Un golpe de suerte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Eduardo, soy argentino y vivo en una urbanización a las afueras de Madrid.
Esa urbanización se la podría denominar como un crisol de razas, ya que hay chinos, gente de los países del este, negros, moros (así se les.
dicen acá a los musulmanes), latinos.
Pero son gente de trabajo, nadie se mete con nadie.
Pegado a mi casa vive un matrimonio moro, son muy buenos vecinos, jamás se escucha un grito, no se sabe si hay alguien o no.
Yo me llevo muy bien con ellos, de echo me han invitado mas de una vez a reuniones familiares que hacen en su casa.
Fátima, que es como se llama mujer de mi vecino, siempre me invita cuando hace cus cus, que es una comida tradicional de ellos y a mi me encanta.
Poco a poco, me fui ganando la confianza de mi vecino Tufic, el marido de Fátima.
Él tiene 35 años y Fátima tiene 28 años.
Yo soy mayor que ellos, ya que tengo 45.
Faltando una semana para el Ramadán, vino Tufic y me dijo que se iba a ir de peregrinación, que si yo como su amigo, podía cuidar de su mujer, ya que ella no podía ir.
Le dije que sí, que no se preocupe, me dio una llave de su casa, hablamos con Fátima y él se fue.
Se iba por unos veinte dias más o menos.
Yo siempre que iba a ver a Fátima le tocaba el timbre, «puedes entrar sin llamar, mi esposo te dio llaves de casa, así que ahora el hombre de la casa eres tú», me dijo, «pero si entro y te encuentro desnuda?», le dije, «yo no puedo estar desnuda en casa sin que esté mi esposo», me dijo.
«Eduardo, quieres que mañana haga cus cus?», me dijo, «sí , que rico», le dije y salimos a hacer compras.
La gente nos miraba en la calle, pensando que la mora era mi mujer.
Cuando llegamos, ella se puso sus ojotas, ya que por costumbre, o estan descalzos o en pantuflas de interior.
Me sirvió té echo como lo hacen en Marruecos y estaba paraba a mi lado, «sentate, vos no tomas té?», le dije, «no, la mujer debe atender primero al hombre», me dijo.
Yo la hice sentar y le dije que yo no era su marido, que se relaje.
«Y los hombres no atienden a sus mujeres?», le dije, ya que me sentía incomodo.
«Bueno, poco», me dijo.
Estábamos sentados en el sillón del salón de casa de ellos, le agarré una pierna y sacándole la media, le empecé a hacer masaje en el pié.
Un pié pequeño, delicado, sin una sola dureza.
Escuchaba sus suspiros a medida.
que masajeaba sus dedos, sus pies.
Subí el otro y le masajeaba los dos, Fátima se relajaba, estiraba los dedos, suspiraba.
Vi que estaba con los ojos cerrados, suspirando, levanté uno de sus pies y lo puse en mi boca, viendo como Fátima abría sus ojos y su boca sintiendo mi lengua pasar entre sus dedos, «no, por favor no me hagas eso», me dijo moviendo los dedos de su pie en mi boca, gimiendo y moviendo su cabeza para los costados.
«Que pasa, te excita esto?», le dije pasando mi lengua por la planta de su pié.
«Haaaaa, sí, me hace sentir extraña», me dijo retorciendo su cuerpo.
Yo empecé a pasar mi mano por su pierna.
Fátima estaba con una camisa tradicional de su vestimenta y un pantalón, seguía gimiendo mientras yo le lambia el pié y mi mano subía por sobre el pantalón.
«No, por favor no», me decía mientras acariciaba su concha por sobre el pantalón.
Me puse en pié al costado de ella, le subí la camisa, que le llegaba mas abajo de la rodilla, y le empecé a bajar el pantalón.
Ella me decía que no, pero levantó su cintura, dejando que se los baje, junto a su braga.
«No me hagas pecar», me dijo dejando que le abra las piernas, metí mi cabeza y la escucho gritar cuando paso mi lengua por su concha.
Peluda, con sabor y olor a pis, yo se la chupaba, escuchando sus gritos de placer.
Me bajé mis pantalones hasta mas abajo de las rodillas, le levanté las piernas, agarrando la planta de sus pies, me acomode, y la escuchaba gemir a medida que le iba metiendo la pija.
«Haaaaaa, sí, así, mete toda tú polla dentro mío», me gritaba.
Fátima se desabrochaba su camisa, yo la ayudaba mientras no dejaba de sacar y meter mi pija de su concha, le levanté la camiseta que tenía debajo, vi sus tetas, grandes, más grandes de lo que me imaginaba.
Un pezón redondo y oscuro coronaba cada una de sus tetas.
Se los empecé a chupar, le chupaba las tetas sin dejar de cogerla.
Seguíamos basándonos, moviéndonos, hasta que Fátima grita y se tensa, «me estoy corriendo, me estoy corriendo», gritaba, yo seguí metiendo y sacando mi pija de su concha, hasta que no pude más y le empecé a llenar su concha de leche.
«Que delicia de mujer que sos», le dije besando sus tetas y sacando muy despacio mi pija de su concha.
«Vemos a tú cama?», le dije, parado frente a ella, viendo sus piernas abiertas, como le salía la leche de su concha, acariciando sus tetas.
«Vale, venga, vamos a mi cama», me dijo, poniendo su braga a modo de tapón en su concha.
Cuando se puso en pié, le besé la boca y terminé de sacarle la ropa, no quiso que le saque el pañuelo que le envolvía la cabeza.
Antes de meterse en la cama, Fátima fue al baño y escuchaba el agua del bidet.
Entré yo también y estaba lavando su concha, yo me lave la pija y fuimos a la cama.
Yo le apretaba las nalgas, redondas, gordas, hermosas.
«Que lindo culo tenes», le dije y nos acostamos abrazados.
«Soy una adultera, he engañado a mi esposo», me decía mientras le besaba la boca y las tetas.
«Es que tú marido nunca te trató como té merecías», le dije sin dejar de besarla y acariciar su concha.
Fátima decía que era una adultera pero dejaba que la acaricie y ella agarró mi pija y la acariciaba también.
«Lo haz echo por atrás?», le dije sin dejar de besarla, sin dejar de acariciar su concha.
«No, nunca, aunque una amiga me dijo que lo había echo con su esposo y que le gustó», me dijo subiendo y bajando el prepucio de mi pija.
Le besé la boca, metiendo mi lengua en la suya, «me dejas que té la meta por atras?», dije besando sus tetas.
«Sí, quiero probar que se siente», me dijo acariciando mi cabeza, mientras le chupaba sus pezones.
La di vuelta, besando su espalda, bajando hasta sus nalgas, las besé, las mordi, las abrí pasando mi lengua por su cerrado ano.
Fátima gemia, movia su culo con mi cara entre sus nalgas.
Yo besaba y chupaba su ojete.
Le pedí crema para lubricar su ano, ella fue corriendo al baño, la trajo y se volvió a acostar boca abajo, yo le pasaba esa crema muy aceitosa, siento que aprieta el ojete cuando le metí el dedo, «relajate Fátima», le dije mordiendo su nuca y moviendo el dedo dentro de su culo.
Poco a poco se fue relajando, mi dedo se movía más comodo, puse una almohada debajo de ella, haciendo que levante su culo, le dije que abra sus nalgas y me acomodo sobre su espalda, apoyando mi pija contra su ano, escuchando el gemido que dio cuando haciendo fuerza se la empecé a metermeter.
«Haaaa, haaaaaaa, haaaaaa», gemia Fátima sintiendo como mi pija entraba en su culo.
Yo le mordia la nuca, besaba su cuello, sus hombros, hasta que lentamente quedé acostado sobre ella, habiendo metido toda mi pija en su culo.
«Me duele», me dijo, «quedate quietita que ya va a pasar», le dije acostado sobre ella y sin mover mi pija.
Poco a poco sin sacar la pija del culo de Fátima, nos fuimos acercando al borde de la cama, me acomode sentado sin que se le salga.
Fátima estaba sentada sobre mí con toda mi pija dentro de su culo.
Empecé a acariciar sus tetas, su concha, su clítoris, metía mis dedos, notaba que a pesar del dolor, estaba mojada.
Ella apoyó sus pies sobre los míos, yo movía mi cintura, le agarraba las nalgas, Fátima poco a poco se movía también.
Ya gemia más fuerte y no era de dolor, apoyaba su cabeza contra mi pecho, nos besamos las bocas.
«Me gusta, me gusta por atrás», decia con los ojos casi cerrados.
Yo le pasé mis manos por debajo de sus nalgas, empecé a subirla y bajarla, haciendo que mi pija entre y salga de su culo, ella apoyó sus manos en mis piernas y me ayudaba a subirla y bajarla de mi pija.
«Ufffffff, ufffffffff, uffffffff, haaaaaa», gemia Fátima cogiendo por su culo.
«Acaricia mi coño, hazme llegar, estoy a punto, pero quiero sentir tus dedos en mi coño», me pedía sin dejar de moverse.
La empecé a acariciar como loco, a meterle los dedos en la concha, escuchaba como gritaba de placer, «siiiiiiiiiiiiiiiiii», gritó y se sentó haciendo que mi pija le entre lo más adentro que pudo.
Retorcia sus caderas, gritaba, buscaba mi boca con la suya, sentía como no dominaba su cuerpo corriendose, pero no me dejaba acabar a mí.
Me levanté con ella sobre mi pija, la deje caer sobre la cama, yo seguía sobre ella y empecé a meter y sacar la pija con fuerza de su culo, hasta que siento como exploto llenando de leche los intestinos de Fátima.
Fue tremendo, intenso, inesperado, nunca me imaginé coger a Fátima y menos romperle el culo.
Pero todo se dio sin querer, y ahora siempre que podemos nos echamos nuestro povito.
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