Resentida…
Lo suyo no era resentimiento, esa era la excusa barata para hacer lo que ella siempre había deseado ser, una completa puta…..
Mi nombre es Silvia, y las cosas que me han sucedido, entendía yo que se debían al resentimiento, que tenía o aún tengo aun contra mi marido, Wilfredo.
No es precisamente porque él me hubiera llegado a ser infiel, nada que ver con eso. Mi resentimiento contra Wilfredo se debe a que se enfermó de la próstata, por lo que de la noche a la mañana dejó de atenderme íntimamente, por lo menos de manera normal, es cierto que apenas se dio cuenta de su condición, procuró sustituir unas cosas por otras, como por ejemplo comenzó a usar más sus dedos y boca en nuestra relación, al punto que finalmente era lo único que hacía.
Y aunque me dejaba bien satisfecha por lo menos en esos momentos, yo extrañaba las sabrosas penetraciones con su miembro.
Poco a poco a medida que comenzó su tratamiento de quimioterapia, en la misma medida yo me fui sintiendo peor y peor, no soportaba sus constantes idas y venidas al médico, al punto que en una ocasión le insinué que, si se había vuelto maricón, porque cada vez que iba al urólogo, terminaban metiéndole el dedo por el culo.
Desde Luego que Wilfredo se enojó conmigo por ese comentario, pero eventualmente me perdonó, pero yo a él no. Estaba tan y tan resentida, que deseaba intensamente en vengarme de Wilfredo.
Debido a lo débil que se encontraba mí marido por el tratamiento, en muchas ocasiones nuestras salidas nocturnas y paseos de compras dejamos de hacerlos, hasta que finalmente los suspendimos.
Cosa que me irritó más todavía, al punto que un día le dije que saldría a caminar, y él en lugar de incomodarse conmigo, me dijo que eso me convenía así no me quedaba en casa, sin nada que hacer.
Comencé a ir de compras sola, para lo que me arreglaba bastante, pero no conforme con eso le dije que saldría de noche con algunas amigas, para distraerme, y el muy cabrón estuvo de acuerdo conmigo.
En una de esas salidas, fue que conocí a Renato, un vago, hijo de mamá y papá, al que le cubren todas sus necesidades, un bueno para nada, pero que sabe bailar muy bien, y cuando me invitó a que lo acompañase, sin pensarlo dos veces acepté.
El resentimiento contra mi marido era tal, que hasta pensé que después de que me acostase con el tal Renato, lo llamaría del hotel para decírselo. Renato y yo estuvimos bailando por un buen rato hasta que descaradamente me comenzó a besar y agarrar las nalgas, quizás en otro momento lo hubiera mandado al coño de su madre, pero en ese instante lo vi como parte de mi venganza contra Wilfredo, pensando la cara que pondría al momento que le contase como ese extraño, que bailaba conmigo sin más ni más me comenzó a besar, al tiempo que descaradamente me comenzó a agarrar las nalgas, sin que yo opusiera la más mínima resistencia.
Después de estar un buen rato en la pista de baile, Renato sin rodeos me dijo que era el momento de que subiéramos a la habitación, con lo que yo estuve completamente de acuerdo con él.
Al entrar sin demora alguna y sin que él me hiciera comentario alguno, me quité por completo toda mi ropa, quedando toda desnuda frente a Renato, quien al ver mi disposición bajó la cremallera de su pantalón y una vez que extrajo su miembro, lo tomé entre mis dedos y tras manipularlo ligeramente, me dediqué a mamarlo.
Yo en medio de todo me divertía pensando la cara que pondría Wilfredo cuando le contase todo, las cosas que me diría a consecuencia de saber que le había sido infiel.
Mientras que el miembro de Renato entraba y salía completamente de mi boca, y yo se lo chupaba intensamente, hasta que el mismo Renato me ordenó que me comenzara a tocar mi coño al tiempo que le mamaba su verga, así que sentada sobre mis nalgas, con mi boca pegada a su miembro, separé mis piernas y comencé salvajemente a darme dedo, hasta que nuevamente él me ordenó que me detuviese.
Renato en más de una ocasión, me dijo lo puta que yo era, ya que él conoce a mi marido, y en cierta forma son amigos. Pero eso en lugar de molestarme como que me hacía sentir mucho mejor.
Renato terminó por desnudarse, y meterse a la cama conmigo, sin dejar de besarme salvajemente y agarrarme por todas las partes de mi cuerpo de manera sádica.
Cuando sentí su verga abriéndose paso dentro de mi coño, me sentí en la gloría, y a pesar de que me dijera puta y perra, para mí en esos instantes sonaban como elogios, que me calentaban más y más todavía. Al punto que cuando insinuó que me rompería el culo, le dije que no me hiciera esperar.
Renato extrajo su duro miembro de mi mojado coño, y tomándome por los tobillos separó mis piernas dirigiendo su verga directamente al centro de mi culo.
En cosa de segundos ya me tenía gritando, a medida que me enterraba todo su miembro, hasta el fondo. Yo a pesar de que se me salieron unas cuantas lágrimas de dolor comencé a mover mis caderas mientras que él a manera de castigo, comenzó a enterrar una de sus manos dentro de mi coño, hasta el momento en que me hizo alcanzar un delirante orgasmo.
Tras lo cual se vistió y viéndome de manera despectiva, al momento de salir de la habitación, me arrojó unos cuantos billetes a la cara.
Yo estaba deseosa de llamar a Wilfredo y contarle todo lo sucedido hasta lo de los billetes, pero me contuve porque para mí lo principal en ese momento era verlo a la cara. Así que cuando llegué a la casa, hedionda a sudor de macho, cuando entré en la habitación encontré una nota en la que Wilfredo me indicaba que se había sentido mal, y llamó a una ambulancia para que lo llevase al hospital.
Cuando después de bañarme pasé por el hospital lo tenían en intensivo, así que me aguanté las ganas de vengarme de él, ya que sabía que apenas comenzara a hablar, las enfermeras me sacarían.
Después de esa noche, he aprovechado para continuar siéndole infiel a Wilfredo, pero como en ciertos momentos me sentía mal, fui a ver a mi psicoanalista, la que una vez que le conté todo, sencillamente me dijo que lo mío no era resentimiento, que esa era la excusa barata para hacer lo que siempre había deseado ser, una completa puta….
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