Resultó ser verdad después de todo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Pablo, tengo 32 años, soy argentino, casado con una chica peruana.
Mi mujer es hija única, su madre la tuvo siendo un poco mayor, a los 33 años.
Mi suegra tiene 63 años y quedó viuda a los 50.
Mi mujer me dijo que su madre quería venir a vivir con nosotros, ya que ella vive sola en su país.
Hablamos con mi suegra, nos pidió un tiempo para poder vender sus cosas, le dijimos que tranquila, que nadie la apuraba.
Como a los dos o tres días, Matilde,que así se llama mi esposa, me dijo que su madre tenía problemas con unos papeles, que si yo podía viajar a Perú a ayudarla, ya que ella por problemas laborales no podía, y como yo trabajo por mi cuenta no tengo ese problema.
Hice los trámites y viajé.
Mi suegra no vive en Lima, vive en una ciudad más al norte, Chiclayo.
Después de mucho viaje y que el del taxi, sabiendo que no conocía me paseó por toda la ciudad, llegué a casa de mi suegra.
Ya nos habíamos visto una vez, cuando me casé con su hija.
Nos saludamos con un fuerte abrazo y nos pusimos a coversar, chelas de por medio, como dice ella.
Mi suegra es una señora sin nada que destacar, salvo la cola, de nalgas redondas y generosas.
Ahora entiendo de quién sacó la cola mi señora, pensé.
Al otro día salimos y estuvimos haciendo muchos tramites, arreglando papeles, casi todo el día en la calle.
Almorzamos fuera, hasta que volvimos a la casa, no sin antes comprar unas cuantas chelas.
Que así les dice mi suegra a las cervezas.
Nos pusimos cómodos y mientras tomábamos cerveza, hablamos de todo un poco.
Me di cuenta que a mi suegra le gustaba el trago, pero se marea muy tapido.
«Suegra, y vos por que después de quedar viuda no rehiciste tú vida?», le pregunté.
«Mira Pablo, que hombre se va a fijar en una vieja, solo quieren cachar y nada más, y para estar aguantando a otro viejo caprichoso, mejor sola, pue», me dijo y siguió bebiendo.
«Bueno suegra, vos para la edad que tenes, no estas de mal ver», le dije y le volví a llenar el vaso, «hay Pablo, que cosas deices, quien se va a fijar en mí», me dijo mi suegra con los ojos vidriosos por la cerveza, seguimos un rato más y nos fuimos a dormir.
Al otro día fuimos a publicar la venta de las propiedades de mi suegra, y volvimos a casa, siempre cargados de cervezas.
Como hacía mucho calor, dormimos una siesta.
Nos levantamos, mi suegra estaba con una bata muy amplia y fresca, y unas ojots, yo estaba con un short liviana, de ojotas y el torso desnudo.
Hizo unos piqueos y nos sentamos a tomar unas chelas.
María, que así se llama mi suegra, me empezó a hablar de su marido y se emocionó, yo la abracé ya que se puso a llorar, yo la consolaba hasta que se empezó a calmar, fue al baño y se lavó la cara, seguimos tomando y hablando, «que rico Pablo, pareces un osito de peluche», me dijo pasando su mano por mi pecho.
«Sí, soy un osito de peluche muy mimoso», le dije riendo mientras mi suegra seguía pasando su mano por mi pecho.
«Así que mi yerno es muy mimoso?, que suerte tiene mi hija», dijo dando un pequeño hipo, y dejó de acariciar mi pecho y siguió bebiendo.
«No me vas a hacer más mimos», le dije agarrando su mano y la volví a apoyar en mi pecho.
María me miró y riendo me siguio acariciando el pecho, «lástima no tenga quien me mime a mi», dijo con la voz un poco pastosa por la cerveza.
«Y para que está tú yerno», le dije buscando su boca con la mía y acariciando una de sus piernas.
«Pero Pablo, que soy la madre de tú mujer», me.
dijo después de haberla besado y con mi mano acariciando su muslo.
«Yo ahora estoy frente a una hermosa mujer», le dije volviendo a besar a mi suegra y pasando el dedo por el borde de su bombacha.
«Pero que va a decir la gente?», me dijo dando un respingo cuando metí mi mano y le empecé a acariciar su bello púbico.
«Y quien se va a enterar?», le dije metiendo más mi mano.
«Espera que me rompes la ropa», me dijo agarrando mi mano por sobre su bata.
«Dejame que te saque la bombacha», le dije levantando su bata y ella levantó su cola para que se la saque.
Me puse entre sus piernas arrodillado en el suelo, abriendo bien las piernas de mi suegra, viendo su concha bien peluda y se la empecé a chupar.
Ella dio un grito y se recosto más sobre el sillón donde habiamos estado sentados.
Olía a una mezcla de pis y jugos vaginales, mientras ella no dejaba de gemir y yo le lambia y le chupaba la concha.
Me pongo de pie, saco la pija que estaba dura y la escuchaba gritar y gemir de placer a medida que se la iba metiendo.
Apoye una rodilla en el sillón y le abro la bata de arriba, sacando sus tetas del sujetador, escuchamdo como gime mi suegra mientras la cogía.
«Sí Pablo, que rico me cachas», decía mi suegra con sus piernas bien abiertas dejando que con mis movimientos mi pija entre y salga de su concha.
«Estas divina suegra», le dije acariciando y pellizcando los pezones de sus tetas, moviendo mi pija bien adentro de ella.
«Vamos a tú cama suegra», le dije sacando mi pija, viendo su concha abierta, de un rojo purpura hermoso, se puso en pie, nos besamos, me dejo que la termine de desnudar y nos fuimos a su cama.
Me acosté boca arriba, ella se subió sobre mí y con su mano acomodó mi pija contra su concha, gimiendo de placer cuando la volvió a tener adentro.
«Hace años que nadie me achaba», dijo entre gemidos, sentada bien recta sobre mi pija moviendo sus caderas, disfrutando, gimiendo, yo le estujaba sus tetas, las apretaba, le daba pellizcos en sus pezones que estaban duros.
Estuvimos un buen rato cogiendo así, hasta que María empezó a gemir y a gritar, « me estoy viniendo, me estoy viniendo», gritaba con sus ojos cerrados, hasta que yo también me empecé a acabar llenando de leche su concha.
Así nos quedamos, mi suegra sobre mí sin sacar la pija, respirando agitados, hasta que nos fuimos tranquilizando, «hay Pablo, que locura hicimos», me dijo acostandose a mi lado, dejando que la abrace.
«Locura ninguna suegra, hicimos el amor, disfrutamos el uno del otro y podemos seguir haciendo esto siempre», le dije besando su boca, acariciando sus tetas, «si, pasamos muy bien, me haz cachado muy rico, pero soy la madre de tú mujer, con que cara voy a mirar a Matilde, siendo la querida de su marido», decía pero me dejaba sobarle las tetas.
«Ella nunca se va a enterar», le dije acomodando mi cuerpo y le besaba las tetas, su boca, pasaba mi mano por su cuerpo.
«Me lo juras?», dijo mi suegra entre abriendo sus piernas cuando pasaba mi mano por su concha que desbordaba leche.
«Te lo juro», le dije metiendo dos dedos en su concha, haciendo que María vuelva a dar otro fuerte gemido de placer.
«Pablo, me vas a cachar de nuevo?», me preguntó gimiendo y abriendo sus piernas para que mueva mis dedos dentro de ella.
«Por la cola suegra, quiero comerte esa cola hermosa que tenes», le dije besando su boca, sus tetas, moviendo mis dedos dentro de su concha, escuchando como gemia fuerte.
«Pablo, yo tengo la cola pito», me dijo, «que tenes la cola qué?», le dije pasando mi lengua por sus pezones, «que tengo virgen el chiquito, que nunca hice nada por atrás», me dijo dejándo que la acaricie y ella me acariciaba a mí.
«Que delicia, no queres que tú yerno te lo rompa, que yo sea el primero en abrirte el ano?», le dije sacando mis dedos de su concha y ahora le acariciaba el clítoris, haciendo que mi suegra se caliente bien y pueda romperle la cola.
«Pablo, me estas poniendo muy arrecha», decía mi suegra dejando que la acaricie toda, mientras ella subía y bajaba el prepucio de mi pija, haciendo que se ponga dura en su mano.
«Dejame romperte la cola suegra», le decía sin dejar de besarla y acariciar todo su cuerpo.
«Ya, cachame por el chiquito», me dijo rebuscando en uno de los cajones de su mesita de luz, me dio una crema bien aceitosa para que le lubrique el ano y yo mi pija.
La puse boca abajo, con una almohada bajo su barriga, haciendo que levante bien la cola, le hice que se abra las nalgas, viendo ese ojete oscuro, con bellos, bien cerrado.
Le empecé a pasar la crema y ella lo apretaba, «relajate María», le dije pasando bastante crema, apoye mi pija contra su ojete y mi suegra dio un fuerte gemido de dolor cuando haciendo fuerza, siento su ano abrirse, «haaaaaa, haaaaaaaaa, despacio por favor», se quejaba y me pedía mi suegra mientras yo se la iba metiendo lo más despacio que podía.
Se la iba metiendo bien despacio y ella se quejaba de dolor a medida que le iba entrando.
Mi suegra seguía abriendo sus nalgas, notaba que le dolía pero no me pedía que la saque.
Seguí metiendo mi pija bien despacio, hasta que después de un rato, aplaste su.
cuerpo con el mío.
«Ya está suegra, ya la tenes bien adentro de la cola», le dije sin moverme.
«Siempre me va a doler así?», me dijo mordiendo las sábanas, « te duele porque es la primera vez, ahora que ya tenes el ano abierto, no te va a doler», le dije moviendo mi cuerpo muy despacio con toda mi pija metida en la cola de mi suegra.
«Pablo, me duele mucho, podemos seguir mañana, ahora quiero ir al baño», me dijo dando ayes de dolor.
Se la saqué, viendo que había sangre en su ano y en mi pija.
«Deja que te la acaricie hasta que te vengas», me dijo mi suegra con un gesto de dolor en su cara.
«No te preocupes suegra, mañana seguimos», le dije, «gracias, no sabes como me duele el chiquito», me dijo, se levantó de la cama y se fue al baño y yo me quedé acostado con la pija dura y sucia de sangre.
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