Un Jueves de Febrero
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El jueves transcurrió como un día igual a cualquier otro, Lorena cumplió con sus quehaceres y a mitad de la tarde tomó una ducha, se vistió, se despidió de su hija y su esposo y salió a su encuentro secreto con Martín.
Lorena; siempre puntual; llegó al lugar acordado más de media hora antes, estaba muy ansiosa y no dejaba de pensar si realmente debía estar ahí. Martín llegó a la hora, habían pasado más de tres años desde la última vez que se vieron. Martín estaba cambiado; emanaba aún más confianza de lo normal y estaba muy emocionado de verla. Lorena había hecho todo lo posible por verse bien… para él.
-Te ves hermosa Lorena. Nunca te había visto así.- Miguel estaba dispuesto a que esta vez el encuentro fuera distinto. Ella, sin poder evitarlo, se sonrojó como una adolescente. Martín tenía ese efecto en ella.
-Las cosas cambian y la gente también. Para muestra, míranos.
-¿Tienes el tiempo limitado?- preguntó Martín con voz esperanzada, quería quedarse con Lorena mucho más tiempo y aunque sabía que no era posible no pude evitar preguntarlo.
-Sabes que sí, no puedo volver después de las ocho. Me encantaría disponer de más, pero es imposible.- Lorena, realmente quería quedarse con el más tiempo. Quería disfrutar de lo poco que podían ofrecerse.
Había conocido a Martín en la universidad, tenían apenas 17 años, eran inmaduros e inseguros con respecto a sí mismos. Él llamó su atención desde el principio pero Lorena tenía novio y guardo en silencio sus sentimientos hacia Martín. Se hicieron buenos amigos, compañeros de estudio y de fiestas pero Lorena sabía que había algo más; no sólo de su parte, Martín también le enviaba señales inconfundibles; él también tenía sentimientos hacía ella. Pasaron los años universitarios y siempre estuvieron cerca pero nunca se sinceraron. Lorena se mudó de ciudad y estableció una familia, cada cierto tiempo Martín aparecía, movía sus bases y se iba de nuevo. Así pasaron diez años, Lorena siempre pensó en él y al parecer, él siempre pensó en ella.
Pidieron la cuenta y se fueron al hotel de Martín, él pidió que no lo molestaran. Ya en la habitación, la pasión que durante tanto tiempo habían reprimido salió a flor de piel y se entregaron uno al otro sin reservas.
Martín era un hombre fuerte pero en la cama se deshizo en mimos con esa mujer que tanto había deseado, disfruto de cada centímetro de Lorena, la penetró suavemente y sintió su humedad, dejó que el calor que emanaba Lorena lo envolviera completamente. Besó sus senos y sintió que ella se entregaba sin reservas. Lorena tiró ligeramente su cabello y eso lo excitó aun más, la tomó entre sus brazos y la volteó, de modo que podía admirar su espalda, sus nalgas y sus largas piernas. La sorpresa recorrió su rostro cuando la escucho decir.
-Hálame el pelo- La voz de Lorena sonaba suave y sensual, definitivamente lo estaba disfrutando. Hizo lo que le pidió, no quería que Lorena olvidara este encuentro; aunque sabía que se repetiría no sabía cuando.
Para Lorena; quien estaba acostumbrada a la vida sexual exclusivamente con su esposo; Martín representaba una experiencia muy diferente y por eso se dejó llevar. Cada vez que Martín embestía dentro de ella sentía como la energía se acumulaba en el centro de su ser y cuando no pudo más dejó que el orgasmo la invadiera en una divina tortura.
Lorena sintió, disfrutó y grabó en su memoria cada una de las caricias que Martín le hizo. Borró de su mente su presente y se dejó llevar por el deseo que había ocultado y reprimido. Martín era suyo finalmente, ella no estaba loca y él también la deseaba, de eso no quedaba duda.
-No tienes idea desde cuando quería hacer esto.- Martín la miraba desde la cama con admiración. – ¿Estas segura que no puedes quedarte más tiempo?- Lorena lo escuchaba desde el balcón mientras prendía un cigarro; estaba absorta en sus pensamientos; sabía que no estaba bien lo que había hecho, pero ella no lo sentía mal, no estaba arrepentida y no sentía remrdimiento. Su vida personal era genial; tenía un buen esposo que la llenaba en todos los aspectos, estaba satisfecha con su vida íntima y familiar pero el fantasma de Martín siempre había estado presente. Apagó el cigarro y entró.
-Estoy completamente segura de que no debo quedarme más tiempo. Debo confesarte que durante mucho tiempo pensé que era sólo yo, que era yo la que te veía con otros ojos y tú sólo me veías como una buena amiga.- Ya no había nada que ocultar, ella sería transparente de ahora en adelante.
-Para nada, siempre estuviste ahí y seguirás estando. ¿Ya tienes que irte?- Lorena lo miró a los ojos y asintió, era momento de retirarse. -Vale, te llevo.
Martín llevó a Lorena a su casa, el regreso estuvo cargado de ocurrencias y risas, las cosas parecían no haber cambiado para ellos. Ella le dio un corto beso en los labios y se bajó del carro. Él la observo entrar al edificio y desaparecer tras la puerta… sin saber cuándo volvería a verla. Lorena de repuso mientras subía en el ascensor, abrió la puerta a su realidad y su familia la recibió como siempre. Se asomó por el balcón y vio el carro de Martín alejarse… sin saber cuándo lo volvería a ver.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!