Se dio de casualidad
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hace dos años que vivo en una urbanización a las afueras de Madrid.
Me llamo Eduardo, soy argentino, soltero, 40 años.
Me llevo bien con todos los vecinos que son muy buena gente.
Pegado a mi casa vive un matrimonio marroquí, tienen un hijo de unos 6 años y otro de ocho meses.
El hombre se llama Farid y ella Haaifa.
La mora es media reacia a saludar y relacionarse con los vecinos.
El marido es distinto, por lo menos saluda y tiene detalles de buen vecino.
Un domingo al medio día me trajo un plato de cus cus, una comida típica de su país.
El lunes, cuando Haaifa trae a su hijo del colegio, al rato le golpeo la puerta y me abre su hijo.
Abrió la puerta de par en par, y no pude evitar ver a la mora sentada en el sillón de su casa en braga y sujetador.
No sabía como taparse para que no la viera y le hablaba en su idioma al hijo, que no se que le diría.
Le devolví el plato y me fui.
Yo estaba paseando a mi perro y veo que sale de la urbanización y me acerqué a darle una disculpa.
«Pero por favor, que no se entere mi marido», dijo mirando el suelo, sin darme cara.
A los días encontré un pañuelo tirado y pensando que era de ella volví a ir a su casa, y su hijo habre de nuevo la puerta de par en par, y ella sale del dormitorio con una pantalón tipo pescador y una camiseta todo bien ajustado, parecía una faja de cuerpo entero.
Cuando me vio quiso esconderse, pero antes de que lo haga le dije si era suyo el pañuelo.
Vi que se apoyo contra el marco de la puerta, como si no le importara que la viera así.
Estaba descalza y apoyo un pie sobre otro.
Me dijo que no, que ese pañuelo no era suyo.
A la tarde veo a su hijo jugando en el parque, y salgo con mi perro, y veo a Haaifa sentada en una banca del parque.
Cuando me vio, agachó la cabeza, yo me senté a su lado y dejé que su hijo juegue y pasee a mi perro.
«Siento haberte puesto en aprietos de nuevo», le dije, «vale, no te preocupes, pero nunca se lo digas a mi marido», me volvió a repetir.
«No te preocupes que no le voy a decir nada, esto es entre vos y yo», le dije sentado a su lado.
«Vale, gracias», me dijo un poco más relajada.
«Te puedo decir algo?», le dije mirando por donde estaba su hijo y mi perro.
«Dime», me dijo.
«Cuando te vi por primera vez, me gustaste más que cuando estabas con esa faja entera, tenes un cuerpo hermoso», dije viendo como la mora se ponía roja.
«Y me gustan mucho tus pies, por que no te sacas el zapato y me dejas verlo?», dije notando como se ponía nerviosa.
Tenía puestas unas vailarinas, mirando para todos lados, sacó una y me dejó que le viera el pie.
«Estas buena de pies a cabeza», le dije apoyando mi pie contra la planta del suyo y levantándolo me quedé mirando su pie.
«Bueno, ya es hora que me vaya», me dijo nerviosa, poniéndose la vailarina.
«Me gustaría ir a tú casa cuando estés sola para hablar tranquilos», le dije.
Ella me quedó mirando sorprendida.
Llamó a su hijo y se puso en pie.
«Que diría tú marido si supiera.
que te vi dos veces semi desnuda y me dejaste que toque tú pie con el mío?», le dije.
«Harías una cosa así?», me dijo sorprendida.
«Estas muy buena y me gustaría conocerte más», le dije viendo que el hijo venia con mi perro.
«Conocerme?, follarme querrás decir», me dijo con un gesto de enojo en su cara.
«Quise ser más delicado», le dije sonriendo.
Cuando llegó su hijo, se fue sin saludarme.
Pasaron unos días y no la veía, hasta que me la cruzo, nos quedamos mirando.
Fuimos juntos, como los dos vivimos en el mismo piso, teníamos que tomar el ascensor.
«Y?, que me decís de lo que hablamos en el parque?», le dije acercándome a ella.
«Pensé que eras otra clase de persona», me dijo.
«Cuando me conozcas vas a cambiar de idea», le dije intentando besar sus labios.
«Acá no», me dijo dando vuelta la cara.
«Ven mañana cuando vuelva de dejar a mi hijo en el colegio», dijo y se metió en su casa sin decir más nada.
Al otro día cuando escucho que llega, espero un ratito y voy a su casa.
«Entra», me dice muy seria.
Estaba vestida de calle, sin el pañuelo que lleva siempre en la cabeza y descalza.
Enseguida la empecé a besar, ella no respondía a mis besos.
Le besaba sus labios, su cuello, pasaba mi lengua por sus orejas, mis manos apretaban sus tetas, sus nalgas, todo por encima de su ropa.
Ella indiferente dejaba que yo la bese y pase mis manos por su cuerpo.
Le abrí su camisa y levantando el sujetador, le empecé a chupar sus tetas.
De tamaño mediana, una aureola y un pezón oscuro, duro los pezones.
«Vamos a mi dormitorio, o me vas a follar acá parada?», me dijo con la voz seca, seria.
Parada al costado de la cama, dejaba que la siga besando, chupando sus tetas, que le baje sus pantalones.
La hice acostar y mientras me desnudaba la miraba a ella desnuda.
Su concha bien peluda, sus piernas bien rellenitas, su berriga que le quedaba tan sexy.
Le terminé de sacar el pantalón, abriendo bien sus piernas, oyendo su respiración entre nerviosa y agitada.
Escucho su gemido cuando empecé a lamer y chupar su clítoris, chupaba su concha, notando como se relajaba, como se mojaba, como gemia.
Siento como aopya sus talones sobre mis hombros, gimiendo y acariciando mi cabeza, mientras que yo le chupaba y le lambia su concha, su clítoris, le levantaba sus piernas hacía lo mismo en su ano.
Haaifa estaba con sus piernas abiertas todo lo más que podía, daba fuertes gemidos, me agarraba de los pelos y refregaba mi cara contra su concha gritando ahora de placer.
Me ubico entre sus piernas y me dice si no me voy a poner condón.
«Así disfrutamos más», le dije metiendo mi pija en su concha escuchando el grito de placer que dio Haaifa cuando la tuvo toda dentro.
Nos besamos la boca, yo le chupaba las tetas, la mora daba unos ayes de placer tremendos y nos moviamos disfrutando como locos.
«No te corras dentro mío, que no me estoy cuidando», me dijo gimiendo y moviendo su cuerpo a medida que yo sacaba y metía mi pija en su concha.
«Lo hacemos por atrás?», le dije moderando mis movimientos ya que sentía que me acababa en cualquier momento.
«Déjame llegar, y lo intentamos por atras», me dijo sin dejar de moverse, hasta que me clava sus uñas en mis brazosbrazos y empieza a temblar, cerrando sus ojos y haciendo un gesto con la cara que demostraba lo que estaba disfrutando.
«Despacio que es la primera vez», me dijo poniéndose boca abajo y se abre las nalgas.
Yo cuando le vi el ojete me volví loco y se lo empecé a chupar de nuevo.
Apoyo mi pija contra su ano, y me dejo ir despacio, escuchando su gemido de dolor y como tensaba el cuerpo.
Sentí como se abrió su ojete, dejando pasar un pedazo de mi pija.
«Haaaa, sacala, sacala que no la aguanto, me duele mucho», dijo mordiendo las sábanas.
«Otro día me la sigues metiendo», dijo apretando el ano y mordiendo las sábanas.
«O sea que te vas a seguir dejando follar conmigo?», le dije sacando mi pija.
«Sí, gracias por sacarla.
Me haz echo disfrutar mucho más de lo que pensé», dijo dándose la vuelta, quedando boca arriba, con una sonrisa en sus labios.
«Me la chupas y me acabo en tú boca?», le dije mirándola.
«No, correte en mi cara o en mis tetas.
Una vez le hice eso a mi marido y estuve una semana descompuesta del estómago», dijo agarrando mi pija con su mano y empezó a hacerme la pajacola, hasta que me empiezo a acabar, y Haaifa hacía que mi leche le caiga sobre las tetas, pasando la otra mano
embadurnando sus tetas con mi leche.
«Ya te aviso cuando vuelvas», me dijo desnuda en la cama viendo como me vestía.
Nos dimos un beso en la boca y me fui, entre defraudado y contento.
Defraudado por no haberla podido coger bien por la cola y contento por haberla cogido por la concha y que a ella le gustó y que quiera que la siga cogiendo.
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