con el olor y el sabor que traía en la cara, a la par que me daba una estocada con la verga tiesa y aparentemente más gorda.
Lamí su cara para dejarlo limpio, me enardecía el sabor que tenía mi panocha usada por mi amante, y deseé probar el sabor de la panocha de Laura con el esperma de Miguel… “¡Qué locuras!”, escuché mi propia voz en el interior de la cabeza y sentí la oleada de calor en el interior de mi vagina.
–¡Qué mojada te dejó Mario la pepa! –dijo con deleite mi marido después de un apagado aullido–. Ahora cuéntame que pasó.
–Te voy a contar algo que no debe saber Mario que te dije. Él coge con su hermana desde que eran jóvenes y se aman. Incluso, cuando su hermana se embarazó del novio, quien huyó, Mario ya no pensaba casarse con Laura para cuidar de su hermana, pero ésta lo animó a continuar con Laura –dije casi de corrido, viendo la cara de incrédulo de mi marido–. Como ves, él no se quedó con las ganas por su hermana, y tú, ¿sí te quedaste sólo en la masturbación al verla a escondidas?
El falo de Miguel, que ya estaba desmayado, se terminó de salir de mí y mi marido estaba con la boca abierta, los ojos desorbitados y mostrando distintos cambios de gestos en la cara. Desde luego que parecía decir “¿Por qué me cuentas esto?” o también “Sí me gustaría cogerme a mi hermana, ¿ella querrá?”, pero en resumen no acertaba a saber de qué se trataba. Me senté, lo abracé y le besé el rostro, me parecía tan indefenso como un niño.
–No mi amor, no te estoy incitando a que te cojas a tu hermana. Eso se daría solamente si ustedes lo deciden. Lo que pasa es que cuando te lamía el rostro deseé probar el sabor de la panocha de Laura con tu lefa y de golpe recordé que le conté a Mario que anoche soñé que chupaba una vagina llena de esperma y no ubicaba si era la de Laura, o la de una hermana de ustedes –al decir esto, se le empezó a parar la verga a mi marido.
–¿Te gustó lo que soñaste? –me preguntó tomando su pene ya erecto.
–En el sueño, sí. Pero me quedé pensando seriamente si eso reflejaba algún problema de identidad sexual en mí. ¿Verías mal que le chupara a Laura la vagina después que tú se la regaras? Imagíname haciéndolo, para que puedas contestarme –le pregunté y él me tumbó en la cama, me abrió las piernas para que quedara expuesta mi panocha.
–No sé mi amor, quizá eso le gustaría más a tu amante –dijo, y se puso a chuparme mientras se jalaba el pene–. ¡Tú sabes deliciosa!
¡Este arroz ya se coció! ¡Felicidades, Vaquita!
Gracias, Mar. Es rico aprovechar que sí puedo y que mi marido quiere.
Todos están entusiasmados, hasta yo… ¿Me podrán invitar?
Yo sí. ¿Con quién te gustaría más que nos diera el amor en chorros?
Qué chaquetota se habrá tejido tu marido pensándote prendida de la vulva de su hermana mientras él te chupaba la tuya. Yo soñé una vez, después del intercambio que conté en «Quiero hacer un Gato» -y quizá encarrilada en que Adriana me chupó una teta y yo le correspondí con una caricia en la suya- que ella y yo hacíamos un 69 para limpiarnos lo que nuestras parejas nos habían dado. Confieso: me aterré de mi sueño, pero no me disgustó.
Pues desperdiciaste buena oportunidad para saber si te gustaría o no.
Yo no veo algún problema de identidad sexual: «Caliente es caliente», le consta a Mar. Ella vio cómo se la chupé a su amante, y éste a mí, con los jugos de ella. ¡Riquísimo!
Pero tu eres bi, y yo no sé…
Ya mero se les hace a los dos ver cómo se cogen a su esposa. ¡Cornudos felices!
Si se te antoja chupar panocha con leche, ¡hazlo, Vaquita, sabe muy rica!
Ya publicaron la última parte. Verás que no me aguanté las ganas…
Que rico a mi esposo le gusta limpiarme la vagina llena de esperma y lo disfruta mucho
Cuéntanos cómo lo hace. Más si se trata de la lefa que te dejó otro.