Sucedió en Ibiza
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Carla, y les voy a contar algo que me sucedió el verano pasado en una playa de Ibiza, y que aun a día de hoy, es el recuerdo principal de mis mejores fantasías.
Mi marido y yo estábamos de vacaciones en Ibiza, y como todos los días, íbamos a tomar el sol a la playa nudista de Es Cavallet.
Solíamos ir hacia las tres de la tarde, después de comer, para luego permanecer allí hasta las ocho, más o menos.
Buscamos un sitio que no estuviera muy concurrido de gente, y allí extendimos nuestras toallas, mi marido clavó la sombrilla, para estar a la sombra en las horas de más calor, y nos tumbamos a tomar el sol.
Recuerdo que mi marido estaba boca abajo, y yo boca arriba, apoyada en mis codos, con la mirada perdida en el mar, y en la gente que paseaba desnuda por la orilla, cuando llegó un chico y se puso enfrente de nosotros.
No estaba al lado, pero si bastante cerca, cosa que me sorprendió, pero sin darle mayor importancia.
Comenzó a desvestirse despacio, primero la camiseta, luego las bermudas, y a mi me picó la curiosidad de ver como estaba de dotado.
Siguió con el bóxer, y lo que apareció me sorprendió gratamente.
No estaba nada mal.
La verdad es que el chico, sin ser una belleza de hombre, no estaba nada mal.
Delgado, alto, moreno, fuerte y bastante bien dotado.
El chico se tumbó boca abajo en su toalla, y parecía que iba a dormir una siesta.
Mientras mi marido dormitaba, yo permanecía boca arriba, apoyada en mis codos mirando al mar y a la gente que pasaba por la orilla, y de vez en cuando, al chico tumbado que tenía justo enfrente de mi.
De pronto, el chico levantó la cabeza de su toalla, y al levantar su mirada, justo me pilló cuando yo le estaba mirando a el.
Me quedé un poco turbada, pues sabía que se había dado cuenta de que le estaba mirando, y entonces el me sonrió.
Yo me quedé un poco sorprendida, pero reaccioné devolviéndole otra sonrisa.
El empezó a mirar hacia otro lado, y yo hice lo mismo, hasta que nuevamente nuestras miradas se cruzaron, y nos regalamos unas nuevas sonrisas.
El permaneció mirándome y sonriéndome, cosa que me empezó a poner un poco nerviosa, y de repente me lanzó un beso, y permaneció mirándome a los ojos y sonriéndome.
Yo me quedé cortada, le devolví la sonrisa, y no se porqué, pero me di la vuelta y me puse boca abajo.
Me había puesto nerviosa.
Con el movimiento de mi cuerpo, mi marido se despertó, y me pidió que le acercara un cigarrillo de la bolsa de playa.
Se lo acerqué junto con el mechero, y le dije que era el último de la cajetilla, lo encendió y empezó a fumar.
Entonces yo le conté lo que me había pasado con el chico de enfrente, que me había lanzado un beso, pues no quería que si el chico me volvía a mirar le extrañase, y además se que esas situaciones le divierten y hasta le excitan un poco, pero no dijo nada.
Así permanecimos un rato, mientras el fumaba, y entonces me dijo que iba a ir al chiringuito que estaba a unos cuatrocientos metros, a comprar tabaco y tomar un café.
Se puso sus bermudas, cogió las chanclas, y entonces se acercó a mi y me dijo al oído que jugase a excitar al chico de enfrente, hasta ver donde era capaz de llegar…
Yo le dije que no me apetecía nada, y menos estando yo sola.
Se levantó y se alejó por la orilla del mar camino del chiringuito.
Como tenía calor, me levanté y fui a darme un baño al agua, y estuve unos minutos refrescándome.
Cuando salí del agua para ir a mi toalla, pasé al lado del chico, y no pude evitar mirarle de nuevo.
Estaba boca abajo, y tenía una buena figura.
Espalda ancha y fuerte, piernas largas y un buen culo moreno.
Me tumbe en mi toalla, boca arriba y apoyada en los codos, mirando nuevamente hacia la orilla, cuando, al cabo de tres o cuatro minutos, el chico levantó nuevamente la vista y clavó su mirada en mi, y me regaló una nueva sonrisa.
Me había pillado con las piernas un poco abiertas y mi piel mojada del mar, por lo que su vista pasó de mis ojos directamente a mis piernas, y lo que había en medio de ellas.
Yo no sabía que hacer, pues no quería que pensase que me cortaba ante su mirada, y quería parecer lo más natural posible, así que nuevamente le devolví la sonrisa y permanecí como estaba.
Entonces me acordé de lo que me había dicho mi marido, y la idea de provocarle me excitó.
Así que muy lentamente fui abriendo un poco más mis piernas, para ver que sucedía.
El me miraba con el rabillo del ojo, se lo noté, así que eso me animó un poco más, y comenzó a abrir y cerrar muy lentamente mis piernas, de forma casi imperceptible, pero la verdad es que cada vez las iba abriendo un poco más.
Mientras tanto el seguía mirando de reojo, y de vez en cuando directamente, hasta que se incorporó y se tumbó de medio lado, sobre un costado, mirando de frente a mi, y ofreciéndome a mi vista, además de su cara, y su cuerpo moreno, su aparato, que estaba bastante grande ya.
Ya sin apenas rubor, empezó a mirarme y sonreírme de forma descarada, mientras que de vez en cuando se pasaba los dedos por su polla, que cada vez estaba más tiesa, moviéndosela de un lado a otro.
Entonces yo, divertida por el juego, le devolvía las sonrisas, y empecé a mirarle fijamente a los ojos, y también a su hermosa polla, y con una mano comencé a sacudirme la arena de mis piernas, medio acariciándomelas, y luego de mis muslos, y después de mi coñito.
Muy despacio y suavemente.
No se sabría decir si me estaba quitando la arena o acariciándome.
Aquello le debió de excitar mucho, porque su polla se puso a cien.
Estaba enorme, y su capullo parecía que iba a explotar.
Entonces el, con una mano se tomó su polla, y la movió apuntando hacia mi, mientras que me miraba fijamente, y pasaba su lengua por sus labios, de un lado a otro, como queriendo decirme que le gustaría que se la chupase.
Yo no supe que hacer.
Por un lado pensaba que la situación estaba yendo demasiado lejos, pero por otro lado el juego me divertía y excitaba mucho.
Me dejé llevar por la excitación que tenía, y mirándole también fijamente a los ojos, abrí un poco más las piernas, y comencé a acariciarme mi coñito con un dedo, mientras me pasaba la lengua por mis labios.
Seguimos así durante un buen rato, acariciándonos cada uno, y mirándonos a los ojos, con cara de pasión, cada vez más excitados, sonriéndonos y pasando las lenguas por los labios.
El juego me divertía, y cada vez estaba mas caliente y excitada, tanto que por mis muslos asomaba la humedad de mi interior que ya no podía contener.
Nuevamente me acordé de las palabras de mi marido, que quería saber hasta donde era capaz, y entonces me incorporé, me puse a cuatro patas, con mi culo apuntando hacia el, y las piernas abiertas, para mostrarle mejor mi cosita, y con una mano busqué la crema bronceadora en la bolsa de playa.
Seguidamente me puse boca abajo, me volví hacia el, y mostrándole la crema bronceadora, le pregunté si no le importaba echarme crema en la espalda.
Como me iba a importar ! Al revés, me dijo, estaba deseándolo.
Lo que sucedió a continuación fue todo un espectáculo.
Se levantó y tenía la polla como un mástil, y así recorrió los dos o tres metros que separaban su toalla de la mía.
La pocas personas que había alrededor se dieron perfectamente cuenta de su situación, y yo no pude evitar una sonrisa cómplice.
A continuación el se puso de rodillas a mi lado, tomó el bote de crema, y comenzó a extenderla por mi espalda.
Con movimientos lentos, suaves, pero enérgicos, me recorría los hombros, los brazos, la espalda, bajando poco a poco hasta llegar al culo.
Allí se entretuvo un poco más, masajeándomelo, y moviendo con firmeza mis nalgas.
Después bajó hasta mis tobillos, y luego las pantorrillas, subiendo por los muslos, hasta llegar nuevamente al culo.
Y nuevamente se entretuvo en esa zona, hasta que de manera casi imperceptible, dejó que un dedo rozase mi coñito.
Aquello me excitó muchísimo, tanto que no pude controlar el arquear la espalda y subir un poco el culo.
El se dio cuenta, y mientras me acariciaba el culo, y me separaba las nalgas, volvió a pasarme un dedo por mi cosita.
Y así otras dos o tres veces más.
Yo estaba excitadísima, y cada vez que con su dedo me acariciaba el coñito, yo abría un poco más mis piernas y ponía el culo en pompa, por un lado para animarle a que siguiera, y por otro como consecuencia de la excitación que ya tenía.
Lo que empezó siendo unos roces de vez en cuando, se había convertido ya en una caricia continúa, y un espectáculo para la gente de alrededor.
Pero ya nada me importaba.
Había cruzado el punto sin retorno, y mi excitación era máxima.
Por mis muslos se deslizaban como chorros, mis jugos, y sus dedos ya penetraban mi vulva, y acariciaban mi clítoris.
No podía creerme lo que estaba pasando, yo en medio de una playa, completamente desnuda, con gente a mi alrededor mirándome, y un desconocido que me estaba masturbando, mientras yo me deshacía de placer.
Y mi marido que dudaba hasta donde era capaz de llegar !
Seguimos así durante unos minutos más, y yo notaba como su polla dura se apretaba contra la parte exterior de mi muslo, y no pude resistirme a la tentación de cogerla y tenerla entre mi mano.
Estaba como una estaca de dura, y al sentir que se la tenía cogida, intensificó sus movimientos conmigo.
Así continuamos, yo agarrando su hermosa polla, y el metiendo sus dedos en mi coño, hasta que llegó un momento en que ya no podía aguantar más, apenas podía reprimir mis gemidos, chorreaba como una perra, me retorcía como una serpiente, …hasta que me corrí.
Me quedé exhausta, pero muy caliente.
El se tumbó a mi lado, pegado a mi, nos quedamos mirándonos a los ojos, con mirada cómplice, y lentamente nuestras bocas se fueron acercando, y nos fundimos en un largo e intenso beso.
Permanecimos mirándonos y besándonos durante unos minutos más, hasta que el me preguntó como me llamaba.
– Carla, le dije, y tu ?
– Francisco, me dijo el.
Nunca olvidaré este maravilloso encuentro, me dijo, y me preguntó si sería posible volver a vernos.
– Puede que si, le contesté.
Todavía estaré nueve días más en Ibiza, y la isla no es tan grande.
Además, todos los días venimos a esta playa.
Nos dimos otro intenso y maravilloso beso, y entonces el se levantó, fue hacia su toalla, se vistió, tomó sus cosas y se fue.
Al alejarse un poco, se dio media vuelta, me miró a los ojos y me dijo:
– Te volveré a ver, Carla.
Seguro.
Permanecí tumbada en mi toalla, con la mirada perdida, recordando cada segundo de lo sucedido, e imaginando lo que me hubiese gustado que sucediese, y así durante unos diez o quince minutos más, hasta que llegó mi marido.
Me preguntó que tal estaba, y que si había pasado algo con el chico que tanto me miraba.
– Nada, le contesté, me miró dos o tres veces más, pero enseguida se fue.
Permanecimos en la playa una hora más, y yo no podía quitarme de la cabeza lo sucedido.
Estaba como en una nube, y sobre todo, estaba excitadísima.
Mi coño estaba a cien, y necesitaba una buena polla dentro que lo llenase y atravesase.
Nos levantamos, recogimos las cosas, y nos vestimos para volver al hotel.
Yo estaba tan excitada que ni siquiera me puse el bikini, únicamente un vestido pareo muy fino que me transparentaba todo.
Nos dirigimos al coche, caminando por la orilla de la playa, y yo me sentía con ese vestido como si fuese desnuda, y que todo el mundo me miraba y me veía desnuda…y eso no hacía más que excitarme aún más.
Llegamos al hotel y lo primero que hice fue darme una ducha que refrescase y relajase un poco la excitación que tenía.
Después me tumbé desnuda en la cama y me quedé medio adormilada durante un buen rato.
Cuando desperté, mi marido no estaba en la habitación, me levanté y estaba en la terraza a ras de suelo, recostado en una tumbona, desnudo y con una buena erección.
Me acerqué a el, yo también desnuda, me puse enfrente de el, apoyé mis manos en sus muslos, y poco a poco fui bajando, hasta que mi boca alcanzó su dura polla, y empecé a besársela y chupársela, primero suave, y luego muy intensamente.
Luego me puse de rodillas entre sus piernas y continué con la faena.
Me excitaba y me gustaba verle excitado, pero mientras mi boca chupaba la polla de mi marido, mi imaginación estaba chupando la de otro…
Hasta que al cabo de un rato, él se corrió a borbotones.
Se notaba que estaba muy excitado.
Permanecimos recostados y abrazados en la tumbona, sintiendo en nuestros cuerpos desnudos la brisa que recorría la terraza, mientras mi mente seguía recordando lo sucedido en la playa.
Luego nos vestimos para ir a cenar a un bonito restaurante al aire libre que estaba de moda, y a la hora de elegir el vestido, no hacía sino pensar en cual me pondría, pensando en que me encontraría con Francisco, y que le pudiera parecer sexy.
Elegí uno de color rosa palo, de tirantes, con volantes, y muy corto.
Apenas conseguía taparme el culo, y tenía que tener mucho cuidado al sentarme o levantarme.
Debajo no llevaba absolutamente nada, y podía sentir la brisa del aire correr entre mis piernas y acariciar mi coño.
En el restaurante, mientras cenábamos y charlábamos, tenía que hacer esfuerzos para seguir la conversación con mi marido, ya que mi cabeza seguía en otra parte, recordando lo sucedido esa tarde, y eso no hacía más que excitarme aún más, y sin darme cuenta estaba sentada con las piernas totalmente abiertas, mostrando mi coñito a toda la gente que estaba sentada en las mesas de enfrente.
Pero no me importaba nada, estaba tan excitada que casi me daba lo mismo.
Mi cabeza sólo pensaba en lo de la tarde, y en la posibilidad de volver a encontrarme con Francisco.
Después de cenar, fuimos a la parte de terraza con jardín y música que tiene el restaurante, y nos tomamos una copa, mientras se empezaba a animar el local.
Yo estaba más pendiente de la gente que entraba, que de otra cosa, esperando ver entrar a alguien, que finalmente no llegó a entrar.
Después de ya más de una hora en el local, y dos mojitos en el cuerpo, yo perdí la esperanza de que Francisco apareciese por allí, y como los mojitos se me habían subido un poco a la cabeza, necesitaba ir al servicio.
Me levanté, y le regalé a mi marido, y a todos los que estaban alrededor un magnífico espectáculo, pues el minivestido que llevaba puesto se me había subido del todo al estar tumbada en el sofá, y al levantarme no es que se me viera un poco, es que todo mi culo desnudo quedó al descubierto.
Se me vio todo, por delante y por detrás, pero no le di más importancia, me lo bajé tranquilamente, y continué caminando hasta el baño.
Cuando salí del servicio, un grupo de chicos que estaban alrededor de la puerta, y un poco subidos de tono de alcohol, me empezaron a rodear, piropeándome, e impidiéndome que avanzara, y si bien al principio no le di más importancia, pues creía que estaban de broma, luego se empezaron a acercar cada vez más, cerrando más el círculo, y uno se empezó a pasar, tocándome el culo, mientras los demás reían la gracia.
Me puse muy nerviosa, pues no sabía como salir de allí, y levanté la vista, buscando a alguien más sereno que pudiera sacarme de allí.
Pero nadie parecía darse cuenta de los que sucedía.
Y entonces, cuando más nerviosa estaba, y a punto de perder los nervios y gritar, oí una voz que me era conocida, y que se acercó bruscamente al grupito, abriéndose hueco y rescatándome de allí.
No me lo podía creer.
Era Francisco que acababa de llegar y lo había visto todo.
De los nervios que tenía, y de la alegría de verle y que me hubiese sacado de allí, no pude reprimir el abrazarme a el con todas mis fuerzas, y empecé a llorar un poco, en una mezcla de nervios y de ilusión por verle.
Le conté lo sucedido, y lo nerviosa que me había puesto, el me tranquilizó.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro, y no pudimos reprimir el fundirnos en un largo e intenso beso.
Me ofreció tomar una copa, pero entonces recordé que estaba con mi marido, y que entre lo sucedido con los gamberros y el encuentro con Francisco, estaría preocupado por el tiempo transcurrido.
Le pregunté a Francisco si iba a estar más tiempo en el local, y me dijo que estaría el tiempo de tomar un par de copas.
Entonces, no sé de donde saqué el atrevimiento, supongo que de las ganas que tenía de estar con él, que le pregunté directamente si quería estar esta noche conmigo.
Se sonrió, por una parte fruto del halago, y por otra del deseo, y me dijo que por supuesto que si.
Que llevaba toda la tarde pensando en mi, y que era lo que más deseaba del mundo.
Me armé de valor y fui a buscar a mi marido.
Le conté lo que me había pasado con los gamberros, y también como había llegado el chico de la playa y me había rescatado.
El se extrañó mucho de lo del chico, que me hubiese reconocido y me hubiese rescatado.
Entonces no me quedó más remedio que contarle lo sucedido en la playa, en una versión mucho más suavizada que la realidad, y le dije que le quería pedir un favor muy grande y muy importante para mi, y que esperaba que me lo pudiese conceder.
Estaba extrañadísimo, y un poco mosqueado, pero no le quedó más remedio y me preguntó que cual era ese favor tan grande y tan importante que deseaba.
Entonces tuve que tomar aire, y respirar profundo, y sin más rodeos se lo dije: Necesito pasar la noche con ese chico.
Se quedó de piedra, pues no se lo imaginaba, pero enseguida lo comprendió, y entendió mi deseo, y que si se oponía yo lo iba a hacer igual, o me iba a quedar con las ganas para siempre, con lo que tenía pocas opciones.
Supo leer el deseo en mi mirada.
Me miró fija y profundamente a los ojos, me tomó la cara con sus manos, me dio un beso en los labios y sencillamente me dijo: vete, diviértete, y espero que vuelvas…
Yo me quedé a su vez mirándole fijamente a los ojos, le besé intensamente en sus labios y le dije: no te preocupes, volveré.
El apuró su copa, nos levantamos, y cada uno tomó su rumbo.
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Me desperté con los rayos del sol estrellándose contra mi cara, y tardé un buen tiempo en tomar consciencia de donde estaba, que hora era y que había sucedido.
Me encontraba exhausta, con el cuerpo como agotado, y eso si, con una enorme sensación de extenuante placer.
Volví la cara, y allí estaba el, Francisco.
Dormido y desnudo, a mi lado, con las sábanas arrugadas entre nuestros cuerpos.
Durante un tiempo me quedé sencillamente mirándole, y soñando con todo lo que había sucedido esa noche junto a el.
Estaba todavía como atontada, en una especie de duermevela, y los recuerdos de la noche pasada con Francisco se me agolpaban en la cabeza como dentro de una nube.
Recordaba como nos habíamos amado, con que pasión habíamos follado…su polla dentro de mi, mientras yo le cabalgaba como una loca…como me atravesaba y me partía mientras yo a cuatro patas recibía sus embestidas salvajes…recuerdo su polla en mi boca, con que ansia se la chupaba…
Me levanté en silencio, pues no quería despertarle, me di una ducha refrescante, y me vestí, únicamente con el minivestido de la noche anterior, pues no había llevado otra cosa más puesta, busqué en su habitación un papel y un bolígrafo, y le dejé una nota que puse en la cabecera de su cama, mientras miraba su pecho desnudo: Jamás te olvidaré.
Carla.
Bajé las escaleras del apartamento, y al llegar a la calle vi que estaba en el paseo marítimo de Ibiza, caminé para buscar un taxi, y con ese vestido tan exagerado, sin nada debajo, y los tacones altos, a esas horas de la mañana, me hacía sentirme ridícula, y un poco puta.
Pero lo vivido y sentido había merecido la pena.
Cuando llegué al hotel, mi marido ya no estaba en la habitación, cosa que me alegró, para que no me viera llegar con esas pintas, me cambié de ropa y fui a que me prepararan algo de desayuno y un buen café.
Allí en la cafetería me dieron una nota que mi marido había dejado para mi.
Me apresuré a leerla, y decía: Si has vuelto para quedarte, te espero en la terraza del café de la esquina del puerto antiguo de Ibiza.
Si vas a volar libre, te deseo lo mejor de este mundo.
Te quiero.
No lo pude remediar, y una lagrima se deslizó por mi mejilla, mientras mi corazón latía queriendo escaparse de mi pecho.
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