Socios (y algo más)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por pimball.
Todos mis relatos son producto de mi imaginación y narrados en primera persona… espero que lo disfruten…
Una tarde, después de disputar un partido de rugby de veteranos, llegué a mi casa muy cansado, que a mis 44 años los músculos ya no aguantan como cuando jugaba en la primera división. El auto de mi socio estaba estacionado frente a mi casa y supuse que querría hablar de temas laborales. Joaquín, mi socio es, también, uno de mis mejores amigos. Para mi sorpresa, cuando entré a mi casa él estaba parado detrás del sillón del living y se me quedó mirando petrificado. Me acerqué y vi a mi esposa, Lucrecia, agachada, chupándole la pija a Joaquín. Ella sin percatarse que yo la estaba observando, seguía chupando muy entusiasmada, se notaba que le gustaba mucho la verga de mi socio.
– Que enorme Joaquín, la tenés gigante.- dijo Lucrecia.
Al escuchar esas palabras, me acerqué a ellos y me quedé asombrado al ver el enorme miembro de mi socio, era mucho más grande que el mío, tanto en largo como en grosor, se veía desproporcionado con respecto a su pequeño cuerpo. Joaquín es un hombre de 42 años, de aproximadamente 1,65m de alto, es muy flaco, blanco de piel y su pelo es castaño claro. En ese momento me invadió una sensación de inferioridad ante mi socio que me dejo inmovilizado. Yo soy robusto, mido 1,85m y tengo brazos, así como muslos musculosos, pero mi pene no es ni la mitad de grande con respecto al de mi socio, que gran humillación sentí. Sin hacer ruido absoluto, me retiré del living y esperé en silencio, hasta que escuché los gemidos de mi mujer teniendo un orgasmo. Deje pasar unos minutos y haciendo mucho barullo entré al living de mi casa, estaban Joaquín y mi esposa charlando muy cómodamente en el sillón. Esa noche Joaquín se quedó a cenar como si nada hubiera pasado, pero en el momento de retirarse me pidió que lo acompañe a la puerta.
– No se que decir con respecto a lo que pasó hoy. Por qué no hiciste nada? Viste a tu esposa teniendo sexo con migo y te fuiste.- me dijo.
– No pude reaccionar al ver a mi esposa chupando la verga de mi socio y amigo, casi me desmayo, sentí que el mundo se me venía abajo.- contesté.
– Facundo, te juro que ella se me tiró encima, no me pude contener.
– Por favor, cuéntame como sucedió todo.- le dije.
– Cuando llegué a tu casa, Lucrecia acababa de llegar del gimnasio, estaba de calzas y con una remera empapada. Nos pusimos a conversar y sin poder evitarlo, tuve una erección que no pude disimular.
– Continua.
– Ella al verme se puso muy nerviosa, no dejaba de mirar mi bulto, pero luego me dijo “estoy sorprendida con lo que veo, parece que se cumple la ley de la L” y después me manoteó la pija. Yo me quedé sorprendido, sin hacer nada, pero ella bajó el sierre de mi pantalón y comenzó a chuparme la verga.
– Cuando los vi, Lucrecia estaba muy entusiasmada chupando tu verga, creo que estaba deseosa de un pene más grande que el mío.
– Bueno, yo la tengo grande, pero tanta diferencia no puede haber.- me dijo.
– Créeme que la hay, cuando vi la pija que se estaba tragando mi esposa, tu pija, sentí vergüenza. Ahora no quiero desnudarme delante de Lucrecia, pienso que se me va a reír.
– Pero, tan pequeña es?- me preguntó.
– Comparada con la tuya es pequeña, en especial porque la mía es muy fina, creo que menos de la mitad del grosor de la tuya.- contesté.
– Comprendo lo que decís.
– No, no comprendes nada, Lucrecia era virgen cuando la conocí y solo conocía mi verga, ahora sabe lo que es ser penetrada por otra verga, que además es gigante.- yo estaba exaltado.
– No te apresures a los hechos Facundo, espera a ver como reacciona Lucrecia cuando tengan relaciones sexuales.- dijo tratando de calmarme.
Los días pasaron y al parecer, nada había cambiado cuando tenía sexo con mi esposa, ella gemía con cada orgasmo como siempre lo había hecho. Pronto, al sentir que Lucrecia seguía disfrutando del sexo con migo, se fue la sensación de inferioridad que sentía, ante ella, con respecto al tamaño de mi pene, no era así ante Joaquín, que todo el tiempo me hacía notar su enorme bulto debajo del pantalón. Además, cada tanto me preguntaba como iban las cosas con mi esposa y no solo eso, me daba algunos detalles más de como le hacía doler a Lucrecia cuando la penetró ese día. Yo, en lugar de enojarme, me excitaba. Más de una vez, yo me tocaba sin querer mí verga sobre el pantalón, mientras mi socio, que se daba cuentas de mi excitación, disfrutaba haciéndome sentir inferior a él. Un día, hablando de ese tema…
– Te tengo que confesar algo Facundo.- dijo.
– Que cosa?
– Cuando llegaste, ese día y viste a tu mujer chupándome la pija, era el segundo polvo que le estaba echando.
– El segundo? Porque no me dijiste antes?
– Es que, como estabas te pusiste tan mal cuando hablamos, no quise empeorar las cosas.
– Dos veces te la cogiste? Porque?
– Ella mi lo pidió, no me dejaba prenderme el pantalón, se puso mi pija en la boca llena de leche. Estaba como desesperada por mi pija.
No pude seguir hablando, todos mis temores volvían otra vez, salí de la oficina y me fui a mi casa. Cuando llegué no podía mirar a Lucrecia a los ojos, sin saludarla me fui a duchar. Ella me trataba de hablar fuera del baño, pero yo no contestaba. Estuve encerrado por más de una hora en el baño, mi esposa por media hora golpeó la puerta, pero se escuchó el timbre dela casa y se detuvo. Salí del baño con una toalla envuelta en mi cintura, pero cuando me dirigía al dormitorio, escuché ruidos que provenían del living y cambié mi rumbo hacia allí. Cuando abrí la puerta estaba mi esposa arrodillada en el sillón, como en cuatro patas y mirando hacia mí. Detrás estaba Joaquín, que se la estaba parado y se la estaba cogiendo frenéticamente. Lucrecia me miró, su rostro expresaba dolor y mordía fuertemente un trapo, que soltó sorprendida por mi presencia. Inmediatamente comenzó a gritar y gemir, le pedía más a Joaquín.
– Hay, hay, si, si, dame más! – gritaba Lucrecia.
– Viste Facu? Como le gusta a tu esposa lo que le doy!
– No, que me están haciendo, porque?- dije.
– Perdón, amor, Joaquín tiene un pedazo tan grande, que… hay! hay!
– Que yo no te puedo dar.- dije agachando la cabeza.
– Pero mira como disfruta Lucrecia, Facu, le estoy partiendo el culo en dos.- dijo Joaquín.
– Por el culo? Nunca me dejaste a mi.- dije a mi esposa.
– Es que, ahhhhhhh, hay, hay!- ella no paraba de gritar.
– A semejante verga que tengo yo, no hay culo que se le resista. Acércate y observa como le entra mi pija. –me dijo Joaquín.
Me puse a ver, solté la toalla y me empecé a masturbar. Mi socio la penetraba sin parar, era tremendamente excitante ver semejante pija penetrando el ano de mi esposa.
– Hay Joaquín, me encanta como penetras a mi esposa.- dije.
– La pobre necesitaba una buena poronga alguna vez.
– Como me gustaría poder ser como vos, sos un verdadero macho, a mi mujer nunca la pude coger así.- le dije a mi socio.
– Ni vas a poder hacer con ese pitito.
– Gracias Joaquín, eres un amigo increíble, esta es una experiencia inolvidable. Sos el mejor!- le dije.
– Por fin te reconociste como un perdedor Facundo.- dijo Joaquín.
Mientras seguía cogiendo a Lucrecia, Joaquín me introdujo un dedo en el ano e inmediatamente después, comenzamos a acabar los dos juntos. Cuando Joaquín sacó su verga del ano de mi mujer, me quedé realmente sorprendido, por el gran agujero que había quedado, creo que mi pija podría haber entrado sin tocar los bordes. Esa noche mi socio se quedó a cenar y luego a dormir, pero volvió a cogerse a Lucrecia un par de veces más.
Al día siguiente, mi socio y yo nos fuimos a la oficina, como todas las mañanas. Ese día fue de arduo trabajo, pero reinaba un muy buen clima entre los dos. A cada rato, nos mirábamos con complicidad, nos reíamos y nos hacíamos bromas internas. Nuestros empleados se vieron sorprendidos, por nuestra repentina buena relación, que no era muy frecuente últimamente. Al final de la jornada, solo nosotros dos quedamos trabajando y nos pusimos a hablar de la noche anterior.
– Que gran hoyo le dejaste a Lucrecia.- le dije.
– Ja, ja. Estoy muy contento que lo disfrutes de esa manera.
– Me excita mucho, me excita ver a mi mujer penetrada por una verga más grande que la mía. No se, me hace sentir pequeño y me re calienta.- agregué.
– Desde que me viste con tu esposa y me perdonaste, que te noté extraño con migo, pero no enojo, sino que era sumisión. Yo sentí que me vías como un gran macho, que era mejor que vos y que le había demostrado a tu esposa que no eras el mejor. Al ver que te excitabas cuando te contaba como cogía a tu esposa, pensé que si me veías otra vez con ella, liberarías tu deseo sexual reprimido ante Lucrecia y ante mí. De esta manera estarías como estas hoy, relajado, alegre y feliz.- me dijo Joaquín.
– Tienes razón amigo, es así y me hiciste muy feliz. Cuando te vi penetrar el ano de mi esposa, con semejante verga, mi excitación estalló y me liberé de mis prejuicios. Gracias amigo!
Y diciendo esas palabras lo alcé con mis brazos y le di un gran abrazo, el cual duró un rato. Sin querer sentí, su bulto contra mis abdominales y lo solté.
– Como se siente el bulto ese, ja. –dije.
– No lo puedo esconder.
– Es gigante.
– Te gustas?- preguntó.
Yo no respondí. Él me miró, se desabrochó el pantalón y dejó salir su enorme verga, que estaba semi erecta. Me quedé mirándolo a sus ojos fijamente, Joaquín puso una mano sobre mi hombro y casi sin hacer fuerzas me hizo arrodillar. Nunca dejé de mirar sus ojos, pero sentí su verga en mis labios y me la introduje en la boca. Con mis labios y lengua, experimentaba una sensación indescriptible, era la piel, el calor, la humedad, el sabor y el crecimiento de esa pija dentro de mi boca. Se la empecé a chupar con todas mis ganas, él me tomaba la cabeza haciendo que me la trague hasta el fondo. De golpe me la sacó de la boca y me miró fijamente, yo no dije nada, di la vuelta, me bajé los pantalones y esperé. Joaquín me escupió el ano y de a poco me fue enterrando su enorme verga. Yo me aguanté de gritar, sentía un gran dolor, pero me aguantaba.
– Esto es lo que querías?-me pregunta.
– Desde el primer día.
– Y te la vas a aguantar toda?
– Si, toda!-dije.
– Bueno porque voy por la mitad y todavía falta lo mejor.
De un solo empujón, me empernó toda su verga hasta el fondo y me empezó a bombear con toda su fuerza. Esta vez no pude aguantar el dolor y me puse a gritar como loco, pero luego sentí placer. Mientras me bombeaba, sin siquiera tocarme, empecé a acabar como nunca antes lo había hecho y el placer fue extremo. Luego llegó el turno de Joaquín y me llenó el culo de su esperma.
– Gracias Joaquín, me has hecho descubrir el placer.-le dije.
– Ahora sabes porque tu me desea tanto.
– Sentir tu gran verga fue increíble, quiero más.
– Te voy a dar tanto que vas a necesitar otra verga adentro del culo para sentir algo, porque te va a quedar enorme.-me dijo.
Ese día me penetró dos veces más y todos los días, después del trabajo me penetró. Mi ano quedó tan abierto que un día trajo a su hermano, que tenía una verga casi tan grande como la de él y me pusieron los dos juntos, tal como me había prometido. Así mi socio me dominó, me hizo sentir una basura, cogió a mi mujer cuando quiso, pero al fin y al cabo me hacía sentir lo que a mí me gustaba.
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